En el estudio de Okuda

Okuda, sin escala de grises

El estudio de este creador en Madrid se llama Factory of Dreams. Un colorista ‘rincón’ en el mapa desde el que se proyecta al mundo

No hay medias tintas con Okuda (antes, cuando no era aún una marca, Okuda San Miguel, con apellido): es un artista al que se le ama o se le odia. Entra dentro de ese saco de creadores nacionales (Boamistura, en el ámbito del arte urbano en el que también y tan bien se mueve; Javi Calleja…) que son más valorados fuera, y mueven más masas (de todo tipo) fuera, que en nuestro propio país donde se les denosta por ser considerados ‘superfluos’, ‘superficiales’ o ‘epidérmicos’.

Okuda tiene un lema que en su estudio repiten como un mantra («porque más es más, y menos es aburrido») y quizás lo que se le censura es su espontaneidad, su exceso de color, su, en apariencia, falta de sentido crítico, en un país, España, en el que todo artista tiene que llevar el ‘statement’ grapado en la frente, actuar a cara de perro y ser más conceptual que Duchamp para que las ‘elites artísticas’ lo tengan en cuenta.

«El trabajo es mucho más crítico de lo que parece –explica desde su estudio en Usera–. Y creo que esa vertiente se ha ido acrecentando con el tiempo. En mis comienzos, hace 20 años, era más impulsivo». Pero, ¿le afecta todo lo que se dice de él?: «Para no verme afectado, no me muevo mucho en redes. Hago mil entrevistas, participo allí donde se me llama, pero no estoy pendiente de los resultados. Me afecta el cómo le afecta todo eso a los que quiero, a mi madre. Y creo que muchas veces es una falta de información. ¡La que se montó con el faro de Ajo! No me interesa la política, me llevo bien con todos. Y luego está lo del dinero público… Yo no vivo de eso. Si tuviera que mantenerme con los proyectos que me salen en España, ni sobreviviría».

Factory of Dreams, el espacio de 1.000 metros cuadrados de Okuda en Usera, en el que trabaja con un equipo de hasta 30 personas

Desde luego, proyectos no le faltan. Mientras hablamos con él, remata iniciativa para Panamá, que coincidía con los últimos retoques a las mega-instalaciones que ha metido en el nuevo MGV15, en plena Gran Vía madrileña, en lo que fuera la antigua sede de la joyería Aldao y ahora espacio privado para la ‘experimentación’ artística inmersiva. En DF cubrió, coincidiendo con la feria MACO, toda la fachada del frontón de la ciudad, puso en marcha su primer túnel caleidoscópico (en la cita de Madrid se puede disfrutar de otro más modesto) y presentó su primer prototipo de vivienda (de unos 70 m2) totalmente ‘okudizada’.

Y lo mejor es que todo eso parte de un relativo pequeño espacio en el sur de Madrid (relativo, porque son más de 1.000 m2), en el que mueve a un equipo de hasta 30 personas que generan propuestas que han recalado en los puntos más insospechados del planeta, de Lima a Vancouver; deTaiwán a Goa; de Isla Mauricio a Perth… Una especie de ‘factory’ colorista y ‘high tech’ que cuenta además con sus propios uniformes y su tipografía. No en vano, se llama Factory of Dreams y es a su vez sede de la Fundación Coloring the World, de la que Okuda es presidente, y de Ink & Movement, agencia de representación de artistas a la que también está vinculado.

Factory of Dreams, el espacio de 1.000 metros cuadrados de Okuda en Usera, en el que trabaja con un equipo de hasta 30 personas

En sus estancias, hay lugar para la exhibición artística (un Porsche tuneado recuerda una de sus recientes colaboraciones con marcas de alto copete), pero también para la celebración de cenas ‘artivistas’ como las que prepara su amiga y madrina Cayetana Guillén Cuervo y en la que se mezclan actores, políticos, cineastas… Para ello no falta una envidiable cocina.

Por su puesto, un área de descanso y oficina con una inmensa biblioteca para Okuda, así como las oficinas de las instituciones mencionadas, zonas de almacenaje (con todo el ‘marchandising’ imaginable: libros, botellas de vino, puzles, ropa, sábanas…), estudios para otros artistas (por allí han pasado, por ejemplo, MisterPiro, o más recientemente, gracias a la beca anual que organiza la fundación, la venezolana Rosa Aguilar); obras suyas, monumentales, (como las que acaban de regresar de Corea, o sus tapices, un ‘descubrimiento técnico durante la pandemia, que surgió para entretener a su madre); junto a colaboraciones con otros, como Samuel de Sagas, para un creador para el que el 11 es un número mágico (y en once cierra muchas de sus series o inaugura exposiciones, como su instalación para el Liceo de Barcelona en noviembre de 2021)…

Okuda en su estudio

Por descontado, zonas ‘sucias’, en las que un organizado equipo se afana en hacer el trabajo más mecánico, coloreando triángulos. «Empiezo proyectando. Realizo los fondos y unos códigos de color para que puedan ser seguidos por los asistentes. Cuando ves ese arranque en blanco, todo parece una movida extraña, llena de números. En el fondo, hay mucho de matemáticas allí, soluciones a las que yo llegué de manera orgánica pero que algún catedrático de la Universidad de Cantabria me dijo que se había preocupado de estudiar. Luego voy entrando y saliendo en las obras todo el rato: no soy capaz de vislumbrar un resultado final».

El escenario, el estudio, cambió. Aquí llegó hace año y medio desde Villaverde. Okuda vive relativamente cerca, pero le han regalado una bici eléctrica para que no tenga que venir andando. ¿Ha cambiado el artista?: «Por descontado, ahora soy mucho más disciplinado. Ahora pienso más en mi familia, en darles lo que no tuvieron. De todas formas, creo que la gente de mi edad [Okuda tiene ya 42] es muy aburrida, por eso me rodeo de gente joven». El de ‘aburrido’ es un adjetivo que se le escucha mucho. Dejó Cantabria, porque la gente le parecía «excesivamente normal allí» («en Madrid todo es ‘queer’ y poliamor»), y, como se explica en uno de los vídeos de MGV15, su trabajo analiza «el choque entre nuestras raíces y la contemporaneidad».

Propuestas del cántabro en el nuevo MGV15

A Okuda, que suspendía pintura en la facultad por poco metódico, le coleccionan ahora en EE.UU., en Francia, en China, cuyas puertas le abrió la pandemia. Si antes era murales lo que le encargaban, ahora son las esculturas monumentales (para las que tiene otro taller en Illescas) lo más demandado. Pero ya piensa en el metaverso, en los videojuegos… «Mi lenguaje es tan geométrico que tiene cabida en muchos ámbitos», recuerda. Ya solo le queda entrar en las mentes más cuadriculadas.

Texto publicado en ABC Cultural el 15 de julio de 2023

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