Las cosas de palacio…
Patrimonio Nacional cuenta también con un interesante y desconocido conjunto de obras de arte contemporáneo. La selección de sus mejores ejemplos, ahora, en el Palacio Real

La presentación hace un año –y en este mismo lugar– del retrato de la Familia Real del anterior Monarca, encargado a Antonio López, hizo que algunos tiraran la toalla con Patrimonio Nacional en lo referente a sus apuestas por el arte contemporáneo. Y, sin embargo, técnicamente, ese lienzo «desactualizado» no era de rabiosa actualidad en 2014, sino una petición de 1994. De forma que, de alguna manera, obras que ahora se incluyen en la muestra que nos ocupa son incluso más jóvenes que la del manchego.
Lo dicho: Arte contemporáneo en Palacio. Pintura y escultura en las Colecciones Reales (cita en la que colabora el Museo Reina Sofía), invita a que hagamos las paces con la institución, demostrando que no está todo perdido en su relación con las corrientes artísticas del último medio siglo. La muestra, comisariada por Cristina Mur de Viu, responsable de este tipo de cuestiones en Patrimonio, es un repaso a lo mejor de una colección que cuenta con unas 113 obras; un conjunto reducido pero bienintencionado que hace un guiño a los grandes autores de la plástica nacional reciente.
Y también a su Historia, que marca el recorrido. Porque esta colección vino a llenar un vacío y a entroncar con una tradición de la Corona Española, que, a lo largo de los siglos, apostó por el mecenazgo de los artistas «punteros» en cada época. ¿Cómo era posible, pues, que en el siglo XX se hubiera roto ese cordón umbilical? Para enmendar el error, en 1984 entró en el Consejo de Administración de Patrimonio el pintor Rafael Canogar, galardonado dos años antes con el Premio Nacional de Artes Plásticas. Él y su equipo se encargaron de confeccionar el listado de autores españoles que «tenían que estar». en esa futura selección. Porque, como recuerda la comisaria, esta no es una colección museística, sino de grandes nombres, intentando hacer un atlas visual con los mejores, aunque hay evidentes ausencias.
El título de la muestra no engaña a nadie: «Pintura y escultura». El resto de disciplinas, salvo el grabado (al que se acude en los noventa), ni siquiera están representadas en los fondos seleccionados para esta exposición. También llama la atención el reducido número de mujeres en las que posa la mirada. Para que se hagan una idea, no llegan a la decena las piezas escultóricas incluidas en la cita (son las de Sempere, con quien se arranca el recorrido, Chirino, Julio López…), cifra muy superior al de creadoras presentes (Carmen Laffón y Soledad Sevilla, exclusivamente).

Hay dos grandes momentos en la trayectoria del conjunto y sobre los que pivota la muestra. El primero es su puesta en marcha, el periodo que va de 1987 a 1990, en el que en dos años se consolida su germen con las primeras adquisiciones. Se trataba entonces de reconocer el peso de nombres clave desde la postguerra, del grupo El Paso (dos lienzos de Luis Feito son los más antiguos), a coetáneos como José Guerrero o Lucio Muñoz. A su lado, artistas activos en el periodo de compra: Hernández Pijuan, Ràfols-Casamada…
Reconoce la comisaria cómo en esos momentos hubo un especial interés por la abstracción. De ahí las obras de Mompó, Broto, Sicilia, Barceló (que cuenta con sala propia) y hasta el propio Canogar. No obstante, también hubo ojo para algún figurativo, como Fraile, Eduardo Arroyo, o Juan Genovés, con el que entra el mensaje político.

La segunda etapa se iniciaría con el cambio de siglo. Las compras desde 2001 atienden a las generaciones más recientes (Darío Urzay, Juan Uslé, José Manuel Ciria…), así como a artistas consagrados pero aún no representados, como Esteban Vicente. Conviene prestar atención a cinco obras que fueron regalos de boda a los entonces Príncipes de Asturias, y que subrayan una doble sensibilidad: por un lado, la de los sindicatos españoles –también las administraciones canarias y las locales aragonesas–, que son los que se inclinaron por ofrendar cultura (un reguera, UGT; un Iibarrola, apuesta de CC.OO…); del otro, la de los actuales Monarcas, de cederlas para engrosar el conjunto.
La sala final lleva a la última obra adquirida y expuesta (fuera de campo se queda la verdadera última compra: El atleta cósmico, de Salvador Dalí, en 2008). Se trata del cartón para el tapiz con el que Guillermo Pérez Villalta conmemoró el XXV aniversario de la Constitución. Entre medias, déjense seducir por las piezas, pero no paren de sorprenderse con los datos de las cartelas: ¿Un campano adquirido en Galerías Preciados? Así ocurrió con Catedral 2. ¿La galería que más partido sacó de todo esto? La de Soledad Lorenzo al final de los ochenta… El círculo se cierra con las charlas que los artistas están dando sobre sus piezas y que continuarán en estas semanas.
Habitualmente, estas obras descansan en los despachos y estancias de las más altas representaciones institucionales del Estado. Sin embargo, y como confirma Mur de Vu, está previsto que algunas ilustren el reinado de Juan Carlos I en el Museo de Colecciones Reales que Patrimonio inaugurará en 2016. Lo que no está tan claro es que continúen las compras. La crisis supuso en su día un parón en toda regla. Muchos artistas esperan ya su turno. Que las cosas de palacio no vayan tan despacio.
