Cuando ABC Cultural nació, la artista Marina Núñez tenía 25 años. Y dos décadas y media después, ya con 50, selecciona a cinco autores que rozan la cifra de este aniversario: Ellos son Jorge Isla, Blanca Gracia, Laura Salguero, María Dávila y Javier Artero. ¿Tanto ha cambiado el panorama artístico desde entonces?

La cita era un viernes por la tarde en La Casa Encendida. Llegan todos puntuales. Marina Núñez (Palencia, 1966) hace de mentora. Ella ha seleccionado a Blanca Gracia (Madrid, 1989) y Laura Salguero (León, 1987), a las que ya conocía, y su intuición la llevó a decantarse por una mujer más –lo de la paridad lo lleva a rajatabla–, María Dávila (Málaga, 1990), y por dos chicos, Javier Artero (Melilla, 1989) y Jorge Isla (Huesca, 1992). Curiosamente, este último es el único que no había oído nunca hablar de Núñez: «Antes me llamaba la atención cuando alguien me decía que me conocía. Ahora me sorprendo cuando me dicen que no. Es consecuencia de hacerse mayor», bromea. Y añade:«¿Por qúe te conoce un artista joven? Porque sus profesores en la universidad le hablan de ti. Ese es un gran lugar de visibilidad, y uno de los más agradecidos, bello y persuasivo».
Les separan unos 25 años, pero la generación más joven dice sentirse arropada por la que representa Marina Núñez:«En parte, porque son nuestros profesores», especifica María Dávila. «Sin embargo –señala la mentora– yo no sentí el calor de mis mayores. Contaba con modelos que me encantaban, Luis Gordillo o Eva Lootz, pero no tenía relación con ellos. Antes no existía esa conexión. En este sentido, sois afortunados. A mí ahora me escriben muchos alumnos gracias a la web para preguntarme de todo. Y yo respondo siempre».
Marina, ¿cómo era el mundo del arte, el sistema del arte, cuando tú comenzaste y cómo te introdujiste tú en él?
Marina Núñez: Cuando estaba aún en quinto de carrera me seleccionaron para formar parte de la Muestra de Arte Joven de 1989 que se celebró en el entonces Museo Español de Arte Contemporáneo. Fue muy emocionante para mí, pero no creo que pasara nada específico por eso, que consiguiera galería por ello. Era un concurso muy prestigioso entonces, que comportaba un viaje por Europa de premio, lo que fue muy bueno para mí si tenemos en cuenta que aún estaba estudiando. Además, lo que presenté en ese momento no tenía nada que ver con lo que hice después cuando consideré que ya comenzaba a tener obra. Varios años después, cuando ya asumí como mío lo que estaba haciendo más allá de los ejercicios de clase, que eran cuadros abstractos, Horacio Fernández y Gonzalo Puch, a los que conocía porque tenía una beca de investigación en Cuenca, me presentaron a Ita Buades, la que sería mi primera galerista. Ese fue el comienzo real. Así de sencillo fue.
Pero, ¿antes era así de fácil o tú fuiste una excepción?
No creo. Creo que fui afortunada. Es verdad que en aquella época pasaron bastantes cosas, y que yo pertenecía a dos cuotas: de un lado, la de la pintura conceptual, por decirlo claramente, aquella que no fuera la pintura de los ochenta que se suponía muy trasnochada y que estaba muy identificada con un sistema reaccionario (el mercado demandaba pintura, pero no podía ser una pintura que todos los comisarios y críticos dijeran que estaba asimilada por el sistema); por otro lado, yo soy mujer. Fue en los 90 cuando comenzó a haber una eclosión, por fin, de bastantes artistas mujeres de mi generación que conseguimos visibilidad. Debo decir que eso, luego, ha empeorado. En su momento fue noticia porque antes no había más que cuatro: Susana Solano, Cristina Iglesias, Paloma Navares y Carmen Calvo. Mi generación es la de Ana Laura Aláez, Susy Gómez, Pilar Albarracín, Eulalia Valldosera, Dora García y muchas más, aunque luego las cifras son clarísimas y siguen hablando por sí solas…

Lo que cuenta Marina, ¿a vosotros os suena a chino? ¿Vuestra realidad es otra?
Javier Artero: Yo supongo que, más allá de las decisiones personales que llevan a cada uno a convertirse en artista, nuestra generación forma parte de un experimento basado en una apuesta por lo joven. Habrá que ver cuando nosotros tengamos cincuenta años qué es lo que pasa con esta apuesta.
Marina: ¿Tú crees que eso es algo exclusivo de tu generación, porque nosotros en la nuestra también lo pensábamos?
María Dávila: ¿Abundaban entonces tanto también la gran cantidad de convocatorias para artistas menores de 35 años?
Marina: Igual. La situación era la misma. Y muchos nos plateábamos si tenía algún sentido. Está bien que ayudes a la gente que está empezando, pero cuando todo es ya para los jóvenes no puedes evitar expresar: «Y los demás, ¿qué?».
M. D.: Sobre todo porque en una disciplina como la del arte, la madurez conceptual precisa de un tiempo, de un desarrollo.
¿Coincidís entonces ambas generaciones en que se primaba y se prima mucho lo emergente?
Marina: Que se prima mucho lo emergente está claro. Y que es un valor por sí mismo, seguro. No me parece mal porque sin apoyos es imposible sobrevivir en esto. Pero también hacen falta ayudas para las medias carreras y para los años de madurez. En mi época, yo ya tenía esa percepción.
¿Por qué decidisteis ser artistas vosotros, los más jóvenes?
Laura Salguero: En mi caso fue por inercia. Comencé a estudiar bachillerato artístico, continué con Bellas Artes, quizás por no estudiar física y química, y por una vocación, desde luego. Pero en mi caso hubo también mucho de suerte. Yo me apunté a un curso que me puso en contacto con José Luis Serzo que ve tu obra y cuenta contigo para cosas. Y ahí comienza una concatenación de sucesos fortuitos. Conozco a Pedro de La Gran, que me contacta sin conocerme de nada… Lo mío no fue ni por ganar becas, ni por ganar premios. En ese caso, no soy la típica artista emergente.

Jorge Isla: Lo mío fue también de rebote. Yo sí que estudié Física y Química, luego comunicación audiovisual, y siempre había accedido a la fotografía como periodista. Las fotos servían para apoyar un texto, pero no pensaba en que la técnica pudiera tener un concepto. Por otro rebote, entré en el Máster de Producción Artística en Valencia, y allí cambié el chip. Fue una beca la que, por suerte o por desgracia, me ayudó a entrar en este mundo.
Blanca Gracia: Yo sí que elegí Bellas Artes muy conscientemente de que era algo que me apetecía, pero pensaba que era prácticamente imposible dedicarme a ser artista como profesión. De hecho, el año que salí de la carrera estuve trabajando en gestión cultural, porque me parecía que no había hecho nada hasta entonces, mucho pintar, pero poco más. Pero me harté, y me metí en un estudio, en el que antes había trabajado Guillermo Peñalver, mantenía contacto con gente de la universidad a la que sí que le había ido yendo bien y tuve mucha suerte, porque la primera convocatoria a la que apliqué, la de los Encontros de Artistas Novos, me salió y una cosa llevó a otra. Antes, yo había hecho un par de expos con amigos en un sitio que tenían en Lavapiés, todo muy autosugestionado. Era muy divertido, pero sin garantía de que de allí saliera nada más.
María Dávila: Yo no lo tenía nada claro y no creo que fuera una decisión, sino algo que ha ido sucediendo poco a poco. Me siento identificada con cosas que habéis dicho. Yo llevo pintando toda la vida, desde pequeña, pero entré en la carrera de Bellas Artes con muchas ganas y sin ningún pensamiento de qué iba a hacer después, más allá de disfrutarlo. Yo me planteé qué podía aportar desde lo que sabía, lo que me llevó a un trabajo más de reflexión, pero más para mí misma, aunque sí que sentí el apoyo desde ciertos profesores de la facultad, que me animaban a presentarme a concursos. Me siento afortunada por ello, tanto por la confianza como por el reconocimiento, que comienza con el premio de pintura local de la universidad, el Málaga Crea, que me permitió además participar en una bienal a nivel europeo… Sin duda, yo he tenido también la suerte de que Málaga es además una ciudad emergente en el ámbito del arte y eso se ha notado mucho, lo que ha llevado a acoger a la gente que vamos saliendo de la facultad; una facultad también joven que nace con conciencia de impulsar a sus alumnos y a que estos produzcan y creen desde lo contemporáneo. Y también está el CACMálaga, que es otro pilar, junto a un montón de iniciativas pendientes de los que comenzamos.
Javier Artero: Comparto con María el que me inicié gracias al apoyo recibido por la facultad. Ese es el primer impulso, los profesores que te animan a que te presentes a cosas. Y cuando te seleccionan, eso te da confianza en lo que haces. Todo ha sido muy procesual. Yo entré en Bellas Artes porque me gustaba dibujar, y ahora hago vídeos. Eso me ha ayudado a encontrar un nicho, al ser una práctica a la que no se dedica tanta gente. Me he sentido cómodo.
Marina: Como profesora, puedo decir que yo me identifico más con Blanca Gracia. Yo llegué a Bellas Artes decidida, nada de casualidades. Y también tuve el apoyo de profesores muy buenos, más la bolsa de arte joven, más luego la galería Buades. Pero yo estaba dispuesta a seguir siendo artista aunque no tuviera visibilidad o no ganara dinero con el tema. Lo que me sorprende y me diferencia de vosotros es que en mi clase todos queríamos ser artistas. Si no todos, el setenta por ciento, por lo menos. Que luego vendría una criba enorme, eso era seguro. Pero mis alumnos de ahora me transmiten lo mismo que vosotros. No sólo no saben si quieren ser artistas, sino que además se descartan de antemano. Son mucho más pragmáticos de lo que lo fuimos nosotros. Es la vida la que nos ponía en nuestro sitio. Ahora muchos jóvenes saben que quieren ser ilustradores, diseñadores web o cámaras de televisión. Pero no quieren ser artistas. Alguos lo serán porque la vida les ayuda.

A mí lo que me sorprende es que en 2016 sigáis estudiando “Bellas Artes”.
Marina: A mí no. Nunca lo pienso. Es un automatismo. Son bellas…
María Dávila: pero sí que es una categoría más que superada.
Marina, tú que eres también profesora: ¿Ha cambiado mucho la formación del artista?
Marina: Eso ahora depende más de las facultades que de las generaciones.
María Dávila: ¡Es que son tan distintas unas de otras!
Marina: Hay facultades buenas, las había también entonces. Lo que es peor ahora es que son cuatro años de estudio en vez de cinco. La situación ha empeorado pero no por la calidad de los docentes. Un año menos es mucho tiempo menos. Barcelona, Valencia y Bilbao eran las facultades que marcaban la pauta hace 25 años.
Eso se notó en las hornadas de artistas.
Marina: Desde luego.
Y ahora, ¿hacia dónde se movió el mapa?
Marina: Continúan las mencionadas. Están muy bien Pontevedra y Cuenca, pequeñas, pero con muy buenos docentes. No conozco la de Málaga que mencionasteis…
María Dávila: Es muy, muy joven.
Marina: Y luego están las que están mejorando por lógica, como Madrid, que era horrible, muy del siglo XIX, muy de Bellas Artes; seguro que también Sevilla, que tenía muy mala fama…
¿Creéis que la formación recibida ha sido suficiente? ¿Estáis bien formados para ejercer vuestra profesión?
Laura Salguero: Yo noto carencias a nivel profesional. El formarnos para vivir como artistas. ¿Cómo se prepara un currículum? ¿Cómo se llega a la galería? ¿Cómo gestionarte como empresa? Para mí todo eso fue un salto al vacío. Mucha técnica y mucha teoría, pero poca práctica. ¡Embalajes! ¡Cero de embalaje! ¡Y es a lo que más tiempo le dedico!
Blanca Gracia: En mi caso, si pasabas por ciertos profesores, te enterabas. Yo estudié en Arajuez, en el CES Felipe II, que antes estaba muy bien, pero que ahora se lo ha comido la Carlos III. Yo tuve la suerte de estar con Óscar Alonso Molina, que te metía dos tortas en cuanto entrabas en clase. Pero en general todo era muy poco del día a día, muy poco relacionado con el mercado, todo eso que es tan feo, pero que en el fondo necesitas.
Marina: Eso sí que ha cambiado. Ahora sí que hay más clases de eso. En mi facultad, por ejemplo, sin duda alguna. El doctorado está enfocado a la vida real, no tanto a la especulación teórica. Y sus asignaturas se preocupan de explicar cómo se expone, como se gestiona una exposición, cómo se prepara un dossier…
María Dávila: Yo, lo que hecho más en falta en la facultad, al menos en la nuestra, no es tanto lo referente a la vida práctica o cómo funciona el mercado, como la reflexión crítica. Es fundamental profundizar más. Todo en lo que yo he profundizado luego ha sido de manera autodidacta. Ha habido cosas que han sido semillas de algunas personas, profesores que se convierten en referentes, y que te invitan a profundizar más, pero todo el trabajo de reflexión conceptual, de revisión bibliográfica, incluso, ha sido algo que he realizado por mi cuenta. De mi experiencia tanto en Málaga como en Granada, donde hice un postgrado, un máster y el doctorado, y donde incluso tengo una pequeña experiencia docente, me da la sensación, sobre todo en el grado, de que los primeros años están muy orientados a las bellas artes clásicas -pintura, escultura y dibujo- y los últimos años, más a proyectos artísticos.
Marina: Afortunadamente, ya no es todo así. En mi facultad hay antropología del arte en primero y semiótica en segundo. Son contextos. Pero en Salamanca, cuando yo estudiaba, no había absolutamente nada de esto. En este sentido, sí habéis mejorado. Por eso desde que yo acabé la carrera hasta que entré en la galería, estuve cinco años formándome a mí misma. Leyendo todos los libros que no había leído y entendiendo lo que quería hacer.

Laura Salguero: Pero en facultades europeas, que yo he compartido taller con una chica de Escocia, el planteamiento es totalmente diferente. Allí comienzas a trabajar con un proyecto personal y los que tienes son profesores que te tutorizan y a los que tú solicitas ayuda.
Blanca Gracia: Y tienes estudio, que eso es fundamental. Necesitas no pelearte con el de al lado para colocar un caballete…
Marina: Lo que es bastante revelador es que tres de vosotros tengáis relación o con la universiad o con las tesis…
Eso enlaza con la siguiente pregunta: La salida profesional. ¿Es más complicada ahora?
Marina: Era igual de complicada. Yo sabía que quería ser artista, pero también que quería dar clases en la universidad. Además, estabas decidido a intentarlo. Otra cosa es que lo consiguieras. Pero para mí era más fácil decirlo porque de todos mis hermanos, que somos cinco, cuatro damos clases en la universidad. Sabía además que no quería depender del mercado del arte.
María Dávila: Entrar en el sistema del arte, en el mercado, es casi imposible ahora.
Jorge Isla: Yo lo que veo es que si estudias AD, Económicas, Márketing, tienes posibilidades de hacer prácticas en una empresa y la mayoría se queda en ella. Yo hice la tesis justo por eso, ante la incertidumbre de lo que llegaba acabado el máster. La mía estaba centrada en el fotolibro, de forma que el tiempo que dedicaba a leerlos también repercutía en mi formación. Ahora bien: fue justo cuando comencé la tesis que me dieron una beca de VEGAP, de forma que mi cabeza estalló y estuve a punto de dejar la tesis. Pero tampoco quería obcecarme con el mundo artístico, cuyas salidas son muy complicadas.
¿Pero se ha difersificado la oferta? Antes el artista tenía muy claro cuál era su trabajo. Ahora, entre vosotros, por ejemplo, está más presente lo de la autogestión.
Marina Núñez: Es así. Antes era o profesor o artista. Y casi nadie se planteaba otra posibilidad. Ahora se ha ampliado el espectro. Existe la figura del gestor. Con Bellas Artes pasa como con Matemáticas: Forma un núcleo y luego las especializaciones se llevan a cabo en másters específicos o como resultado de buscarse uno la vida.
Javier Artero: Fruto de la precariedad del sistema, nosotros somos ahora individuos multitarea. Yo estoy haciendo la tesis, mi producción artística, pero he montado vídeos, he fotografiado exposiciones de otros… Nos vemos abocados a dedicarnos a casi todo. Claro que me gustaría específicamente a mi producción artística, pero no puedo.
Marina Vargas: ¿Me dices que te gustaría depender del mercado del arte?
Javier Artero: No. Eso no.
María Dávila: Ese es el punto delicado. Yo estoy con Marina en que no quiero depender del sistema. No es mi finalidad. Pero tampoco tengo claro que quiera dedicarme a la docencia. Yo lo que he hecho hasta ahora es probar la investigación con la tesis, además de la producción artística, y algo de docencia. Quisiera dedicarme a mi producción, pero sin depender del mercado.
Marina Núñez: Porque el mercado presiona y mucho. Por ejemplo, para que te repitas. Sin la menor duda. Ser libre y entrar en el sistema no son compatibles. El de la repetición es un ejemplo, pero hay muchos más. Que seas muy productivo, pro citar otro. Si tienes una galería que te lleva a muchas ferias tienes que estar todo el rato produciendo. Y quizás, por personalidad, necesitas un ritmo más reposado. Por otro lado, cuestiones relacionadas con el carácter: cumplir con el estereotipo de artista, lo que significa encarnar ciertas actitudes y cierta agresividad. Por ejemplo, tienes que aparentar no ser dubitativo. A mí no me gusta nada esa actitud pero es la que premian galerístas, críticos, comisarios… Si dependes del mercado no te queda más remedio que encarnar esa actitud. Hay además formatos que se valoran más que otros; tendencias y modas… Y así sucesivamente…

María Dávila: Eso afecta a todos los niveles, no sólo el artístico. Todo eso te lo demanda el sistema desde el colegio: tienes que saber ser fuerte, saber trabajar en equipo, saber relacionarte con los demás, dar una imagen, adecuarte a unas demandas, ser productivo (que para eso estamos en un sistema capitalista); tienes que funcionar correctamente, sin altibajos ni emociones, ni ser subjetivo ni tímido…
¿Tenéis los jóvenes ahora más posibilidades de sortear el mercado?
Blanca Gracia: Es que tienes que buscarlas. No puedes vivir sólo del mercado del arte. Yo llevo muy poquito trabajando con galería…
Marina Núñez: ¿Y qué haces para vivir?
Blanca Gracia: Yo me apaño. Seguir viviendo con mis padres ya responde en cierta manera a eso. Pago el estudio y luego van saliendo trabajos de maquetación, de publicidad, trabajillos freelance que vas encontrando… De momento he tenido mucha suerte. Pero como para independizarme y tener mi vida propia, no.
María Dávila: La autogestión, tan de nuestra época, vale como una fórmula más para dar a conocer la obra, compartirla, darle difusión y visibilidad, pero tampoco dependes de cuestiones como la de si se va a vender o no. Destaca por su dimensión más humana.
Has mencionado un tema que llevo escuchando de generación en generación: la de la visibilidad del artista.
Marina Núñez: Yo me he sentido siempre muy visible.
María Dávila: Lo estamos casi planteando como desde su contrario, como una cuestión de “invisibilidad”. A nivel popular, el arte contemporáneo es algo totalmente invisible. Y fuera de España, el arte español es prácticamente “invisible”. Pero yo siento, quizás, por donde me encuentro, justo lo contrario: la hipervisibilidad del arte por la apuesta por lo joven. De hecho, más que de la obra, lo que se produce es una sobreexposición de los artistas. Yo siempre he considerado más importante dar más visibilidad a la obra, y con eso me refiero a que pueda ser expuesta, mostrada y compartida. Por eso son muy buenos los espacios autogestionados. Las redes sociales, algo también muy de nuestra época, no favorecen más que la visibilidad de la imagen del artista, pero no profundizar en su obra. Todo queda en un tráfico de imágenes.
Javier Artero: Que además da pie a una ansiedad constante. Yo estoy en contra de eso porque la relación del artista con su propia obra necesita de un reposo. No estoy de acuerdo con dar visibilidad a cualquier cosa que hagas. Porque lo que haga ahora quizás mañana me lo cuestione.
Quizás es que a vosotros ya os presiona la generación posterior a la vuestra, para la que el concepto de privacidad e intimidad no tiene nada que ver ni con el vuestro, ni con el de la generación de Marina.
María Dávila: Exacto. Pero yo la vivo ya en la mía. Yo tengo un concepto de intimidad que incluso afecta a mis procesos. Yo necesito de un reposo, de una maduración. Estar mostrando todo el rato no ayuda en nada. Quizás a lo único que da pie es a cierta competitividad, a ver quién tiene algo más nuevo.
Blanca Gracia: Cuando el proceso creativo es totalmente introspectivo. Y lo malo de eso es que además no llegas a un público amplio. Llegas a la red. A los tuyos en la red. A los que piensan igual que tú. Gente que ya tiene más que digerido tu mensaje. A mí eso es lo que agobia. Yo preferiría que mi obra la valorara el que no me conoce. Porque si no, ¿para quién estoy creando? ¿Para gente del gremio? Hablar del arte desde el arte me agobia un poco.
Jorge Isla: Además, si estas compartiendo todo el día en Instagram, en Facebook, en Twitter… ¿Qué espacio dejas luego para la exposición? ¿Voy a verla a la sala o me acerco más a la pantalla?
María Dávila: Eso es reflejo de cómo las redes sociales y todas estas maniobras virtuales afectan al mundo del arte. La pérdida de la intimidad es a todos los niveles. También el personal. Parece que la gente no puede hacer nada en su vida cotidiana sin subir una foto.
Blanca Gracia: Reconozcamos, no obstante, que todos usamos las redes sociales…
Marina Núñez: Yo no. Quizás eso sí que es una diferencia generacional.

Hablábamos de vuestra educación, pero ¿Y la del espectador? ¿Han cambiado los públicos?
Marina Núñez: Me cuesta mucho saberlo, pero creo que en las facultades hay más formación sobre lo que es el arte contemporáneo. Pero esos son públicos universitarios. Pero pienso también que hay más atención por parte de los colegios y los institutos hacia lo que se hace en los museos de arte contemporáneo. Mucho más que antes. Eso tiene que suponer una mejora a la fuerza. Pero mi percepción actual es la misma que la que tenía hace 25 años: que hay mucho desconocimiento y mucha osadía a la hora de juzgar, lo que no pasa en otros campos. Esa es la sorpresa: nadie se para a juzgar los últimos avances científicos. Pero son muchos los que se sienten con la libertad o el derecho no sólo a decir si les gusta una exposición, sino a declarar si es buena o mala. Aunque no tenga ni la más remota idea del lenguaje al que se enfrenta.
¿Sigue existiendo la necesidad de explicarle a la gente lo que sois? Yo les digo que soy periodista y les queda claro.
Blanca Gracia: «¿Artista plástica?: ¿Arreglas narices? ¿Haces animación? ¿Eso es que vas a cumpleaños y actúas?».
Marina Núñez: Tú lo tienes fácil. Di que eres pintora. Es lo que hacía yo.
Blanca Gracia: Sí, pero me da rabia porque en realidad hago más cosas.
Laura Salguero: Es verdad: que nosotros somos “multidisciplinares”.
Blanca Gracia: Lo peor es que la gente no tiene asumido que a lo que te dedicas es algo que haces y te tomas en serio, como una vocación.
Marina Núñez: Es verdad. No falta el que siempre tiene un primo que pinta.
Blanca Gracia: Mucho peor es que te enseñen el color de la pared del salón y te pidan “un cuadrito”.
Laura Salguero: Porque todo lo que hacemos son “cuadros”.
Marina, ¿Hay más artistas ahora que antes?
Marina: No creo. Pero si me fio de lo que he dicho antes, que la gente se descarta a sí misma, quizás. Y no creo que haya mucho más mercado de arte en España que hace 25 años. Pero es que si no hay más mercado, no hay más artistas. Si no hay sitio, no cabemos. Pero hay más facultades, hay más centros de arte contemporáneo… Entonces tengo que decir que sí que hay más.
¿Hay mucha competencia?
Blanca Gracia: Sí.
Jorge Isla: Sobre todo cuando ves la gente que se presenta a una beca.
María Dávila: Es en las convocatorias donde más se nota.
Marína Núñez: Pero se va despejando. Cuando tengáis cinco años más no diréis lo mismo. Y lo digo en serio. Siempre he pensado que esto es una cuestión de voluntad. Los buenos, a pesar de la visibilidad y las ventas, aguantan. El esfuerzo es enorme y a muchos no les merece la pena. De los 25 a los 30 desaparece mucha gente. De los 30 a los 35, el resto. Si aguantáis hasta ahí, ya os quedáis, os vaya bien u os vaya mal.
A los jóvenes: Venís de contextos diferentes, objetivos diferentes, ¿pero hay algo que os defina como generación?
Blanca Gracia: Internet.
Jorge Isla: El acceso y uso de las tecnologías.
Blanca Gracia: Antes para conseguir imágenes de referencia, tenías que comprar un montón de revistas…
Marina Núñez: Bibliotecas. Antes había que ir a las bibliotecas.
Blanca Gracia: Ahora, además, hay que estar muy activo para no coger lo primero que ves en Google. Son otras labores de investigación. Te cuestionas todo el rato si a lo que accedes es algo muy usado.
Laura Salguero: Y el acceso a los recursos. Lo tenemos más fácil. Tienes digitalizados un montón de materiales, la biblioteca de Londres, a golpe de ratón. Eso es fantástico.
Y en cuanto a temáticas, ¿Hay algunas que os definan?
Laura Salguero: Insisto. Somos multidisciplinares.
María Dávila: Estamos más abiertos a todo. De igual manera que somos multitarea por supervivencia, también estamos más abiertos a temas. Quizás no tienes tan claro desde el principio aquello que quieres estudiar o no te cierras a nada.
Marina Núñez: A nivel conceptual, mi generación sí que manejó algunos grandes temas. Por ejemplo, el cuerpo y la identidad, en el que me inscribo, era uno de ellos; otro era la reflexión del arte sobre el propio sistema del arte… Y había más.
María Dávila: Yo creo que los dos siguen presentes.
Blanca Gracia: Pero está muy diversificado. No creo que haya algo que nos defina a todos.
María Dávila: Pero sí que hay grandes temas, que son humanos, y que son inherentes al arte, que compartiremos con todas las generaciones. Preocupaciones artísticas que no han cambiado tanto en 25 años.
Marina Núñez: Sí que hay temas que van por épocas. Por ejemplo, las ha habido en las que había mucho interés por los propios lenguajes formales del arte. Ahora creo que se insiste menos en esto. El género, la antropología… Ahora hay una moda clara, auspiciada además desde determinadas instancias, como es la del artista investigador, el artista antropólogo, el archivo. En mi época no era esto: no toda una clase se quería ir a Brasil a investigar a una tribu y poner vídeos sobre los nativos y vitrinas con revistas recopiladas.
Volvemos a lo del género e hilamos con el principio. Visibilidad de la mujer. ¿Crees, Marina, que hemos retrocedido?
Marina Núñez: Lo que tengo claro es que lo que yo viví fue un espejismo. Parecía que las cosas iban a ir muy rápidas y no fue así. Rocío de la Villa lo ha explicado alguna vez de una forma tan contundente como demoledora: Precisamente porque todas las chicas de mi generación, las que mencioné y algunas más, ocupamos un lugar, cerramos el paso a las demás generaciones de chicas. Ya hay chicas. Hasta que no muramos no habrá que renovarlas. No hay más que ver los números. El 30 por ciento de las personas que estudias Bellas Artes son chicos, pero son el 70 por ciento en los ámbitos de profesionalización a todos los niveles: premios, becas, concursos, compras, exposiciones… Tanto en el mercado del arte como en el sistema. Y eso es así ahora. De forma que han pasado 25 años y nada ha mejorado. Estamos más o menos como estábamos, lo cual es desolador.
¿Vosotras, las más jóvenes, lo notáis?
Laura Salguero: Yo creo que es un tema social, no va tanto contra tu persona, sino que son dinámicas de flujo que al final te afectan. Yo no he sentido esa discriminación de forma directa. Pero sé que está.
Blanca Gracia: Yo tampoco. Pero lo ves en las cifras. Nosotras estamos aquí, somos visibles, pero cuando participas en una colectiva, “lo normal” es que seas «la chica», si acaso con otra más. Quizás en el día a día no lo noto porque soy la cuota.
¿Cómo se puede luchar contra esas inercias?
Marina Núñez: Pues yo lo hago con lo que ahora se llaman “acciones positivas” que de toda la vida se ha llamado «discriminación positiva». Yo, si participo en un concurso, me niego a que el porcentaje final no refleje ese 70-30, y además debe de ser así, porque la gente que sale de Bellas Artes sale con la misma fuerza e igual de preparados. Si tuviera que dar 5 becas, jamás se me ocurriría dar cuatro a chicos y una a una chica. Lo peleo y lo peleo políticamente. Como también lo he hecho en este caso.
Esa era la siguiente pregunta: ¿Por qué has elegido a estos cinco “pupilos”?
Marina Núñez: Lo que tenía claro es que tenía que haber una relación normal cincuenta-cincuenta entre hombres y mujeres. Como eran cinco, busqué que el asunto no se desplazara ni para un lado ni para el otro. Ese fue mi único apriori político. Tengo clarísimo de que esta es la única forma de luchar contra este horrible techo de cristal. Deseo y tengo la voluntad de que deje de suceder, cuando las cosas alcancen su estado normal y no sea preciso hacerlo. Por lo demás, he contado con tu ayuda, la de Susana Blas y Pedro Gallego, porque aunque yo creía que conocía a artistas jóvenes, en realidad yo estoy más cerca de gente algo mayor. Conocía ya el trabajo de Laura y de Blanca por la galería de Pedro, donde han entrado de manera más o menos puntual; me resultaban muy afines por temas y me gustaba lo que hacen. A los otros tres les he conocido por todas estas listas y de mirar después un montón de dossieres, así como sus páginas web y blogs o imágenes en internet. Esta es una de las ventajas de estos tiempo: cómo se puede acceder a toda esa información. Laura hace monstruos, como los hago yo. De Jorge me gusta su dimensión tecnológica; formalmente es algo que aprecio mucho, así como que te hayas lanzado al vídeo. Javier también toca la imagen en movimiento pero me interesan sus temáticas, sus maneras de contar, muy reflexivas, muy bellas. Y las dos pinturas, las de Blanca y María, que se engloban en el ámbito de la pintura conceptual en la que me metían a mí, son muy sugerentes, muy profundas y muy bien formalizadas. Eso es algo que compartís los cinco. Ha sido muy agradable descubriros a los nuevos y redescubriros a las ya conocidas.
¿Vosotros cinco conocíais el trabajo de Marina?
Marina Núñez: ¡Jorge no! ¡Confiesa! Esa es otra cosa sobre la visibilidad que me llama la atención. ¿Por qué me conoce la gente tan joven como Jorge, aunque este no sea el caso? Porque los profesores hablan de mí. Ese es otro gran lugar de visibilidad. Uno es la obra, que antes lo comentaba María, pero la obra sólo se ve en los ámbitos de exposición. Cierto que está internet, pero la cuestión física, el cuerpo, es fundamental. Y no es lo mismo ver virtualmente una imagen que aproximarse a ella, tenerla a su tamaño, con sus texturas, en su espacio… Pero la “visibilidad” a la que tú te referías con tu pregunta la dan los medios de comunicación, sin la menor duda y con diferencia, y la enseñanza. Y como en Zaragoza, donde estudió él, nadie hablaba de mí, pues no me conoce. Y la universidad es un lugar muy bello de visibilidad, muy persuasivo. Mucho mejor que te expliquen en clase a que te vean en Google de una manera rápida. Es un privilegio. Cuando alguien me dice que le hablan de mí en clase, no me lo puedo creer. Es una gozada.
Laura Salguero: Yo me he dado cuenta, ahora que también soy profesora, que tienes que ejemplificar. En el ámbito de la joyería, lo hago con lo que conozco, que son los joyeros de Valencia, para que se entienda cómo se formaliza a nivel conceptual. Y al hacerlo parece que estás sentando cátedra: “Mira el trabajo de esta persona”. Además se lo vendes con una alegría y un aprecio que es raro que no te hagan caso.

¿Se siente vuestra generación arropada por la de Marina? ¿Tenéis ya en ella referentes?
Blanca Gracia: Desde luego. Mucho más que por o en generaciones posteriores.
María Dávila: En parte, porque buena parte de los agentes de su generación son nuestros profesores o amigos de profesores.
Tu generación, Marina, ¿Se vio arropada por la anterior?
Marina Núñez: La verdad es que no. Yo no lo sentí. Tenía modelos que me encantaba, como Luis Gordillo o Eva Lootz, de los que me gustaba muchísimo su obra y a la que había leído en muchas entrevistas, me caían bien, pero con los que no tenía relación personal. Antes no existía esa conexión.
Laura Salguero: Quizás porque eran artistas, no profesores.
Marina Núñez: Posiblemente fue eso.
Blanca Gracia: Ahora está todo más naturalizado. Y conoces a gente de verla en exposiciones, allí te van presentando…
Marina Núñez: A mí me escriben muchísimos, muchísimos alumnos, gracias a la web, para preguntarme de todo. De cuestiones técnicas a entrevistas para trabajos de grado. Y yo siempre contesto. Eso antes no se podía hacer. ¿Cómo podías hacerle una entrevista a un artista que no estuviera en Madrid? No sabías ni cómo localizarlo.
Blanca Gracia: Para nosotros además es muy bueno tener referentes de otras generaciones, gente que te pueda guiar. Porque el mundo del arte es muy desconcertante, ya que no tiene reglas sobre cómo se hacen las cosas o cómo tienes que moverte.
Laura Salguero: Vosotros tenéis muy interiorizada la baza de la suerte, cuando veis algo que os llega, intentáis fomentarlo. Yo en mi caso lo he notado muchísimo.
Vosotros que en 25 años tendréis la edad de Marina y seréis los posibles mentores de nuestro 50 aniversario, ¿qué esperáis del futuro?
María Dávila: Queda mucho trabajo aún por hacer desde la universidad. También hay que luchar contra las cifras que discriminan a la mujer. Hay mucho por hacer…
Blanca Gracia: La cuestión de la educación seguirá siendo básica. Sacar el arte contemporáneo para llegar a más públicos. Porque sólo así desarrollarás nuevos gustos y permitirás el acceso a nuevos compradores.
Laura Salguero: Es que faltan más coleccionistas.
Marina Núñez: Se ha impuesto una cultura del vistazo que cae como una losa. Hay obras que son muy narrativas y que son fáciles de asimilar por todos los públicos. Y eso está bien, porque el propio vistazo le permite penetrar en la obra incluso a gente no formada. Pero hay piezas muy difíciles, muy crípticas, que precisan de mucho tiempo para asimilarlas. Su lógica queda anulada.
Laura Salguero: Hemos hablado que hay un boom de nuevos agentes culturales, de facultades, de museos, pero me sorprende que ellos puedan vivir del arte y los artistas, que somos los productores, no. Ahora en Valencia hay muchísimos festivales de arte, en todo el país hay un montón de ferias, fenómenos en los que los artistas son visibles pero no ven un duro. Sobre todo porque los públicos a los que se dirige todo esto no suelen tener capacidad económica o cultural para decidir gastarse su dinero en esto.
Javier Artero: Eso lleva a hablar de la necesaria profesionalización del artista, del reconocimiento como profesional.
Laura Salguero: Los músicos tienen la SGAE.
Blanca Gracia: Nosotros tenemos la VEGAP, pero sólo se ocupa de los derechos de reproducción de imágenes y es otro arma de doble filo, porque hay ocasiones en las que no te quieren sacar precisamente por eso, porque hay que pagar.
Marina Núñez: Hay una vuelta atrás en algo que es fundamental y que es increíble que se haya producido, fruto de la crisis, y es la pérdida de los honorarios de los artistas cuando se organiza una exposición. En mi época, se generalizó que todos los centros públicos pagaran algo, pero ahora, en muchísimos lugares, cobra el comisario, pero el artista no. Y no me refiero al dinero para la producción, que tampoco suele haberlo. Tiene que quedar bien claro que me refiero a ese tiempo que tú como artista te quitas de producir y le dedicas a la exposición: reuniones, montajes, prensa, programas educativos… Que eso no se cobre es algo que clama al cielo.
Javier Artero: Eso es algo fundamental y es responsabilidad nuestra. Tenemos que ser firmes en ese asunto porque nadie lo va a reivindicar por nosotros.
Marina Núñez: Lógico. Porque el resto cobra. Desde el que pinta la pared hasta el vigilante de seguridad.
Javier Artero: Es la ansiedad por la hipervisibilización la que nos condena.

Conversación íntegra en la que se basó el texto «Códigos de buenas prácticas» publicado en ABC Cultural el 5 de noviembre de 2016