Entrevista a José Manuel Navia

«Nuestro Mediterráneo es el de Cervantes. Y eso asusta»

En este Año Cervantes, el fotógrafo José Manuel Navia se propuso seguir los pasos del autor del Quijote. Sus pesquisas dieron pie a un libro y una exposición, en el que los escenarios que pudo ver el escritor se solapan con su realidad actual

José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)
José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)

En Miguel de Cervantes o el deseo de vivir, proyecto editorial de Ediciones Anómalas (y también expositivo, gracias a AC/E y el Instituto Cervantes, con paradas este verano en Almagro, Tirana y Palermo), para el que José Manuel Navia (Madrid, 1957), recorre y fotografía los ecos actuales de la huella del escritor por toda Europa, se hace una división de la vida del autor del Quijote con una gran línea: a un lado queda, el mar de juventud, su etapa de buscavidas. Del otro, la tierra dentro de la madurez, periodo en pos de la fama. Un poco de todo esto (el mar de Corinto, los de Lisboa y Barcelona; la tierra de Castilla, de Andalucía, de Sicilia…), hay en unas instantáneas que nos reconfortan con el escritor, pues lo humanizan, mientras nos entroncan con una tradición que posiblemente estaremos condenados a repetir. Así es el alma española que tan bien reflejó este grande de la literatura universal.

Gran reto el de seguir las huellas de Cervantes. ¿Por qué se embarca uno en una aventura así?
Se habían seguido mucho las huellas de Don Quijote. De hecho, un viejo colaborador de esta Casa, Azorín, hizo para el Imparcial un gran reportaje que luego dio pie al libro La ruta de don Quijote. Pero la vida completa de Cervantes, posiblemente se había abordado desde un punto de vista textual, con buenos biógrafos, pero no tanto artístico. Para mí, la fotografía y la literatura van muy de la mano. Por formación, estudié Letras. Y creo que son dos lenguajes que se complementan bien. A lo largo de mi trayectoria he trabajado sobre un concepto que podríamos definir como de «territorios literarios», es decir, lugares que están ligados a la vida o a la obra de un escritor. Hacerlo sobre Cervantes era la mayor insensatez de todas. Primero, porque es un personaje que tiene una magnitud que impresiona. Luego, porque es fácil cogerle cariño. Porque Cervantes era un tipo muy normal. He tenido la suerte de ser amigo de sus grandes biógrafos, como Jean Canavaggio, Paco Rico, Joaquín González Cuenca, los Alvar… Todos coinciden en que es la antítesis del noble o del héroe. Él fue un superviviente. En ese sentido, te vas fascinando mucho con el personaje.

 José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)

José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)

Entonces, no le movió el encargo…
No. La cosa viene de largo. En 2004, por encargo entonces sí de la editorial Lunwerg (luego intervino también el Instituto Cervantes), me propusieron hacer esto mismo pero con Don Quijote por el centenario de la primera parte. Pero la primera vez que yo trabajo sobre los territorios de esta obra es para una revista para la que colaboraba entonces bastante y que era japonesa. Ese proyecto lo hice a finales de los noventa, pero con un planteamiento mucho más periodístico. Territorios del Quijote, fue, años más tarde, un libro de Lunwerg y una exposición en la Biblioteca Nacional. Hablando con Carlos Alvar, este ya por entonces me recordaba que los importante llegaría en 2015, porque en 2016 se juntaba la segunda parte del Quijote, en la que Cervantes da el do de pecho, y la muerte del autor. De hecho, una de las cosas que hago en la exposición es una lectura de la muerte de Don Quijote, que se inicia en Barcelona, donde es derrotado, con la del propio autor, que casi estaba escribiendo su propio final. Se sabe que acaba muy pillado de tiempo la segunda parte del Quijote, que se publica en 2015, y que muere en abril de 2016. En 2013 comencé a hablar con el Instituto Cervantes y convenimos que la mejor manera de financiar el proyecto y sacarlo adelante era proponérselo a ACE (Accción Cultural Española). Ellos ya me conocían de otros trabajos, y gracias a su aportación, hiciendo suya la propuesta, esta salió adelante.

¿Cuáles han sido sus fuentes para seguir a un escritor del que no disponemos de muchos datos?
Eso, que para un historiador o para alguien que quisiera hacer un trabajo científico habría sido un problema (y, de hecho, todos los grandes cervantistas sufren, y algunos hasta se han inventado cosas), para mí, como creativo, era lo mejor, porque me dejaba un espacio de libertad en el que yo también podía pensar, intuir o soñar lo que había hecho Cervantes. Puedo jugar. Pero mis fuentes de documentación han sido, por un lado, la propia obra de Cervantes, que es muy rica en información, porque –y precisamente, por ser un superviviente– es un tipo que escribe muy al hilo de sus propias experiencias. Notas que a la obra le llega la fuerza porque sabe de lo que habla. Yo creo que hay dos tipos de escritor: los culteranos, que pueden ser muy buenos, pero que escriben sobre literatura, sobre lo que otros escribieron, y toda esa gente que tiene un impulso vital de escribir a partir de una vida llena de experiencias. Y la de Cervantes es inagotable. Por otro lado, me he empapado de las buenas biografías del escritor.

¿Y todo esto le ha servido para ser riguroso o para hacer un poco de ficción?
Yo vengo de una escuela muy documental, muy del reportaje fotoperiodístico, aunque no ligado a la actualidad del día a día. Y creo que buena parte de la gran literatura surge de reporteros. Por ello, no me invento nada. Otra cosa es que me mueva con cierta libertad, algo a lo que la fotografía me obliga. Porque su lenguaje es radicalmente contemporáneo. La mía no es en absoluto elaborada: yo trabajo con lo que me encuentro. Tal vez lo más trabajado en mi obra es la luz, pero no porque yo la añada, sino porque elijo mucho los momentos. Mi manera de trabajar es con tiempo. De forma que he realizado un trabajo muy subjetivo, pero muy apegado a la realidad. Y a la realidad que conocemos.
Ya en 2005 (víspera del 4 centenario) compuso «Territorios del Quijote». Supongo que ese proyecto se podría contener ahora en este más ambicioso.

España, Campo de Montiel, provincia de Ciudad Real, Ruidera. Hijo de unos veraneantes en la laguna Colgada. Spain, Campo de Montiel county, Ciudad Real province, Ruidera Lakes. © Navia
España, Campo de Montiel, provincia de Ciudad Real, Ruidera. Hijo de unos veraneantes en la laguna Colgada.

¿Ha variado mucho su enfoque en diez años?
El que pueda comparar ambos libros descubrirá que no tienen mucho en común. El primero era un encargo, que además requería de una cantidad inmensa de fotografías, lo que yo, a priori, no comparto. Yo no tengo capacidad de hacer 200 buenas fotos en un año o dos de trabajo. Era un volumen que formaba parte de una colección de Lunwerg y con unos condicionantes claros. Como experiencia, fue maravillosa, y de sus resultados hay alguna fotografía que aprovecho para este otro proyecto, aunque al final no la utilizo, pese a que podría haberlo hecho. Al ser esta segunda una idea que parte más de mí, me he movido con absoluta libertad. Lo que tenía claro es que quería hacer una evocación. Y te puedo poner un ejemplo: En Sicilia sabemos que Cervantes estuvo en Palermo y Mesina, porque allí estaba el hospital en el que los soldados españoles heridos se recuperaban. A él le hieren en Lepanto y se tira como seis meses en esta casa recuperándose. Yo podía haber seguido esas huellas, buscado ese edificio, pero quise hacer algo no tan historicista, sino más evocador. Mi estancia en la isla coincidió con la Semana Santa, que tiene mucho que ver con la española, por Historia, y me topé con una fiesta muy hermosa en Prizzi en la que unos tipos se disfrazan de diablos y otro de muerte y van por las casas al amanecer. Yo fotografíe este rito, y la fotografía que ha quedado de Sicilia es una imagen de la muerte, porque lo que hizo Cervantes en la isla durante seis meses fue luchar contra ella. Por ahí van los tiros. Busco resultados más metafóricos que eminentemente documentales. Porque si no, al final terminas haciendo un libro de monumentos, o de Historia del Arte. En el libro no hay estatuas; pocos edificios… Y eso que he fotografiado todas las casas museo que hay por España dedicadas a Cervantes, que, como todo, las hay buenas, regulares y malas. Pero de ellas no ha quedado ninguna en el libro. O están presentes veladamente, a través, si quieres, del Retablo de Maese Pedro que está en la de Alcalá de Henares, que es preciosa, pero que es solo una recreación, una especie de parador nacional. Las únicas que sí parece que se mantienen más o menos como la original son las de Valladolid, porque un intelectual alemán las compró y las conservó. Pero ese tipo de fotografía me resultaba como de cartón-piedra. Yo lo que quería era mostrar el mundo de hoy en los escenarios que vivió Cervantes. Por eso me centro en los ecos y las resonancias.

Nos remite a «Nostos» para entender «Miguel de Cervantes o el deseo de vivir». ¿En que sentido ese otro libro fue un prólogo metafórico?
Cuando viajé a Sicilia, estaba ya dándole vueltas en la cabeza a lo de Cervantes, aunque acabando ese libro que mencionas. En definitiva, Nostos, nombre griego, remite a La Odisea, a La Eneida, a las grandes epopeyas en las que nace la idea del viaje como metáfora de la vida, algo que me interesaba mucho. Pero en Nostos se convierte en algo muy subjetivo, ya que es mi propio viaje por mi propia vida a través de fotografías de los últimos doce o catorce años, con las que construyo una especie de narración donde está presente mi infancia o la guerra civil, que, como toda mi generación, aunque no la vivió, la escuchó insistentemente desde un lado y desde el otro… Cuando me propongo hacer lo de Cervantes, había fórmulas que ya estaban en Nostos y que era posible aplicar de nuevo, pero no referidas a mí mismo, sino a una vida concreta. El ejercicio, una vez más, era usar las imágenes como metáforas que remiten a ese mundo de la memoria. Tiempo y memoria son las características propias de la fotografía tal y como yo la entiendo, y, por supuesto, de la literatura para el noventa por ciento de los escritores.

Hemos «leído» mucho el «Quijote», pero, ¿hemos aprendido a verlo en imágenes? ¿Existe una iconografía cervantina contra la que tenía que luchar?
Yo creo que no. Cervantes, de entrada, es víctima de su propia obra. Hay una gran confusión entre Cervantes y El Quijote. De hecho, muchos compañeros tuyos y mucha gente que me presenta en actos se lían y cuentan que he seguido «los pasos de Don Quijote». Este año, que está tan de moda compararlo con Shakespeare, es fácil ver como el inglés fue todo lo contrario. Él, que fue el gran creador de la psicología moderna aplicada al teatro y la literatura, tuvo tantos personajes de primer nivel que se distingue muy bien de entre ellos como autor. Shakespeare no es ni el Rey Lear, ni Hamlet… Sin embargo, con Cervantes la confusión es constante. Y, a su vez, El Quijote ha generado mucha iconografía pero muy variopinta, que a mí me fascina, pero que raya en muchos casos lo kitsch. Y hay un buen fotógrafo como es Jordi Bernadó, con una expo al respecto en Cuenca, que se ha dedicado a recoger todos los esperpentos que hay por La Mancha en torno al escritor. Todo este fenómeno le ha hecho daño, pero denota también algo muy entrañable, porque, si lo piensas, también está en la esencia de Cervantes, que es como muy del pueblo, muy vulgar. Pensemos una cosa: ¿Cuál era el ideal de Cervantes? Los grandes poetas-soldado de la época: Manrique, Garcilaso… Todos eran nobles o hijos de nobles. Su poesía era elevada. Cervantes era un «pringao», que llegó al equivalente actual de cabo en el ejército. ¡Era tropilla! Y crea un caballero que también lo será de mentirijilla. Y el escudero es un labrador, que montan en un caballo flaco y en un burro… Eso es España. Eso es Pedro Almodóvar… Es una catarsis de todo lo que es este país. Y lo refleja de una manera genial. Pero se ha prestado también a imágenes horrorosas, a películas infames… Porque, además, nunca se sabe por dónde coger al Quijote. Y todo lo que lleva el nombre de Quijote fracasa: el aeropuerto de Ciudad Real, el parque temático que paró la crisis… Pero, a la vez, es muy nuestro. Refleja esa manera disparatada de país. Hasta en eso Cervantes es de una modernidad desbordante.

Portugal, Lisboa. Río Tajo y torre de Belem
Portugal, Lisboa. Río Tajo y torre de Belem

No es la primera vez que aborda la figura de un escritor (Antonio Machado, 2007; «Un Madrid literario», 2009…). ¿Qué es lo que le interesa del encuentro entre imagen y literatura?
No es fácil explicarlo. Y viene de muy largo. Por formación, siempre me ha interesado la literatura y, durante unos años, en la juventud, tuve la sensación de que debía dejar la fotografía y dedicarme a escribir. De hecho, hice la especialidad en antropología, porque desde el punto de vista de la creación, no sabía si tendría talento. También trabajaba en una editorial… Pero luego, la fotografía me acabó atrapando por la vía del lenguaje. Sobre todo, acabada la carrera, para mí se produce el gran descubrimiento personal de la fotografía documental, los padres de la fotografía americana y francesa. Autores como Paul Strand, Paul Smith, Robert Frank, patas que son como mis dioses tutelares. Esa es mi familia, aunque probablemente yo sea el hijo más tonto. Me di cuenta de que a diferencia de lo que ocurría en España en esa época, en la que la fotografía todavía era un medio subsidiario de otro (y así, en prensa, el fotógrafo era el que acompañaba al redactor para dar fe de que lo que éste contaba era verdad, un peligro, el del acta notarial, que Joan Fontcuberta ha denunciado muy bien), a través de estos autores te das cuenta de que esto no funciona así. Esta gente tenía talento o formación para haber sido escritores o pintores, pero eligieron ser fotógrafos porque creían en el medio, que es más rico de lo que muchos piensan. Yo empecé con la fotografía como un crío, porque me regalaron un curso de aquellos por correspondencia, y a mí lo que me apetecía era el laboratorio, la alquimia, como a tantos niños de mi generación. Y empecé a ganarme la vida con ella. Pero no tenía claro que fuera a ser algo serio. Luego ya sí, pocos años después, descubrí que me interesaba mucho e iba vinculado a mi interés por el lenguaje.

La vida de Cervantes basculó entre el mar de la juventud y la tierra adentro de la madurez; la etapa de buscavidas de los comienzos y la de asentamiento del final… ¿Cuál ha sido su destino preferido o el que más le ha sorprendido?
En los diez días que he estado en Sicilia casi se descompone el mundo: Niza, Turquía, Múnich… Pero es que seguimos en el conflicto de la Cristiandad con el Islam. Ya no lo llamamos «Cristiandad» porque somos más modernos y nos referimos a ella como «mundo occidental», pero al final, es el conflicto del Mediterráneo. Y en ella aparece de nuevo Tuquía, que son los otomanos, y que así les denominan todavía hoy en Grecia y el norte de África. Eso es impresionante. Porque han sido imperialistas. Y a los imperios se les respeta y se les teme a partes iguales. De repente te das cuenta de que este Mediterráneo es el de Cervantes. Eso asusta. Y éste no llegó allí como podía haberlo hecho Jorge Manrique al mando de un gran ejército, sino sin saber muy bien por qué. Canavaggio lo explica bien: Cervantes sale al encuentro con la Historia y de un modo involuntario. Y se topa con Lepanto y, como explica José Luis Lucía Megías, debía de ser el que le pasaba las piñas al arcabucero, pues llevaba menos de seis meses en el ejército. Yo estaba en Albania cuando se produjo el atentado en el aeropuerto de Estambul. Y el director del centro, que tenía que llegar a la inauguración, casi no lo consigue porque le pilló el atentado en el aeródromo turco. Es que cualquiera nos podemos encontrar así, y así es cómo se encuentra Cervantes, que de la manera más tonta se halla cinco años preso en Argel por el ejército otomano. Además, ¿para qué les apresaban? Pues para pedir un rescate. ¿A qué te suena todo eso? No los mataban porque eran una buena fuente de financiación. El mundo ha cambiado mucho pero no tanto. Lo bonito es que me he podido encontrar a Cervantes en sitios muy vulgares, porque él vivió la vida de un tipo normal. No fue una gran vida. No tienes que acudir a grandes palacios o a grandes acontecimientos. Su espíritu está en cualquier bar, en cualquier hotelucho en los que yo duermo. En ese sentido, es fácil empatizar: ¡yo soy otro pringao, no un diplomático ni una estrella!

Localizados los lugares, ¿a qué o a quién ha disparado Navia?
Hacia donde puede. Tengo miedo a lo que se llama la «fotografía literaria». Cuando quieres ser muy literario acabas haciendo o grandes cursiladas o ilustraciones. «Esta es la pila bautismal de Cervantes». ¿A quién le interesa la pila bautismal en la que bautizaron a Cervantes? Lo que importa es el Alcalá que él vivió. Lo que más me gusta de mi trabajo es que tengo excusa para leer mucho. Pero no intento aplicar directamente toda esa información. Llego a Argel, una ciudad difícil ahora para trabajar, y me pongo a fotografiar lo que me llama la atención. Y tengo la fe de que todo eso que tengo en la cabeza me va a influir. Si buscara algo en concreto estaría siendo infiel al lenguaje de la fotografía tal y como yo lo entiendo. Creo que hay que tener fe en la realidad. Lo importante es dejar que el espíritu de los lugares te vaya permeando. Creo mucho en esta idea. Y me ha interesado siempre mucho seguir la huella de España, o la Península Ibérica, por el mundo. Todo mi trabajo personal se liga a eso. Así, por ejmplo, Leonardo Sciascia se ocupó mucho del Condado de Módica, en Sicilia, que en el siglo XIV fue entregado a una familia española, la de los Cabrera. Si en toda la isla lo español está muy presente, se supone que ahí, más. Por eso he ido a trabajar allí, pero no a ilustrar, sino con una mentalidad muy de reportero.

Grecia, boca del golfo de Corinto, lugar de la batalla de Lepanto
Grecia, boca del golfo de Corinto, lugar de la batalla de Lepanto

Dicen los expertos que esquivar grandes ciudades es muy del gusto del Cervantes escritor. ¿Ocurre lo mismo en su biografía?
Él era un superviviente. Vuelvo a citar a los grandes, que recuerdan que Cervantes acaba haciendo una serie de cosas, pero también porque tiene que sobrevivir. Y es que en las grandes ciudades tampoco es que le dieran mucho cuartelillo. Él quería ser funcionario, y quería que lo mandaran a América. Le salió toda la jugada mal, porque en los cinco años que estuvo en Argel, don Juan de Austria cae en desgracia, él que podía haber sido un buen recomendador. No le hizo caso el poder. Es como el tema de la religión: sorprende mucho que en un escritor como él no esté la Iglesia presente, y cuando aparece, no sale bien parada: el cura que quema libros, en el Toboso, que se cita lo de «con la Iglesia hemos topado», y responde Sancho: «Y quiera dios que no demos con nuestra sepultura»…. Cervantes fue un cristiano de categoría, lo que pasa es que fue un tipo de fuerte personalidad, de una manera determinada. Él fue un estoico cristiano, nada dado a los santos y las parafernalias, pero muy profundo en las convicciones morales.

Como bien señala, en Lisboa solicitó un empleo en Las Indias que no le concedieron. «De haberlo logrado, ¿habría existido un Quijote en Tierras de Nueva España?», se pregunta. ¿Tiene respuesta?
No solo no consigue no dar el salto, sino que le mandan de nuevo a Argelia, lo que es toda una canallada. Se calcula que, en la época, se apresaba al 50 por ciento de las naves en cada ataque. Podríamos haber tenido un Quijote tropical. O habría llegado a América y se habría muerto de malaria, que era como acababan la mitad de los que iban…

La muestra ha iniciado una triple itinerancia, nacional e internacional, ¿con qué ojos ha sido recibida dentro y fuera?
Es curioso, pero la mirada es bastante universal. En general, la figura de Cervantes es muy conocida, de forma que lo entienden muy bien. Al principio les sorprende, porque creen que van a ver una exposición de fotografías sobre el escritor. Esperan algo más documental y pesado, más historiográfico. Pero con rapidez ven el nexo, ese juego de la imagen y la literatura. Porque la imagen tiene un gran componente proyectivo. Es importante lo que yo te muestro, pero tanto o más lo que tú ves. Y, a diferencia de la palabra, es un signo gráfico, un signo polisémico muy abierto. AECID coordina una tercer itinerancia que está llegando a los países de los Balcanes, a destinos como Sarajevo, que hace bien poco han vivido una guerra de este tipo. De repente, esa parte o la del Mediterráneo, la entienden bien. Por eso, aunque la España interior está muy presente, porque así tiene que ser, le hemos dado mucho juego, sobre todo en la primera parte del libro a esa división de la que hablabas antes del mar y la tierra. Eso explica luego muchas cosas. Caro Baroja distinguía entre los hombres de las llanuras y los de las montañas. Los primeros tienden a ser nómadas. Y los marinos son los mayores nómadas que hay, mientras que los segundos son más autodefensivos, más sedentarios. Cervantes era un hombre de la llanura, un tipo que quería marchar a América. Hay sitios en los que la expo la entienden bien porque forman parte de este contexto.

Italia, Nápoles, Quartieri Spagnoli, barrio de San Ferdinando
Italia, Nápoles, Quartieri Spagnoli, barrio de San Ferdinando

Sesenta y seis fotografías en la exposición, ochenta y cinco el libro. ¿Con qué secretos se ha quedado la publicación en papel?
Las imágenes son imágenes, es decir, tienen que funcionar, y por mucha película que yo te cuente, si no le dicen nada al espectador, no valen. En ese sentido, todo proceso de selección es importante. Es donde le vas dando forma a todo. Pero siempre intento, junto con mi equipo, que la imagen sea la que marque los discursos. En el caso del libro me obligué a no escribir ni una sola línea del texto hasta que no estuviera la edición acabada, pues corría el riesgo de escribir sobre algo que me gustara mucho y buscar una fotografía que le fuera bien. Hemos procurado que el libro tuviera una narrativa propia, como la tiene la exposición. En ambos casos, son dos ejercicios eminentemente visuales.

«El Quijote» tuvo una segunda parte. ¿Lo tendrá este proyecto?
Como proyecto, yo lo doy por acabado. Lo que ocurre es que formo parte de un colectivo que coordina Publio López Mondéjar que organiza la Junta de Castilla la Mancha y que me ha devuelto a fotografiar estas tierras. A mí me interesa mucho el Persiles, he de reconocerlo. Pero no voy a repetir algo exactamente igual. Quiero fotografiar ese Toledo en el que he terminado teniendo raíces gracias a estos proyectos. De todas formas, en este país nuestro tan raro, que no sabemos lo que es pero que sí que es una realidad geográfica, hagas lo que hagas te termina remitiendo a Cervantes. Por eso es el número uno, porque fue el que mejor lo sintetizó.

José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)
José Manuel Navia en Villatobas (Foto: Matías Nieto)

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural para KioskoyMas el 29 de julio de 2016

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