Entrevista a Marcel Dzama («Dibujando la Revolución». LCE)

«No sé cómo sería mi dibujo de no haber conocido a Goya»

Marcel Dzama es uno de los artistas internacionales más reputados, al que La Casa Encendida, en Madrid, le dedica la muestra más amplia hasta la fecha en España. Allí este creador ilustra «su revolución»

Marcel Dzama durante el montaje de «Dibujando una revolución» en La Casa Encendida (Foto: Isabel Permuy)

No sólo comparte con Duchamp, al que admira, su nombre. También su espíritu burlón (imposible no fijarse en sus calcetines, siempre de colores), pese a ser una persona muy tímida. Pero también se nutre del Surrealismo, del Dadaísmo, de El Bosco, de Goya… Todo ello lo ha plasmado el canadiense Marcel Dzama en sus afamados dibujos, dioramas, esculturas y películas. La Casa Encendida resume en Dibujando una revolución su trayectoria de los últimos cinco años en los que los contenidos cobran un importante ímpetu político.


–«Dibujando una revolución», titula la muestra: ¿qué es una revolución para usted?
–Un cambio de régimen. Pero supongo que esa es una definición más de diccionario (ríe). No sé… Después de la elección de Donald Trump estaba frustrado, molesto, tenía que reaccionar de alguna forma, con el dibujo, y así surgió la última serie…

–Que es un punto de partida de esta cita madrileña.
–La muestra vuelve atrás y abarca probablemente los cinco últimos años de mi carrera. Faltan piezas, qué duda cabe. Muchas de ellas se basan en mi obsesión por el ajedrez, por Duchamp, por el movimiento dadaísta, el ballet… Trabajé para un ballet en Nueva York que se llama The Most Incredible Thing, que representaba historias cortas de Hans-Christian Andersen, con un personaje que destruía el reloj de otros. Era durante una guerra, quizás la I Guerra Mundial, y esa era su reacción ante lo que sucedía en su época. Al final, el destructor era destruido por la obra de arte. Pero incluso si las obras de arte son destruidas, su espíritu puede enfrentarse a un dictador o alguien que intenta borrar o cambiar la Historia de una manera negativa.

También está, y es evidente, la influencia de Goya. Salta a la vista nada más entrar a la sala.
–Siempre ha estado en mi trabajo. Goya ha sido… No sé cuál sería mi estilo de dibujo si no conociese a Goya. Me ha influido muchísimo.

Dzama en La Casa Encendida (Foto: Isabel Permuy)

–Yo tenía un jefe que suele decir que, en tiempos convulsos, lo verdaderamente revolucionario es aplicar el sentido común.
–Es una frase fantástica. Estoy de acuerdo con eso. Y ser revolucionario de esa forma es lo que más me importa a mí ahora. Si hiciese una obra sobre otra cosa, sentiría que no estoy expresando mis sentimientos reales.

–Una de las presentes aquí se llama «La revolución será femenina». Explíqueme eso.
–Justo después de la elección de Trump, hubo una manifestación de mujeres en Washington. Mi mujer cogió un autobús para ir allí e hice un cartel-pancarta para ella. Hice una versión diferente después. Mi hijo y yo nos manifestamos delante de la Trump Tower, en Nueva York. Todo el mundo decía que quería ese cartel, por lo que hice un fanzine para ACLU, que es un fondo para luchar contra los terribles programas políticos conservadores que reprimen las libertades en Estados Unidos. También hice un fanzine con Raymond Pettibon que titulamos Illegitimate President, basado en el disgusto por Trump.

–Entonces, en su opinión, el futuro es de las mujeres. No es el primer artista varón que me lo dice últimamente.
–Creo que sí. Los hombres llevan dirigiendo todo desde hace mucho tiempo, y no estamos haciendo un buen trabajo. Le remito a una cita de Leonard Cohen: «Ojalá las mujeres hubiesen tomado ya el mando». Probablemente se la he dicho mal… (vuelve a reír).

–Confiesa que detesta la violencia. ¿Se puede hacer una revolución sin violencia?
–Siempre va a haber incidentes. Prefiero las revoluciones pacíficas. Normalmente, cuando se vuelven violentas, las cosas se vuelven grises. La intención de la revolución puede hundirse por eso.

–¿A qué responde su necesidad de mezclar fantasía y realidad en sus obras?
–Trump, en sí mismo, es una especie de retrato entre la realidad y la ficción. Es como un dibujo animado andante. Algo obvio de lo que reírse. No creo que sea un ser humano sustancial. Es como si nos siguiese y dijese: «Ahora les gusto», una distracción. Casi puro narcisismo, lo que hace que sea un personaje de dibujos animados perfecto. Pero volviendo a la pregunta: Me influyó mucho el Surrealismo, el Dadaísmo. La idea de disfraz, que normalmente representa algo en el dibujo.

–Le voy a preguntar ahora sobre la relación entre texto e imagen en las obras. En español se dice que una imagen vale más que mil palabras. ¿Por qué las suyas precisan de pie de foto integrado?
–En primer lugar, es para dar una orientación sobre el contenido de los dibujos, para no abrirlos a una interpretación general. Escribo algo sobre el marco como «Los tiempos difíciles eran…». Escribo mala poesía y, a veces, la escondo como parte del dibujo, casi como una mirada estética. La mayoría de las veces es algo que versa sobre el dibujo. No estoy muy seguro sobre ese texto que quiero mostrar y lo tapo con un dibujo.

–¿Hay entonces un Marcel Dzama escritor que funciona de manera diferente cuando no hay dibujos de por medio?
–Hago mala poesía. Nunca seré un poeta, pero me gusta escribir poesía. También escribo canciones. Hace unos años formé parte de una banda de música. Terminé volcando mi poesía en sus canciones.

–Goya, El Bosco, Duchamp… ¿Cómo se mira con ojos del siglo XXI a los maestros del pasado?
–Siempre hay lecciones que aprender del pasado, por eso nos repetimos. Vuelvo a Goya. Sus obras son normalmente sobre desvalidos o sobre personas olvidadas, el lado oscuro de las historias. En esas estamos hoy también.

«Feeding the Squirrels to the Nuts»

–¿Por qué en un momento determinado sintió la necesidad de saltar a lo tridimensional? ¿Qué era lo que le faltaba en las dos dimensiones?
–Normalmente, todo empieza desde el dibujo. Para una estructura hago un dibujo, también para una película… Pero después de un rato, si dibujo demasiado, me canso y tengo que cambiar de medio. Me gusta colaborar, me gusta tener a gente alrededor para trabajar con ella, especialmente en películas. Son como una familia durante un rato, como un juego. Al final, siempre me pongo triste cuando eso acaba. Son como una excusa para colaborar. También me encanta ver cómo los dibujos cobran vida, tienen presencia física. Hay una emoción en eso.

–Se desligan del padre.
–Es muy emocionante que pase eso. La película que tengo aquí hace alusión a Duchamp y a Goya. Es emocionante insuflarles vida, prepararlo todo. Casi me parecía que los conocía.

–Le pregunto también por su relación con la danza y el teatro. No solo por su colaboración con estas disciplinas: las comitivas de sus dibujos parecen seres danzantes.
–Cuando me trasladé a Nueva York, empecé a hacer dibujos más densos, más poblados de personajes. Intenté poner algo de orden en ellos, y para ello les puse en posición de baile. Compré un montón de revistas de ballet de la década de 1960 y 1970. Empecé a dibujar sus posturas. Comencé a leer los artículos y me metí en la danza. Después hice un vídeo musical, conocí a un coreógrafo, nos hicimos amigos y empezamos a trabajar juntos en películas. Me metí en ello y me emocioné mucho. Hice un espectáculo en Nueva York que, básicamente, eran diseños para escenarios de ballets y óperas. Un coreógrafo del Ballet de Nueva York me pidió que hiciese ballet después de eso. Y me obsesioné con ello al hacerlo.

–Estamos justo enfrente del mural que está haciendo para La Casa Encendida. Me interesa especialmente porque, digamos, es su última obra…
–Es otra pieza feminista, inspirada en la época de la manifestación de mujeres en Washington. Trump trataba de negar que hubiese más manifestantes reunidos allí que en su toma de posesión. La pieza se llama You Cannot Hide Our Numbers. Hay una cortina delante de ellas, pero la están empujando. A la espera de que llegue el cambio.

–¿Exorciza de algunamanera al personaje de Trump con la labor de esto últimos cinco años o va a seguir ahí?
–Abrió muchas espitas… Sabía que EE.UU. era realmente racista y sexista, pero no hasta ese nivel… Creo que tiene mucho que ver con los grupos de Internet, con Fox News, básicamente, una burbuja de medios de comunicación conservadores. Es como una caja de resonancia que no se basa en la realidad, y que a los negros o a las minorías les sea más difícil votar. Queda mucho por hacer después de Trump… Espero que, él, al menos, haya despertado a gente más joven que antes parecía apática de todo y que ahora piensa que tiene que hacer algo. Yo mismo, con Obama, pensaba que el futuro avanzaba; que se iba lento, pero que se avanzaba. Esto son 10 pasos atrás. La gente tiene que presionar. No podemos dejar que siga adelante. No pasará por sí solo.

«Turning into Puppets Two»

–¿Su trabajo sirve para despertarnos y ser conscientes de lo que está pasando en la realidad o para intentar evadirnos y buscar espacios alternativos a la misma?
–Ahora mismo es una reacción ante la realidad. Estoy seguro de que después de un tiempo todo se calmará y será más bien, cómo decirlo, una manera de escapar. Ahora mismo me parece que mi trabajo es más un toque de atención, o, al menos, a mí y a algunos de los artistas que conozco en Nueva York nos sucede. Solo hablamos de eso. Es difícil no hacerlo.

–Me remito a uno que ha mencionado: Raymond Pettibon, que escribe en el catálogo de esta cita y con el que ha colaborado antes. ¿Cómo se inicia una colaboración con alguien tan distinto a usted?
–Raymond y yo exponemos en la misma galería de Nueva York desde hace casi 20 años. Hemos ido a muchas cenas juntos. En ellas no somos las personas más sociables, por lo que nos entretenemos dibujando en las servilletas y en los manteles. En realidad, el hijo del galerista, Lucas, vio algunas de estas obras, y nos sugirió que hiciésemos un fanzine juntos. Eso nos llevó a hacer cada vez más dibujos. Después de un tiempo tuvimos bastantes para una exposición, que acabó en el PS1. Vamos a trabajar en una película juntos, probablemente el próximo verano.

–En esas colaboraciones se diluye el concepto de autoría, algo que reconoce que le gusta.
–La primera exposición que hicimos se tituló Forgetting the Hand [Olvidar la mano]. Sabíamos que en ella la gente diría que eso era mío y eso de Raymond. Yo pinté un montón de olas y de surfistas y él pintó mis personajes, y los mezclamos. En esa intentamos, a propósito, despistar a la gente. Somos casi como unos músicos: hablamos, pero no necesitamos comunicarnos de esa manera. Supongo que es como en el jazz o algo así.

–¿Y ahora qué?
–Estoy trabajando en una película con una cómica. Ella me interpreta a mí haciendo proyectos que he hecho en el pasado, observa versiones de ellos. Pettibon interpreta a mi galerista, David Zwirner. Me río de mí mismo. Ella es una cómica muy buena, algo divertido. Reírse de todo el mundo. Es como un biopic extraño. Y luego trabajaré en la película con Raymond que le he mencionado. Veremos si hay más proyectos en el futuro. Supongo que seguirá habiendo una reacción a lo que sucede en el mundo ahora mismo con Trump. No sé. No quiero decir que vaya a ser así. Espero que las cosas mejoren y que avancemos. Creo que todavía habrá alguna reacción a lo que sucede, pero quizás con un giro un poco suave, no tan directo.

Dzama trabaja en el mural específico diseñado para La Casa Encendida
Marcel Dzama. «Dibujando una revolución». La Casa Encendida. Madrid. Ronda de Valencia, 2. Https://www.lacasaencendida.es/. Hasta el 7 de enero de 2018

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 30 de septiembre de 2017. Número 1.298

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