#LosPiscolabisDelCuarto ya están en marcha

Un momento del piscolabis de Julio Falaggán y Germán Gómez en El Cuarto de Invitados
Un momento del piscolabis de Julio Falaggán y Germán Gómez en El Cuarto de Invitados

El Cuarto de Invitados (ECI) nació hace unos meses con una vocación muy clara: poner en contacto a sus promotores, un nutrido grupo de artistas recién licenciados, con el sistema artístico imperante. Y si Mahoma no venía a la montaña -pensaron- hagamos que la montaña venga a Mahoma. Esa montaña era la vivienda de tres de ellos, refugio común de todos, en cuyo salón han comenzado a ocurrir cosas muy interesantes y que han convertido este espacio doméstico en un ámbito alternativo de referencia en la escena madrileña. Continuar leyendo «#LosPiscolabisDelCuarto ya están en marcha»

José Luis Valverde (pintor)

«En arte, nunca es acertado tratar de inventar la pólvora»

Iba para médico o enfermero, pero se dio cuenta a tiempo. Y eso que tenía antecedentes artísticos en la familia. José Luis Valverde es ahora uno de los pintores andaluces más prometedores, sobre todo por su forma de abordar el estatismo de la imagen audiovisual. Su trabajo «Dará que hablar»

José Luis Valverde, pintor
José Luis Valverde, pintor

Nombre completo: José Luis Valverde. Lugar y fecha de nacimiento: 22 de noviembre de 1987. Residencia actual: Málaga. Estudios: Graduado en Bellas Artes, actualmente estudio el Master de Producción Artística Interdisciplinar en la UMA. Ocupación actual: Artista.  Continuar leyendo «José Luis Valverde (pintor)»

Art Bike Tour: de galerías por Barcelona sobre dos ruedas

Una iniciativa pionera permite recorrer las principales galerías y centros de arte de la Ciudad Condal en recorridos guiados de tres horas de duración usando la bicicleta como medio de transporte

Miguel Ángel Sánchez, director de ADN, una de las firmas impulsoras de Art Bike Tour
Miguel Ángel Sánchez, director de ADN, una de las firmas impulsoras de Art Bike Tour

Si de algo se aprovecha el paseante en Barcelona, es de su ensanche ordenado y un tráfico más o menos fluido que invita a transitarla a pie. También en bicicleta, puesto que su segunda ventaja es la de ser una ciudad bastante plana. De todo ello saca provecho el mundo del arte y algunas de sus galerías, museos y centros de creación desde el programa Art Bike Tour.

Interés por el arte, sostenibilidad medioambiental y apoyo al deporte son las tres premisas bajo las cuales nace este proyecto pionero en España, que ofrece rutas guiadas por las principales galerías y museos de tres de las principales áreas de la ciudad: Montjuïc, Eixample o Ciutat Vella (aunque también cabe la posibilidad de diseñar recorridos personalizados). ADNentre los pioneros, junto con Joan PratsSendaCarles Taché3 Punts Galería Trama forman parte de esta iniciativa que permite conocer sus espacios y sus programaciones de una manera diferente y con un medio ecológico y rápido como es la bicicleta. En la estela de los ARCO Gallery Walk, en Madrid, pero sobre dos ruedas.

Un recorrido predefinido, con una duración aproximada de unas tres horas, es desarrollado por los participantes junto a un guía, encargado de presentar en los diferentes locales adscritos a la iniciativa las obras de los artistas representados en cada galería.

Los puntos de salida y de llegada de la ruta han sido situados en la Fábrica Moritz Barcelona, uno de sus promotores (el otro es la firma Orbea, que pone las bicicletas), donde los participantes –los grupos no podrán exceder de las 8 personas– recibirán una botella de agua para no desfallecer e hidratarse durante el recorrido. Una vez finalizado, serán invitados a tomar una cerveza fresca en la cervecería del mismo espacio mientras intercambian opiniones.

Para participar en las rutas, que se desarrollan de lunes a sábado en dos turnos (10:30 de la mañana y 18:30 de la tarde), es necesario la inscripción previa a través de la web de la iniciativa o enviando un e-mail a hola@artbiketour.com. El precio del servicio es de 22 euros por persona, que se rebajan a 19 para estudiantes.

Art Bike Tour, visitas guiadas a las galerías de Barcelona en bici
Art Bike Tour, visitas guiadas a las galerías de Barcelona en bici

Art Bike Tour. Barcelona. De lunes a sábado, a las 10:30 0 18:30 horas. Punto de salida: Fábrica Moritz-Barcelona. Inscripción previa

Texto publicado en ABC.es el 19 de abril de 2016

Crónica de Art Lima 2016

Art Lima se redescubre a sí misma con ayuda de Madrid

Hasta el domingo pasado, la cuarta edición de Art Lima se propuso seducir al nuevo coleccionista peruano con una edición hecha a su medida. Para ello, contó con un aliado excepcional: el arte español

Algunos de los integrantes de la delegación madrileña en Art Lima 16 (Foto: J. D.-G.)

Parece como si la ciudad de Madrid y la de Lima hubieran estado predestinadas en estas jornadas. No en vano, el aeropuerto de esta última, el Jorge Chávez, ha de buscarse en la municipalidad de Callao, nombre de una de las plazas más famosas de la capital española. Y otro de sus «barrios» con más personalidad –aquí todos ellos funcionan de forma casi autónoma– es el de San Isidro. Con la iglesia y sus patrones hemos topado.

Por eso no puede extrañarnos que en Art Lima, una de sus dos ferias de arte contemporáneo (la otra, PARC, con un año más de antigüedad, coincide en fechas con ella) hayan recalado estos días hasta seis galerías españolas más dos proyectos instalativos en lo que se denominó City Art Projects Madrid, lo que convirtió la capital española en ciudad invitada del salón.

Este sector, comisariado por la también madrileña Eva Ruiz y su empresa Arternativ, con el apoyo de AECID, era un buen punto de partida para introducirse en esta cita que celebró su cuarta edición hasta el domingo pasado. Un ámbito, además, que elevó el nivel medio de toda la feria y del que formaron parte firmas como Moisés Pérez de Albéniz (soberbias las aportaciones de Santiago Giralda y las “exaltaciones nacionalistas” de Antoni Muntadas); las reflexiones sobre el paisaje en Cámara Oscura de la mano de Ellen Kooi, Elina Brotheurs o la pintora Irene Sánchez Moreno(“¡Sus montañas parecen del Perú!”, gritaba emocionada una espectadora en una de las primeras jornadas); la crítica soterrada de FranqueloGema Ruipérez y Rosalía Banet en Twin Gallery; o el equilibrado estand de NF galería, con obras de Pipo Hernández, Mateo Maté o el mexicano Moris, que al comprador latino había que entrarle por los ojos.

Detalle del estando de la galería Lume en Art Lima 16
Detalle del estando de la galería Lume en Art Lima 16

A su lado, Pilar Serra (con el peruano Miguel Aguirre, uno de los artistas “pluriempleados” de esta edición, también presente en PARC y en otras dos exposiciones de la ciudad, como la de Lucía de la Puente); Ponce+Robles (en el que jóvenes como Maíllo, Aggtelek o Irene Grau maridaban bien con un veterano, Manuel Caeiro); y los monumentales proyectos de Andrea Canepa en Rosa Santos (la galería es valenciana, pero su artista, limeña, muy vinculada a Madrid) y Robert Ferrer, en Espacio Valverde, y que ha sabido sacar provecho a la feria.

No es para menos, ya que en ella, de nivel correcto y discreta presencia del arte más político, han primado la pintura y la escultura, y, dentro de estas, las corrientes más geométricas y abstractas. Esta es la base sobre la que pilotaba otro de los proyectos comisariados, el de Isabela Villanueva, en la sección que se vino en llamar “Pioneros”, protagonizado por grandes nombres de la plástica, fundamentalmente latinoamericana. Quizás la excepción –y la sorpresa– la marca el checo Stanislav Kolibal, de la londinense Frameless, bien flanqueado por Carlos Cruz-Díez (Marion Gallery), Pedro de Oraá en Tresart (Miami) o la Liliana Porter de Espacio Minimo.

Si se dan cuenta, había otras galerías madrileñas (y españolas) en esta edición. Hasta 13 expositores (el total asciende a 64 firmas), lo que nos convertía en el segundo país más representado en una feria que mira y mima al comprador local o próximo (léase “latinoamericano”), y en la que cuesta encontrar nombres de otras latitudes. A las mencionadas Espacio Valverde (Jorge Diezma Elena Bajo parten la pana) y Espacio Mínimo, se añadían ATM (Kepa Garraza y Jesús Herrera asaltan allí al visitante), Fernando Pradilla (no se pierdan el proyecto “surrealista” de Álvaro Barrios, las cajas de Manuel Calderón o la fotografía arquitectónica de Germán Gómez); Xavier Fiol (difícil decidirse por Ñaco Fabré o Santiago Villanueva); y Casado Santapau, en su comité de selección y con buenas piezas de Aldo Chaparro y Alexander Arrechea Destaquemos también aquí y por atreverse con artistas nacionales a la colombiana Casa Cuadrada, que representaba, entre otros a Rafa Macarrón o Javier Vázquez y que estaba siempre llena.

“Pajaródromo” de Cristian Salineros en Patricia Ready
“Pajaródromo” de Cristian Salineros en Patricia Ready

Queda por mencionar el último sector comisariado de esta feria, el denominado Plataforma, para galerías menores de cuatro años seleccionadas por Mariela Velasco (y se alcanzaba así el pleno de féminas con dotes de mando en un salón dirigido por Rochi del Castillo), en la que la juventud no siempre era sinónimo de calidad o experimentación. Destaquemos de allí a Portas Vilaseca, de Río de Janeiro, Bufeo de Callao, la bogoteña Carne Ik Projects, a caballo entre esta ciudad y Sao Paulo.

El resto de la feria, que tiene como particularidad el desplegarse en un escenario más que singular (la Escuela Superior de Guerra del Ejército del Perú, lo que provoca excelentes cortocircuitos, como ver a militares “desfilando” casi literalmente en sus instalaciones, las marcas de un helipuerto en su suelo o la presencia de una pequeña exposición dedicada a una figura destacada en la carrera militar peruana como Francisco Bolognesi), se ve sin dificultad, en una entrega con mayores altibajos cuando uno subía a su piso superior, y que algunos visitantes (hasta 14.000 en la edición del año pasado) asumía que “continuaba” en PARC. Allí, aunque con más frescura y algo de riesgo, el nivel era similar (lo mejor eran sus solo projects, con la española Trinta entre los participantes), aunque el número de expositores se reducía a la mitad.

Dicen los expertos que las verdaderas ventas se cierran en la feria de Chorrillos entre el sábado y domingo. Los precios medios se situaban entre los 3.000 y 8.000 euros. Hasta entonces, convenía detenerse en espacios como el de la mexicana Enrique Guerrero o el de la brasileña Lume; descubrir a un kuwaití –Ibrahim Ahmed– en Nosco (Londres); reparar que en Impakto… ¡todas las obras eran de color azul o ahí se andaban!; reencontrarse con Sandra Gamarra, en Isabel Aninat; fotografiar, una vez más el “pajaródromo” de Cristian Salineros en Patricia Ready o paladear en el mismo espacio las cajas de luz de Alfredo Jaar en una edición poco dada a la foto y la instalación y aún menos al vídeo (Verónica Wiese o Sonia Cunliffe, la excepción: de nuevo ganan las mujeres).

Detalle del estando de la galería D'Museo
Detalle del estando de la galería D’Museo

O aprovecharse de su bien pensado programa paralelo, que ha llevado a los VIPs y otros amantes del arte al MALI, al espléndido espacio de Lucía de la Puente, al museo de Mario Testino, a la casa Fernandini (un solar palaciego al que tan bien sentaban las obras de Chaparro o Ximena Garrido Leca).

También al Centro Cultural de España en Lima, donde nuestro país volvía a ser protagonista con la muestra de vídeo “El poder de la palabra”, comisariato por Proyector (Eugenio Ampudia, Ignacio Uriarte, Félix Fernández…), junto a los homenajes por estos pagos, en forma de cómic o de lectura del “Quijote”, del IV Centenario de la muerte de Cervantes. O, simplemente, dejarse ver y ser visto. Y fotografiarse. El hedonismo tributa igual en este y el otro lado del océano. No importa que une esté empezando a familiarizarse con el arte o lleve ya tiempo rendido a sus pies.

Texto publicado en ABC.es el 23 de abril de 2016

Madrid, ciudad invitada en ArtLima

Madrid es ciudad invitada en la feria de arte de Lima esta semana. Pero detrás de esta decisión se encuentra un novedoso plan de promoción español: City Art Projects

Una de las obras de la galería Nieves Fernández, participante en Art City Projects en Lima
Una de las obras de la galería Nieves Fernández, participante en Art City Projects en Lima

Estamos más o menos acostumbrados a que las ferias de arte internacionales reserven un sector a una ciudad o país invitado. ARCOmadrid abrió la brecha en los ochenta con Bélgica hasta hoy, e incluso se atrevió con una urbe, Los Ángeles, en época de Lourdes Fernández. Por ello, que Madrid sea la capital invitada a Art Lima (que celebra su cuarta edición desde este jueves) no debería llamarnos tanto la atención (lo que no implica que nos congratulemos por ello), aunque sí que es novedosa la fórmula para que esto sea así.

Para no complicarles mucho el asunto, les diremos que lo que recala esta semana en la capital peruana es una selección de seis galerías españolas (Moisés Pérez de Albéniz, Ponce+Robles, Pilar Serra, Cámara Oscura, NF Galería y Twin Gallery) más dos proyectos específicos (los de Andrea Canepa, junto a Rosa Santos, y Robert Ferrer, con Espacio Valverde) en lo que se vendrá a llamar Madrid City Art Projects y que comisaría Eva Ruiz a través de su empresa de promoción cultural Arternativ. De lo que se trata, por tanto, es de un proyecto que su responsable «empotra» en la feria limeña, como si de un gran puzle se tratara, al que llega una nueva pieza que encaja a la perfección, pero que otros pensaron para ella.

Una de las obras de Tito Pérez Mora (Twin Gallery) en Art Lima
Una de las obras de Tito Pérez Mora (Twin Gallery) en Art Lima

«City Art Proyects (CAP) es un proyecto cultural en la línea del programa Art Basel Cities, de la feria suiza, que ofrece a ciudades y ferias de arte locales trabajar en conjunto para desarrollar eventos culturales de resonancia internacional –explica Ruiz–. A mí se me ocurre CAP antes de leer sobre esto, fruto de mis viajes durante cuatro años como coleccionista por las grandes ferias y de conocer de primera mano las necesidades del sector galerístico, sobre todo el de mi ciudad». Para la directora de Arternativ, si bien la tendencia ahora es que las mega galerías abran franquicias por todo el mundo, «hay firmas medianas, más modestas, que tienen que desembolsar un gran dinero para hacer ferias internacionales y tener presencia en diferentes lugares, y culturas más débiles que merecen ser reconocidas». Ruiz y su equipo recogen de forma global pequeñas acciones individuales con estrategias similares, lo que reduce gastos y potencia la visibilidad de un colectivo.

«En realidad Lima es un capítulo de un proyecto más amplio para el que nos hemos querido dar cinco años. Queremos llevar Madrid a otros contextos –Dubai, China– sin que ello suponga un costo elevado para los galeristas implicados, ni el destino sean ferias tradicionales al uso, sino ámbitos enriquecedores para ellos», señala.

Si ha optado por Lima (donde, fuera de este programa, pero en su salón, encontraremos a otras galerías madrileñas, como Casado Santapau –que forma parte de su comité de selección– o Espacio Mínimo, y españolas, como ATM o Xavier Fiol) es por varios motivos: «Primero, por la siempre conexión natural entre España y Latinoamérica. Sin embargo, preferimos llegar a países no tan “tocados”, pero sobre los que sí que se están generando grandes expectativas. De hecho, es muy probable que Perú sea pronto país invitado en ARCO».

Fotografía de Julia Fullerton Batten (Cámara Oscura) en City Art Projects de Lima
Fotografía de Julia Fullerton Batten (Cámara Oscura) en City Art Projects de Lima

De esta opinión son los galeristas de Ponce+Robles, que estuvieron en 2015 en Lima «por su cuenta», y ahora lo harán en este sector. Ellos llevarán hasta allí a Maíllo, Irene Grau y Aggtelek: «Su mercado está como el español en los años 80, aún por definir, pero la de Lima es una feria hecha por gente “con ganas” para gente “con ganas”. Nos van a mimar mucho y, a la vez, hacemos marca España. Habríamos ido igual si Madrid no estuviera invitada».

Marca «España». ¿Tiene Madrid una «cultura propia»? ¿Por qué no ha apostado CAP por una marca más consolidada como la barcelonesa? Responde Ruiz: «Trabajé en Madrid como galerista, pertenecí a su asociación de galerías, por lo que la conozco bien y es mi ciudad. Conozco las necesidades de su sector, que, además, es el del español, por el grueso de su mercado en el conjunto». Además, interesaba el apoyo que llegara tanto de lo privado como de lo público, «para eso hacen falta instituciones, museos. Esto no se puede hacer sin dinero, también público (AECID es su principal valedor, después de que la situación política nacional hayan dejado a muchos agentes «ilusionados» por el camino), sobre todo porque estamos vendiendo cultura, promocionando una ciudad».

Rosalía Banet (madileña), Tito Pérez Mora, Manuel Franquelo y Gema Rupérez acompañarán a la Twin Gallery en esta, su primera incursión en Iberoamérica:«Para una galería española estar en este lado del mundo no es fundamental, pero sí interesante. Apostamos por Lima porque es una feria accesible y por la seguridad que da hacerlo de esta forma, acompañadas de tan buenas galerías. Es un honor para nosotras». Este punto fue el que terminó de convencer a Pilar Serra o Cámara Oscura, que ya llevaban tiempo deseando saltar a Perú. La mallorquina lo hará con Eduardo Nave y Daniel Verbis, entre otros. Juan Curto, con un plantel internacional (Solange Adum, Ellen Kooi, Elina Brotheurs…) y femenino: «Los españoles tenemos buena prensa, por lo que espero que seamos bien acogidos. Es mucho mejor viajar allí así que a tu aire. Esta fórmula da más visibilidad. El problema es que allí están ahora en plenas elecciones y la incertidumbre, el qué va a pasar, siempre perjudica al bolsillo».

Maíllo (Ponce+Robles) culmina una obra para Art City Projects
Maíllo (Ponce+Robles) culmina una obra para Art City Projects

Esa incertidumbre, en España, es la que ha reducido lo que iba a ser un programa más global de arte, literatura, gastronomía, a «una ayuda para galerías», reconoce Ruiz. Aún así, el desembarco de estas firmas se complementará con un programa destinado a coleccionistas de la asociación 9915, así como una expo en la ciudad de Ximena Garrido Lecca, promovida por Arternativ, y un segundo programa de vídeo-arte español («El poder de la palabra» con, entre otros, Eugenio Ampudia, Valcárcel Medina, Ignacio Uriarte, Félix Fernández, Karmelo Bermejo…), en colaboración con Proyector y en el edificio de AECID en Lima, sede además del Premio Bienal de novela Mario Vargas Llosa. La muestra «Miguel EN Cervantes» celebrará allí el IV centenario de la muerte del escritor.

Desde NF, que ya apuesta por MACO en Latinoamérica («si nos fuera bien en Lima no abandonaríamos México, sino que simultanearíamos ambas ferias»), y que presentará obra de Mateo Maté, Pipo Hernández y Moris (este último es su baza latina) se alaba la buena organización de CAP: «Nuestro esfuerzo, compensa. Ahora solo falta que el comprador latino, que sigue siendo muy fiel solo a lo suyo, se abra. Vender en tu primera edición de una feria es difícil, pero queremos aprovecharnos de una energía que se siente allí y que falta aquí»

CAP nace esta semana con vocación de seguir creciendo y hacerlo en dos direcciones: «Queremos seguir llevando Madrid a otros destinos, y Chile ya se ha interesado por el proyecto. Pero también –concluye Ruiz– deseamos que lugares a los que ya hemos llegado, como Lima, permitan realizar la misma acción con otros agentes de Madrid o con otra ciudad española».

Una de las obras de Andra Canepa (Rosa Santos) en la feria de Lima
Una de las obras de Andra Canepa (Rosa Santos) en la feria de Lima

Texto ampliado del publicado ABC Cultural el 16 de abril de 2016. Número 1230

Harddiskmuseum de Solimán López: el disco duro es el museo

Valencia ha sido primera parada de la gira del «Harddiskmuseum» de Solimán López, un museo de arte digital cuya sede es el pequeño disco duro de un ordenador

EL ARTISTA SOLIMÁN LÓPEZ POSA EN LA ESCUELA SUPERIOR DE ARTE Y TECNOLOGÍA DE VALENCIA (Foto: Rober Solsona)
EL ARTISTA SOLIMÁN LÓPEZ POSA EN LA ESCUELA SUPERIOR DE ARTE Y TECNOLOGÍA DE VALENCIA (Foto: Rober Solsona)

Hay pensadores y creadores que llevan tiempo alertándonos de las consecuencias y límites (que también los tiene) de esta sociedad digital en la que estamos inmersos y en la que los contenidos se nos escapan entre los dedos por su naturaleza líquida, tal y como la acuñara Zygmunt Bauman. Lo curioso es que entre esos artistas se sitúen algunos jóvenes, miembros de la generación que con más devoción abrazó la causa.

Es el caso de Solimán López (Burgos, 1981), que, tras meses de rodaje, presentaba esta semana en Las Naves de Valencia el Harddiskmuseum (HDM), un proyecto desarrollado por ESAT LAB (el laboratorio I+D de la Escuela Superior de Arte y Tecnología de esa ciudad), con el apoyo de PAC (Plataforma de Arte Contemporáneo) y ASUS. En esencia, su HDM es un museo contendo en el disco duro de un ordenador y destinado a albergar todas las obras de arte digital que le sean posibles: «HDM –explica su impulsor– es un contenedor o repositorio de lo que denominamos arte digital, entendido éste como toda manifestación artística que puede representarse com un archivo digital». Su origen se sitúa en la beca condecida al artista hace un par de años por la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, tras su paso por los Encontros de Artistas Novos dirigidos por Rafael Doctor, cuya finalidad es la intervención de las denominadas Torres Hejduk que forman parte del mastodóntico complejo:«Se me ocurrió entonces, con muy pocos recursos, inocular un museo dentro de un contenedor tan inmenso como aquel».

López nos llama la atención sobre el aspecto más físico de su propuesta, pese a su naturaleza virtual. Así, como los museos tradicionales, éste también viene definido por su arquitectura, que es la del propio disco duro. De igual forma, y como los centros al uso, acumula y archiva sus piezas, «sólo que en en este caso se hace por un sistema de carpetas». Hasta este momento, son diez los artistas representados (piezas de net.art, vídeos o fotos digitales de, entre otros, Enrique Radigales, con su «Souvenirs (file000643.tif )»; Fabien Zocco y la página web «logicallogic.html»; Hugo Martínez Tormo  y su «nanowor(l)d»; o Inma Femenía y su vídeo «Mountain and Cavern»), seleccionados por un equipo asesor conformado por grandes agentes de lo digital en España como Juan Martín Prada, José Ramón Alcalá y Bernardo Villar.

Detalle del envío de la obra de Fabien Zoco al "museo"
Detalle del envío de la obra de Fabien Zoco al «museo»

«Sin embargo –resalta Solimán– el museo va a contracorriente de la lectura digital. De hecho, está siempre off line. Hay que ir a visitarlo». Eso sirve a su autor para dar mayor valor al archivo:«La potencialidad de las herramientas digitales deja en segundo plano la configuración de los archivos. Cuando PhotoShop compila una foto, es en una asociación de unos y ceros donde se encuentra la obra de arte en términos globales. Lo demás son copias, reinterpretaciones, réplicas…».

Ni siquiera en la página web del proyecto el usuario puede consultar las obras de los artistas reunidos, que, además han de avalar que sus archivos son «piezas únicas, como lo es una pintura»: «Hemos naturalizado lo digital, que, justo por su naturaleza, nos es ajeno». Y es que, tal y como recoge en el «Manifiesto intangible» que acompaña al museo, para López, «lo digital es aquello que nace para reinterpretarse en el tiempo, no en el espacio, desprovisto de gravedad y, por ello, de las fuerzas que rigen la Naturaleza».

No es la primera vez que este joven creador incide en el aspecto «más físico» de lo tecnológico. Anteriormente, con el proyecto «Guttenberg Discontinuity» enterraba archivos digitales albergados en ordenadores (otros discos duros) después de haber hecho una impresión digital en 3-D de los mismos. Entonces, esa copia se convertía en el único reflejo de su original. Aún así, el HDM nace condenado al fracaso, a su desactualización en el tiempo, y esto es algo que incluso alegra a su dueño:«Nos estamos obsesionando con que el arte digital ha detener una duración determinada y estamos equivocados. Lo que tenemos que hacer es asumir que el arte, todo el arte, no es para toda la vida. Disfrutemos de él dentro de nuestras posibilidades y mientras vivamos, pero dejemos de especular sobre la idea de hacer algo para siempre. Porque, por esa regla de tres, tendría siempre más valor una escultura de metal que una aguada».

Detalle de una de las interioridades del Harddiskmuseum
Detalle de una de las interioridades del Harddiskmuseum

Tras su presentación en Valencia (lo hace a través de sesiones performánticas de unos 90 minutos de duración), el «museo» recalará en mayo en Bilbao en el ámbito de Technoarte para iniciar después una gira por Latinoamérica, mientras se trabaja en la apertura de una «sucursal» argentina para recoger la obra de artistas de la región. «Lo más destacable de este museo es su movilidad», apunta.

Todas las acciones de este artista, que considera que el HDM es un proyecto a largo plazo que lo acompañará durante un tiempo, están llamadas a «romper la frialdad que lo digital lleva implícito». ¿También este museo?: «Claro, porque todo redundará en humanizar el sector. Si te das cuenta, yo hago lo mismo que internet –creando redes, enviando archivos pero en dispositivos físicos, generando nexos entre artistas pero visitando sus talleres–, sólo que de manera presencial y física. El trato humano es básico porque nos enriquece personalmente», termina diciendo.

Soliman López sostiene entre sus manos el Harddiskmuseum (Foto: Rober Solsona)
Soliman López sostiene entre sus manos el Harddiskmuseum (Foto: Rober Solsona)

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 2 de abril de 2016. Número 1229

Primera edición de los Premios Celso y Manolo de Arte

Un premio muy castizo para buscar a los nuevos «Richard Hamilton del barrio de Chueca»

Conocedores de las dificultades de los jovenes artistas para iniciarse profesionalmente, Celso y Manolo, empresarios del sector de la restauración, ponen en marcha la primera edición de sus premios para «alimentar» la creatividad de Madrid

Retrato del actual equipo de la tasca madrileña Celso y Manolo
Retrato del actual equipo de la tasca madrileña Celso y Manolo

Cuando uno menos se los espera, salta la liebre, y si algo nos ha enseñado la crisis es que no hace falta ser millonario para convertirse en mecenas del arte o promotor de proyectos creativos. Ya hemos dado cuenta anteriormente en nuestro periódico de loables iniciativas llevadas a cabo porgente más o menos anónima que, por amor al arte, han propiciado el avance de los nuevos valores. Ahí quedan el Premio Mardel, organizado por el matrimonio valenciano Amparo Martínez y Juan Manuel del Pino, que prefirieron conformar su colección de arte apoyando a los artistas emergentes; la flota de camiones intervenidos por artistas que patrocina Jaime Colsa (TruckArtProject); la Fundación Newcastle, en una casa de muñecas y dirigida por una gata, propiedad de Javier Castro Flórez; o ámbitos autogestionados como las Fundaciones Jaraba-Centenera y Rosón, o el espacio OTR.

Le toca el turno ahora a dos viejos hosteleros, hijos adoptivos de Madrid, Celso y Manolo (promotores de la tasca homónima en la calle Libertad), que arribaron en la capital hace cincuenta años. Primero llegó Manolo desde su Cangas de Narcea natal para trabajar en la Tasca de Pepe. Más tarde, cuando se convirtió en su propietario, y tras convencerlo para convertirse en su socio, llegó su hermano Celso, y lo rebautizaron Restaurante Argüelles, por el apellido de ambos. Ahora, jubilados los dos, quieren dar, dentro de sus posibilidades, una oportunidad a los que se embarcan en el mundo del arte y la creación: «Manolo llegó a Madrid en 1965 con 17 años –explican– y entiende perfectamente la situación de los jóvenes que intentan seguir sus sueños desarrollando su carrera en una disciplina que a menudo son poco reconocidas», explican los nuevos propietarios, los que han convenido en mantener el nombre de estos dos luchadores en el logo del establecimiento actual.

De igual manera que «Madrid les alimentó» durante medio siglo, ellos quieren ahora alimentar a los ganadores de los Premios Celso y Manolo que ponen en marcha (porque con el buche lleno se crea, sin duda, mucho mejor), con unas categorías que nacen, como señalan, «de preguntar a amigos artistas», que pensaron en «esos sectores que no suelen estar representados en el “stablishment” cultural». Estas son «collage», «creación escénica», «fotografía» (con el apelativo de castiza, como su taberna), «moda sostenible», «vídeo-arte» y «regeneración del barrio» (y aquí se especifica que no tiene por qué ser únicamente el de Chueca, donde tiene su sede la tasca). En definitiva –y como reza uno de sus lemas– se trata de encontrar a los «nuevos Richard Hamilton del distrito», a esos talentos, residentes en Madrid y menores de 35 años, con ideas frescas y nuevas que aportar.

Los premios buscan a esos talentos residentes en Madrid y menores de 35 años con ideas frescas y nuevas que aportar

Y como la creatividad y los proyectos bonitos se cuajan en torno a una buena mesa –«con comida rica y un buen vino», apostillan–, ellos proponen reconocer las mejores propuestas recibidas con un primer galardón de 1.000 euros y dos accésits de 500 en cada una de las seis categorías (la inversión final se sitúa pues en los 12.000 euros anuales), canjeables en el propio restaurante con el objetivo de ayudar a los creativos noveles en su labor artística dándoles la oportunidad de reunirse allí con familiares, amigos u otros artistas, en interesantes veladas «que puedan propiciar el entorno necesario que estimule su creatividad».

Los proyectos pueden entregarse en el establecimiento (C/ Libertad, 1) o ser enviados por e-mail (la dirección es premioscelsoymanolo@celsoymanolo.es. En este segundo caso, sin un peso superior a 10 megas, con excepción de los vídeos, de los que se indicará una dirección de internet en el que pueden ser visionados) antes del 30 de abril, acompañados de una hoja de inscripción descargable en la web premioscelsoymanolo.es. Cada participante (o colectivo) sólo podrá presentarse a una de las seis categorías. El fallo del jurado –aún por determinar– se producirá en la segunda quincena de mayo. Comienza la búsqueda de talentos. La mesa está servida.

Texto publicado ABC.es el 9 de abril de 2016

Entrevista a José Antonio Hernández-Díez. Retrospectiva en el MACBA

«La obsolescencia artística programada también existe»

En 1991, José Antonio Hernández-Díez se daba a conocer con la muestra «San Guinefort y otras devociones», en Caracas. Sus obras, y su espíritu, son recuperadas en la monográfica que acaba de inaugurar el MACBA, en su ciudad de acogida

ENTREVISTA CON EL ARTISTA VENEZOLANO JOSE ANTONIO HERNANDEZ-DIEZ EN LA EXPOSICION DEL MACBA (Fotos: INES BAUCELLS)
ENTREVISTA CON EL ARTISTA VENEZOLANO JOSE ANTONIO HERNANDEZ-DIEZ EN LA EXPOSICION DEL MACBA (Fotos: INES BAUCELLS)

Cuenta el venezolano José Antonio Hernández-Díez (1964) que la fuerte personalidad del Convent dels Àngels determinó el devenir de esta, su primera monográfica en un museo en Barcelona. Podría haber introducido en él obra última, o lo que dio de sí su estancia en España desde su llegada a mediados de los noventa. No. El artista (aunque confiesa que ha sido cosa de los comisarios, los muchachos de Latitudes, que cogieron el testigo dejado por Bartomeu Marí), ha optado por sus primeras obras, producciones en vídeo, una técnica que más tarde dejó de interesarle. Piezas que lo descubrieron, desde Caracas, a los grandes comisarios internacionales y con las que construía una nueva «iconografía cristiana». Por eso, resucitadas, dialogan tan bien con el espacio.

Primera monográfica en Barcelona y, sin embargo, se retrotrae a sus orígenes. ¿Por qué?

La idea fue siempre hacer algo con este edificio, lo que me condicionaba y me remitía a obras que fueron concebidas para espacios blancos, clínicos, aunque tanto el primer comisario, Bartomeu Marí, como yo, sentíamos que podían encajar aquí. Luego entraron en escena los chicos de Latitudes, los comisarios actuales, que supieron hacer que me sintiera cómodo aquí con esta obra tan «ciberpunk», tan «ciberclínica». Al final, de lo que se trataba era de que todos saliéramos de nuestras áreas de confort.

Veo que el cambio de director del MACBA le afectó y para bien.

Esta exposición ha estado trabajándose durante mucho tiempo. Y la idea primigenia de enfocarla en mis inicios, en mis primeros trabajos en vídeo, fue de Marí. Con Max y Mariana se consolidó la lista de obras, obras que yo nunca habría escogido porque ya están olvidadas, porque funcionaron durante muy poco tiempo y sólo en Caracas. Ha sido una sorpresa reencontrarme con ellas.

Por entonces lo que perseguía era ilustrar «una nueva iconografía cristiana». ¿Por qué era  necesario en los ochenta la creación de esos nuevos iconos?

Para la exposición en Caracas, en la que las obras se dieron a conocer, yo estaba en mi veintena y muy influido por la lectura del momento: la aparición de lo cyborg, la manipulación genética… Además, en Latinoamérica se imponía cierta relación sincrética, que emanaba del collage y el expresionismo abstracto, y a la que quise aportar un tercer elemento: la parte tecnológica. Caracas era un escenario muy bueno para todo eso: una ciudad muy pobre y muy caribeña, en la que se empezaban a ver las primeras parabólicas. Esos contrastes me gustaban mucho. Estas obras ilustraban cierta nueva iconografía cristiana, que se topaba con creencias y símbolos con los aún hoy convivimos diariamente. Es ese subir a un taxi o una «guagua» y ver todos los fetiches en el salpicadero con los que convive su conductor. Pero no quería mostrarlo como hacían mis colegas, con pinturas, fotografía o collages, sino que me interesó más el vídeo, la «performance»…

Mientras, ampliaba el número de «deidades».

Yo me sentía como si el Vaticano me hubiera encargado a mí inventar objetos religiosos para fomentar la fe en un futuro apocalíptico. Qué duda cabe de que hoy lo haría de otra manera, no tanto con aparatos, sino con una reprogramación neuronal. Me interesa subrayar esa visión que teníamos en los ochenta del futuro tan analógica, tan de objeto frente a la sociedad virtual actual.

"San Guinefort", obra de Hernández-Díez con un perro disecado en su interior
«San Guinefort», obra de Hernández-Díez con un perro disecado en su interior

Esa es la cuestión: de esa exposición en la que se da a conocer a esta han pasado veinte años. Ni este es el mismo tiempo, ni el mismo contexto. ¿En qué han cambiado usted y su proyecto?

Lo principal es que yo dejé de trabajar en vídeo hace diez años. Cuando lo digital comenzó a apoderarse del arte y se convirtió en soporte artístico a mí me dejó de interesar. Entonces yo comencé a concentrarme más en la escultura, me volví más minimalista. Esta simbología comenzó a desaparecer, aunque los temas fueran los mismos: la relación entre la alta y la baja tecnología, la tecnología pop y de consumo… No me interesa la utopía tecnológica. Me interesa el día a día.

Recuerdan los comisarios que los muertos regresan al presente porque no se les enterró adecuadamente. Usted ha realizado un verdadero ejercicio de exhumación, de resurrección de obras que estaban desaparecidas.

Las curadorías funcionan cuando los comisarios logran sacarte de tu zona de confort. Aquí, ese ejercicio ha sido interesante. Hay obras como «Houdini», tan complicada, que uno se olvida de hacerla. A lo que se suma un trabajo de pesquisa, de encontrar los materiales precisos. Yo no habría hecho esta exposición si yo hubiera sido mi propio curador o si hubiera trabajado con curadores que me hubieran dado libertad plena.

¿Y dónde estaban y cómo estaban todas estas obras?

Muchas estaban en colecciones, pero es verdad que son obras que en su mayor parte superan la treintena. Y no es lo mismo tener en tu colección una pintura o una escultura, que siempre va a estar ahí, que un vídeo. Con este tipo de trabajos, los coleccionistas el primer año están encantados, y la encienden todo los días. Cuando pasan tres, cinco, siete años, empiezan a plantearse que estas piezas ocupan un espacio, que precisan de cierto mantenimento, que cada equis tiempo hay que trasferir el formato… Yo hacía obras en Betamax. Luego pasé al DVD, a los archivos mp4… Es más fácil que todo esto caiga en depósitos. Y así fue. Ninguna de estas obras funcionaba, salvo la de la colección la Caixa [«La hermandad»].

Quizás lo que no se plantean los artistas que trabajan con tecnologías es algo que ahora nos es muy cercano: la «obsolescencia programada».

¡Es que existe hasta la obsolescencia artística programada! Pero cuando eres joven y el entorno te estimula no piensas en el tiempo. Además, no se debe hacer. A mí me sorprende esa gente que tiene obras tecnológicas en sus casas y que las encienden todos los días y, si algo les falla, se vuelven locos.

Le pregunto por un concepto presente aquí y que comparten arte y religión: el de vitrina.

La primera vez que yo viajé a Europa me sorprendieron sus reliquias y esos cubos de cristal que las contenían. Mezclar eso, de nuevo de forma sincrética, con las peceras empleadas para manipular sustancias radioactivas o virus mortales me llevó a obras como «San Guinefort» [con un perro disecado en su interior]. Yo era un fanático de los catálogos médicos. Y cuando vi esos guantes de látex empleados para manipular estas sustancias, cuando ese material además en los ochenta era tan popular, se me ocurrió la obra, cuya lectura era muy literal. Los dos mundos llegaban a eclosionar en ella. La vitrina, en mis comienzos, era de metacrilato, algo lógico como venezolano que soy, un país en el que los derivados del petróleo están a la orden del día. Antes decía que hace diez años que no hago vídeo. Y el vídeo es como otra vitrina… Ahora soy más comedido.

¿Significa eso que no entiende la obra de arte como reliquia?

Lo que he aprendido con el paso del tiempo es que el vídeo no es el mejor soporte. Pero está ahí. Depende mucho de su mantenimiento por instituciones. Yo me he desprendido de eso. Sin embargo, nunca tuve formación como pintor, nunca dibujé. Y «Annabel Lee» (1888), ya con vídeo y presente aquí, fue mi primera obra. Era el cine lo que me interesaba. No obstante, siento el poder de los símbolos, y hay cosas que me emocionan. Hay artistas que me producen lágrimas. Pero solo a ratos… Muchas de estas obras se van a destruir tras la muestra, pues son copias de exhibición. He aprendido a desprenderme de ellas.

"La hermandad", de José Antonio Hernández-Díez (Colección la Caixa)
«La hermandad», de José Antonio Hernández-Díez (Colección la Caixa)

«La hermandad», también aquí, cierra un ciclo en 1994. La destaco porque formó parte de una muestra muy importante, «Cocido y crudo», en el Museo Reina Sofía, de las primeras sobre «lo latino». Usted no se reconoce en esa etiqueta.

Nací en Venezuela, mi trayectoria se ha desarrollado en España… Yo soy más caribeño. «Cocido y crudo» surge en un momento muy interesante en el que curadores como Dan Cameron se acercan a nuestro contexto. Me reconozco en lo latino, pero más en cierto arte anterior, más de los setenta, que de mi propia generación de exaltación de lo tropical. Yo vengo más de generaciones anteriores, los constructivistas, los cinéticos… Pero exposiciones como la que menciona sirvieron para generar y también fracturar la idea que se tenía de lo latinamericano.

Esta expo acaba temporalmente justo cuando llega a España. ¿Qué pasó después?

Caracas era muy cotidiana, me influía el día a día. Aquí, mi manera de trabajar cambió. Eso dejó de ocurrir. Y el trabajo pasó a ser más de reformulación de hechos históricos. Me volví más pop, y ahí están mis zapatillas, mis «skaters»… Los intereses eran más internacionales que personales. Estuve como cinco o seis años entre que cerré una serie y comencé otra. Los tiempos se alargaron. Y entré en la madurez. La explosión de pasar de una cosa a otra, pese a que yo me aburro muy rápido de todo, se alargó demasiado.

Obras como «San Guinefort» o «Sagrado Corazón Activo» hacen alusión a la religión pero también a la ciencia médica. El tiempo también ha moldeado la fe en las tecnologías. ¿Por qué tienen vigencia propuestas como éstas?

Creo que porque cuando la ingeniería o la ciencia entran en contraste con la metafísica, la gente tiende a validarlas aún más. Hay otra obra aquí, «El resplandor», en la que me inspiré en las células de contacto, las cámaras de infrarrojos… Cuando alguien llega con toda esa parafernalia para detectar una presencia, la gente confía más que si utilizas a un espiritista. Hay muchos espectadores que creen que en «San Guinefort», el perro está durmiendo, porque está conectado a una bombona de oxígeno; que el «Corazón» late porque lo ayuda una máquina… Lo tecnológico dificulta discernir si hay animal ya o no. Y en el arte se ha explotado mucho eso.

Tengo que preguntarle por la abundancia de animales y de niños en la exposición.

Siempre han estado muy presentes en mi obra. También los monopatines, que son un homenaje a la felicidad que me producía patinar cuando era niño. Cualquier historia, contada por un niño o a través de animales, tiene siempre un efecto de validación importante.

La plaza en la que se inserta este espacio está tomada por «skaters».

Pero a mí no me interesa este «skate», sino otro que se acabó en los ochenta, que era el de rodar, no el de saltar. Cuando el «skate» se vuelve vertical a mí me dejó de interesar. Porque para mí era un «interface» comunicacional. Y eso se ve en «La hermandad». Yo podía hablar y comunicarme cuando tenía un monopatín. Cuando no era así, esto se interrumpía. En cierto modo, es un homenaje a mi padre, que me dijo que el «skate» no me iba a aportar más que horas perdidas, nada de utilidad. Lo curioso de esta práctica es que tú puedes tener 40 o 50 años, ir en patines o bicicleta, y nadie te dice nada. Pero si vas en «skate» te miran bien raro. Mis primeras obras al respecto ya emanaban esas ironía. Y me decía a mí mismo: «Ya estás muy mayor para patinar».

También trabajó en esos inicios sobre el concepto pantalla. Podríamos decir que fue usted un visionario: ahora todo lo percibimos a través de ellas.

Lo mío fue ya un bombardeo en contra de la pantalla. «El resplandor» intenta alejarnos de unos demonios, demonios que vienen a través de una de ellas. Yo ya veía venir que todas estas cuestiones interactivas iban a explotar. Y hoy hay obras interactivas que son más interesantes que muchas obras de arte, que las asumen con naturalidad. Yo fui de los primeros que use el midi. Y cuando aparece una tecnología, hay que ser muy rápido, porque en poco tiempo te das cuenta de que otros artistas la van a asumir con total profesionalidad. Cuando Sony sacó el reconocimiento facial en sus cámaras de fotos, a los dos meses ya había obras de artistas que empleaban la técnica.

"Sagrado corazón", obra de José Antonio Hernández-Díez
«Sagrado corazón», obra de José Antonio Hernández-Díez

La muestra se actualiza además con una obra nueva: «Filamentos». ¿Cómo se complementa con todo lo demás?

«Filamentos» se basa también en mi interés por la tecnología. Descubrí que Edison, cuando diseña los de las bombillas, las grandes familias empiezan a encargarle piezas personalizadas, que la gente acudía a ver a sus casas como si de obras de arte se tratara. La industrialización trajo, pese a sí misma, decenas y decenas de filamentos específicos. Yo comparo eso ahora con el original, que es el de la vela, siempre el mismo, que produce siempre la misma luminosidad. Por otro lado, también descubrí que la Iglesia Católica comenzó siendo renuente a la iluminación con luz artificial. Siempre queda esa relación entre tecnología y consumo. Y hacerlo en grabado me daba un cierto sabor añejo. Pero estas piezas van a envejecer de otra manera, diferente a como lo hicieron las piezas de vídeo, que hubo que actualizar. Hace diez años nos dijeron que había que abandonar las bombillas incandescentes para pasar a las de bajo consumo; ahora se ponen de moda las de Edison, y se comienzan a fabricar piezas que son caras, casi para coleccionistas. Eso me llama mucho la atención como artista: Cambios que se asumen como naturales.

¿Se ha convertido en un descreído de las tecnologías?

Yo me quedé en los ochenta. El motor de combustión no da para más. Tú ves esos coches supertecnológicos, pero que se siguen sirviendo de él. Claro que te facilita la vida, pero la tecnología que me interesó fue la de un momento preciso de cambio en el que había una parte romántica, de la que tenemos ahora que desprendernos porque todo se convierte en códigos binarios. Yo soy un chico malo…

Le vuelvo a plantear la pregunta: ¿Ha enterrado usted bien a estos muertos?

Yo creo que no. Annabel Lee siempre va a estar ahí. Como Houdini, siempre escapando, de igual forma que San Guidefort no se va a corromper nunca…

"Annabel Lee", de Hernández-Díez, primera obra del artista
«Annabel Lee», de Hernández-Díez, primera obra del artista

¿En qué cree usted?

Yo soy un ateo natural, pero me eduqué maravillosamente en un colegio católico y lo agradezco. Haber conocido lo que es una misa, una sacristía, rebrota en mi obra. Me ayudó muchísimo. Aunque nunca creí en Dios. Pero acepto sus rituales, sus pasos sagrados…

¿En qué creen los que no creen? ¡En algo hay que creer!

Creo en la alegría. En el arte cien por cien. Creo en mi hijo, en mi familia. En la naturaleza. Y también creo en el escepticismo y en la espiritualidad sin alma.

¿Qué le tiene ocupado ahora?

Estoy trabajando en la idea de la luz como cosa fallida. No solo a nivel conceptual, sino también en todas las propuestas que han fallado en torno a la energía. Estoy trabajando con los primeros diseños de circuitos impresos, que han evolucionado, y que los ingenieros empiezan a modificar no sólo por cuestiones técnicas, sino también para sorprender a otros ingenieros. Y lo quiero presentar sin tecnología, también con grabados.

Le hice la misma pregunta a Carlos Bunga, amigo con el que comparte galería, latino como usted, y que le cede el testigo aquí: ¿Por qué ha tardado tanto la ciudad en hacerle un guiño expositivo?

Son casualidades. Yo llevo 20 años viviendo aquí y he mostrado la obra en colectivas, con la galería Estrany de la Mota, con la que trabajo aquí. Quedaba pendiente la institución… Yo creo que la calma me venía porque exponía en otros lugares. Y creo que a partir de ahora ya podré sentirme más cómodo al contar con una expo en la ciudad que me adoptó. Dices bien: hacía falta.

Me dejé el título para la última pregunta: «No temeré mal alguno». ¿No habíamos quedado que éramos escépticos?

Se trataba de eso: de asumir los retos del espacio. No todo artista es capaz de mostrar su primera obra. Yo lo he hecho. Eso se puede ver como algo naif, pero esta muestra es también una forma de que el MACBA salga de su ámbito de confort. El título lo dan los comisarios, algo que a mí me gusta que así sea. Este es un guiño a mi primera expo en Caracas. Un salmo bellísimo.

Hernández-Díez frente a su obra "La llamada", en el MACBA
Hernández-Díez frente a su obra «La llamada», en el MACBA

José Antonio Hernández-Díez. «No temeré mal alguno». MACBA. Barcelona. Plaza dels Àngels, s/n. Comisarios: Latitudes. Http://www.macba.cat/. Hasta el 26 de junio

Texto ampliado del publicado
en ABC Cultural el 25 de marzo de 2016. Número 1.127

María Platero (artista)

«Me interesa desvirtuar las lógicas del sentido. Introducir la duda y el escepticismo»

Obsesión, divino tesoro. Al menos para María Platero: ¿Por qué sistematizamos como lo hacemos? ¿Por qué lo reglamos todo? Para saberlo, habrá que echar un ojo a su trabajo, que es de los que «Darán que hablar»

Retrato de un autorretrato de María Platero
Retrato de un autorretrato de María Platero

Nombre completo: María Platero Escribano. Lugar y fecha de nacimiento: Madrid, 20 de junio de 1976. Residencia actual: Madrid. Estudios: Máster EFTI de Fotografía (Concepto y Creación). Ocupación actual: Fotógrafa y docente.  Continuar leyendo «María Platero (artista)»

Nuevos pliegues de la fotografía escenificada

El ensayo «El objetivo barroco», publicado recientemente por Documenta Arts, da pie a analizar las claves de la fotografía escenificada en España. Conversamos con algunos de sus representantes, los más consolidados y las jóvenes hornadas (Por Javier Díaz-Guardiola)

«Miroslaw» (2009), de Pierre Gonnord
«Miroslaw» (2009), de Pierre Gonnord

No sé cómo explicarlo, pero la verdadera realidad se genera en mi cabeza. Yo veo el mundo con cierta estética, con cierta luz, cierta perfección, y no encontrarla luego ahí fuera, por idílica, es una tortura. Por eso, porque si para contar algo yo necesito valerme de un hombre en calzoncillos con orejas de conejo, lo mejor es recrear eso, no esperar a que suceda, algo, por otro lado, no pasará nunca». El que así se expresa es Fernando Bayona (Linares, 1980). Él es sin duda uno de los máximos exponentes de la joven fotografía escenificada en España, aquella de la que se ocupa el ensayo «El objetivo barroco», compilación de algunos de los fotógrafos contemporáneos que, en palabras de su autora, la periodista Laura Revuelta, reactualizan en nuestra época las fórmulas y pasiones propias de este periodo histórico.

De opinión similar es Ismael DeLarge (Italia, 1981), otra de esas jóvenes promesas que encuentran refugio en la fotografía de estudio: «Mi sensación con este tipo de imágenes es la que experimentas cuando tienes un sueño. Al despertarte, por muchos detalles que aportes a tu interlocutor, es imposible que consigas recrearlo todo, que éste te siga en tu descripción. La foto escenificada es un privilegio, la fórmula para hacer físicos y visibles esos sueños».

"The las time", obra de Fernando Bayona de "The Life of the Other"
«The las time», obra de Fernando Bayona de «The Life of the Other»

Gregory Crewdson o Erwin Olaf, grandes autores recuperados por Revuelta en su publicación, recuerdan por el uso de la luz o la contención de las emociones a los grandes pintores del XVII y el XVIII. De barrocos han sido también definidos los retratos de Pierre Gonnord (artista francés que, sin embargo, ha desarrollado su trayectoria en nuestro país), que comparte con algunos de los viejos maestros la capacidad para dignificar a sus modelos, sujetos anónimos a los que rodea de un halo de majestuosidad: «Soy barroco por el uso de la luz, por mi gusto por el tenebrismo. Sus fórmulas son las idóneas para generar sentimientos de distancia o proximidad entre el sujeto al que retrato y el espectador. Es una muy buena forma de mirar: no todo se puede o debe observar a plena luz del día».

También son «barrocos», por rizomáticos, los resultados en las imágenes arquitectónicas de Dionisio González (Gijón, 1965), autor precisamente de una tesis sobre la estética del horror en la foto postmoderna, que reconoce cómo en su análisis sobre la muerte de la imagen y su necesidad de epatar, terminó por cansarse de la técnica: «No me identifico con el concepto de fotografía barroca, pero entiendo que, en su recepción, la mía se englobe en este ámbito. Siempre he evitado caer en la brillantez y teatralidad de la publicidad. Creo que lo neobarroco actual, también en la imagen, ha perdido carácter trascendental y cierta gravedad finalista. Pero es cierto que esos asentamientos irregulares y no planificados que a mí me interesaron en cierto momento y que se extendían por las ciudades aportaban una visión pavorosa, fractal, deleuziana: muy barroca».

Fotografía de Ismael Delarge
Fotografía de Ismael Delarge

Este tipo de foto ha contado siempre con importantes representantes en nuestro país, de Eugenio Recuenco a Álvaro Villarrubia o Eduardo P. V. Rubaudonadeu –autores que han basculado entre la moda y el arte– y continúa en nombres como Pablo Lecroisey o los jóvenes Ángel Guzmán e Irene Cruz. Sin embargo, no sólo de un ámbito como el publicitario llegan las influencias. Aurelio Monge (Jaén, 1971) recuerda irónicamente que «nunca hubo un estilo fotográfico en el barroco», de forma que todo lo que se haga hoy bajo su influencia será novedad. Él, que descubrió la cámara temprano, y el desnudo como género desde el que desarrollar una fructífera trayectoria, se define como «neopictorialista», un fotógrafo que bebe más de la pintura (fundamentales Caravaggio o Ribera) y que huye de la teatralidad del «barroquismo»: maquilladores, saturaciones, imágenes grupales… «Yo lo traduzco todo a música, y me veo más como un coreógrafo o director de escena». Bayona enumera a Joel-Peter Witkin, el fotógrafo de los muertos, a Olaf a Crewdson, aunque también a mucha fotografía publicitaria pero anónima. Nada de Richard Avedon o David LaChapelle. «Y la pintura flamenca: cómo iluminan. Entonces la luz sólo podía llegar del sol o de una vela. Y así tiendo yo a utilizar ahora el flash. Tres a lo sumo, como si de tres pequeñas candelas se tratara. La actualidad de Vermeer es total». DeLarge menciona a Miron Zownir («mucho más crudo que yo, que intento ser poético hasta en lo más duro»), el performancer Oleg Kulik y a dos directores de cine: el belga Thierry Zéno y el alemán Jörg Buttgereit. «En el cine, tiendo de manera natural a lo underground, que, en este sector, es todo lo que no sea mainstream». Gonnord también habla de la literatura y del celuloide, ya que «su mirada es más contemplativa, acercando y alejándo su objetivo como un zoom, circulando como en un paisaje».

"Cocina (Víctor, 29 años)", de Ángel Guzmán
«Cocina (Víctor, 29 años)», de Ángel Guzmán

Él no es un artista de estudio, pero sí de espacios cerrados. Ahora realiza una colaboración para San Sebastián 2016 y se ha trasladado al País Vasco a retratar a los deportistas que levantan piedras. «Es necesario introducirse en el ámbito del modelo. Con ello se consigue que sus rostros, sus gestos estén menos forzados, menos fabricados». Bayona construye sus imágenes, como lo hace Ángel Guzmán (que acaba de celebrar su primera individual en Málaga con la serie sobre la transexualidad I Wanna Be a Buterfly), pero ambos inciden en la importancia de los detalles: «Como en la pintura flamenca –agrega Bayona– todo tiene un porqué. Cada elemento es como una palabra en un libro y es tan importante como el modelo». «Realidad y ficción se mezclan constantemente –concluye Guzmán–. La foto es una mentira en sí misma. Pero yo prefiero hablar de mi trabajo como documental escenificado. Uso modelos de la vida cotidiana, que ficcionalizan su vida en mis fotos. Lo que yo hago es crearles un escenario idóneo para tal fin».

Ismael DeLarge se considera barroco, pero no por la apariencia de sus resultados, sino por la potencia de sus contenidos: «Tiendo al exceso, al horror vacui, pero me contengo para que no se pierda el mensaje. Sería como aquella orquesta en la que tú concentras la atención sólo en un violinista. Me gusta hablar de mis trabajos como muros de ladrillo en cuyo interior hay una casa de cristal. Está bien que te dé una patada a la cara al principio, pero lo siguiente, si lo superas, será un arrullo». A Dionisio González le seduce el carácter ficcional de la imagen, su idea de simulacro sobre la que escribió Baudrillard:«De hecho, me pregunto si hago fotos o arquitecturas. De la foto me interesa su capacidad no para generar una imagen, sino como campo desde el que lanzar propuestas».

"El sueño de Baco", fotografía de Aurelio Monge
«El sueño de Baco», fotografía de Aurelio Monge

Consultados por la capacidad para la improvisación en este tipo de foto tan controlada, su respuesta es desigual: No se pueden controlar ni las miradas, ni los ademanes, exponen Gonnord y Bayona. Este último reconoce que un suspiro, un cierre de ojos puede dar al traste con la idea inicial y convertirse en la final. Monge es de los que opinan que en la foto todo es muy real («no se puede forzar nada»). DeLarge argumenta que han sido tantas horas de conversación con el modelo, que poco espacio queda para lo no meditado…

En su opinión, ¿vivimos en una sociedad barroca? Abre fuego Bayona: «Por supuestísimo. Y hemos creado un mundo paralelo en redes sociales en lo que todo es mueca y escenario. Pura pose». Para Monge, «todo es fachada y una huída hacia delante»: «¿Qué triunfa en literatura y televisión? La revisión histórica. ¿Qué es «Juego de Tronos» si no una batidora de mitos?». Pone el punto y final González: «Somos barrocos en el sentido de la descomunalización de lo visual. El espacio social de la red es inabsorbible. Ella tiene vocación democrática, pero internet es un tiradero de información desjerarquizada. De hecho, nuestra subyugación por la pantalla ha dado pie a un nuevo lenguaje, jergas, neografías puramente barrocas: ¡Simplificamos las palabras con emoticonos que son dibujos de lo más elaborados! Hay una tendencia a la «graforrea», a la banalidad redaccional». Cae el telón.

"Dauphin", fotografía de Dionisio González
«Dauphin», fotografía de Dionisio González
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 12 de marzo de 2016