Arte y verano, una vacuna efectiva contra la despoblación rural
La experiencia del confinamiento y la calidez de sus ritmos seduce con volver al campo al ámbito artístico

Explicaba Josep Pla que ‘parar la fresca’ (expresión no ya catalana, sino genuinamente ampurdanesa: ‘tomar el fresco’ en castellano) es esa costumbre estival de sacar en los pueblos la silla a la calle cuando el sol empieza a caer y, así, pasar el rato: «‘Parar la fresca’ tiene pretensiones modestas, echar una cabezada bajo el firmamento, ignorando la maravilla que el cielo nos ofrece, los sonidos que emanan del atardecer, del calor estival». ‘Parar la fresca’ es el nombre del proyecto con el que tres galerías de Barcelona –Bombon Projects, Joan Prats y Nogueras Blanchard–, trasladan el arte contemporáneo precisamente al Ampurdán del escritor catalán, un entorno idílico, de ritmos más sosegados que los de la ciudad, y de gran tradición cultural.
«Elegimos la localidad de Fonteta, en Gerona, porque Bernat, mi socio en la galería, es de allí», explica Joana Roda, de Bombon. «Durante el confinamiento de 2020, el cierre de nuestros locales y la cancelación de ferias nos produjo gran ansiedad y nos obligó a reinventarnos. Nuestra respuesta llegó en verano». Es entonces cuando la tienda de muebles de este pequeño pueblo catalán de menos de 300 habitantes se convirtió en sede de una doble exposición: «No esperábamos la expectación que aquello causó, sin que parara de llegar gente». Bernat y Joana se plantearon que, si repetían la experiencia, como así ha sido, tendría que ser con un equipo.
Y ahí entran Nogueras y Joan Prats, con los que comparten artistas. El resultado este 2021 es una muestra en dos capítulos (el primero, que arrancó en junio, sobre el paisaje y el territorio; el segundo, ‘Estar a la luna’, desde el 8 de agosto, más onírico, como cuando ese descanso buscado a la fresca acaba en buena siesta) que lleva a creadores de distintas generaciones (de Ana Mendieta a Wilfredo Prieto o Chema Madoz) a un contexto que, en principio, no le sería el natural. Nada más lejos de la realidad: «Aquí se trabaja con la misma seriedad pero de forma más distendida. Y el que viene a verte lo hace porque le interesa lo que ofreces, no traen la excusa de ‘solo tengo cinco minutos’ como el que entra en la galería en la ciudad». No solo eso: los organizadores confirman que se vende.

Hay una falsa creencia de pensar que el arte ‘no sirve’ para nada, que no tiene utilidad. En el caso de ‘Arte Vivo en las Villas’, la iniciativa estival de Juan Gómez Alemán –cabeza visible de La Juan Gallery– y la Comunidad de Madrid, es acercar el arte a los pueblos (en su caso, esas localidades en la provincia madrileña con categoría de villa, como Colmenar, Chinchón, Patones o Buitrago), pero, sobre todo, visibilizar a sus artistas locales, invitándoles a dar a conocer su trabajo a sus vecinos, utilizando la plaza como lugar de encuentro y conocimiento, y sirviéndose de la ‘performance’ y de artistas de la disciplina ya instalados en el circuito como Miss Beige, Lidia Toga o Marta Pinilla como dinamizadores de los eventos, que están teniendo lugar los fines de semana hasta septiembre.
«El público está respondiendo, participa y pregunta, y nos está permitiendo conocer tradiciones en torno al textil, el vidrio o el folclore que se están perdiendo. Hay concejales de cultura de estas villas que nos decían que lo tendríamos crudo para encontrar artistas en sus pueblos. Ellos han sido los primeros sorprendidos. Y lo bonito sería convertirnos en referentes para niños, crear un archivo con toda la información que se está recavando, y exportar la iniciativa a otros territorios», concluye Gómez Alemán.
Construir desde el arte en lo rural puede parecernos hoy lo último de lo último. Una exigencia postpandémica. No en vano, el mismo resposable de La Juan Gallery se lo impuso como reto cuando vivió el confinamiento en su pueblo,Hormigos, en Toledo. Pero nada más lejos: lecciones en este sentido lleva dando Genalguacil, en la sierra de Málaga, desde los años noventa.

«Precisamente, sus ‘Encuentros de Arte’ se ponen en marcha entonces para luchar contra la despoblación de una localidad que en 1950 tenía 1.500 habitantes y que en 2016 no llegaba a 400», explica Juan Francisco Rueda, el comisario que desde 2017 se encarga de organizar las programaciones en los años impares, aquellos en los que esta ‘pequeña gran bienal’ descansa. Hoy por hoy, el empeño de su alcalde, Miguel Ángel Herrera, que desde 2014 la profesionaliza y amplía con otras iniciativas artísticas como el Festival invernal ‘Lumen’, ha dado como fruto algo tan épico como que la cultura sea el motor principal de la economía de Genalguacil (que cuenta con un museo de arte contemporáneo, con colección, de verdad) y que, desde los tres últimos años, su población aumente en un tres por ciento, con el empadronamiento en la localidad de nuevos artistas.
Allí recalarán desde el 8 de agosto este año Rosell Meseguer y Pablo Capitán del Río, cuyo proyecto ‘De ley’ analizará en pasado minero del pueblo. Y algunas de sus obras, formarán parte del paisaje de sus calles, como ocurre ahora con piezas de Juan Zamora, Isidoro López Aparicio o Arturo Comas, este último, el plato fuerte de la programación estival del museo.

Hablando de paisaje, es inivitable recordar lo que es Solo Houses en Matarraña, en la frontera en plena Naturaleza entre Cataluña y Aragón. La colección más curiosa del mundo, única en Europa, de viviendas de autor con las que sus promotores, los galeristas de Albarrán Bourdais dan carta blanca a jovenes arquitectos que en el futuro darán la campanada. De momento, Solo Office (Kersten Geers y David van Severen) y Solo Pezo (Maurizio Pezo y Sofia von Ellrichshausen) dan idea de lo que será este complejo en medio del campo en el futuro, que cada verano se reactiva con una exposición colectiva con creadores de primer nivel que generan un recorrido sobre su plano.
Este año, creadoras. Autoras como Mona Hatoum, Cristina Lucas, Kiki Smith o Claudia Comte. «Se trata de escapar de la galería, permitir otro tipo de colaboraciones y generar sinergias con los artesanos locales, que participan en la elaboración de las obras –cuentan sus directores–. Hace siete años decían que estábamos locos. Ahora, tras un confinamiento y en plena pandemia, lo nuestro se lee como un lujo, una excelencia».
Si miramos al norte, allí también se han hecho y se siguen haciendo cosas, en la estela del CDAN de Huesca o la Fundación MNAC en Vejer de la Frontera. La asociación Campo Adentro lleva años poniendo en relación a los artistas con los hombres y mujeres del campo a través de iniciativas con instituciones como el MUSAC o Es Baluard. De hecho, desde 2018 cuentan con sede física en Madrid en el Centro de Arcecamiento a lo Rural. Por su parte, el colectivo Néxodos (con agentes como Tania Blanco, Bettina Geisselmann, Gerardo López o Salim Malla) nace en 2017 con el objetivo de poner en valor para el arte espacios alternativos en territorios de la periferia de Asturias y Castilla y León. Desde 2018, convertidos en asociación sin ánimo de lucro, gestionan Nexo990, un espacio de creación contemporánea en Monzón de Campos en el que este verano despliegan sus trabajos Ana Frenchilla, David Herguedas y Julio Mediavilla.

Y si hay un ejemplo en España de amor a la tierra y de homenaje desde el arte ese es el de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, en Cerezales de Condado, una pequeña localidad a 30 kilómetros de León. Y más allá de la historia de su inspirador (el empresario Antonino Fernández, el creador de la famosa cerveza Coronita) es resultado del compromiso de este emprendedor de dotar a su tierra su tierra hace 12 años de una institución cultural y educativa, cuya ausencia le obligó en su día a él mismo a hacer las Américas.
En una segunda etapa, la iniciada en 2017, con la rehabilitación por parte de Zaera-Polo y Maider Llaguno de unas antiguas escuelas del pueblo, la fundación cuenta con una sede ‘ecofriendly’ desde la que promover el arte actual, el sonoro, la etnoeducación y las posibilidades de lo rural. Hasta finales de noviembre lo constatan Jorge Yeregui, Irene Grau y Juan López con la muestra ‘A punto de ser nada’, comisariada por Alfredo Puente, en un análisis sobre el paisaje circundante. Lo rural no es que esté de moda: es que es necesario y cada día lo tenemos más cerca.

Texto publicado en ABC, el 19 de agosto de 2021