¿Cómo se vende una sensación?
Cuatro proyectos individuales en ADNGalería y ADNPlatform, en Barcelona, nos reencuentran con un arte político con sentido. Sus protagonistas: Eugenio Merino, Tobias Bernstrup, Laura Llaneli y Teresa Margolles

Si volvió de Venecia (u oyó decir a los que volvían de allí, que no todo el mundo ha tenido ese privilegio) con la sensación de que el arte es puro hedonismo, derecho al placer y al descanso, lecturas y tejidos varios, hermanamiento con la Madre Tierra o un cuelgue de peyote del quince, ha de saber que aún hay espacios (más modestos y donde no son necesarias inversiones millonarias) para otro tipo de creación plástica de contenido social y político que también es capaz de hablar de tú a tú con el mercado, y de hacerlo con sentido estético.
Es el caso de la galería ADN en Barcelona, o de su homóloga Platform, que en breve cumplirá cuatro años poniendo en marcha su décimo ciclo de muestras comisariadas en su espacio más experimental en Sant Cugat del Vallés.
Y ojo: decir «mercado» no es minusvalorar en absoluto el poder persuasivo y crítico, el marcado acento político de sus artistas. Tampoco el nivel de exigencia de la firma galerística, su capacidad para arriesgar y hasta perder (o no ganar) dinero. Porque, por ejemplo, ¿cómo se vende una sensación? Eso es lo que propone Teresa Margolles (1963), en la que es probablemente su primera comparecencia en Barcelona.

Su proyecto, «Fuerza centrífuga», comisariado por José Luis Corazón Ardura, era una acción performántica que sólo pudo experimentarse el sábado de la inauguración en la galería. Tres grandes ventiladores como los usados en cine para generar efectos especiales impedían al espectador el acceso a la sala. Lo que la mexicana (a la que pronto veremos en un montaje más convencional en PHotoEspaña) quería generar por unos segundos era la impotencia que sufre el exiliado, el rechazado, aquel que descubre de forma súbita la pérdida de un ser querido. No olvidemos el contexto del que viene esta autora, conmocionada por las recientes matanzas de periodistas en su país («Si ya se mata hasta al que denuncia, ¿qué nos queda?» admite). Desde luego, el audio que resta como recuerdo en la sala, ni siquiera las imágenes documentales que darán pie a piezas posteriores, podrán por un momento generar la misma angustia.
Margolles es una de los cuatro artistas con los que esta galería cierra temporada. En Platform le acompaña la joven Laura Llaneli (Granada, 1986), de la mano de Jordi Vernis como comisario. Que no les engañe ni su edad, ni su interés por la música. Este último es solo una excusa para investigar comportamientos reglados incluso en lo que se oferta como libre de atuduras. Somos hijos del post-punk, y una simple alteración en el ritmo tiene consecuencias. La artista completará su acción con un mural cerca de la estación de metro de la localidad. La sombra de Cedric Bixler, vocalista de At the Drive-In, es alargada…

Si volvemos a Barcelona, en ADN nos esperan Eugenio Merino (Madrid, 1975) y Tobias Bernstrup (Suecia, 1970), que también es músico, y uno de los artistas «rescatados» después de muchos años por la galería. El primero «prorroga» el espíritu de «Suiza, patria querida» en La Rambleta de Valencia con «Home Swiss Home». En su cínica crítica a los paraísos fiscales, la corrupción y el dinero negro no se libra ni el católico esposo de la «madre superiora». Por su parte, el nórdico parte del paisaje romántico para dislocarlo en sus vídeos y maquetas. Y pese al aspecto siniestro final, su meticulosa recreación en la ruina, el mensaje es optimista: Aprendamos a vivir sobre lo no destruido todavía.
