«La creación de “lo nuevo” siempre comienza por atrapar un rumor que nos precede»
Comenzó leyendo a cuatro manos con su hermano por el puro placer de interrumpir la lectura con un debate. Continuó escuchando a su abuela… Así fueron surgiendo las pequeñas historias que hoy son grandes obras en la andaluza Cristina Mejías

Nombre completo: Cristina Mejías Gómez. Lugar y fecha de nacimiento: Jerez de la Frontera , 17 de marzo de 1986. Residencia actual: Madrid. Estudios: Licenciada en Bellas Artes y Máster en Investigación en Arte y Creación. Ocupación actual: Artista visual.
Qué le interesa. Bueno… Se me hace difícil trazar una línea clara sobre mis intereses. Voy trabajando en proyectos sobre cosas que por una razón u otra me han producido un chispazo, y empiezo a escarbar. Muchas veces parto de historias cercanas. Haciendo repaso sobre lo que he ido realizando en los últimos años y en lo que estoy trabajando ahora, diría que hay en todos los proyectos una pulsión por trabajar desde la experiencia narrativa, por revisar la importancia de la variedad de historias y acercamientos que puede suponer un hecho, donde la subjetividad requiere de una distancia corta para recibir una atención específica.
Y eso implica procesos de investigación bastante largos, donde normalmente trabajo en un contexto que no me permite meterle prisa. Es importante que así pase. Explorar las posibilidades de contar historias como prólogo para recomponer o inventar otras. Su transmisión, artesanía y afectos. Escribir para aprender a leer. Hacer y conversar, siempre.

De dónde viene. Justo al terminar la carrera me marché a Berlín, donde residí cuatro años. Durante ese tiempo participé en varias exposiciones y proyectos. Algunos los armamos entre amigos; aprendí mucho de aquello. Estando aún allí, la galería sevillana Sánchez de Lamadrid me invitó a presentar mi primera exposición individual, «Herzlich Willkommen».
Me animé a regresar a Madrid gracias a la beca de residencia «The Gym Programme» en Rampa, un proyecto al que estoy muy agradecida por todo lo entrenado y aprendido con tutores y compañeros.
n estos últimos años he tenido la oportunidad de exponer mi trabajo en espacios como el CAAC, la Fundación Cajasol, la Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid y Laboral, en Gijón (gracias a la convocatoria Circuitos XXVII), y en CentroCentro Cibeles, con una muestra colectiva que ahora se está moviendo por varios países latinoamericanos. También destaco la convocatoria XIX Call de la galería Luis Adelantado o mi participación en Entreacto, que me permitió entrar en contacto y trabajar con la galería Bernal Espacio.
Lo más reciente han sido dos muestras en la Fundación Mendoza de Caracas (Venezuela), dentro del proyecto comisariado por Patricia Hambrona «Correspondencias de Ultramar».

Supo que se dedicaría al arte… Mi abuelo materno era artesano. Recuerdo ir a su antiguo taller y verlo atiborrado de cachivaches y pigmentos. Desde pequeña he vivido un cariño especial por la creación. Sobre todo por parte de uno de mis tíos, que se dedicaba y se dedica a recoger muebles y objetos que luego transforma. También de mis hermanos mayores. Con uno de ellos leí, durante bastantes años, los libros a cuatro manos, no porque yo aún no supiera leer, sino porque preferíamos interrumpir el texto y cuestionarlo, escucharnos. Otro de ellos es luthier. Supongo que todo eso se cruza con mi interés.

¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el arte para «sobrevivir»? El pasado mes de octubre fui a Venezuela, un país en conflicto, por motivos de una exposición y una residencia de producción de un mes. No diría que haya sido algo raro. Pero sí fue un acercamiento a la supervivencia bien fuerte. No por mi parte, pues considero que fui como una privilegiada, sino por convivir con la tragedia cotidiana que viven sus habitantes día a día allá; conversar largo rato con algunos de ellos, ahora amigos, y entender lo distorsionado de la información que nos llega del país. Desabastecimiento de alimentos y medicinas y una violencia y violación constante de los derechos humanos que afecta a todos los ámbitos y del que pocos escapan.

Su yo «virtual». En redes sociales utilizo Facebook cada vez con menos frecuencia, y tengo una cuenta de Instagram (@crismejias), donde me siento más cómoda. No tengo blog personal, tengo una web con la que me peleo por tener actualizados mis trabajos. Me tira mucho más lo analógico.
Dónde está cuando no hace arte. En Berlín, un grupo de amigos iniciamos, con muchas ganas, una revista cultural para el sector hispanohablante de la ciudad: «PLAAAGA». Pero pasó lo que pasa en esa ciudad alemana: el equipo fue emigrando a otros sitios y el proyecto se terminó cayendo. Desde hace unos años me dedico también a la ilustración: pinto todo lo que no pinto en mi práctica artística. Suelo venderla en internet, en tiendas o en mercados.

Le gustará si conoce a… Bueno, es difícil concretar cuáles son mis referentes. Muchos vienen de la literatura, de personajes, historias o situaciones de las que surgen ideas para desarrollar. Cortázar, Borges, Cesar Aira, Gómez de la Serna, según qué libro me pille entre manos… En cuanto a artistas, me interesan muchos, por cercanía o contradicción. Así, sin un orden, Pierre Huygue, Bas Jan Ader, Fischli and Weiss, Joan Jonas, Ilya y Emilia Kabakov, Mariana Castillo Deball, Pedro G. Romero, William Kentridge, Farocki, Benoît Maire, Janet Cardiff y George Bures Miller, Laure Prouvost…
De colegas más cercanos a mi generación destacaría, por cariño y/o admiración, el trabajo de Fuentesal & Arenillas, Leonor Serrano, Patricia Esquivias, Antonio Menchen, Amaya Hernández, Christian Lagata, Alex Reynolds, Sofía Montenegro, Esther Gatón, Christofer Kline…

Qué se trae ahora entre manos. Justo ahora comienzo una residencia en Ranchito ARCOLisboa en Matadero; empezamos en Madrid, y en abril nos vamos a Lisboa. Tengo intención de continuar trabajando en parte sobre un proyecto que inicié el verano pasado, para el que me incorporé a un equipo de arqueólogos en una excavación en la isla de Gavdos (Grecia) y que continuaré en la residencia de Tabakalera (San Sebastián) a partir del próximo mes de octubre.
En febrero, se celebra la exposición de los que hemos sido becados por Injuve 2016, y a mediados de mes inauguro una individual en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, para la que estoy colaborando en un proyecto con una comunidad indígena, los Wayúu. Por la misma fecha participo en una exposición colectiva en el espacio OTR, comisariada por Dalia de la Rosa. En mayo inauguramos, junto a Marta van Tartwijk y Sofía Gallisá, una exposición comisariada por Raquel G. Ibañez para Área 60 del TEA. Se titulará «La tierra tiembla», y para ella también estoy trabajando ahora. Tengo muchas ganas.

Proyecto favorito hasta el momento. Le tengo especial cariño al proyecto« Temps vécu», sobre todo por lo mucho que charlé con mi abuela, porque empezó por ahí, por las historias que me contaba; tenía una memoria bárbara. Pero con el proyecto que desarrollé para el CAAC, «Tro, tro», fue muy gratificante superar los enredos y ver realizada una vídeo-instalación que se me presentaba como lo más complejo que había hecho hasta el momento.

¿Por qué tenemos que confiar en ella? No creo que sea la novedad lo que haya de propiciar la confianza en una. Al final, la creación de lo considerado nuevo siempre comienza por atrapar un rumor que nos precede. Me conformo con estar comprometida con mi trabajo, ser honesta con el oficio y poder seguir haciendo. Y en todo eso, disfrutar del camino.

¿Dónde se ve de aquí a un año? Es difícil hacer planes a largo plazo. ¿Qué se yo? Espero poder seguir desarrollando mis proyectos y compartiendo estudio y ratos con mis compañeros en un nuevo local al que nos hemos mudado hace poco. Imagino que eso, y trabajar paralelamente en lo que vaya surgiendo para poder mantener todo lo demás.
¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? A Nacho Vergara.
¿Cómo se definiría en un trazo?
Texto publicado el 6 de febrero de 2018 en la web de ABC Cultural