1989, cuéntame cómo paso
Hace treinta años se inaguraba el IVAM como primer museo de arte contemporáneo de nuestra democracia. Una doble exposición en sus salas rememora el contexto en el que aquello tuvo lugar

En 1989 tuvo que ser complicado ser periodista. Lo dice Sergio Rubira, comisario de una de las dos muestras del IVAM que conmemoran el 30 aniversario de la apertura de este centro, ante la mesa que reúne la documentación con todas las portadas generadas por las grandes cabeceras de la época en ese año, entre las que se encuentran las de ABC. «Sobre todo para un medio como el tuyo –me espeta– que solo lleva una imagen a su primera página. ¿Cómo elegirla?». Porque, para que se hagan una idea de las turbulencias que se sucedieron en esas 365 jornadas, el mismo día (3 de junio) que moría el ayatolá Jomeini (que también en ese año lanzaba su fatwa contra Salman Rushdie), entraban los tanques en la Plaza de Tiananmén. Total nada.
Un año en el que, en noviembre, caía el Muro de Berlín, y con ello, se empezaba a «rasgar» el Telón de Acero, al que le salía algún jirón, por un lado, con la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, mientras por otro se daba pie a la Cadena Báltica que acabaría poco después con la independencia de Letonia, Estonia y Lituania, o se ponía fin de forma más abrupta con el comunismo en la Rumanía de Ceaucescu…
Y no fue, desde luego, tan sólo un año en el que se finiquitaban cuestiones más o menos «inamovibles», sino que 1989 dio pie a días en los que se asentaban las bases de estructuras o realidades que ahora forman parte de nuestra cotidianidad. De hecho, el subtítulo de la cita sitúa en esta cifra «el fin del siglo XX»: de la puesta en marcha de internet, a la visibilización de la pandemia del sida; del avance de cierto conservadurismo ideológico hasta las primeras asunciones del «multiculturalismo». No en vano, en el ámbito artístico, el cierre de década escribió algunos de los capítulos que hoy llenan sus libros de Historia, desde las primeras exposiciones sobre «el otro» (Magiciens de la Terre, en el Pompidou, no sin cierto paternalismo, y su contrarréplica, The Other Story, en la Tate); de las acciones más conocidas de las Guerrilla Girls reclamando el espacio que la mujer se merecía en el sector, a las censuras de Mapplethorpe en la Corcoran Gallery de Washington o la retirada de fondos a la National Endowmet for Arts tras el escándalo que supuso la exposición del Piss Christ de Andrés Serrano…

Todo esto, y muchas más historias, aparecen referenciadas en la muestra del IVAM que antes les mencionaba, la comisariada por Rubira y por Sandra Moros, porque, precisamente en ese 1989 de su título, abría su puertas en España uno de nuestros primeros museos de arte contemporáneos de la democracia. La cita es por ello más bien un homenaje a una época, a una realidad global sobre la que se asentaba el centro y con la que lidiaría en el futuro.
Sus responsables, a modo de juego, se han propuesto que todas las obras reunidas –200, de hasta setenta artistas– fueran creadas en esa fecha, lo que no deja de ser un reto, ya que no en todos los casos dejan filtrar el espíritu de una época, pero sí que funcionan como eco, adelanto de lo que estaba por suceder.
También los comisarios han optado por una muestra sin secciones, en un deseo de dibujar el paisaje fragmentado al que da pie cualquier era, en el que realidades diferentes se suceden en el mismo plano o tendencias similares se repiten en destinos muy distantes entre sí. Ello, en algunos casos, puede provocar en el espectador una sensación de desorientación y aturdimiento, ya que no todas las propuestas son de fácil interpretación o lectura, por lo que se espera de él una participación activa, en la que en ocasiones tendrá que desandar lo andado para terminar de comprender los guiños que se establecen entre salas.

Y en ese «no recorrido», que se inicia teatralmente con el telón propuesto por Maria Eichhorn, se topará con alusiones al tiempo, al nuevo tiempo al que se toma el pulso (el reloj del arranque de Artschwager o el de Allighiero &Boetti más adelante), y a la muerte (que en muchos casos es también sinónimo de sida: Pepe Espaliú; la bola de rosas que se marchitarán de James Lee Byars o las tumbas fotografiadas por Sophie Calle. A su lado, Nan Goldin, Javier Codesal, Mark Morriroe…); a la mascarada (o cuestionamiento de las identidades hegemónicas: Tracey Moffat, Thomas Ruff, Dora Maurer…); al multiculturalismo (se recupera a algunos de los artistas de la expo del Pompidou, también documentación de la misma -Rubira es otro gran «archivero» español-, mientras William Kentridge remite al Apartheid), así como todas las connotaciones políticas de Tomislav Gotovac (discursos racistas de Milosevic que desembocaron en la guerra de los Balcanes), del fin de las utopías de Isidoro Valcárcel Medina o Ian Hamilton, del avance del turbocapitalismo de Moyra Davey…
La muestra, incluso, le permite recuperar al museo como sala de exposición la gran terraza de la galería 7 en la que esta se despliega (y que hasta ahora se usaba como almacén), lo que invita también a estar muy atentos a las obras «escondidas» en las zonas de paso (como el listado de efemérides de Félix González Torres, para el que tendrán que levantar la mirada).

De una manera mucho más literal, el IVAM se convierte en protagonista del Caso de Estudio que el museo propone en la Galería 3. De nuevo, no se trata tanto de trazar una mirada melancólica a cualquier tiempo pasado, sino de analizar un contexto claro: el de los años previos a la apertura de un centro que nació con vocación historicista y que viró sus intereses con el tiempo. A modo de abigarrado gabinete, la sala se convierte en un laboratorio en torno a una mesa con amplia documentación sobre las primeras compras, las primeras publicaciones, el impacto en prensa, y en la que se desarrollará todo un programa de actividades que amplíe el alcance de la propuesta.
Las vitrinas (algunas de ellas, las originarias del IVAM) y las paredes ponen a disposición del espectador fotografías de la inauguración, documentación sobre el contexto artístico valenciano de la época, algunos de sus hitos en diseño, y una selección de sus primeras adquisiciones (dispuestas en peines, y que irán rotando en las siguientes semanas), donde sorprende que, además de las esperadas obras de Julio González, en torno a quien se armó su conjunto, se incluyen ejemplos de Paul Klee o George Grosz.

«1989. El fin del siglo XX». Colectiva. Hasta el 19 de mayo. «Caso de Estudio: 1989. IVAM». Colectiva. IVAM. Valencia. C/ Guillén de Castro, 116. Comisarios: Sandra Moros y Sergio Rubira. Hasta el 10 de junio
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 2 de febrero de 2019. Nº 1.363