Hacer el amor con el paisaje en Matarraña
El proyecto arquitectónico ‘Solo Houses’, en plena naturaleza, se amplió en 2019 con un programa de escultura. Este verano aumenta sus contenidos con una segunda edición que introduce piezas monumentales de grandes autoras como Mona Hatoum o Kiki Smith

Inevitablemente, nuestra relación con el paisaje ha cambiado a consecuencia de la pandemia. El confinamiento nos enseñó a valorar el espacio circundante, y, sobre todo, a darle una segunda oportunidad a los contextos no urbanos, buscando refugio en el campo y reconectándonos con la Naturaleza.
Hace siete años, los galeristas Eva Albarrán y Christian Bourdais pusieron en marcha el proyecto Solo Houses en la comarca de Matarraña, la confluencia «natural» de Aragón y Cataluña en los límites de la provincia de Teruel. Un programa que aunaba y aúna arte, arquitectura y paisaje, dejando en manos de jóvenes estudios el diseño de nuevas viviendas que no fueran entendidas como casas de lujo, sino como espacios que transformaran nuestro concepto de habitar.
Hace dos, la idea creció con una primera exposición de arte público que generara un circuito entre los inmuebles ya construidos (dos hasta la fecha: Solo Office, de Kersten Geers y David van Severen, y Solo Pezo, con la firma de Mauricio Pezo y Sofia von Ellrichshausen) y los que están por llegar (13 más; y un hotel de 20 habitaciones burbuja que supera también el concepto de lo que se entiende por este tipo de establecimientos). «Antes nos decían que estábamos locos –señalan sus responsables–. Ahora esto se entiende como un lujo, en el sentido de oportunidad única de confluir con el paisaje. Aquí todo se mide en excelencia: la de los artistas seleccionados, la de las arquitecturas propuestas y la de la Naturaleza como contexto».
Este 2021, y con un año de retraso (por razones por todos conocidas), el denominado ‘Solo Summer Group Show’ celebra una segunda edición con nuevos nombres. Como lo fue la original, la intención no es generar «un parque temático del arte en Matarraña», sino, como explican sus promotores, escapar de la idea de galería, del cubo blanco, para impulsar «una galería, sin paredes, en el lugar más bonito de España».

Un objetivo principal al que se unen otros dos: llevar cultura a un entorno en el que no la hay (hace falta recorrer varios kilómetros para localizar un cine o un museo en este área, a pesar de que el vecino Horta de San Joan fue enclave cultural de reminiscencias picassianas hace décadas), e incidir en los procesos más que en los resultados.
De esta manera, se prima las relaciones entre los artistas y los artesanos locales, y así como en la primera edición, Iván Argote trabajó mano a mano con el herrero de Cretas, ahora lo ha hecho Mona Hatoum, mientras se generan líneas de fuga que conectan Madrid y París, donde los galeristas tienen su negocio (un negocio que en una semana abrirá nueva sede en Menorca), con Matarraña; o que hace que una pieza que fue concebida para el Rockefeller Center de Nueva York (’Inside Job’, de Camille Henrot) descanse ahora en el campo aragonés.

Curiosamente, y en tres años, la percepción de la mujer en el ámbito artístico también ha cambiado. Y si en 2019 no resultaba raro que las nueve obras emplazadas lo fueran de autores masculinos, ahora se hacía necesario que las otras tantas que concitan estas líneas llevaran la firma de creadoras. Y no de cualquier creadora. Hablamos de artistas de primer nivel como Kiki Smith, Shilpa Gupta o Cristina Lucas, la única española, y pareja del anteriormente seleccionado Fernando Sánchez Castillo.
Este último dato podría parecerles hasta machista, pero no lo es si tenemos en cuenta que la tesis curatorial que se planteó el primer año fue homenajear la ‘Carte du Tendre’, un antiguo documento francés de 1654 que despliega sobre un mapa las diferentes fases de la vida amorosa, de la amistad al enamoramiento, sin olvidar el coqueteo, el respeto y la ternura, o ámbitos más oscuros como la sumisión, la vanidad o lo «desconocido».

En ese plano ya definido hace unos años con las aportaciones a gran escala de autores como Boltanski (al que ahora se ha buscando un nuevo emplazamiento) o Héctor Zamora (piezas como la suya, un gran laberinto de ladrillo, también están a la venta; no olvidemos que este no deja de ser un proyecto galerístico, aunque, por su naturaleza, haya obras que adquieran un carácter de ‘permanente’) encuentran ahora su espacio el gran coral de mármol de Claudia Comte, versión XXL de lo que muestra estos días en el Museo Thyssen de Madrid; la línea del horizonte que se fusiona con el cielo que propone Gloria Friedmann (y que en realidad es un cubículo azul que alberga una biblioteca sobre arte y arquitectura); las continuidades y mestizajes que celebra el inmenso cartel ‘WhereDoLendAndYouBegin’, de Gupta; la cueva desde la que Lucas invita a volver a la Naturaleza manipulando escultóricamente los elementos químicos que nos hacen humanos; el gran ‘Orbital’ que alerta sobre la fragilidad del mundo, de Hatoum (algún otro ha metido ya en el IVAM este verano); la pieza sonora ‘Murmullo’, con los sonidos que emiten el viento, la tierra o los acantilados, de Angelika Markul; las banderas lanzadas a las estrellas de Kiki Smith o las esculturas ‘arrugadas’ que cuestionan la ordenación del entorno de Esther Stocker.

Todas ellas, en un recorrido de un kilómetro y medio en las 120 hectáreas que ocupa Solo Houses, seducen en su invitación a ‘hacer el amor’ con el paisaje.
Texto publicado en ABC Cultural el 10 de julio de 2021. Número 1.479