Elvira Dyangani Ose, la Carta Blanca de PHE 2021

«El tema de la raza nos afecta a todos»

PHotoEspaña entrega la ‘Carta Blanca’ comisarial de su edición de 2021 a la directora de The Showroom (Londres), que centra sus esfuerzos en dar a conocer la imagen negra contemporánea en un doble proyecto en el Círculo y Matadero

Elvira Dyangani Ose retratada por Maureen M. Evans

Llega con un año de retraso, y algo recortada. Pero esta Carta Blanca que PHotoEspaña otorga a Elvira Elvira Dyangani Ose es una oportunidad única para que el festival de fotografía de Madrid se implique con la imagen negra. Su responsable, experta en estas lides, que ya empezó a analizar hace una décadas desde el CAAM, en Las Palmas de Gran Canaria, nos sacude prejuicios y nos invita a acceder a la cultura africana y su diáspora sin los desenfoques que impuso la mirada colonial. La española plantea un discurso sobre la raza con vocación humanista que toma prestado su título al intelectual Paul Gilroy y que se despliega en el Círculo de Bellas Artes y Matadero-Madrid.

Vamos camino de las 25 ediciones del festival y hasta ahora este asunto no se había abordado.

Esa fue una de las primeras cuestiones que traté con Claude Bussac, su directora, cuando me invitó. Y lo primero que yo hice fue acceder a su página web y ver los intereses y los focos que había desarrollado al respecto la organización. Tenía un recuerdo de la tercera edición de PHE, la que se tituló ‘NosOtros’, para mí fundamental como espectadora. En cierta medida, ese espíritu planea en mi proyecto de este año. La invitación es lanzada por la organización en 2019. La idea es llevar PHE algo más lejos de la representación que hasta este momento ha tenido de la imagen negra, con individuales a Samuel Fosso, hace tres años, o de otros jóvenes creadores. Creo que hasta este momento no se había construido un discurso sobre la raza, la imagen negra y sobre todo la imagen africana en su diáspora moderna y contemporánea.

Eso es una carencia, pero también una oportunidad.

Cierto. Yo lo he visto como una oportunidad para recuperar esa noción del ‘nosOtros’, lo que nos invita pensar en cuáles son las historias de la experiencia negra española y cómo esas formas se han presentado en el formato expositivo. Hay un término inglés que a mí me encanta que es el de ‘exhibition making’, difícil de traducir, aunque tiene que ver con la producción de exposiciones. Desde que yo me estrené en el CAAM hace ya muchos años, una de las cosas fundamentales para mí fue visibilizar este tipo de experiencias.

Proyecto ‘Black Photo Album’, de Santu Mofokeng

Y este proyecto, una Carta Blanca más amplia antes de la pandemia, iba a contar con ‘Contra la raza’ como lema, título del libro homónimo del catedrático británico Paul Gilroy en el que hace una crítica a la visión estereotipada que fuerza la racialización sobre unas comunidades específicas con componentes fijos raciales para determinar historias de toda una comunidad. Una comunidad tan plural, tan múltiple y tan compleja como la africana, como la africana en la diáspora, con vectores en muchísimas otras partes del mundo. La intención era asumir eso y donde mejor se reflejará cierta visión global y panafricanista será en el ciclo que vamos a ofrecer en Matadero.

Que es una de las sedes de su propuesta. La otra es el Círculo de Bellas Artes.

El proyecto del Círculo se titula ‘Eventos de lo social’ y hace un guiño a la muestra ‘Eventos del ser’, que fue la exposición inaugural con la que Okwui Enwezor presentó hace ya tiempo el conjunto artístico de Arthur Walther, que es el coleccionista que nos da la oportunidad de reinterpretar su exposición desde diferentes puntos de vista. Lo que el visitante verá aquí será una muestra de fotografía moderna y contemporánea africana, pero también material documental y obra de fotografía vernacular e histórica, lo que para mí era muy importante, ya que el principio motor que genera el discurso de esta exposición tiene como base la obra de un artista que es también un intelectual, algo que me ha interesado a mí mucho siempre.

Se refiere a Santu Mofokeng.

Eso es, que falleció el año pasado, y que en 1997, en el ámbito de la Bienal de Johannesburgo, presenta una investigación de varios años bajo el título de ‘Black Photo Album’ (‘Álbum de Fotografía Negra’), en torno a diez familias de clases trabajadoras y burguesas, de 1890 a 1950, momento este último en el que las medidas del gobierno sudafricano hace que ese grupo social comience a desaparecer. Y es que en 1951 se produce la segregación de la ciudad, algo que ya se venía apuntalado por otros gestos desarrollados a lo largo del siglo XX.

Pero ese deseo de Mofokeng de proponer un foco de análisis diferente para entender la fotografía como modo de expresión, que en ese momento era propio de cada modelo, de cada persona fotografiada (a las que se les concedía la posibilidad de concebir una visión de sí mismas y en sus propios términos, lo que además otorgaba una condición humana al sujeto que la legislación, el marco legislativo, denegaba); ese afán de contrastar estereotipos y clasificaciones casi de tipo etnográfico o taxonómico, en la que cada individuo es presentado como un objeto más del paisaje, de la Historia natural, convierte a sus modelos en sujetos por sí mismos. Ahí debemos encontrar pues el principio motor de la exposición, que lleva a contrarrestar o contestar a esos arquetipos manejados a lo largo de la Historia.

Ese arranque en el que se incluye el proyecto de Mofokeng se titula ‘Subjetividad redefinida’, y da paso a otros apartados en los que se muestra cómo el estudio fotográfico fue también un espacio de transformación en el que los artistas responden a la imagen popular que se tiene de lo africano o lo negro. Hay también un sector que se ocupa del paisaje en el que un autor como Em’kal Eyongakpa, cuya obra nace de las teorías multiespecie, transforma la fotografía en herramienta para que el sujeto acabe inmerso en el universo que propone, lo que contrasta con el modo en el que el paisaje ha sido históricamente capturado, idealizado y estereotipado.

Obra de la serie ‘Fantasma 9’, de Candice Breitz

¿Cómo complementa eso lo que entra en Matadero?

Lo que se ve allí es una visión mucho más contemporánea, que también se esboza en el Círculo, donde no solo nos ocupamos de la representación o lo político, sino que se dedica momentos para lo íntimo. ‘Contra la raza’, en Matadero-Madrid, es una mirada al presente, con atención especial a la futurabilidad de ese presente. Lo cotidiano puede ser a veces mucho más radical que otros momentos, y las historias del día a día son fundamentales para reflexionar sobre determinadas posturas. Y si en el Círculo la palabra la toman creadores negros, en Matadero se incluye una sección de cortos y películas de 18 autores, con nombres como el de Rubén H. Bermúdez, que acaba de ser galardonado en Documenta-Madrid por ‘A todos nos gusta el plátano’, que reflexiona sobre gestos de lo humano en una poética que reivindica una sociedad más inclusiva, más abierta.

Eso se acompaña de una video-instalación de Larry Achiampong, con sus ‘banderas’, que nos trasladan a su idea de panafricanismo; un panafricanismo que no se apoya en estructuras del pasado, sino que se enfrenta a la Historia con espíritu crítico, proponiendo un posible sujeto futuro. Allí se muestran dos piezas claves de su serie ‘Relic Traveller’: una primera en la que se asientan las bases de ese afán de mostrar esa realidad global, poética y compleja del panafricanismo, y una segunda, la última, desarrollada durante la pandemia y resultado de la separación que tuvo de sus hijos, que traslada a una especie de carta-testimonio de lo que significa heredar una identidad cultural.

Pese a su origen español, todas estas cuestiones no le son ajenas.

Si me lo preguntas, creo que es casi fundamental entender el mundo en la manera en que lo hace Toni Morrison, que es hablando desde la realidad que uno conoce. Y no guiados con el afán de estrechar un círculo, creando culturas nicho, dedicada a una única comunidad, sino que hay que abrir ese campo. Durante estas semanas participaré también en ‘El valor de la imagen’, una convocatoria de encuentros de Fundación Telefónica. Y uno de los aspectos que más me interesa del espacio expositivo es el del encuentro con el otro, contigo, conmigo, con el público en general. En esos momentos la exposición funciona también como plataforma de diálogo, genera la sensación de la fotografía como evento social. Siempre intento que con las exposiciones que hago los artistas hablen a través de su obra y que el discurso alcance e integre al espectador. Y las posibilidades son tan múltiples como gente venga a ver las muestras.

La exposición del Círculo se nutre de una única colección, la de Arthur Walther. ¿Es la mejor colección de fotografía negra del mundo para que no haya que acudir a más fuentes?

Yo no conozco todas las colecciones del mundo, y, en ese sentido, debo contestar que lo es. Pero si no lo es, al menos es una de las más inteligentemente concebidas. La presencia de la foto es abrumadora en ella, porque hay un interés taxonómico de recopilar la obra de los artistas representados. Y en cada presentación que se hace de sus fondos se realiza el mismo gesto, que es el de transmitir la idea de que la fotografía es fuente de conocimiento. Por eso no se compila una única imagen de cada autor. Eso también se traslada a la concepción de la exposición del Círculo. Creo que el gran olvidado de las muestras que se realizaron durante los años noventa de artistas africanos eran los propios autores. Las obras se convertían en ilustraciones de estereotipos preconcebidos.

Obra de la serie ‘Vistas posteriores’ (1998), de Malick Sidibé

Aquí, los trabajos son tan plurales que se establecen como puertas de entrada para todos aquellos que tengan una curiosidad mayor sobre los artistas. La obra de Theo Eshetu, al que incluimos en la nómina, es fundamentalmente fílmica, trabajando desde los 80 y alcanzando una videocreación a la altura de la de Tony Orusler. Sin embargo, nunca consiguió el reconocimiento en ese sentido porque todo el mundo quería ver su obra desde una perspectiva racial, o vinculada a la geografía, como si el origen fuera un atributo estético. En resumen: sí, esta es una colección espectacular, que nunca se ha presentado en su magnitud. Aquí se ofrece parte de la misma, y de sus contenidos africanos. También se nutre de fotografía alemana y china, por ser los lugares que forman parte de la vida de su compilador.

¿Existe una página de la Historia del Arte escrita por los artistas negros españoles?

Existen muchas. En los noventa, yo acudía mucho a la revista ‘Revue Noire’ para encontrar las respuestas que yo misma me hacía en torno a identidad cultural, para descubrir a qué mundo pertenezco. Soy española, y quería, a la vez, abrazar otras partes de mi cultura, sin que aquello hiciera excluyente lo uno de lo otro.

Hay un proyecto muy bonito, el denominado Chimurenga Library, de este colectivo sudafricano, en el que se presenta revistas o publicaciones que no se han compilado pero que sirven para contar la cultura negra, y donde tú puedes ver la cantidad impresionante de obra desarrollada, desde administradores coloniales hasta intelectuales locales. ‘Nka’, el magazine de ‘Cornell’, que lleva Salah M. Hassan, es muy importante… Son lugares en los que encontrar partes de esa Historia. Porque no existe una enciclopedia de todo eso. Y no puede existir. Sí un millón de aproximaciones a estas formas de arte. Esta exposición es, de hecho, una puerta de entrada. Uno tiene que tener la voluntad de aventurarse a descubrir estas realidades, como lo hacemos con otros creadores.

Ha comentado que la Carta Blanca se ha visto alterada por el coronavirus. ¿En qué sentido?

No puedo hablar de las exposiciones que al final no se celebrarán. Es cierto que el proyecto se ha tenido que reducir por cuestiones obvias, pero, en términos fundamentales, esta Carta Blanca tiene su ambición inicial. De hecho Matadero, en octubre, en colaboración con Cineteca y el Festival de Locarno, servirá para proponer otros contenidos audiovisuales. Queremos hacer presentaciones de artistas en otoño, creadores también locales, Heidi Ramírez, Rubén H. Bermúdez, y alinear fuerzas con festivales como Conciencia Afro. Ningún proyecto se queda nunca colgado, y es posible que alguna de las expos que caen ahora tenga futuro.

Entiendo que no es igual una mirada negra hacia la realidad negra que una mirada no racializada. ¿Esto se contempla en el proyecto?

Es algo difícil, pero no imposible. Y espero que ese juego lo genere el espacio expositivo. Al final, esta es una propuesta para un espectador. Y por mucho que yo quiera presentar una realidad exclusivamente para ti, negro o blanco, la intención es imposible. La mirada del otro es fundamental aquí. Pero la relación que el otro establece con la fotografía, con el artista, con el conocimiento que se extrae de la experiencia, no la puedo prever. Ni siquiera el artista la puede prever. Lo único que podemos esperar como comisarios es haber creado un espacio lo suficientemente abierto para que tú puedas entrar como espectador. En el fondo, todo es siempre un proceso de desaprendizaje. Espero que un proyecto como este enseñe a ver la realidad negra, también española, de una manera distinta, que me vea a mí diferente. Que se olvide lo que se conocía para empezar a encajar un ‘quién soy yo’ a través de estas imágenes.

Yo, madrileño, no tengo nada que ver con una persona de Moscú. Pero ambos somos europeos. Hablar de lo ‘panafricano’ implica los mismos riesgos.

Como el de la raza, es un tema infinito. Y como el de la raza, también te afecta a ti. Una de las cuestiones que yo espero que esto rompa es aprovecharse de la racialización como instrumento de marginalización. En el fondo, tomos somos raza. Cada uno la suya y según se quiera seguir una doctrina científica u otra. Pero es importante que veamos estas fotos y estas realidades como algo múltiple. A veces no hay tanta relación como esperamos, o sí la hay, porque esos son ejercicios que hacemos nosotros en nuestra cabeza.

‘Danielle’ (2017), de Belinda Zhawi (‘Contra la raza’, en Matadero Madrid)

Estoy también participando como comisaria invitada de publicaciones de la Bienal de Sao Paulo y uno de los proyectos es un catálogo de los artistas con sus contribuciones en el que se incluye una relación de imágenes, una detrás de otra, que no van en el orden en el que estos las facilitaron, sino que de manera que cada una dialogue con la siguiente de alguna forma. En el texto de presentación, yo explicaba cómo uno no tiene una idea preconcebida en la cabeza. Si hago el mismo ejercicio dentro de diez días, probablemente la relación entre las imágenes sea diferente.

El contexto es fundamental. Yo nací en España, en Córdoba, me he criado en Canarias, ahora vivo en Londres… Con este proyecto vuelvo de alguna forma. Y a muchos de estos artistas yo los he conocido en los últimos 25 años. Estas muestras son como volver a casa con esta manera de pensar en la experiencia negra de hoy. Yo, en mi adolescencia, no tenía relación con esta cultura que no fuera mi familia. Por eso para mí esta es una apuesta muy bella.

Son casi 25 ediciones de PHotoEspaña. No sé si es de las que piensa que nunca es tarde, ¿o llega esta lectura demasiado tarde?

No llega demasiado tarde, no… Y si se hubiera hecho el verano pasado, dramáticamente habría sido un shock, coincidiendo con el asesinato de George Floyd y las declaraciones anticolonialistas, antiesclavistas y decoloniales que se reformularon en ese momento. Pero España tiene que empezar a mirar su identidad cultural plural. No se puede entender la Historia de España sin estudiar la Historia de comunidades que hoy forman parte de la población. Esta vez es la mirada negra, pero tal vez hace falta que la próxima sea algo más radical sobre la vida de los latinos que viven aquí, y cuál ha sido el ejercicio de ida y vuelta que se ha establecido históricamente. Claude ya quiso invitarme hace unos años, pero yo no pude entonces. Pero me resultó curioso que cuando la invitación se formaliza no había focos en África en la web. Esto no es algo que tiene que pasar ‘ahora’, sino que tiene que calar en otras ediciones.

Le pregunto también por las mujeres creadoras negras. ¿Se ha llegado también tarde a su puesta en valor, como las occidentales blancas?

Es cierto que en los años 50 o 60 se da que hay menos nombres de fotógrafas, y la mujer ha tenido un papel mucho más radical del que a menudo se le ha querido ofrecer. Pero hay que esperar a los setenta para ver que el papel de la mujer tras las cámaras, de fotos, de cine, es más relevante. Su recuperación se está haciendo hoy en paralelo a la de los hombres negros, e incluso también por las propias mujeres. Lo bueno es que ya hay muchas historiadoras y críticas en la línea de lo que se ha entendido como ‘HERstory’. Toda ausencia habla no solo de lo que se perdió, sino también de por qué se perdió. En eso hay que poner también el foco. Qué gestos son los que fomentan comportamientos de marginalización. Qué políticas son las que determinan las maneras como nos relacionamos los unos con los otros. Cómo eso se presenta en los espacios artísticos y culturales…

Mencionó antes su labor en el CAAM cultivando el imaginario negro. ¿A qué otras instituciones españolas hemos de acercarnos para ahondar en esta realidad?

Hay mucha literatura y mucha filosofía, también de cooperación… Pero ha llegado el momento de afrontar el asunto poniendo el foco en los actores que generan estos proyectos. Una institución fundamental, y quizás con el mejor centro documental, es la Fundación Tàpies. Yo la frecuenté mucho cuando estudiaba allí. También tiene mucha información el CCCB, porque Pep Subiós inició una relación muy bella con ‘Revue Noire’ y puso en marcha algún proyecto interesante. Cuando yo estudiaba no era fácil encontrar nada sobre África por aquí. Fue una profesora la que me animó a profundizar en estos asuntos. Al principio me molestó: ¿Tenía que hacerlo porque era negra? Pero luego me di cuenta de que era cierta psicología inversa la que estaba usando, de forma que me lancé porque me di cuenta de que era una manera de contar esa realidad por mí misma. Los artistas estaban haciendo eso también.

África, para un español, ¿es una cosa muy lejana que se encuentra a solo 14 kilómetros de distancia?

Es una realidad, no lejana, pero sí sobre la que se asienta una imagen generada hace mucho tiempo y que mucha gente persiste en ver. Aunque todo a su alrededor haya cambiado y aunque todo a su alrededor diga que eso ha cambiado. Creo que tendríamos que escuchar más historias de inmigrantes, de esos que llegan a este país. En Matadero se incluye una pieza de Berni Searle sobre la frontera española, ‘Seeking Refuge’, que refleja la inmigración de manera dura, pero desde cierta poética.

Me viene a la cabeza la imagen de esa voluntaria de Cruz Roja abrazando a uno de los migrantes que llegaron a Ceuta hace unas semanas. Me pareció un gesto bello y me sorprendieron las críticas que se lanzaron a la acción. Ese gesto fundamental del abrazo encierra la imagen de que todos somos seres humanos. La Historia de España también es la Historia de Guinea y no la tienes que contar en los términos de la película ‘Palmeras en la nieve’. Hay una necesidad de ver esa realidad por lo que es y de vernos a nosotros mismos por lo que somos.

‘Lacrizotiek’ (2019), de Sara Sadik

Texto publicado en la web de ABC Cultural el 8 de junio de 2021

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