ARCO también se celebra en otoño
Estampa ha abierto las puertas de la edición que la reencuentra con Ifema. La entrega de 2018, sin renunciar a la calidad, se asemeja peligrosamente a su hermana mayor, que se celebra todos los años en febrero en el mismo escenario

No sé si será del agrado de los responsables de Estampa saber que la feria de este año ha sido definida por muchos como «un mini ARCO» o «ARCO en miniatura». Por artistas, por galeristas y por comisarios. Hasta cierto punto, es razonable: Estampa vuelve a Ifema (allí celebró una última convocatoria en 2007), sede natural de la feria de Carlos Urroz, y eso imprime carácter y «persistencias en la memoria», que diría Salvador Dalí.
A ello se suman detalles como que la cita que ahora dirige Chema de Francisco hace tiempo que «traicionó» su propio nombre, habiéndose transformado en una feria generalista en la que ninguna técnica prima sobre otra, dejando atrás sus orígenes vinculados al grabado. Para algunos, esta sería ya una razón suficiente para cambiar su nomenglatura. También que en los primeros días fuera fácil encontrarse al mismo Urroz pasearse por los pasillos de la feria (junto a De Francisco o sin él) más como notario de lo que por allí acontecía que como visitante…

Y es probable que la identificación con ARCO de igual modo haya sido llevada a cabo por sus visitantes. La llegada a Ifema, en boca de los expositores, ha tenido cosas buenas, desde luego: la mayoría apunta a los profesionales protocolos con los que se trabaja en el recinto ferial (aunque no faltaban los que apuntillaban que los mismos «desastres» y «errores» que se dan cuando montan allí en febrero se volvían a repetir en octubre).
Pero, sobre todo, los coleccionistas habrán notado el viraje en el perfil medio del «paisanaje» (el de Matadero-Madrid era mucho más heterogéneo e, incluso a veces, «despistado») y, sobre todo, el ascenso de los precios de las obras expuestas: como si una especie de efecto cambio de sede se tratara, en Estampa ya no se encuentran (o es muy difícil hacerlo) obras para todos los bolsillos, aquellas que animarían al desplazamiento hasta Campo de las Naciones de los propietarios de pequeños presupuestos.
Pero tal vez eso es precisamente lo que ha querido la dirección de una feria que lleva ya unos años evolucionando en línea ascendente; al mismo ritmo que «niega» sus esencias y se va pareciendo más y más a ese hermano mayor al que quieren asemejarse todas las citas de este calibre en España. Y justamente por eso han dado pie a una «joint-venture» extraña, el de una feria aún privada que se desarrolla ahora en un escenario con participación pública y asemejándose a otra feria donde el dinero de todos en demasiadas ocasiones ha tenido la última palabra.

Estampa 2018 se parece a ARCO (lo que no es ni bueno, ni malo, ni regular) sin llegar a serlo. Su tamaño es mucho menor (por eso recala en un único pabellón de Ifema, el número dos) y el número de galerías participantes también lo es. Pocas extranjeras por estos lares (ejemplos honrosos serían Rodríguez Gallery -cuya alma, en realidad, es de aquí, la lisboeta Módulo o mda, de Suecia), lo que termina convirtiendo el salón en ese ARCO de antaño en el que la participación nacional hacía que con timidez se le pudiera definir como «feria internacional», pero con una calidad media más que aceptable que ya hubiera querido para sí un ARCO que arrancaba y no se consolidaba.
Quién sabe si no es a eso a lo que tendemos: a que Ifema cuente en octubre con un salón de otoño, un ARCO destilado (por no decir descafeinado) en el que, si algún coleccionista o comisario internacional se decide a caerse por allí por estas fechas, pueda optar por buen arte español en el arranque de temporada. Una cita, por otro lado, que si quiere atraer a este tipo de visitante foráneo, también se tiene que plantear que se celebra próximo a Frieze, en la misma semana que FIAC, justo antes de Artissima…

Estampa 2018 se parece a ARCO. Tiene la misma sede. Tiene galerías que presentan lo mismo (o muy parecido) a lo que ofrecieron en Madrid en febrero en otras ferias (y que se plantean la entrada en Ifema como una especia de entrada en ARCO por la puerta de atrás. Ese es el espíritu que transmiten). Galerías que se congratulan por volver a Ifema como si estuvieran volviendo a ARCO. Galerías que se sienten «teloneras» de lo que pudiera pasar en febrero en 2019. Galerías que ya anuncian con la boquita pequeña que regresarán aquí en unos meses porque ARCO las ha admitido por vez primera (datos que su dirección aún no ha hecho oficiales quizás porque estaba esperando a que pasara Estampa).
Y cuenta también con un trazado inexplicable como su hermana mayor (pese a que el plano sea más contenido, con las consabidas firmas cabreadas como monas por su ubicación, frente a las del «pasillo central», en el que las distancias son mucho más amplias y el paseo más agradable que en Matadero); con instituciones oficiales representadas (con mayor o menor sentido); con su buen número de premios (al mejor estand, con el que se ha alzado Rosa Santos gracias a Mira Bernabeu, y bien merecido; el que otorga la Comunidad de Madrid y que ha reconocido el proyecto de Tania Blanco en José de la Fuente; el DKV para Moreno y Grau en La Gran o Pablo Capitán del Río en ArtNueve, o el de Fundación Campo Cerrado para Javi Arbizu en Ángeles Baños…).

También cuenta con su sección comisariada (igualmente «mini»), titulada Contraindicaciones, cuya selección ha sido llevada a cabo por Guillermo Espinosa,en un deseo de poner a dialogar a duplos de artistas en principio antagónicos. Espai Tactel, Ponce-Robles o Espacio Olvera, entre lo mejor de una nómina deslucida en número, pero, de una iniciativa, no podemos olvidar, que otros años ha aportado savia nueva y que hoy es trampolín para que muchas firmas estén en el salón general.
Hasta mini polémicas tenemos, por eso de que esto sea (o se parezca) a la versión reducida de ARCO. Estampa 2018 ha tenido «salseo»: galerías atacadas en redes, como Fernando Pradilla, porque toda su nómina es de artistos (lo que impide ver cómo brillan autores como Albano Afonso, Carlos León o Juan Francisco Casas). Señoras abrazando a Rafael Pérez Hernando por todo lo contrario (Susana Solano, Ofelia García o Felicidad Moreno lo acompañan). No sabemos si ocurrió la mismo en La Gran, tomada además por Marina Núñez y Verónica Vicente). También tenemos a algún creador acusando a otro autor de plagio (precisamente una mujer) en otros lugares del pabellón…

Pero vayamos a lo importante: a los trabajos que recordaremos de esta edición de la feria. Sin duda, aquellas galerías que introducen pequeños proyectos comisariados en el salón. Como José de la Mano, que avanza lo que será su próxima expo en su espacio en Madrid, un homenaje a aquellos artistas españoles que entraron en el Guggenheim en los años 80. O la murciana T-20, que homenajea con ojos de siglo XXI (de ahí la aportación de María Carbonell) las vanguardias del siglo XX. O José de la Mano, ArtNueve o Rosa Santos, razón por la que recibieron sendos galardones. En este Estampa 2018 brilla por su ausencia (hay pequeñas, mínimas, excepciones, como en Puxagallery) el vídeo. Por eso llama la atención la apuesta por la fotografía de Juana de Aizpuru (Cristina de Middel, Wolfgang Tillmans, García-Alix…). Pintura y escultura son las reinas.
Reparemos en los montajes elegantísimos de 6mas1 o Ángeles Baños. En el gran esfuerzo que hacen firmas de la periferia como Cánem, Antonia Puyó, Set Espai D’Art, la canaria Artizar o Espai Tactel (¿saben que en breve abren segunda galería en Barcelona?) . En el aire fresco de galerías jóvenes como Silvestre, Twin Gallery o Herrero de Tejada. Alucinen con el «remember» de Casa Leibniz en el estand de Espacio Valverde para Contraindicaciones. Disfruten de las obras, con luz propia en sus distintos estands, de Concha Martínez Barreto (Víctor Lope), Ángela de la Cruz (Carreras Múgica, pero también con sector propio por ser la artista invitada de la feria), Almudena Lobera (Máx Estrella), Mercedes Lara (Lucía Mendoza), Luis Feo en N2, José Fiol en Fran Reus, Luis Palmero en Manuel Ojeda… Désen prisa en verlas. ARCO, el auténtico, está a la vuelta de la esquina. Su sombra el año que viene puede ser despiadada, más que alargada.
