Balance de las otras ferias de la Semana del Arte en Madrid

Volver o no volver

Repaso crítico por Art Madrid, JustMad, Drawing Room, Hybrid y Urvanity, el resto de ferias de la semana del arte en Madrid

Okuda en Art Madrid

He tenido 24 horas para ver el resto de ferias, las que no fueran ARCO, en esta semana del arte de Madrid, de forma que muy seguramente he pasado muchas cosas por alto, y de otras, ni me habré enterado. No he podido seguir sus programas con detenimiento y las impresiones recogidas lo son del último minuto. Sin embargo, no quería dejar de reflejar la sensación que me causaron con estas anotaciones casi a vuelapluma. Ahí van…

ARCO

Poco más puedo escribir ya de esta feria. El lamentable episodio de Santiago Sierra lo capitalizó todo. Pero allí también se apostó (¿fuerte?) por la sección «Futuro», que no cumplió las expectativas. A ARCO le sientan bien las secciones comisariadas sin ínfulas intelectuales como Opening o una buena selección de artistas de un país invitado; pero no aquellas en las que, en medio del cacareo de mercado que es toda feria, se pretende que nos pongamos a teorizar. Sobre todo porque es forzar la máquina de las ventas con la de la de crear discursos. El «Futuro» de Chus Martínez y Andrés Jaque mostraba un montaje deslabazado, con obras muy secundarias, que acabó siendo el lugar perfecto para que los papás con carritos hicieran un alto en el camino para entretener a los niños. Y lo mismo le pasó a «Diálogos», de Catalina Lozano y las Corral. El que fuera capaz de encontrar más de tres (diálogos), que alce la mano. Es cierto que las secciones comisariadas son lo que diferencian a unas ferias de otras, pero las de ARCO a mí realmente empiezan a no decirme nada. Prefería, sinceramente, esos project room de arte latino.

Por otro lado, y hablando con esos coleccionistas extranjeros que tanto se afana la feria por traer (y su milloncito largo se gastan en ello), algunos manifestaron las grandes posibilidades de Madrid de convertirse en capital alternativa en Europa a Londres o París como destino para un coleccionista más europeo (el ruso, por ejemplo, que también tiene dinero). Pero se esfuerza por competir con Iberoamérica, donde estos ya tienen su corazón dividido entre Miami (cada vez con menos adeptos entre los latinos latinos) y México. ARCO les parece conservador al lado de MACO y empiezan a cansarse de ver las mismas piezas que contemplaron allí quince días antes. Y Los Ángeles también amenaza con el traslado a febrero. La feria madrileña tendría que empezar a plantearse algunas cosas.

Estand de Espacio Mínimo en ARCO
Drawing Room Fair

Sin duda, el empujón que le faltaba a una feria como esta era el cambio de ubicación. Y el Salón de Baile del Círculo de Bellas Artes remataba un trabajo bien hecho por su organización, con una selección exquisita y un montaje sobrio pero muy efectivo. Porque en otros salones se olvidan de que las obras, como en Ifema, también tienen que respirar «hacia arriba». Y  aquí, arriba, uno se encontraba además con una arquitectura perfecta que no luchaba con la técnica en la que esta feria está especializada, lo que ya es un punto más a su favor de cara al visitante: saber lo que éste se va a encontrar cuando llegue. Sin embargo, tras dos años de «darse a conocer», Drawing Room jugó la baza este año de ampliar los límites de la disciplina, y ahí estaban los buenos montajes de ArtNueve o Yusto/Giner.

Puede decirse ya que esta feria es la mejor de las satélites de ARCO, un puesto que ha conseguido por méritos propios. No hay en ella estridencias y las obras pasan el control de calidad sin problemas. Incluso algunos estands, como el de Set Espai d’Art, el mencionado ArtNueve o Espacio Olvera se pusieron como reto cierto «comisariado interno», junto a los que optaban por un único artista para mostrarlo en profundidad (PuxaGallery, ATM…). Hasta su único espacio auténticamente comisariado (el dedicado a artistas de las islas Baleares) se resolvía de forma elegante. Sí, señores organizadores de ferias: a veces, menos es más, incluso en este ámbito en el que ustedes se mueven. Sin embargo, a Drawing este año le ha faltado público. Le han faltado los críticos y los coleccionistas. ¿Qué ha pasado? Sobre esto tendrá que reflexionar la feria ahora que ha cerrado sus puertas. Quizás el visitante del Círculo de Bellas Artes es otro. Quizás el horario reducido no facilitaba el desplazamiento de Ifema a Gran Vía. Quizás hay que trabajarse más al comprador, que no viene solo…

Lucía Mendoza en Drawing
JustMad

Tengo sentimientos encontrados con esta feria. Reconozco los esfuerzos y la profesionalidad de sus nuevos directores, Semíramis González y Daniel Silvo. Y también he notado un ligero crecimiento de calidad en la propuesta de este año. Pero con JustMad jugamos todo el rato a Pedro y el Lobo, y son muchas ya las oportunidades que le hemos dado. Quiero pensar que el cambio de sede de última hora (una gran desgracia para la cita) alteró muchos planes. Pero la primera sensación que uno tenía al poner el pie en Núñez de Balboa, 32, era la de darse la vuelta y salir corriendo. Una feria no puede ser una oda al horror vacui. No puede mostrar tantas diferencias entre la superficie ocupada por unos estand y otros (algunos tenían hasta pasillos, cuando no se mezclaban, de forma que uno no sabía en qué firma estaba). Salvaban los muebles (justamente con muebles) firmas como 6mas1, La Gran, Blanca Berlín, Galería A del Arte o Addaya. Pero lo primero que tiene que preguntarse Just es si quiere ser una feria de arte emergente, habida cuenta de algunos estands o algunos artistas (¡hasta premios nacionales había en algunas paredes!). La planta superior era la subida a otro mundo, donde incluso algún miembro del comité de selección reconocía que hacía falta «una buena limpia».

Y sorprendentemente, a este lugar que parecía una cárcel y que no invitaba para nada a quedarse, llegó la gente. Y llegaron las ventas (esas que han brillado por su ausencia en otras ediciones). Y gracias a ellas, se aplacó la ira de los galeristas, porque muchos (y cuando digo muchos es muchos) estaban muy, pero que muy cabreados con los acontecimientos de los últimos días, que se resolvieron con metros cuadrados tapando bocas. Hubo quien se planteó lo de pedir la devolución de su dinero porque aquello no era lo que ponía en su ticket de compra. Y con razón. Just está a punto de cumplir diez años y no puede celebrar la década abriendo la puerta en cada convocatoria a la indefinición, la acumulación, ni al sobresalto. No vale hablar de «fogonazos», sino que se debe ver una propuesta rotunda, una alternativa de verdad a ARCO, sin querer ser ARCO. Se está planteando el salto a Lisboa, pero su futuro depende de ordenar primero las cosas en casa. Si esas ventas (ya no hablo de visitas, que de mirones tampoco vive una feria) no hubieran llegado en esta edición de 2018, las propias galerías habrían firmado -y de buena gana- su defunción. Ojito con eso.

Espacio de 6mas1 en Just
Urvanity

Sin duda, dio la campanada en 2017 porque fue la novedad. Y el cambio de sede este año al COAM le ha sentado incluso mejor. Algunos galerista reconocía que en este año habían llegado las ventas. No he sido yo nunca partidario de montar ferias en este lugar (no está preparado para ello), y si bien a Just este escenario le sentaba fatal, a Urvanity, todo lo que a esa feria le perjudicaba a esta otra la ayuda, precisamente por sus contenidos más urbanos y «frescos», que comen de todo. Así, un recorrido alambicado aquí es hasta recomendable (en la parte inferior a veces uno tenía la sensación de encontrarse en los suburbios del metro de Nueva York) y su disposición tortuosa potencia la sorpresa, al no saber con qué se topará uno después. También la luz dura de los focos en la noche.

Ahora bien: también esta feria debería plantearse lo de meter más obra in situ o sobre muro, dada la temática de la misma, y no tanto grafiti enmarcado. Swinton & Grant y Delimbo no defraudan, y es bueno saber que, en el ámbito del arte urbano, más allá de Banksy (que también los había, en Art in the Game) hay vida y de buen nivel en este planeta alternativo. Mi escasa especialización en este ámbito permite que esta sea una plataforma en la que más datos puedo absorber, en la que más rápido veo que progreso en conocimientos. Pero, cuidado: hay estands en los que ya empiezo a ver obras que vi el año pasado. Es lo malo de recorrer una feria con una cámara en la mano…

Art Madrid

Art Madrid ha conseguido crear un mundo paralelo y alternativo (ni mejor ni peor, sino paralelo) en el que sus «followers» (por utilizar la terminología virtual, que poco tiene que ver con esta feria) se encuentran cómodos. Y dentro del cual, estos comen lo que les echen. Una de las frases que más escuché durante el tiempo que estuve allí fue «no, yo no he ido a ARCO» (sin la coletilla siquiera de «este año»). Ni falta que les hacía: Art Madrid les proporciona lo que buscan, sin más aspavientos ni contemplaciones. Porque esta feria no tiene coleccionistas de arte, sino compradores de arte (que no es lo mismo). Gente que disfruta con la plástica más o menos actual (porque allí hay estands en los que se mezcla un Miró con un «emergente hiperrealista»  o un «abstracto decorativo» sin que les escuezan los ojos), y que quiere vivir rodeada de ella. Y eso también es legítimo.

Sin embargo, sí que he de reconocer que hay algunos estands que parece que no se han movido ni un ápice de un año a otro. Y que hasta el freno al riesgo ha llegado a sus projects, menos estimulantes que otras convocatorias y que incluso ya sucumben a los grandes hits del salón como Alejandro Monge,  que compitió por ser el más fotografiado junto a las esculturas hiperrealistas de Rebeca Sánchez. Y aunque no basta con intentar alcanzar «la modernidad» (que ya la tiene conquistada) con fórmulas como su apuesta por autores como Okuda, he de decir que yo sí volveré el año que viene a este salón en el que, entre la masa, encuentro a artistas interesantes: de Lino Lago a Edgar Planas; de Mar Solís a David Caballero; de Yamandú Canosa a Mompó; de Mister Brainwah o Irene Cruz a Hugo Alonso.

Hybrid

¿Es posible que en una feria me interese más la programación alternativa que los propios estands de la feria? Es posible. De hecho, Hybrid lo consigue. Quizás por ser esta una cita para espacios muy emergentes o sin sede física, lo de meterlos en uno cerrado les limita sobremanera. Hybrid funciona mejor como festival con recorrido por la ciudad que como feria comercial. Eso no quiere decir que no hubiera allí propuestas interesantes, como las de Silvia Lermo, Gil Gijón, José Antonio Vallejo o la habitación de Est Art y sus «Paisajes Imbuidos».

A ello se suma que, si bien estuvo en boga hace algunos años, el modelo en habitación de hotel empieza a agotarse: por las limitaciones que implica a los que exponen (que no pueden colgar nada y tienden a tapiar lo que pueden con obras, cuando no meterlas hasta en el retrete); y por los prejuicios para el que recorre las alcobas (que o no puede entrar por la saturación de las mismas o que no sabe que decirle al expositor, cuando está solo, y sabe que invade un espacio que forma parte de su privacidad, por el escenario en sí). El espectador medio de Hybrid es joven y sin dinero. Quizás por eso este modelo se le viene un poco grande. Aún así, sus performances y las obras «abandonadas» por el pasillo (como la de Los Vendaval) le proporcionaban a uno cierta sensación de que no todo está perdido.

Texto publicado el 26 de febrero de 2018

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