El regreso de los artistas a sus pueblos

Ponerle puertas (artísticas) al campo

Creadores como Juan Carlos Bracho, Santiago Ydáñez, José Luis Serzo, Alberto Centenera o Juan Francisco Casas nacieron lejos de los centros artísticos. Con una trayectoria consolidada, vuelven a sus pueblos para compartir allí parte de lo conseguido

Fotograma del vídeo ‘Writeen on the Wind’, de Juan Carlos Bracho

Para cualquiera de nosotros –la gran mayoría–, La Línea de la Concepción es un municipio en el sur de la provincia de Cádiz perteneciente a la comarca de Campo de Gibraltar, que, según datos demográficos de 2020, cuenta con unos 63.000 habitantes. Son estos apuntes generales, como que se asienta sobre el istmo arenoso que une el peñón de Gibraltar con la costa, propios de cualquier guía de viaje antigua o de la actual Wikipedia, los que nos ubican la localidad en el mapa.

Sin embargo, para artistas como Juan Carlos Bracho (1970), natural de allí, estas ‘objetividades’, se transforman en sensaciones, ritos de iniciación, experiencias adquiridas y un cúmulo de recuerdos, dulces y amargos. Es lógico que el creador, que terminó haciendo carrera lejos de su tierra (vive y trabaja ahora en Madrid), haya sentido la necesidad de volver a ella. Precisamente, allí da el pistoletazo de salida este mismo sábado su primer comisariado, ‘Una idea de paisaje’, un proyecto en el que lo emocional juega un papel básico, antídoto con el que se evita el concepto de maestría y se hace accesible el arte contemporáneo a públicos que no están tan familiarizados con él, mientras se implica y se homenajea a la localidad anfitriona.

«Creo que mi labor como artista –explica– debe contemplar revertir parte de lo que he recibido. Así lo entendí siempre. Y para mí lo más fácil es que suceda aquí, en mi contexto, que es el que mejor conozco y donde me es más sencillo recibir apoyos. Aunque sabía que también sería complicado, pues, fuera de los centros, es complejo que las instituciones entiendan lo que deseas hacer».

Uno de los participantes del proyecto de Bracho

‘Una idea de paisaje’ nace de la intención de montar una muestra convencional del artista andaluz para celebrar el 30 aniversario de la galería municipal Manolo Alés, en La Línea, y el 150 del municipio, que acabó transformándose en una acción colectiva que implica al propio Bracho, a artistas foráneos, a colectivos y asociaciones de la localidad y a todos los habitantes del pueblo.

El arco de autores convocados va desde un Guillermo Pérez Villalta, que ofrecerá una conferencia, a las Momu & Noes, las galeristas de Formato Cómodo o al padre de un estudiante de Bellas Artes implicado en la iniciativa y que recoge conchas en la playa con las que hace esculturas: «Lo que nos interesa son más las actitudes de las personas hacia su trabajo que los resultados finales; acabar con prejuicios en una doble vía: del espectador del arte al artista, y viceversa. No todo el mundo en el pueblo acabará siendo un amante de la plástica actual cuando esto acabe en dos meses, pero al menos la entenderá de otra manera y comenzará a respetarla. Es un placer conseguir algo así a pocos metros de tu familia».

Se suma el Museo Cruz de Herrera, que acogerá una muestra de Bracho de vídeo, precisamente sobre su idea de paisaje, pero será el ‘frottage’ de las paredes de la Galería Manolo Alés, que este ha realizado junto a mujeres gitanas de la localidad, el escenario donde se realicen los diferentes talleres del resto de artistas y sus correspondientes interlocutores: la bandera en croché de Blanca Gracia y las mujeres del pueblo con la que harán un pasacalles reivindicativo; el ejercicio sonoro de visibilización de María de Grande con el colectivo LGTBi, el concierto del colectivo Amalgama… Bracho es tajante: «En un contexto como este te encuentras con mucho desconocimiento, pero lo bonito es que hay mucho por hacer. Hacemos hincapié en lo lúdico y didáctico, sin olvidar el rigor».

‘El sentado de la vida’ uno de los proyectos ‘castellanos’ de Serzo

El de Bracho es el último proyecto que un artista ‘regala’ a su localidad de origen y, por lo mismo, que introduce el arte en contextos que le son más esquivos, pero no es el único. Desde hace años funciona en Puente de Génave, en Jaén, con no más de 2.200 habitantes, un maravilloso centro de arte resultado de reconvertir una almazara de 1910 en, primero, un fallido museo, ahora, en un espacio gestionado por Santiago Ydáñez, nacido allí: «Al final lo del museo no salió. Me cedieron el nuevo espacio –relata Ydáñez–, algo que intercambié por mis relaciones con todos mis amigos artistas para que pudieran exponer allí regularmente». En ocho años, han presentado su trabajo Sergio Belinchón y José Noguero y se han celebrado colectivas comisariadas por Álex Marco (con artistas valencianos), Nacho Ruiz (que hizo lo propio con murcianos) o la misma colección personal de Ydáñez (Francesc Torres, Manolo Quejido, Zabaleta, Jorge Galindo…). En mayo será el turno de una selección de autores malagueños bajo la batuta de Jesús Reina.

«Estos proyectos son necesarios porque son una rareza –considera el andaluz–. Yo mal comparo el mío con el Museo Vostell en Malpartida, espacios que te noquean cuando llegas a ellos y en los que la labor educativa se pone en primer plano». Y en los que suceden cosas maravillosas, imposibles en otros lugares: «Para la individual de Los Bravú se hizo una cabalgata del Ayuntamiento al centro con ellos subidos en una retroescavadora, con una banda de música. Y durante la pandemia, murió uno de lo vecinos del pueblo que más ha posado como modelo para mí. Cuando se levantaron las restricciones le dedicamos una expo con mis obras en las que aparece».

Y agrega: «Nadie va a venir a exponer a un pueblo recóndito si no te conoce, porque no le va a aportar casi nada, pero se trabaja con una libertad absoluta». Reconoce el artista, que bajo estas premisas, es más fácil maniobrar.

Detalle de uno de los proyectos de Ydáñez en Puente de Génave

Quien también tiene una relación especial con su pueblo, La Carolina, en la misma provincia que Ydáñez, es Juan Francisco Casas, a quien la localidad decidió en 2018 bautizar su sala de arte con su nombre. En agradecimiento, desde entonces, Casas ha trabajado allí como comisario de Óscar Seco y Diana Larrea (este mismo año, también llevará a Montse Gómez Osuna) y ha celebrado una edición de un clásico veraniego que tiene lugar cada dos años, ‘Nepotismo ilustrado’ (el artista rodeado de grandes amigos), que se repetirá este verano y que siempre coincide con las fiestas de la localidad, en julio, lo que salpimenta el resultado de ambiente de verbena. Miguel Scheroff también se ocupa de la programación del espacio, con un ‘open-call’ anual de artistas que ya tienen cierto predicamento.

El joven creador reconoce que «todo fue ocurriendo de forma muy orgánica», porque el ayuntamiento pone «todas las facilidades del mundo»: «El presupuesto es limitadísimo, pero nunca me han puesto pegas de ningún tipo ni me han censurado nada». Casas reconoce que allí se han expuesto «barbaridades» (el ‘Always Franco’ de Eugenio Merino incluido), y «a todo el mundo le encanta lo que se hace». Para él, es más fácil actuar en estos contextos.

Y hay necesidad de regresar: «A mí me encanta –apunta–. No quiero que la vuelta al pueblo sea para un entierro. En el fondo, allí está la familia, mis padres, mis sobrinos…». Finalmente, como Bracho, admite que cosas así se hacen por «responsabilidad», para «devolver parte de lo que nos fue dado». «Además, me lo paso muy bien. Esto lo hago gratis, pierdo tiempo con ello. Pero lo disfruto mucho».

Juan Francisco Casas durante la celebración de una de las propuestas en La Carolina

Saltamos de Comunidad autónoma, pasamos a las dos Castillas, donde José Luis Serzo no es que esté vinculado con su pueblo; es que puede hacer una ruta con las propuestas de este tipo con las que ha mapeado el territorio. Él mismo comienza la enumeración: «Tengo un espacio en Morille, en Salamanca, donde me hicieron hijo predilecto. Yo soy realmente de un pueblo de Albacete, Casas Ibáñez. Con el tiempo, se abrió también una especie de museíto personal en el que es el Centro de Interpretación del Carnaval en Tarazona, donde me encargaron un monumento y la escultura central del centro, que se articula con ilustraciones de su realización, de forma que el resultado es una especie de museo ‘serziano’».

Su pueblo, que define con ironía como «raro y feo donde los haya» –pero que se sitúa entre dos ríos, el Júcar y el Cabriel, que son reserva de la biosfera– le propuso antes del covid un espacio para conmemorar su trabajo. Fue entonces cuando ocupó el antiguo cine Rex de la localidad con ‘Teatrorum’. «Fue la presentación de un proyecto que la pandemia paró. Ahora me acaban de hacer un encargo en Albacete, donde realmente nací, de un monumento a José Luis Cuerda». Santa Marta se plantea algo similar a lo Morille. Si finalmente sale, el manchego tendrá espacios en las localidades más grande y más pequeña de Salamanca tras la capital.

Para Serzo, este tipo de proyectos que vinculan artistas con sus lugares de origen son necesarios. «La descentralización es inminente. Pero siempre ha existido. Las cosas más rocambolescas tienen lugar en los sitios más insospechados». Nuestro interlocutor menciona como «ejemplos de otros paradigmas de destinos fuera de los centros» pueblos como Genalguacil o El Carpio, en Córdoba, las intervenciones que se hicieron en Jávea en los años 90, o el programa ‘Peregrinatio’ de Tomás Ruiz y Fernando Castro en las ermitas de Sagunto. «Y Morille. Allí, su alcalde, clarividente donde los haya, ha tomado su pueblo como laboratorio de creación, a cuyo cementerio, de referencia por Domingo Sánchez Blanco y el fallecido Javier Utray, viajan hasta los japoneses. Los grandes sucesos suelen tener lugar en los sitios más pequeños. No tengamos prejuicios sobre esto».

Performances promovidas por Alberto Centenera en Azuqueca de Henares

No es el primero, ni será el último, que menciona que son contextos en los que se opera con mayor libertad. «Yo los entiendo como regalos que me da la vida. En esos sitios deslocalizados he vivido los momentos más bonitos de mi existencia». Otro territorio le queda ahora por conquistar: Cabezón de la Sal, en Cantabria, donde lleva año y medio viviendo. El contacto con la naturaleza, para él, es fundamental.

El de Alberto Centenera, en Azuqueca de Henares, de donde es, ha sido una carrera de fondo. Pese a su formación artística, acabó sustituyendo al técnico de cultura del ayuntamiento. Por venir de Bellas Artes, esta localidad carga las tintas en estas cuestiones, «que la gente no está acostumbrada a ver, pero que se suman a las habituales».

Así, el taller de pintura de toda la vida cuenta allí con especialidades, algo que pocos pueblos pueden decir: pintura libre, procedimientos pictóricos, dibujo e investigación pictórica. «Se le ha dado un puntito más contemporáneo». Y se apoya la ‘performance’ y sacar los resultados de los talleres a la calle: «En una ciudad que no tiene patrimonio histórico, que no puede compararse con Alcalá de Henares, que tiene tan cerca, está es una manera de crearlo, mientras se la embellece y se la hace más participativa».

Obra de Ydáñez para una de sus propuestas «populares»

Aún así, cuesta llegar a los públicos, «no porque no se entienda el arte, sino porque no se conecta. Aquí el profesional de Madrid no existe. Por eso los esfuerzos no van tanto a las inauguraciones como al resto de tiempo que se mantienen las citas. De lo que se trata es de que en la escena local haya espacio para todos». Solo así se evitará que emigren, como lo hicieron a Alemania, jóvenes creadores como Paula Fraile o Jorge Miñano. Que se vaya Marius Ionut Scarlat, que ya ha expuesto con Centenera. El joven gestor comenzó su carrera solicitando permisos para que distintos artistas intervinieran un contenedor de escombros en el pueblo: «Cuando fui a pedir los permisos al ayuntamiento, no entendían lo que pretendía: ‘¿Qué quiere? ¿Fotografiarse al lado del contenedor? Pues que lo haga’, les escuchaba al teléfono. Tres años después, desde urbanismo se lanzó un certamen de intervenciones urbanas en el espacio público. Partir de cero hace que los cambios se noten mucho más rápido».

Sobre el futuro de este tipo de formatos, Ydáñez y Bracho son claros: Es algo muy orgánico. El primero piensa que cada proyecto será el último. «Es mucho esfuerzo. Pero siempre acaba llegando alguien que te lanza otro reto». Al de la Línea le gustaría que ‘Una idea de paisaje’ se desarrollara con el tiempo, «pero con otro formato»: «Este lugar, a pesar del paro, de la droga, tiene un potencial brutal. Aquí hay mucho donde rascar a nivel histórico, político, medioambiental. Eso permitiría generar contexto».

Detalla de La Carolina, en Jaén

Texto publicado el 9 de abril de 2022 en ABC Cultural. Nº 1514

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *