Detener el tiempo en la Fundación Juan March
Los conjuntos de Dietmar Siegert y Enrique Ordóñez e Isabel Falcón –pioneros en la colección de fotografía– se ponen al servicio de la Juan March en la colectiva ‘Detente, instante’ para narrar una Historia ‘más emotiva’ de la disciplina

Es el hecho de que la fotografía sea un lenguaje universal el que permite componer una historia, otra, de la disciplina desde más de 300 originales de dos conjuntos distintos sin que estos ‘se despeinen’ y empastándolos a la perfección.
Eso es ‘Detente, instante’, en la Fundación Juan March de Madrid, donde los ‘tesoros’ que surten de contenidos a la propuesta son los del alemán Dietmar Siegert y los españoles –conforman matrimonio– Enrique Ordóñez e Isabel Falcón. De hecho, ambos se complementan tan bien que el uno va llenado los huecos de lo que el otro se adolece, respectivamente. El primero está especializado en foto germana e italiana del XIX, de viajes y de las vanguardias históricas, y hoy nutre los espacios de la Neue Pinakothek y el Photomuseum de Múnich; el segundo, en los inicios de la disciplina –capítulo que pronto cederá al Museo de Bellas Artes de Bilbao– y en imagen contemporánea –la que ya descansa depositada en el TEA-Tenerife–.
Y solo trabajando desde la modestia se llega a capítulos memorables. Sobre todo sinceros. ‘Detente, instante’, que parafrasea el gozo que Goethe insufló a Fausto, tiene a Ulrich Pohlmann, jefe de fotografía del Stadtmuseum de Múnich, Manuel Fontán y María Zozaya, director y jefa de proyectos expositivos de la March, respectivamente, en co-comisarios de 300 instantáneas reunidas en cuatro años de una ‘primera selección’ mucho más amplia (pensemos que solo la colección Ordóñez-Falcón cuenta con 1.700 piezas), llevada a cabo durante décadas por estos coleccionistas, cuya mirada ya funcionó como un ejercicio curatorial basado en gustos e intereses personales: «Coleccionar fotos es como rodar una película, algo que se hace fotograma a fotograma; en una colección, imagen a imagen», explica Siegert, que llegó al arte desde el cine, en el que se curtió profesionalmente. Esta actitud ya le sitúa en un primer plano y no reduce al coleccionista a la categoría de suministradores de bienes de lujo, como ocurre en muchas otras citas.

Por lo mismo, en esta narración propuesta en Madrid, no se distingue si no es leyendo las cartelas qué obra corresponde a quién. Se anulan los protagonismos en pos de lo colectivo, no se marcan distancias y se habla desde la complicidad. No es esta una exposición de circunstancias. Tampoco de obras maestras (aunque las hay, de creadores como Irving Penn, Man Ray, Cartier-Bresson, Atget, Mapplethorpe o Diane Arbus. También hay espacio para artistas más opacados o desconocidos: es la magia de dejarse guiar por un ‘no profesional’).
No se persigue hacer justicia a ningún canon (aunque es evidente que impera una mirada occidental), sino que, como deja claro Enrique Ordóñez, el discurso se escribe situando el foco en «la calidad de las imágenes, en la emoción que nos generaron al adquirirlas y nos llevó a querer poseerlas». El ‘puctum’ de Roland Barthes se deja a un lado. Y sentencia al admitir que, muy probablemente, aquí falten nombres –internacionales, españoles–: No es a un coleccionista privado al que se le tiene que echar esto en cara. Miren hacia las instituciones.
Conjunto de momentos
Disfruten pues de este ‘conjunto de momentos’, que se narran de forma cronológica, línea que sus responsables rompen puntual y deliberadamente con algunos quiebros para subrayar cómo, en el desarrollo de la técnica, hay temas a los que los autores recurren una y otra vez. Como cuando al hablar de la mirada científica y taxonómica de los primeros retratos, se cuela en la selección una caja de luz de Jeff Wall; o, a la hora de ocuparse de la foto de viajes (el papel de la técnica en el Grand Tour), se acude a ‘Boys in Snow’, de Tacita Dean, del año 2000. Los ‘aerofantes’ de Joan Fontcuberta juguetean con otros espejismos de la foto surrealista de Siegert. Es este uno de los capítulos más memorables de la muestra.

Seis, pues, cronológicos, que lo son también temáticos, que arrancan con el empleo que la ciencia hizo de la disciplina (E. Muybridge o Nadar), para saltar a esos daguerrotipos con los que las clases altas empiezan a dotar de autonomía al retrato. También la antropología y la arqueología permitieron más tarde el desarrollo de la ‘fotografía de viajes’, hasta que el cambio de siglo da pie a las primeras manifestaciones artísticas con la técnica, que cristalizan en las propuestas seleccionadas de autores del pictorialismo, la Nueva Objetividad o el Surrealismo.
El empuje de lo urbano (Klein, Brassai, Colom), el cambio de mentalidad tras la IIGM, la irrupción del color (W. Eggleston)desembocan en las lecturas más contemporáneas, donde se ha primado lo íntimo e identitario (Nan Goldin, Mapplethorpe, C. Sherman, T. Ruff, Zhang Huan) y determinada imagen que coquetea con otras técnicas (Wolfgang Tillmans, Sughimoto): si la foto se entendió como cierta magia en sus orígenes, en estas últimas entradas se experimenta con su naturaleza. Atención también aquí a los formatos. La fotografía regresa a la Juan March, donde fue cultivada en el pasado con grandes nombres, pero hacia la que se ha desarrollado un desapego en los últimos años.

La buena noticia, querido lector, es que las combinaciones que propone esta cita son interminables. Atrévase a convertirse en un tercer comisario. ¡No se detenga!
‘Detente, instante’. Colectiva. Fundación Juan March. Madrid. C/ Castelló, 77. Comisarios: Ulrich Pohlmann y María Zozaya. Hasta el 15 de enero de 2023
Texto publicado en ABC Cultural el 15 de octubre de 2022. Número. 1.537