Darán que hablar: Pablo Sola (fotógrafo)

«Todo funciona en mí como un vómito o un parto. Depende de la belleza o asco de la sensación»

La cámara se convierte en un amplificador de emociones en el trabajo de Pablo Sola, el fotógrafo que dejó de lado la comodidad de la imagen más publicitaria por una foto más comprometida con el individuo. Él «dará que hablar»

El «selfie» de Pablo Sola para «Darán que Hablar»

Nombre completo: Pablo Sola González. Lugar y fecha de nacimiento: Madrid, 19 de julio de 1984. Residencia actual: Madrid. Estudios: Técnico Superior en Ilustración (Escuela de Arte Superior de Diseño de Murcia). Máster EFTI «Conceptual de Fotografía». Máster CICE «Imagen y Sonido Digital». Ocupación actual: Artista con doble vida, como la mayoría. 

Qué le interesa. Fijo la cámara en ampliar el potencial de las emociones (mis emociones). Todo funciona en mí como un vómito o un parto, depende de la belleza o asco de la sensación. Navego por la rebeldía cotidiana del arte contra el estado de letargo que por costumbre llamamos vida, lo que me permite diseccionar y viviseccionar ese estado arraigado en el cuerpo humano que tenemos que entender no sólo como ámbito para disciplinar a los individuos o el lugar para definir la propia identidad, sino también el lugar en el que se concentran las formas de consumar el poder. Ese cuerpo que en mis primeros trabajos fue caracterizado por el amaneramiento ostentoso,  la frivolidad «pornoscópica» y el apropiacionismo de la estética campiana. El cuerpo que actualmente retrato con mayor crudeza estética, lo que me permite desvelar los mecanismos de su construcción ideológica.

Trabajo con el objetivo de entremezclar los planos del entendimiento no sólo del cuerpo humano, sino también de la percepción de su representación artística, que nunca habla en directo y siempre remite a algo o alguien. La representación que desenmascara la artificialidad de su propia construcción dentro de la realidad en la que nada es real pero todo es posible. La realidad en la que, igual que en la paradoja baudrillana, existe sólo lo que se ve, pero lo que se ve no existe, incluso mirándolo con ojos abiertamente cerrados.

 

«El brazo a torcer» (2016)
De dónde viene. Del Mediterráneo, básicamente. Comencé con 19 años en la Bienal de Jóvenes Creadores de Europa, en Nápoles, y en el desaparecido festival Fotoencuentros, en Murcia. De ahí nació el proyecto que me llevaría a ganar una beca en Efti que propició exponer en PHotoEspaña y desarrollar mi trabajo de retratista en el mundo editorial durante siete años en revistas como «Rolling Stone» o «Cinemanía». Esos años hicieron que aflojase mi actividad artística pero seguía participando con alguna pieza en festivales como el Art Bubbles a San Salvario, en Turín, o el International Festival Of Photography In Lodz de Polonia, alguna exposición colectiva e, incluso, individuales.
Y cuando me desencanté de producir para los quioscos decidí volcar todos mis esfuerzos en participar más del mundo del arte. No quería trabajar más como fotógrafo por encargo. Entonces empecé un periplo de varios años en los que desarrollé diferentes proyectos entrelazados y que tenían una conexión unos con otros; además de conocer y colaborar con otros artistas que confiaron en la evolución de mi trabajo, como David Trullo, que junto con Jesús Gironés ejercieron de padrinos para mi exposición «Gods & Monsters», en el emblemático Foro de Pozuelo y que supuso mi «presentación en sociedad». Allí pude conectar con más compañeros de profesión con los que más adelante participaría en varios proyectos como «Cuerpo y poder», en el Pasaje del Arte de Fuencarral, o «Vidas Trans y 100 artistas», en Casa de Vacas.
Detalle de «Lili Marleen» (2015)
Supo que se dedicaría al arte desde el mismo momento mismo en que… Nunca supe nada. El camino se va marcando solo; se dan situaciones que determinan cuál es tu vocación. Sin embargo, mi madre tiene la guasa de «eres artista desde chico»; con cinco años, la profesora de religión les explicó a mis padres que prefería dibujar vírgenes a rezar el Padrenuestro a las nueve de la mañana. Supongo que ahí se acabó mi carrera en el clero y comenzó la consciencia familiar de que todo aquello nos daba igual y que hay que hacer lo que te llena. Nunca volví a tener relación con el catolicismo.
Detalle de «Portrait with Mum» (2017)
¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el mundo del arte para «sobrevivir»? Partiendo de que me gano la vida con un trabajo que no tiene relación con el arte, si he hecho cosas raras han sido por placer, y tampoco me comprometo a calificar de raro nada en el mundo, aunque he simulado comerme un gato y he sido el cenicero humano de Vera Icon.
«Evil recognizes you» (2015)
Su yo virtual. He pasado por todo: Fotolog, Myspace… Incluso Twitter, que abandoné por el convencimiento de que me expreso mejor en imágenes que de palabra. Actualmente, lo que más manejo es Instagram (palo__sola). Creo que es la plataforma más indicada junto con Tumblr para publicaciones de artistas en general. Facebook me divierte a modo personal y cuento con mi web para tener ordenados, seleccionados y sin censura mis proyectos.

Dónde está cuando no hace arte. En alguna ocasión he impartido algún taller sobre creación de escenografía e iluminación. Me gusta colaborar con otros artistas, conocer su método de trabajo, nutrir la mente con una visión que no es la mía, pero, por lo general, huyo de formar parte de algo que implique llevar el ritmo de otros. Soy propenso a trabajar a solas por esa lucha personal de no mimetizarte con el trabajo de otro artista.

«Frozen» (2014)

Le gustará si conoce a… Al nacer en los años 80, pertenezco a esa generación bastante friki que se obsesionaba por las películas de terror, ciencia ficción, alienigenas y vioclips con efectos especiales de lo más hortera. ¡Me imagino en la escena de «El silencio de los corderos» en la que Jodie Foster tiene su encuentro con Hannibal Lecter en esa celda de metacrilato, pero visitando a Jeffrey Dahmer para poder escuchar su historia a través del protagonista, tan mantis religiosa! Creo que me atraen ese tipo de personajes porque poseen una mente sin límites, cruel, que me asusta hasta el punto de la fascinación.

Hablando de fotografía, siempre tuve cierta fijación con la teatralidad, siendo uno de mis referentes más potentes Cindy Sherman o Marcos López, que fue uno de mis profesores de máster, aunque a medida que iba dejando la adolescencia me empezaba a parecer algo descafeinado tanto pop y pastiche. Entonces aprendí que en la vida existe una escenografía real y exquisita gracias al trabajo de Diane Arbus o Nan Goldin, que perfectamente podrían ser representaciones modernas de Rembrandt, desde mi humilde e inconsciente opinión.

En cuanto a mi generación, admiro mucho la obra de Jesús Madriñán. Tiene un trabajo muy bien ejecutado y sincero que irradia una continua belleza, al igual que el de Christto Sanz y Andrew Weir, que, desde su estética «kitsch», nos enseñan un mundo tan particular y alucinante.

«La igualdad de la ensoñación migrante» (2014)

¿Qué se trae ahora mismo entre manos? Estoy preparando una exposición individual para primavera que tendrá lugar en la casa de la cultura Les Bernardes, un antiguo convento de monjas de clausura en Salt y que tuve la suerte de visitar el pasado octubre de la mano de Laura Cornejo y Pere Parramon como anfitriones. El edificio y sus diferentes salas ya invitan a montar una película bastante gore. Quiero que el concepto sea como un imperio de despojos sentimentales, en el que el hilo conductor sea la representación de mis propias perversiones y pasiones, con piezas que rezumen iconografía clásica, haciendo un recorrido por todos mis proyectos realizados en los últimos años y creando una especie de línea de tiempo. Mientras, continuo produciendo mi último proyecto «White Trash Privilege», en el que investigo la curiosa relación entre el mundo «iluminati» con el mítico ku klux klan, siempre desde una mirada «queer» y una estética «dark».

Detalle de «KKK» (2016)

¿Cuál es su proyecto personal favorito hasta el momento? Es una obra obsoleta plásticamente pero es como mi Evangelio. Se trata de un trabajo que tuve que hacer en la escuela de arte, en el que teníamos que homenajear a un fotógrafo consagrado, emulando su obra y me encontré en ese punto de «no soy capaz» porque no conseguía un modelo masculino con la cabeza afeitada.

En esa época, mi madre estaba superando una leucemia. Me dijo que ella sería ese señor: se afeitó el incipiente pelo que comenzaba a cubrir su cabeza después del tratamiento, anteponiendo mi ilusión a la suya propia de verse bien. Me aleccionó de por vida a no abandonar nada, a saber que las personas son generosas y, gracias a ese gesto de amor y confianza hacia mí, aquí estoy hablando de todo lo que vino después. Fue el punto de partida y el referente que mantengo siempre.

«Cúpula» (2015)

¿Por qué tenemos que confiar en él? Responder a esto es como elegir una frase para una lápida: nunca venderías con malas palabras a alguien que aún desprende calor y fluidos. Sólo sé que nunca voy a dejar de expresarme mediante el medio del «arte» e intentaré siempre crear mi propio lenguaje para avanzar en la profesión de la manera más honesta y fiel posible a mis ideas (que espero no aborrecer, sino que evolucionen como hacemos las personas, lo que me lleve a probar formas y estilos nuevos como ya hago en muchas exposiciones coqueteando con las instalaciones o el vídeo). Aprender más, simplemente eso.

«Divina protección» (2014)

¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? Sin duda, a Nino Maza. Considero que tiene una obra completa, coherente, minuciosa y potente que envidio y disfruto por tener la suerte de ser su amigo.

Otro «selfie» de Sola

Texto publicado en ABC.es el 31 de enero de 2017

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