Todos los caminos conducen a Lanzarote
Nombres de primera como los de Carlos Martiel, Ximena Labra o Marius Scarlat para hablar de migraciones en su bienal

Segundo capítulo de la XI Bienal de Lanzarote. La que le coge prestado el título a Leandro Perdomo; la que la resucita y la internacionaliza, realizada en tiempo récord (de febrero a septiembre) y con un presupuesto ínfimo (ni 200.000 euros); la que ha sabido hacer de la necesidad virtud (como el fragmentarse en tres entregas) y que dedica cada tramo a una temática.
Tras un primer paquete expositivo en la que la memoria histórica fue el ‘leit motiv’, llega otro que subraya la relación de Canarias con África y Latinoamérica e incide en los fenómenos migratorios. Su comisario, Adonay Bermúdez, deja claro que no son estos, sin embargo, compartimentos estancos, y que algunas ‘fichas’ (como las que están por venir en marzo) son ‘intercambiables’.
Si nos situamos en el MIAC (razón de ser de esta bienal en sus orígenes, y una de las sedes principales), allí descansan tres de los cinco proyectos que ahora abren sus puertas y que en buena parte son primeras exposiciones en España de sus artífices. En realidad, se trata de una única muestra que disemina sus contenidos, por autor, en distintas estancias del antiguo castillo de San José, donde permanecerán hasta febrero.
En el caso del cubano Carlos Martiel, lo que se muestra es el registro de su participación en la Bienal de Venecia en 2017representando a su país natal en la acción ‘Mediterráneo’, en la que el artista ve cómo su cuerpo, encerrado en un cubículo, se va sumergiendo en agua proveniente de este mar hasta casi ahogarlo, en una crítica a en torno a los migrantes que pierden la vida intentando alcanzar costa europea cruzándolo.

Obviamente, no es lo mismo presenciar la acción en vivo que ‘enlatada’, pero lo que se gana en la traslación es comprobar la reacción del público, ‘performance’ dentro de ‘performance’, pues no deja de ser el elitista de toda inauguración de una bienal, occidental, blanco, haciendo fotos impasible ante una desgracia. La vida misma.
Una planta más arriba, Tania Candiani (‘Los ojos bajo la sombra’), que relaciona contextos, migración y cuidados a través de la grana cochinilla, un tinte natural de origen animal que se sigue usando en su México natal y que fue uno de las primeras importaciones que hicimos tras la Conquista, generando incluso una potente industria en Lanzarote en el XIX. La creadora genera mapas con estos recorridos migratorios (del color que las mantas que reconfortan a los refugiados atendidos por las ONG) y nuevos telares junto a canarias que en su día trabajaron la técnica. Mujeres cuidando a otras ‘mujeres’.
Finalmente, Marcos Montiel Soto convierte la Sala Pancho Lasso en una especie de santuario de objetos encontrados en sus peregrinajes, mezclando poesía con tradición, arqueología y rito. En el vídeo ‘Paralelismo tropical’, el mestizaje nace del racismo y la historia esclavista. Mucho más complejo de lo que da la impresión a primera vista.

Y tras el paso por el CIC El Almacén, donde Ximena Labra (re)visibiliza en vídeo un monumento conmemorativo de una tragedia local generando hasta tres copias del mismo y situándolas en distintos espacios públicos del DF (‘Tlateloco Public Space Odyssey’), llegamos al plato fuerte de la tanda, primer salto de la asociación fotográfica Veintinueve Trece al comisariado, su apuesta además por una figura emergente: Es el caso del hispano-rumano Marius Ionut Scarlat, fotógrafo documental de raza que le sabe sacar partido a ser arte y parte de lo que narra.
‘Tres días, ocho días, cuarenta días’ es una serie abierta que culminará con la muerte de sus abuelas, siendo como será él el responsable de sus funerales, siguiendo lo que marca la tradición ortodoxa rumana. Esto le lleva a documentar unas labores que se inician mucho antes del fallecimiento del finado y que a Iscart le sirve además para vincularse con sus raíces. Su meticulosidad, su obsesión clasificatoria, su carácter de recolector, también objetual, se traslada a un montaje en La Casa Amarilla que genera una atmósfera de la que es difícil escapar sin empatizar.

Texto publicado el 10 de diciembre en ABC Cultural. Número 1.545