Bene Bergado. «Irreversible». Sala Alcalá 31

«Nuestro sistema alimenticio nos lleva a la destrucción»

Con ‘Irreversible’, en la Sala Alcalá 31 (Madrid), Bene Bergado cuaja sus intereses en torno a nuestra alimentación, que ahora sitúa el foco en su industria. Y la digestión de los mismos no son agradables

Bene Bergado en Alcalá 31

A lo largo de los años, Bene Bergado (Salamanca, 1964) ha vivido un proceso gradual de atención a la alimentación y todo lo que la acompaña. Para el que le queden dudas sobre el porqué de un tema supuestamente tan ‘irrelevante’ para el arte, la explicación, tajante, viene ahora: «Cuando comemos, nos comemos el mundo. Nuestro cuerpo está literalmente hecho de lo que comemos, sea lo que sea, para bien o para mal. Y, al revés, comernos el mundo cambia el mundo. También nosotros somos el mundo. Por eso alrededor de la comida se resume toda la cuestión ambiental». ‘Irreversible’, su propuesta ahora para Alcala 31, es el culmen de unos intereses en torno a estos temas en los que el montaje ‘engulle’ al espectador y lo introduce en el quehacer de esta creadora. La digestión no siempre es agradable.

Se dice que somos lo que comemos. ¿Y qué comemos, le preguntaría yo?

Tristemente, lo que comemos refleja lo que somos ahora mismo. Lo que yo trato de visibilizar con este proyecto es la desestructuración que sufre la Tierra con mayúscula y la tierra con minúsculas, que se debe al sistema desde el que producimos. Y uno de los más invisibilizados en esta cuestión es el de la industria alimentaria. Desde que el alimento se ha convertido en mercancia estamos acabados. Alimentarse no es lo mismo que comer. Y comemos productos, no alimentos.

En esto es muy ilustrativo el título del libro de Patricia Aguirre ‘Ricos flacos, gordos pobres’, síntoma de esta época. Se como mucho, se come por el placer de comer, con muchos aditivos y cosas que enganchan; se come con los ojos, pero hay mucha gente desnutrida. Muchas enfermedades que sufrimos vienen de una mala alimentación. Pero no se habla de ello porque no interesa. Somos como una plaga, y harían falta muchos planetas para mantenernos a todos. Y encima somos como langostas que nos permitimos el lujo de tirar la mitad de lo que atrapamos. La situación es insostenible y las desigualdades comienzan a radicalizarse.

Detalle de la pieza central de ‘Irreversible’ (Foto: Guillermo Gumiel)

¿Hubo algún capítulo personal que hiciera que el de la alimentación se convirtiera en un ‘leitmotiv’ de su obra?

Yo, como muchos, he tenido pueblo siendo pequeña, y me daba cuenta de que me costaba adaptarme a esta sociedad. La cuestión de ‘saber qué comes’, de mirar las etiquetas, creo que me viene de familia. Mi padre ha tenido huerta, y junto a Manuel García, agricultor ecológico y activista medio ambiental, del que incluimos una entrevista en el catálogo, he entendido muchos comportamientos familiares. Podemos ver lo de mi padre con su huerto como un ‘hobby’, pero es un error: lo que él estaba generando era su propio ecosistema que da pie a procesos fundamentales. Nuestro sistema es caduco. De ahí el título de ‘Irreversible’ porque hay cuestiones que evidentemente se van a acabar. Pero hay cosas que sí que deberíamos recuperar.

El título de ‘Irreversible’ ya lo usó para una muestra en Espacio Mínimo, su galería, en 2004. ¿A qué se debe la redundancia?

Me he quitado el tabú de que todo lo que genere nuevo ha de tener un nombre nuevo. A mis galeristas de Espacio Mínimo  les hace gracia cuando digo que no doy por terminada una pieza hasta que no pasa a una colección. Tengo algunas en desarrollo, como las ‘Cajas de fruta’, que empiezo en un número no significativo y que van creciendo. Y hay títulos que me interesan y que, pese a que pertenezcan a una pieza antigua, pueden dar pie al de una muestra. Hay palabras que se incorporan a los discursos y a las que no renuncio. Además, estos temas, aunque puedan remitir a muchos autores y muchas teorías, son muy sencillos. Hablar es fácil: lo complicado es actuar. Hay gente deslumbrante hablando de esto, pero el que actúa es Manuel. Cada cosita que él hace cambia la situación. Nuestros discursos se quedan en estos espacios.

Dice que entiende la Sala Alcalá 31, de complicada arquitectura, como un gran organismo. ¿‘Trampa del bienestar’, la pieza central, es su estómago o su corazón?

Cada espacio en el que he trabajado me ha transmitido unas sensaciones. El MUSAC para mí era como una casa. Esta planta basilical representa a una persona: tiene cabeza, cuerpo, extremidades… Por eso, para mí, esa pieza es un estómago. La cabeza es la pieza ‘Prospecto’, un listado de aditivos de la UE que se proyectan como si de los créditos de una película se tratara. ‘Trampa de bienestar’ tiene como una boca de entrada y no retorno. Trabajar con el espacio es algo que hago desde la cita de León. La instalación es un medio que me permite cierta fisicidad, cierta ‘supervivencia’, conseguir que las piezas tengan una vida, que entre ellas haya cierta convivencia y que no se queden en un limbo extraño.

Recuerdo que, en sus inicios, su universo se poblaba de seres híbridos, posibles personajes de un futuro hipotético. ¿Ha llegado ya ese futuro?

En un principio, yo situaba las cosas en el futuro para quitar algo de crudeza a nuestro presente. Pero, poco a poco, mantengo temas como los de los aditivos, que ya los trataba en los noventa, que trataba de forma más jocosa. Sigo haciendo híbridos, lo son los personajes que introduzco en la nasa a escala humana que es ‘Trampa de bienestar’, pero ya me sitúo en el presente. Lo que creo que he desarrollado con el tiempo es cierta idea de escultura como contenedor. He empezado a incluir cosas en su interior, como hacía Manzoni. Es curioso, porque vas trabajando y vas entendiendo ciertos capítulos del arte contemporáneo. Eso es bonito.

Me interesa la lectura transversal que hace de la Historia del arte en sus proyectos: habla de Minimalismo en esta ‘trampa’, y de Constructivismo en las jaulas de bronce; hace también alusión a la importancia de los materiales, que se convierten en tema. Hábleme de esta derivada del trabajo.

La Historia es siempre una acumulación. Un gran paraguas que nos protege. Y el trabajo del artista es un proceso íntegro, de construir el hacha a cazar y comerse el mamut. Procesos a los que otros ya se enfrentaron y con cuyas partes te vas topando cuando buscas soluciones para determinados problemas. Por ejemplo, con ‘Glitoteca I’, en el MUSAC, aprendí mucho. Esa es una pieza que se basa en otra anterior de Beuys de 1980, un artista que me interesó mucho durante mi formación y que solo ahora creo que entiendo mejor. Bruno Latour explica que o aterrizamos o nos vamos a Marte.

Una de las obras de Bene Bergado en la exposición (Foto: GUILLERMO GUMIEL)

Eso tiene que ver con mi proceso artístico: Quizás cuando hablaba de futuro estaba en Marte y ahora he aterrizado. Y a eso me ha ayudado entender a otros. Como te decía, cuando me planteé en el MUSAC cómo releer mi propio pasado, acudí a esa estantería de Beuys, ‘Asuntos económicos’, en la que él colocaba todos sus productos ecológicos. Yo la invertí en espejo para apropiármela. Y montar una estantería como lo ha hecho otro me enseñó muchísimo. Por eso la recupero también ahora, porque me pareció muy autobiográfico todo aquello. Porque uno cuando trabaja va tratando muchos temas, pero no lo sistematiza: vas haciendo cosas y esas cosas van quedando.

Hablando de Historia del Arte y de alimentación, ¿qué lectura hace del bodegón, un género pictórico básico en la Historia de la pintura, y que ya nos avisaba de lo mortales que somos desde los alimentos y productos naturales?

Los bodegones son naturalezas muertas y signos en su época de otra abundancia. Y tiene una cosa que a mí me interesa mucho y es que hacen perdurable cosas que son efímeras. Eso mismo lo hago yo ahora en bronce. Doy valor a lo que no vale nada, una lechuga, con un material además caro, que como representa algo no valioso, es despreciado por algunos. Es otra trampa.

Que es una de esas palabras que emplea en muchos títulos: ‘Trampa’.

Pero mi intención no es engañar al espectador, sino visibilizar que en nuestra sociedad estamos muy ‘entrampados’. Las trampas que yo propongo son pequeños hábitats, que hablan de la trampa de habitar. Para mí, son dos lugares que se funden: y por eso tienen parqué dentro, o muestran restos de un vivir, cuentan con sellos de viaje… Cada una se refiere a un entorno humano. Y basculan entre lo cómodo y lo incómodo, el habitar y el ‘entramparte’, que es lo que impone nuestra idea de bienestar.

Reconoce su fascinación por los objetos, aunque estos sean una lechuga o un huevo. ¿Es por eso que es escultora?

Creo que sí. Hay un libro de Susan Freinkel, ‘Plástico un idilio tóxico’, al que me gusta referirme porque explica como el plástico, ahora tan denostado, democratizó el objeto. Hasta que no empezaron a hacerse de este material, por ejemplo, para un peine tenías que matar tortugas, se estaban exterminando. El peine era un objeto de lujo y no lo tenía casi nadie. Todo se construía con materiales naturales, que además eran limitados.

El plástico abarató los objetos y dio paso a un nuevo tipo de sociedad de consumo. Pero hemos llegado a un grado de desarrollismo de tal calibre que lo hace imposible y muy peligroso. Yo soy muy ‘física’ y siempre lo he fetichizado todo mucho. Lo he guardado todo. Y todo eso que se usa y se tira, yo lo he observado con atención. Durante mi primera etapa, de hecho, creé objetos con acabados industriales pero hechos a mano. En realidad eran tremendamente imperfectos pero generaban gran fascinación.

Hace unos años, ‘microplástico’ se convirtió en la palabra del año, en buena medida, ingrediente “fundamental” e inevitable de nuestra alimentación actual.

Se han reido mucho de mí, desde hace muchos años, por tratar estas cuestiones. Y ahora se han puesto de moda. El proyecto de esta exposición se presentó hace tres. Al tema le llevo yo dando vueltas más tiempo. Yo hablaba de procesos vitales y me trataban de ‘tiquismiquis’. Pero es lo que nos hemos buscado. Es como si en tu casa decidieras ir metiendo la basura en una habitación. Llegará un momento en que la llenarás y te saldrá para fuera. En el mundo en el que vivimos hemos convertido países en basureros, porque están lejos y no los vemos, desde una jugada capitalista muy perversa. Lo malo es que no estamos preparados para gestionar cosas así. No entra en nuestra ecuación. Y encima trabajamos para las industrias del reciclado, que esa es otra. La superpoblación hará que la tendencia se multiplique, que se generen más desigualdades…

Estamos en una encrucijada cuya solución es la transición ecológica. La Tierra ya no da más de sí, esta sobreexplotada y la alternativa es recuperar al pequeño productor, eliminar intermediarios, la vuelta al campo… Lo local. Cuando preparamos este proyecto, yo le expliqué a la comisaria que para mí era básico conocer qué estaba pasando en nuestro contexto, el nacional, el local. Y acabamos acudiendo a un seminario de veterinaria en la Universidad Complutense que fue fundamental, clarificando las problemáticas y proponiendo alternativas que está asumiendo una parte de la población. Vamos hacia la transición ecológica, inevitable, como te digo, pero hay dos alternativas: o que la industria se ponga las pilas y cambie de actitud para combinarse con el pequeño productor, que es necesario igualmente, o a lo que realmente se está tendiendo, que es al ‘greenwashing’ (lavado de imagen, sin cambio de actitud).

Una de las obras de Bene Bergado en la exposición (Foto: Guillermo Gumiel)

La publicidad es engañosa. Ninguna de las vacas que sale en los anuncios pasta. Además España es el único país de Europa en el que no hay ni una pequeña regulación para los productos infantiles. Ninguno. Lo poco que se hizo fue lo de los impuestos a las bebidas azucaradas. Hay un organismo muy interesante, Justicia Alimentaria, cuyo presidente habló en el congreso de la Complutense, que está al pie del cañón, batallando por pequeñas cosas, para clarificar y mostrar a la gente cuál es el verdadero panorama. Porque esto ya no es una cuestión ideológica, o de estar unos contra otros, sino de unirse para que todos lleguemos a buen puerto. Latour explica que si se dan ahora las migraciones que se dan es porque la gente se queda literalmente sin tierra bajo los pies. Tenemos copada África.

Pérez Villalta, su antecesor, ya convirtió este espacio en una especie de basílica con su retablo en lo alto. Usted sitúa allí, como mencionó, el vídeo “Prospecto”.

Realmente es una pieza muy ‘minimalista’, de las más minimalistas que he hecho. Es de 2016, y muy importante para mí. Son como unos créditos cinematográficos en los que se suceden todos los aditivos empleados en la alimentación, los aprobados de la UE hasta esa fecha. Junto a ‘Trampa del bienestar’, es un eje que vertebra toda esta exposición. En esta cita, toda la obra nueva se sitúa en la planta baja, pero me interesa la visión que de las mismas se realiza de la parte alta, donde se sitúan piezas anteriores pero que contextualizan mis intereses.

Mencionó antes la ‘Gliptoteca II’, otro ‘revival’, esa especie de retrospectiva dentro de esta muestra con una temática tan definida. ¿Por qué tiene sentido?

Pues esa pieza la hice por Susana Blas, la comisaria, pues yo quería que todo fuera más bien nuevo en el proyecto, pero fue ella la que insistió en meter algo que explicara mi procedencia y mis procesos de trabajo. Y lo que iba a ser algo más esquinado, finalmente alcanza un protagonismo mayor, por lo que estoy muy contenta. Desprendida de Beys, lo que propongo ahora es una estantería real de mi taller, con piezas antiguas, libros, fotos, para que se pueda pasear por mi pasado.

Es interesante cómo busca constatar con su trabajo que todos los grandes problemas medioambientales que nos atañen y nos urgen hoy pasan por nuestra alimentación: contaminación, deforestación, esquilmación de recursos… ¿Por qué nos cuesta tanto ver lo evidente?

Estamos muy engañados. Para alcanzar algunas respuestas tienes que involucrarte mucho. Para comprar un producto sano tienes que investigar y dedicarle a eso mucho tiempo. Nos lo ponen muy difícil. No interesa. La comida se ha convertido en un producto. Y la ultraprocesada es tremenda. Hemos dejado a un lado muchas dedicaciones: hacer la comida, alimentar a los bebés, para contar con más tiempo para dedicarlo al sistema productivo, pese a que lo que parece es que los ecos son aristocráticos.

Nos hemos desprendido de ciertas actividades y, a cambio, no nos hemos preocupado por ellas. Hemos parcelado la vida diaria como parcelamos a los animales que consumimos. Manuel me explicaba que en el campo dedicábamos antes dos terceras partes al cultivo variado y uno a forraje para el ganado. El papel de los hervívoros en los ecosistemas es fundamental. Ahora generamos macrogranjas, en los que los animales mezclan sus purines, que contaminan nuestros arroyos, y que se alimentan con el gran campo de cultivo en el que hemos convertido el Amazonas. Hay zonas en las que se cultiva soja exclusivamente para alimentar a los animales europeos. Ese es nuestro sistema. Nuestro sistema alimenticio no nutre, nos lleva a la destrucción. Muchas de nuestras enfermedades actuales están asociadas a esta mala alimentación.

Una de las obras de Bene Bergado en la exposición (Foto: Guillermo Gumiel)

En el catálogo mencionáis cómo será la suma de muchas luchas individuales las que podrán conducirnos a cierta solución. ¿Pero qué podemos hacer como individuos si, luego, por ejemplo, las dietas veganas, también fomentan industrias similares?

El problema es la falta de equilibrio en las actuaciones, es el acometerlo todo a lo bestia. Si el campo no sobrevive es porque el sistema además es muy esclavo. El oro de nuestra época es la tierra cultibable. Es lo que están comprando los mega ricos. Lo de la agricultura intensiva tampoco tiene sentido, y está sustentado por políticas europeas. Un año nos da por el trigo, y todos los campos se llenan de trigo. Otro girasoles… Eso da como resultado desiertos, tierras muertas… Eso es como alimentarse solo de pipas, de patatas…

¿Y cómo puede ayudar el arte?

Yo, humildemente, lo hago tratando los temas que trato. Mi proceso es el de Manuel. Nadie se preocupa de la situación del artista pero nuestro privilegio es que nadie se mete en nuestro proceso investigativo. Aunque tampoco debe de pensar nadie que yo me alimento de cristales o de los plásticos de embalar que tiramos. Me considero una productora como los agricultores y los ganaderos. Y también deberíamos unirnos.

Por cierto, ¿qué lectura hace del covid-19 y la pandemia, que dicen que se inició con la ingesta de un pangolín?

Es una más de las que nos vendrá. Tampoco es la primera, lo que ocurre es que las otras fueron más locales. Y da igual que naciera en un laboratorio o fuera natural: lo importante es que nos ha mostrado las costuras del sistema, cómo nos comportamos como sociedad. Las vacunas han ido y venido en función de unos intereses, pero si los indios no se inmunizan estaremos todos otra vez fastidiados… Va a ver que llegar a equilibrios inevitables, no siempre altruistas. Y como sociedad hemos demostrado que somos muy infantiles, pero es lo que el capitalismo ha fomentado, porque para ser tan buenos consumidores tenemos que ser unos niños. El grado de responsabilidad se ha reducido mucho. 

Una de las «trampas» de la creadora
Bene Bergado. Irreversible». Sala Alcalá 31. Madrid. C/ Alcalá, 31. Comisaria: Susana Blas. Hasta el 25 de julio de 2021

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 29 de mayo de 2021. Nº 1.473

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