Colección Kells. Entrevista

Colección Kells:«Coleccionar es un impulso, una pasión. Y ambas cuestiones son irrefrenables»

Es una de las colecciones privadas de arte actual más interesantes, interesada en lo emergente. Por primera vez, una exposición en el Centro Párraga (Murcia) invita a abarcarla de forma amplia

Como muchas otras colecciones privadas de arte contemporáneo en España, la Kells de Juan Manuel Elizalde y Choli Fuentes comenzó dando pasos tímidos, pagando el peaje de ‘lo moderno’ antes de dar el salto a ‘lo actual’. Eso sucedió con el cambio de siglo, tras su nacimiento en 1996. Hoy es uno de los conjuntos más interesantes de nuestro país, que por primera vez organiza una amplia muestra con parte de sus fondos. El escenario es el Centro Párraga de Murcia, que el próximo fin de semana acoge una serie de visitas especiales, mesas redondas y jornadas para profundizar en sus contenidos y las razones que la articulan.

—¿Cómo se inicia una colección como la suya? ¿Había antecedentes familiares de coleccionismo?

—¿Qué es lo primero que compraron?

—Comenzamos adquiriendo arte moderno, pequeñas obritas para colgar en casa, hasta que llega un momento en el que te das cuenta de que visitar galerías o ir a ferias se convierte en parte de cierta rutina. Rápidamente te das cuenta de que adquieres cosas que no puedes colgar en tu domicilio…

Detalle del montaje de la colección en el Centro Párraga

—¿Qué es lo que hace que uno cambie el chip, que se dé cuenta que ya no decora paredes? ¿Esas primeras obras son siempre de tanteo o encajan en el conjunto hoy?

—Algunas de esas primeras obras siguen con nosotros en casa. Pensamos en algún autorretrato de Saura, algún Clavé, Antonio Quirós, Juan Alcalde, fantástico pintor de nuestra tierra… Luego se fueron introduciendo artistas más contemporáneos en formatos pequeños. Había una galería en Santander, la de Estela Docal, hija de Manolo Docal, también galerista, que tuvo mucho trato con todos los autores de la época. Trazos Tres y Sur eran las dos firmas que en aquellos noventa se movían en la ciudad. Nosotros empezamos a adquirir obra ya a Estela; una al año, no más. Y nuestras ferias de referencia eran ArtMadrid o Feriarte.

Es en 2000 o 2002 que comenzamos a visitar ARCO. Y te das cuenta de que poco a poco te van interesando otras cosas, que cambias de gusto, pero no ocurre de una manera decidida. De hecho, las primeras obras de contemporáneo que adquirimos fue un Alexis Harding, autor británico que todavía tenemos colgado en casa, y luego un Bosco Sodi, cuando este vivía en Barcelona y no tenía ni galería. Y eso es lo que seguimos haciendo: no compramos grandes nombres, no queremos reunir los 40 Principales, sino adquirir obra de autores que nos emocionan.

—Se compra según gustos, pero, ¿se genera al final alguna línea discursiva?

—Conscientemente no, pero esa es una de las razones por las que estamos encantados con la exposición del Centro Párraga (la primera que revisa de forma general la colección, pues en 2019, PHotoEspaña incluyó en su programación en Santander una en torno a los fondos fotográficos): porque alguien externo es capaz de generar un discurso con lo que hemos reunido. Una vez un artista incluido en la colección nos dijo que era «evidente» –palabra que nos sorprendió–, que lo nuestro tenía mucho que ver con el lenguaje. Nosotros nos dedicamos a los idiomas y quizás el subconsciente también opera cuando compramos arte.

—¿Existe más vínculos entre la actividad profesional que desarrollan y el conjunto? Me refiero a que, por trabajo, es más fácil que tengan más mapeado el ámbito anglosajón, Canadá e Irlanda.

—No necesariamente. Esos viajes de trabajo dejan poco tiempo para las visitas y siempre estamos rodeados de niños o de participantes de nuestros programas. Es casi al revés: los viajes de placer son para descansar de lo profesional, así que tendemos a huir en ellos de esos contextos. Pero, obviamente, si estás en Nueva York por trabajo, es normal que te escapes a ver alguna galería.

—¿Es la suya una colección eminentemente de arte español?

—Diríamos que la proporción es 60/40 a favor del arte español. Y de manera también involuntaria, nos gusta apoyar el arte emergente. Se dan casos de autores a los que hemos seguido desde los inicios y que ahí seguimos con ellos.

Obra de Ignasi Aballi del conjunto

—¿Es importante hacer seguimiento de los artistas?

—No es tanto rellenar huecos, cumplir el propósito de tener una, tres o cinco obras de un artista. Se supone que, si te gusta, lo hará siempre. Bromeamos con alguno diciéndoles que produzcan cosas que no nos interesen. Insistimos mucho a los galeristas que nos tengan informados de aquellos autores sobre los que les hemos adquirido obra. Queremos conocer su trayectoria. Y es una queja que transmitimos a los más amigos, porque nos hemos quedado sin cosas que nos habrían interesado solo porque no se nos habló de ellas.

—¿Y cómo va creciendo la colección, ¿dónde compran? ¿cuentan con algún tipo de presupuesto anual específico?

—Una manera de comprar para nosotros es otorgar pequeños premios de adquisición. Y nos gusta también hacerlo fuera de Madrid, cuidar el galerismo periférico. Por supuesto que compramos en la capital, pero queremos apoyar proyectos alternativos como Swab en Barcelona o Abierto Valencia, donde damos otro premio. En Madrid lo hacemos en Estampa y Urvanity. Cantabria, obviamente, Galicia, Extremadura, donde está Ángeles Baños… Son destinos recurrentes. En la medida de lo posible, intentamos mantener esos circuitos. Esa galería en Badajoz es una joya que la ciudad no debería permitirse perder.

—¿La fórmula de los premios asegura un presupuesto fijo para las compras?

—Intentamos que así sea. También, no desmadrarnos. Después de nuestro trabajo, nuestra segunda pasión es el arte. Cualquier viaje al extranjero se va a completar con visitas a sus museos y galerías. Nos gusta «currarnos» las ferias. Tenemos hasta problemas óseos, de rodilla, por acabar su visita. Hubo un ARCOlisboa que Carlos Urroz nos llevó desde Madrid una silla de ruedas para asegurarse nuestra comodidad allí.

—¿De cuántas obras estaríamos hablando hoy? ¿Cómo se almacenan o disfrutan?

—Tenemos unas 400 aproximadamente. Estamos generando un sistema informático de gestión de la colección más profesionalizada, pues contamos con una base de datos muy casera. Tenemos además una especie de almacén que permite mostrar algunas. No está abierto al público pero bajo cita estamos encantados de recibir visitas. No somos los típicos millonarios japoneses con el van gogh metido en una caja fuerte.

Obra de June Crespo de la Colección Kells

Por eso, con la muestra de Murcia, estamos entusiasmados: egoístamente, porque nos permite ver tantas de nuestras obras juntas y bajo un discurso comisarial, que además creemos que es impecable. Y porque además permite ofrecer esas obras a los demás. Son muchas las ocasiones en las que las piezas van directamente de la galería al almacén.

—¿Predomina alguna técnica?

—Quizás la pintura. Pero hay mucha fotografía, algo que descubrimos al hacer la otra exposición. Creo que a ella llegamos a partir de nuestra propia foto de viajes, instantáneas extrañas, menos turísticas, en las que captas una sombra o una presencia irreconocible. Hay también algo de escultura, de vídeo y alguna instalación.

—¿Les seduce la deriva virtual –NFT, IA– a la que está tendiendo el arte?

—Estamos estudiándola. No tenemos muy claro hacia dónde dirige, pero creemos que ya nos pilla un poco mayores. Pero nos parece que la finalidad es muy comercial y especulativa. Quizás dé pie a una línea como ocurrió en su día con el vídeo o el net-art, pero ahora mismo, nos falta información.

—¿Por qué coleccionan?

—Es un impulso, es una pasión. Y ambas cosas son irrefrenables. Pero es que además creemos que es nuestra manera de apoyar la consolidación de un circuito, sobre todo en este país en el que la cultura está tan denostada. Es bonito saber que estás ayudando a que se mantenga un negocio, a que se consolide una carrera. Se nos pone la piel de gallina cuando recordamos dos casos que, gracias a alguno de nuestros premios de adquisición, que además son modestos, les permitió que no dejaran el arte.

Suena a tópico eso de que el arte está para compartirlo, pero es cierto que cada vez que nos han pedido una pieza lo hemos hecho encantados, independientemente de si era para un sitio grande, uno pequeño, con catálogo o sin él. Ahora tenemos obras cedidas en el IVAM en la muestra de Carmen Calvo, en la de Genovés en Bancaja… De Pedro G. Romero se cedió obra para su expo en el Reina Sofía, de Francesc Torres al CGAC… De Esther Ferrer en Huesca, June Crespo en La Capella de Barcelona…

—¿Por qué han accedido a hacer algo así como lo de Murcia y tan relativamente lejos de casa?

—Sí que está lejos, sí. Pero nos ilusiona ver las obras en un sitio así. Pasear y estar a solas con las piezas. Es la satisfacción de ver ordenado todo lo que has conseguido. La inauguración fue muy gozosa, ver cómo los demás disfrutan con lo que tú también disfrutas.

—Sí que son activos en ferias, y tanto han recibido premios en ellas (ARCO) como ustedes mismos, como decíamos, adquieren obra bajo la condición de premios de adquisición. Eso significa que no son mucho de asesorarse a la hora de comprar.

—Absolutamente. Nos dejamos aconsejar. Y valoramos a aquellos galeristas que nos llevan a otros estands a sabiendas de que eso puede restarles a ellos una venta. Pero de ahí a que tengamos que comprar algo porque nos lo indica un asesor porque está de moda o es una inversión hay un abismo. De hecho, es bonito ver que compras a gente que luego triunfa y recibe premios u organiza grandes proyectos. Y es raro que nos arrepintamos de algo que hayamos adquirido. Además, visitamos mucho los estudios de los artistas. Nos encanta y lo hacemos constantemente.

Obra de Francesc Ruiz

Mencionabas ese Premio A, que nos hizo muchísima ilusión. Primero porque no nos lo esperábamos y, segundo, porque nos dijeron que por vez primera las galerías proponían premiados. Y la razón por la que nos eligieron era nuestra labor tenaz a la hora de visitar la feria.

—¿Están valorados los coleccionistas, su papel en el sistema?

—No te descubrimos nada si comentamos que no hay una ley de mecenanzgo que sería fundamental, sobre todo para que el coleccionista privado se pueda codear con el institucional o el empresarial como ocurre en otros países. Y nos machaca un IVA del 21 por ciento. Son temas recurrentes pero que denotan el abandono al que estamos sometidos por todas las administraciones, de uno y otro signo. Pero como no montamos bulla y se cree que todos somos multimillonarios…

—Los prejuicios en torno al coleccionismo son muchos.

—Un clásico y un mito es que necesitas mucho dinero para tener una colección interesante. Nosotros venimos del ámbito de la enseñanza y por eso nos gusta conocer y darnos a conocer. El del hermetismo es otro tópico. Obviamente dejas de hacer muchas otras cosas para tener un presupuesto dedicado a arte. Hablando de tópicos, tenemos la suerte de que no nos hemos topado nunca con ningún artista borde. Son gente amable, que te asesora y ayuda, con la que compartimos mesa y mantel.

—¿Los galeristas son otro cantar?

—Ahí sí que hay de todo. Pero es cierto que en 25 años que llevamos coleccionando, notamos que ha habido un cambio importante en el sector. Y hemos pasado de ver a algunos que no nos hacían caso y que ya saludan.

Pintura e Nacho Martín Silva de la colección Kells

—¿Se piensa en el futuro de la colección? ¿Tiene continuidad?

—Esa pregunta nos da pánico. No tenemos hijos y, en consecuencia, nos encantaría que en Cantabria alguna institución se hiciera cargo de todo esto. Puede que en el futuro desarrollemos alguna fundación… Pero todavía estamos muy activos. Preferimos seguir dedicando ese dinero a comprar obras y ya veremos a ver.

—¿Qué es lo último que compraron?

—Lo último ha sido en Estampa, cuyo premio recayó en el colectivo Culebra, un trabajo de Alfredo Rodríguez, que trabaja con Espacio Valverde, y David Fernández Suárez, de ATM. Nos pareció muy bueno el proyecto, la idea de complementarse, y que se atrevieran con temas que en solitario no habrían desarrollado, así como que la propuesta se basara en la colaboración. El futuro en el arte va por ahí.

—¿También el del coleccionismo?

Por supuesto, hay mucho terreno para colaborar: la creación de espacios comunes de almacenaje o que a la vez sirvan para mostrar las colecciones de forma individual o compartidas.

—Lo del coleccionismo es una profesión…

—Solemos decir que es más una droga. Y los galeristas son los camellos. Una droga que no suele afectar a la salud, pero sí al bolsillo.

Detalle del montaje de la muestra en el Centro Párraga
‘La guerra del tiempo. Proyecto de obra. Tercer Estado’. Colección. Centro Párraga. Murcia. C/ Madre Elisea Oliver Molina, s/n. Comisario: T-20 Proyectos. Hasta el 2 de febrero de 2023

Texto publicado en ABC Cultural el 13 de enero de 2023

 

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