PHotoEspaña 2018 le sigue el juego a Cristina de Middel
Nueva edición de PHotoEspaña, la del XX aniversario. Como en 2017, el festival convierte a un autor de renombre en su comisario. Es su «Carta Blanca», que este año la Premio Nacional Cristina de Middel se toma como un juego

Si para conmemorar sus 20 ediciones, PHotoEspaña concedió una Carta Blanca a Alberto García Alix, para celebrar sus otros veinte (los años que cumple), el festival, que inunda desde la semana próxima Madrid de fotografía, apuesta como subcomisaria por Cristina de Middel, la última Premio Nacional de la disciplina. Y ella se pone «juguetona». Players es el título general de sus cinco propuestas (en Telefónica, CentroCentro y el Centro Cultural Fernán Gómez), con las que su responsable le busca las cosquillas
Cuando la presentaron como comisaria de la Carta Blanca de PHotoEspaña 2018 se justificó la elección aduciendo que usted era una “apuesta de futuro”.
La frase tiene más que ver con el ámbito puramente fotográfico, y el puramente español. Es cierto que ha habido una renovación de nombres, lo que ha hecho que se haya tenido que ampliar la casa y que los cinco o diez autores que la han estado habitando hasta ahora tienen que hacer hueco para que quepamos más. No se trata pues de mi mirada. Yo estoy en la línea de lo que se está haciendo en Europa, sin romper barreras de ningún tipo.
¿Y cómo entiende lo fotográfico Cristina de Middel?
En este momento, y mientras monto las exposiciones de PHE, me reafirmo en que tiene que ser algo con lo que te lo pases bien. A mí esa relación de la fotografía con sufrimiento, con misiones, con moral, no va conmigo. Hay otras cosas, otros señores y otras señoras, para esas cuestiones. Nosotros podemos hacer un impactito, un eco que resuena tímidamente en el gran cuadro que nos toca vivir hoy. De hecho, cuanto más peso le quitemos a lo que hacemos, más honestos y genuinos seremos, y más puertas podremos abrir sin darnos cuenta. Trabajar libremente y sin responsabilidad es la clave de que esto funcione y de que sirva para algo.

Usted es de las que opina que no sólo ha de “jugar” con el espectador. También hay que hacerlo con el modelo que fotografía.
Es que la foto, si miro mi proceso, es el registro de una mini performance absurda. A mí lo que me interesa es romper el orden lógico de las cosas. La realidad, pese a que vivimos en un país que nos da muchos dramas y muchas alegrías, es bastante aburrida, previsible, de forma que me gusta cambiar algo, aunque sea muy pequeño, como ir diciéndole a la gente por la calle “gracias” porque sí, sin motivo. Eso lo altera todo y te hace disfrutarlo todo de otra manera. También incluso ver problemas que de no haber realizado ese gesto, no conocerías. Hace tres años realicé un proyecto, el de los fantasmas, en el que eran mucho más importantes las situaciones que se generaban en el barrio de Lagos en el que tenía lugar que la luz, la composición, el enfoque… Lo importante era ver cómo la gente se paraba, preguntaba, miraba, daba consejos… Eso es lo que me engancha a la foto. Si fuese solo estar encerrada en un estudio midiendo luces y escalas de grises hace tiempo que me habría ido muy lejos.
¿Cómo se le dice que sí a una propuesta como ésta sin entrar en pánico?
Pues porque no pienso las cosas. Básicamente. Pero no me arrepiento en absoluto de nada. Aunque no era consciente del calibre de esto. Vivo fuera de España, por lo que no me entero de mucho, y cada vez estoy menos en las redes sociales. Me parece algo interesante, me meto, y luego me digo: “¡Madre mía!”. Igual que te dan un Premio Nacional, te meten en la Agencia Magnum… Son cosas mucho más grandes de lo que me cabe en la cabeza a mí, pero voy tirando. Y lo llevo a mi terreno, como si se me hubiera ocurrido a mí, quitándole hierro al asunto. Lo que no significa quitarle profundidad. Es posible que lleve sies años andando en el abismo, justo en la puntita, pero como voy mirando para el otro lado, ni me entero.
Con lo que yo he aprendido más y me he sorprendido más de todo este proceso como comisaria ha sido en el trato con los artistas. Me he dado cuenta de que soy una creadora muy diferente a los demás. A nivel de trato soy muy práctica. Y he descubierto que la gente tiene en cuenta muchas más cosas de las que yo me planteo. Ese ejercicio de perspectiva ha sido interesante.

¿En qué sentido las cinco exposiciones que propone son un retrato de su comisaria-jefe?
Esta fatal que lo repita, pero a mí no me gusta ir a exposiciones de fotografía. Me aburren mucho. Prefiero irme al cine o a un parque. Además, tengo la sensación de que me quitan una idea, y que me repito: “¡Ostras, esto ya lo han hecho!”. Como cuando viene luego uno y me dice que eso ya lo hicieron. Por ejemplo, cuando hice Afronautas, ya sabía que no había descubierto la dinamita, pero yo estaba encantada con los resultados. Y luego llegó Rafa Doctor y me dijo: “Oye, ¿tú conoces a Yinka Shonibare?”. Si lo hubiera sabido, no habría hecho Afronautas. Y no ir a expos me deja en un lugar difícil como comisaria. Por eso he planteado las expos que sí que me gustaría visitar. Como es una carta blanca y esto no tiene que pasar ninguna ley de transparencia, está hecha con amigos, gente que conozco, otros a los que no conocía personalmente pero de los que admiraba el trabajo, gente que ha hecho cosas que yo habría querido hacer y que me traigo. Gente de la que tenía ganas de ver cómo son, como trabajan…
“Players” es el título global. ¿La fotografía es un juego que hay que tomarse muy en serio?
Yo creo que no. Lo que hay que tomarse en serio es el seguir jugando…
El pasar de pantalla.
El pasar de pantalla. Hace menos de un año me dieron un premio de fotografía auspiciado por el Barça. Esa cita me ayudó a entender lo que es el juego para mí, ser consciente de que Rafa Nadal es un super tenista, con una responsabilidad mayúscula, con toda España pendiente de cómo le da a una pelota, pero que empezó, imagino, porque le gustaba jugar al tenis. El concepto de “jugador profesional” me tiene fascinada: tú juegas por pasión, pero los demás están esperando que ganes y te superes. Eso lo arma un poco todo.
Usted proviene de la fotografía de prensa, pero ha acabado en la artística. ¿Por qué se le quedó corta la primera?
No me creía la prensa. Todo se simplifica y se reduce a un titular. Y empecé a tomarle un poco de manía a todo eso. No quería formar parte de ese monstruo. Y como no soy una persona que vaya montando pollos por ahí sino todo lo contrario, que me llevo muy bien con mis compañeros de prensa, comencé a hacer una versión propia de la misma, en plan “si esto no te gusta, haz otra para ti para desahogarte”. Empecé con un blog, y en ese “cómo lo harías tú” de algo que nadie me pedía y casi nadie veía, podía hacer lo que me daba la gana. Era como ir al gimnsasio para ponerse a bailar.
Empiezo por la muestra de Telefónica porque fue la primera que se inauguró: “Players,” comisariada junto a Martin Parr. Esa cita da una pista de su forma de proceder con lo fotográfico: enfretarse a la realidad, pero dándole una vuelta. Porque esta no es una revisión convencional del archivo de Magnum…
Esa exposición de la Fundación Telefónica es buen reflejo de mi trabajo como fotógrafa: teniendo en cuenta que no se puede hacer una única lectura de algo, que hay que tener en cuenta la existencia de clichés, de estereotipos, de reducciones que hacemos todo el rato de todo. A ti te dicen Magnum y, después del helado, lo que te viene a la cabeza son Capa, el desembarco de Normandía, Cartier-Bresson… Pero esos son dos señores que fundaron la agencia pero que ya están muertos. No se ha acabado. Sigue incluyendo a gente, e incluso a gente como a mí. La expo pone el dedo en esa llaga.
Deja claro que Magnum no es solo una escuela “documental”.
Es un poco egoista lo que he hecho: explicarme con una expo en Telefónica y con un archivo como ese. Además es que se dieron muchas cosas: me nominan a Magnum, me invitan a hacer esto, comienzan a cuestionarme, que si ahora Magnum es Mínimum…

No perdemos ripio…
Algún día incluso haré una colección con eso. Posiblemente yo no debería estar en Magnum, pero tal vez tú no has entendido lo que es. Sin querer justificarme con una exposición, sí que doy la oportunidad a la gente que así lo quiera de entender la agencia de una manera más amplia, porque lo es. Quizás mi nombre chirría en su alineación, pero piensas en Martin Parr, que cuando entró en los años 80 también era muy transgresor. Alex Soth, con sus fotos cándidas de Mississipi, eso tampoco es fotografía documental… Y si contamos que la fotografía tiene que describir el mundo, centrarnos en el fotoperiodismo, esa es una manera muy tangencial de explicarlo. No sirve de nada hacer una exposición de grandes hitos de Magnum, o “la guerra según Magnum”, que ya sabemos cómo es… Hay muchos fotógrafos de la agencia, muy conocidos, icónicos, que han jugado como fotógrafos. Porque cuando estás en una guerra, también haces composiciones, haces juegos de perspectivas, y tu cabeza está creando… Eso es lo que me interesaba y lo que hemos querido rescatar del archivo. Y ha sido muy chulo.
Saltamos a CentroCentro para “Empezar por el principio”. Me interesa esta expo porque pone el acento en Holanda y Suiza como países en los que se hace la fotografía más experimental del momento. Justifique su respuesta.
No sólo lo reafirmo. Sigo creyendo en ello. Y la razón por la que estos son los países en los que se innova más y se rompen más barreras es porque hay educación, hay escuelas específicas, la práctica está reglada y regulada, y allí te topas con muy buenos formadores. Si tú miras los trabajos de fin de curso de los alumnos de la Universidad de La Haya, por ejemplo, te das cuenta de que te dan 40 vueltas. Todo lo que viene de allí es superconceptual, superdivertido, muy transgresor… Y en Suiza igual. Tienen una tradición, que quizás no es tan antigua como la francesa, pero ellos se han subido al carro de la educación con escuelas fantásticas que hace que de repente salgan autores que te dejan sin habla. Si estás al tanto de lo que está pasando en fotografía, siempre hay un holandés, un suizo, y esta es la razón. Y dentro de esta reflexión, me pareció divertido confrontarlos en competición, a ver quién es mejor. A ver quién gana.
De hecho le proponen al espectador una no votación para ver quién no gana.
Esa exposición la comisaría una holandesa, Hester Keijser, que es super precisa. Es una de las que más flexibilidad mental se va a necesitar por parte del que vaya a visitarla, porque supone irse al extremo de lo que es la fotografía, conceptual y materialmente hablando. Allí se recogen todas las bendiciones y maldiciones de lo que es el arte contemporáneo. Va a ser muy divertida pero que no vaya nadie esperando que va a ver paisajes.
En eso también la reconocemos a usted, que siempre ha apostado por una foto muy híbrida, muy fluida, sin límites…
Es que cualquier imagen puede ser una espita para pensar. En la muestra Gran final mundial, las hay en blanco y negro de los años 50 que te hacen cuestionarte muchísimas cosas. No es tanto el soporte, la técnica o la época. Cualquier imagen que te suponga más preguntas que respuestas para mí es un éxito. En CentroCentro, casi todo lo que se propone va en esa línea. Así que vayan preparados.

Si bien Alberto García-Alix, su predecesor en estas lides, optó por las expos individuales y una única colectiva, en su caso, es justo al revés: todo colectivas y solo un nombre en profundidad, el de Samuel Fosso. ¿Por qué este autor?
Porque una de las cosas que a mí me parecía importante, más allá de dar mi definición de lo que entiendo por fotográfico era también abordar todos los debates en torno a representación: de raza, de género, de origen… Para mí, los ingredientes básicos de mi propuesta eran, además del juego, que estuvieran representados todos los continientes y que hubiera una igualdad más o menos cercana en cuanto a género, tantas voces de mujeres como de hombres (me faltarían todos los intermedios, pero no he podido llegar tan lejos), y también de razas. Que Samuel Fosso protagonice una individual me parece no solo interesante para él, que quizás le dé igual, sino también para el público español, que descubra que hay autores a un nivel altísimo en todos los lados.
Esa exposición es una retrospectiva. Es, digamos, la exposición más canónica de las propuestas.
Eso es. En ella hay poca improvisación.
También en Fernán Gómez, “Gran final mundial”, todo lo contrario, con representantes de los cinco continentes. ¿Qué es lo que se juegan?
Lo bueno es que, en muchos casos, no sabemos ni quiénes son los fotógrafos. En ella trabajamos con el Archive of Modern Conflict, una colección privada que lleva como veinte años coleccionando imagen vernacular, pero también cualquier imagen que no saldría en prensa (álbumes anónimos, etc). Es como la Cueva de Alí Babá para cualquiera que le gusten estos temas. Cuando vivía en Londres me pasaba allí los días. Hemos hecho varios proyectos juntos y me apetecía traer a mis amigos, a los que suelo admirar, darles una carta blanca explicándoles que esto va sobre el juego y esperando una propuesta. En principio lo planteado iba a ser una cosa mucho más abierta, solo de imágenes extrañas y descontextualizadas, pero luego empezamos a encontrar archivos de circo muy interesantes, de forma que pensamos en el circo como un espacio en el que todo es posible- y al que la gente va a maravillarse- como guion para todo lo demás. Aquí hay mucho circo, pero también hay muchas otras cosas, y al final hablamos de pasiones humanas, de deseos, de anhelos…
La representante del continente europeo es española, y es una chica que conoció a través de las redes sociales. Todo vale.
Es que no la conozco. La empecé a seguir en Instagram porque me parecía muy chulo lo que hacía, y hoy está aquí. Pero ten en cuenta que yo vengo de la periferia. Yo soy un poco poligonera fotográfica…

¡Eso es un titular!
Ponlo, pero es que es un poco así. Yo ni estaba en Madrid, ni trabajando en galerías. Yo estaba en Alicante y cubriendo ruedas de prensa, muchas hogueras. Me fui, hice Afronautas, pero en ningún momento estuve en el mainstream ni en la carrera para llegar a nada en el arte en España, que es lo que me ha funcionado mejor, porque no habría sabido moverme tampoco. Me apetecía hacerle un guiño a eso. Conozco a un montón de fotógrafas que podrían haber representado a España, pero es que tal vez la buena fotografía no se consigue por una única vía: hay que mirar en otros sitios. Incluir Instagram en una propuesta es hasta necesario.
El Premio Nacional de Fotografía se coló entre su nombramiento como comisaria de esta Carta Blanca y la presentación de sus resultados. ¿Lo modificó en algo? Dicho de otro modo, ¿es usted otra persona después de recibir un galardón como ese?
Pues cuando vuelvo a España, un poco sí. De repente te das cuenta de que eres Premio Nacional. Y vas bajando la Castellana como John Travolta en Fiebre del Sábado Noche. Te lo admito, y estaría fatal que no lo hiciera. Pero solo cuando vuelvo aquí.
¿Supuso más presión para organizar este proyecto?
–Para nada. Es cierto que todos los que decidimos exponernos por nuestro trabajo tenemos nuestras inseguridades. Y cuando de repente te dicen que eres Premio Nacional, el impacto es muy fuerte. Casi me doy cuenta al contestarte ahora. Porque tampoco he parado. He estado viajando todo el rato. No me ha dado tiempo. Pero el otro día, paseando frente a la Biblioteca Nacional, reparé: “Nacional. Las dos nacionales”…
Habló antes del género. Cuando se la seleccionó para Carta Blanca también se mencionó que era una manera de destacar el papel de la mujer fotógrafa. ¿Fotografían de manera diferente hombres y mujeres?
Yo creo que sí. Que miramos de forma diferente. Pero tal vez no tiene tanto que ver el género como la vida que has tenido. Y como ha habido una mayor exposición y representación del trabajo de los hombres, las mujeres, en muchos casos, no creo que en el mío, tienen que hacer un statement para posicionarse contra eso. Es como si estuviéramos dando la réplica. Cuando, si no existiera este problema de desigualdad en la representación, podríamos estar hablando de lo que nos diese la gana. Ahora toca esto. Quizás dentro de tres años, de cinco, ya podemos empezar a buscar qué es realmente lo que queremos contar. Pasa igual con las minorías raciales. Los trabajos de los afroamericanos casi siempre hablan de raza. Y quizás lo que a mí me interesaría de ti como afroamericano es saber lo que piensas de los transexuales o de la guerra de Siria. Pareciera que primero te tienes que justificar. Quiero creer que es una fase, p ero el mundo nos lo siguen explicando los señores blancos. Las puertas se han abierto hace relativamente poco. Quizás en 15 años podamos saber qué piensa una mujer sobre muchísimas cosas sin tener en cuenta que tiene la menstruación cada mes.

Su galerista no pierde ripio y, al igual que hizo con Alberto García Alix el año pasado, aprovecha las fechasde PHE para introducirla en su galería…
Hoy le contaba a una de las organizadoras de PHE: “Cuando acabe todo esto, os voy a mandar a mi madre”. ¡Esto es demasiado! ¡No hay quien lo aguante! ¡En Juana, también estoy! (ríe).
¿La expo que prepara allí es una continuidad de «Players» o todo lo contrario?
Allí hago un poco de cronista. He decidido sacar y terminar un proyecto con el que llevo trabajando muchísimos años, casi desde mis inicios en la fotografía y en prensa, y es una representación sobre la idea de nación. Me meto en un tema serio, pero con mis cosas…
¿De nación española?
De nación española, por su puesto. Voy a hacer peridismo a lo De Middel. Todo lo que yo pienso sobre la idea de nación de España está medio puesto ahí. Con ironía, con crítica…
¿Y cómo lo hace para no ser la Martin Parr española, un nuevo Jordi Bernadó?
Realmente no nos parecemos tanto. Lo mío no es Benidorm, ni la playa, ni Pérez-Siquier… Lo que yo propongo son rutas por España, pero en vez de apostar de nuevo por la Vía de la Plata o el Camino de Santiago, la Ruta del Vino o el Corredor Mediterráneo, que en el fondo tienen una carga histórica, social y emocional que es la que se preserva bajo la idea de nación, yo propongo rutas semánticas. Vamos a despojarnos de emociones y de perspectivas históricas y vamos a recorrer España por orden alfabético. Descubramos de una manera aséptica el país. Yo propongo cuatro rutas: la safari, con todos los pueblos con nombres de animales; la anatómica, con partes del cuerpo; la del terror y la ruta religiosa. Tengo todo el belén: el niño, el pesebre, la estrella… Y empiezas en Galicia, bajas de golpe a Murcia, luego te vas al Rocío… Su título, Milana del Toboso, hace referencia no sólo a la parte histórica, sino también a la cultura, mezclando Los Santos Inocentes con el libro de Cervantes.
Con todo lo que le ha sobrevenido…
¡Y además me he casado!
¿Además se ha casado? ¿Le ha dado tiempo a pensar en futuros proyectos? ¿Qué quiere hacer cuando pase todo esto?
Descansar muchísismo. Hasta finales de agosto aún tengo tres expos en México, en Arles en dos o tres semanas, quiero hacer unas fotos a unos saltadores de pértiga junto al muro que separa México y Estados Unidos para un proyecto… Estoy muy centrada en eso, pero a finales de agosto me vuelvo a casa, me quedo en la playa en Brasil, y hasta diciembre haré incursiones pero parando. Si no lo hago, voy a perder la simpatía. ¡Y eso no se lo puede permitir España!

Texto ampliado del publicadoen ABC Cultural el 2 de junio de 2018. Nº 1.332