Ochenta años de Superman

Con gayumbos y a lo loco

Ocho décadas contemplan la Historia del Hombre de Hierro, con permiso de Margaret Thatcher. Las repasamos a través de las obras de nueve creadores españoles de diferentes generaciones 

Superman visto por Jorge Galindo

En ochenta años, que son los que cumple ahora Superman, ha dado tiempo a darle mil vueltas al mito, a retorcerlo. A que al superhéroe le «naciera» una novia –Supergirl– (se supone que su planeta quedó calcinado tras su marcha) y hasta un miniyo –Superboy–; a que Miguel Bosé le compusiera su propia banda sonora en spanglish o a que la Warner lo utilice hoy en Madrid como reclamo de un parque de atracciones.

A mí, como fui un niño de los ochenta, no me faltó el disfraz del personaje de cómic de marras, customizado, eso sí, con un puño de Mazinger Zeta más grande que mi cabeza. También por esa época, para mí, Superman era el perro del grupo musical Parchís. Porque el único superhéroe para los niños de mi quinta era El gran héroe americano, al que imitábamos en el patio del recreo.

El «superman» de Ana Barriga

Luego descubrí con el tiempo que el también llamado Hombre de Hierro (con permiso de Margaret Thatcher, porque en realidad era de Acero), tenía su propia mascota: el cachorro Krypto; un nombre homenaje a Krypton, el planeta originario del superhéroe, cuyos restos «fósiles», después de estallar, se convirtieron en el talón de Aquiles de este musculitos. Años más tarde llegó Ruiz Mateos, con su «que te pego, leche», y a uno se le quitaron las ganas de volver a ponerse los calzoncillos por encima de unas mallas azules.

Superman en uno de los cuadros de Dis Berlin

Superman fue creado por el escritor estadounidense Jerry Siegel y el dibujante canadiense Joe Shutter en 1933, en plena depresión americana. «Traspasado» a Detective Comics en 1938 por la irrisoria cantidad de 130 dólares, sus primeras aventuras fueron publicadas por Action Comics en junio de ese año. Pronto llegarían los seriales radiofónicos, su propia revista, los programas de televisión, el cine, los videojuegos…

Julio Falagán y su Superman en España

Su leyenda seduce todavía hoy a los artistas (lo hizo de Warhol a Greg Shegal), sobre todo por ese modelo de rectitud moral que representa (el superhéroe que se esconde tras la imagen de un tímido reportero del Daily Planet y que se enamora perdidamente de Lois Lane, su compañera, lo que le hace replantearse su pasado y su futuro).

Obra de José Salguero

«Él es lo que necesitaba el mundo cuando nació en tiempos de totalitarismos indiferentes al sufrimiento de los individuos –escribe Javier de Juan, uno de los nueve creadores reunidos por ABC Cultural  para recrear su figura–: Un héroe inofensivo para el débil. Una esperanza inocente vestida de colores. Un mito muy apropiado quizás para hoy. Necesitamos que alguien haga algo. No a la kriptonita. ¡Viva Superman!».

María Chaves mete a Superman en una selva

Este tímido miope que podría destruir el mundo si así lo hubiera elegido, da mucho juego, incluso ocho décadas después. Dis Berlin lo emplea para analizar la deriva a la que llegó el emprendedor norteamericano del XIX; Manuel Antonio Domínguez, interesado en los asuntos de género, encuentra en él un referente que, a su manera, también vivía una doble vida metido en su propio armario (es un sujeto «preocupado por su visibilidad»).

La aportación del superhéroe de Javier de Juan

Da pie a introducirlo en el imaginario de la jovencísima María Chaves y hacer así un alegato feminista de sus superpoderes (que también puede emplear en llevar a cabo las labores cotidianas). José Salguero se inspira en El pensador de Rodin para describirlo como un sujeto «decrépito, octogenario, meditabundo y deprimido, en el cuarto de baño». Una veta existencialista que se transmuta en totalmente pesimista en Patricia Mateo y su alegato a nuestra falta de respeto a la experiencia de nuestros mayores.

Manuel Antonio Domínguez se enfrenta a Superman

Porque Superman –de siempre– ha sido un marciano (aunque tenga «pinta de bombón latino que baila bachata», como lo ve Ana Barriga), un huérfano (Julio Falagán). Un icono que, pese a estar «impreso en papel malo y áspero y con colores desvaídos» (Jorge Galindo), sigue gustando como material gráfico, como marca. Y eso, con ochenta primaveras, no pueden decirlo muchos de sí mismos. 

Patricia Mateo y las cosas de la edad

Texto publicado en ABC Cultural el 12 de mayo de 2018. Número: 1.329

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