Jan Fabre. «Estigmas, acciones y performances» (CAAC)

Jan Fabre, en cuerpo y alma en el CAAC

La primera gran retrospectiva en España del carismático y nunca exento de polémica Jan Fabre se celebra en el CAAC de Sevilla. La muestra se ocupa sobre todo de su labor como «performancer»

Jan Fabre ante una de sus obras en el CAAC (Foto: Vanessa Gómez)

Todo es extravagante y excesivo en Jan Fabre (Amberes, 1958). Y así debe ser en un artista de su naturaleza. El polifacético creador mantiene un bonito idilio con  Sevilla. Allí ha presentado hasta una decena de espectáculos teatrales (a él se le considera uno de los renovadores de la escena europea), algunos, estrenos en España, como Monte Olimpo (el mismo montaje que, hace unos meses en Madrid, en los Teatros del Canal, levantaba suspicacias entre parte de la crítica y mucho «postureo instagramer» entre el público, todo hay que decirlo). No en vano, una sólida amistad une al belga con el director del Teatro Central (donde tuvo lugar la premiere española), y a donde «volvió» el día de la inauguración de la muestra que suscita estas líneas, para la lectura por parte del actor Israel Elejalde de fragmentos de su Diario nocturno, recientemente vertidos a nuestra lengua por Casimiro Libros.

Y ha sido en Sevilla, en el CAAC, donde acaba de inaugurarse Estigmas, Acciones y performances (1976-2017), digamos que la primera muestra que reúne aquí de forma amplia el trabajo de Fabre, aunque sea desde un flanco muy específico: el de su labor como «hombre de acción» y performer. Porque, curiosamente, la obra plástica de este creador en España –pese a ser bien conocido por estos lares– se ha visto de forma puntual sobre todo en galerías (primero en Espacio Mínimo, ahora en Javier López & Fer Francés ; la última cita, el pasado año), con las excepciones del repaso que en 2003 la Fundación Miró realizó a su trabajo, junto a la selección que de sus esculturas de mármol realizó la Lonja de Palma en 2014.

Detalle del montaje de la exposición de Fabre en el CAAC (Fotos: Vanessa Gómez)

Y eso que en él, todo está conectado. Gusta Fabre de explicar que toda su labor se resume bien en la figura de una mariposa, donde el cuerpo (una de sus obsesiones, como la de los insectos), sería la producción plástica, y las alas, las artes visuales y las escénicas. Todo está, pues, reunido bajo un mismo esqueleto.

Para esta puesta de largo, Fabre se alía con el comisario italiano Germano Celant (uno de los padres del concepto de «arte póvera»), en una producción con el (y pensada para) el MAXXI de Roma, junto a Angelos bvba, en colaboración con el centro andaluz y el LIMA de Ámsterdam.

Lo primero que sorprenderá al espectador será su montaje (muy póvera, por tanto, muy Celant): una sucesión de mesas de trabajo (planchas de cristal sobre borriquetas) en las que se apilan los objetos, documentación, maquetas, vestuario y otros enseres que recogen los efectos –y los afectos– de cuatro décadas dedicadas al arte de la performance por parte del creador flamenco, de tal forma que son algunas de sus primeras acciones la base de esta presentación. Dejénme que se lo explique…

Obras de Jan Fabre en Sevilla

Y es que en sus inicios, Fabre (uno y mil personajes, el galán obsesionado con la belleza, el de los mil heterónimos y los juegos de palabras, pero también el pillo y el ladronzuelo, que todo vale para ensanchar una leyenda) reconoce que se convirtió en cierta manera en un «amigo de lo ajeno», de forma que junto a su banda (la Cartouche Gang) se dedicó al robo y saqueo indiscriminado de viviendas para, tras la venta de lo usurpado, conseguir dinero para materiales, cuando no usaba esos objetos como punto de partida de los trabajos. El caso es que la presentación de los botines de aquellos saqueos dio pie a la pieza Robos y peleas (con la que arranca la oferta expuesta en el CAAC), dispuesta en esas mesas de trabajo que el comisario «amplifica» y multiplica por el museo sevillano, y que da pie a dos consideraciones: la primera, que logra así resolver la entrada en las salas de las más de 800 piezas que componen la muestra. Si se hubiera optado por colgarlas en la pared, en un montaje más convenconal, se necesitarían bastantes más de las cuatro habitaciones que ahora ocupan. Y dos: que conforman en sí mismas un laberinto a través del cual el espectador tiene que transitar, generando así su propia coreografía.

Detalle del montaje de «Stigmata» en el CAAC de Sevilla

Porque tampoco se ha procedido a una división estanca de los seis apartados en los que se han agrupado los intereses del artista. Estos difuminan sus fronteras, se mezclan, en ocasiones se solapan, de forma que al espectador no le quedará más remedio que hacerse con un plano cuyo código de colores jerarquiza los contenidos.

Comencemos por la línea de «Gánsteres y metamorfosis», en la que se incluye la mencionada Robos y peleas callejeras, y que va de las acciones en la calle a la entrada en un gran museo –El Louvre– para rendir allí homenaje a Jacques Mesrine (2008), ladrón de ladrones. O en la que se traviste de Fred Astaire (Esta noche quiero ser un asesino, 1979) o en un sujeto vestido con un traje de carne (Yo soy un hombre esqueleto, ¡que tiemble Lady Gaga!), que en la película de Pierre Coulibeuf aparece cubierto de ¡mariposas!, mientras pasea entre obras de Rubens, uno de sus maestros, como el resto de artistas flamencos.

«Arte bic» recupera sus acciones con la tinta del popular bolígrafo, material ideal por su bajo coste (y, por lo mismo, para elevar una crítica a las Bellas Artes) y porque lo vincula con el color de uno de sus heterónimos más famosos, el entomólogo Jean-Henri F

Jan Fabre. «Estigmas. Acciones y performances (1976-2017)». CAAC. Sevilla. Avda. Américo Vespucio, 2. Comisario: Germano Celant. Coorganizan: MAXXI, Angelos bvba y LIMA. Hasta el 2 de septiembre

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 30 de marzo de 2018

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