«Los perfumes de la política son muy elaborados»
Incide Antoni Muntadas en el uso y abuso que los medios y los poderes políticos hacen del sentido de determinadas palabras. La galería Moisés Pérez de Albéniz en Madrid lo ilustra en la muestra «Palabras, palabras»

Recuerda Antoni Muntadas (Barcelona, 1942) que cada presidente norteamericano tuvo su medio de comunicación: la radio fue el de Nixon. Kennedy apostó por la televisión. Obama, por Internet, y Trump, es el rey de Twitter. El regreso del artista catalán a la galería Moisés Pérez de Albéniz se ocupa precisamente del uso y abuso que los poderes (políticos, mediáticos) hacen de los códigos lingüísticos y las palabras, vaciándolos de contenido y anulando su significado. Su título, como no podía ser de otra manera, es «Palabras, palabras». Nosotros le tomamos el pulso al discurso de su autor.
¿Cómo definiríamos «Palabras, palabras»?
La exposición reúne una serie nueva, la que da título a la exposición, junto a otros trabajos en la misma esfera. Como la instalación The Press Conference Room, de finales de los noventa y que forma parte del conjunto Media Architecture Installation, en el que que incluye trabajos como Stadium, Homework is Home o The boardroom. Son piezas que relacionan la arquitectura con los medios para ocuparse de la degradación de los discursos. Por su parte, Palabras, palabras es un proyecto sobre la degradación de los propios términos integrados en los discursos. Términos que se usan en demasía, de los que se abusa y, que, pese a que cuentan con un significante, este se ha vaciado o evaporado de tanto recurrir a ellos. Los dos trabajos los veo paralelos –uno más en relación al contexto español, en cuanto que está en castellano, y el otro, más en un ámbito internacional– pues, en el fondo, sus planteamientos se circunscriben a cómo las palabras pierden su significado. He seleccionado diez términos («Debate», «Democracia»…), pero podrían ser otros. Se podrían añadir «Corrupción» o «Libertad», palabras que, en cierta manera, han estado en constante uso en los discursos de la última campaña electoral. Viviendo como vivo fuera, eran las que más me llegaban a mí desde los medios.
Digamos que hizo su propia encuesta a pie de medios.
Son algunos de los términos que más se repitieron, sí. La lista que compuse incluía más de treinta, pero estos eran los más claros: «Debate», «Transparencia», «Ideología», «Democracia»… He situado una de esas palabras en la fachada de la galería porque estoy comprobando que estas piezas pueden salir a la calle. Y es que, en función de los contextos, pueden activar determinados pensamientos. Por ejemplo, ¿dónde colocamos el término «Demagogia»?
¿Por qué su interés por la palabra en una sociedad tan visual como la nuestra? ¿Se han convertido las imágenes en las nuevas palabras?
En este proyecto, la palabra se transforma en imagen. Y no es que las imágenes hoy hayan sustituido a las palabras, pero sí que explican una transformación. Si te fijas, la muestra incluye un dibujo de los años setenta, el primero en el que detecté este fenómeno. Lo que ha sucedido es que lo he ido incrementando. Y la primera palabra en la que pensé fue la mencionada «Demagogia», porque pensaba que había mucha manipulación en ese sentido. Visualmente, el hecho de usar dígitos u elementos de impresión amplifica las palabras o las degrada.
¿Hablamos de un proceso de no retorno o en él hay idas y venidas?
No lo sé. Yo no puedo prever algo así. Lo que sí que puedo constatar es que hay palabras que se usan alegremente. A veces son modas. Ahora, la muletilla más usada es «complicado». Todo lo es. Lo es para un entrenador de fútbol, pero también para un político. Los términos fluctúan y se activa su uso para luego olvidarlos. A lo largo de nuestra vida vemos cómo hay palabras que desaparecen. Recuerdo que la primera exposición que yo realicé en el Museo Reina Sofía, en 1988, se titulaba Híbridos, lo que llamó la atención, porque ya en aquel momento me di cuenta de que no hay elementos puros. Todo está contaminado por procesos culturales. El tiempo me ha dado la razón. Antes esa era una palabra que solo se entendía en el contexto de la genética y la biología. Fue Néstor García Canclini, el antropólogo, el que con el libro Culturas híbridas abrió el debate. Para mí es muy importante el significado del término «Democracia». Ahora, según cómo se emplea, a veces se denigra.

Hay una expresión en castellano que es «palabras mayores». ¿Existen palabras mayores que otras?
Todo depende del emisor y el receptor. La complicidad entre el uno y el otro marca el sentido de los conceptos. Esto me recuerda al librito que edité titulado Refranero político. En él explicaba cómo la sabiduría popular que encierran estos dichos había sido apropiada por los políticos como parte de su estrategia. Así, los tecnócratas hacen creer que el que habla es el pueblo, contextualizando realidades que muchas veces se les escapan. En los últimos años, ese uso y abuso de los refranes se hizo más evidente y a la vez más paradójico. Lo que yo hice fue recopilar en una publicación los más empleados, referenciando quién y cuándo los usó. De Rajoy a Cospedal, Chacón, Mayor Oreja, Zapatero… El de «Quien la hace la paga» fue precisamente el que se usó para la fachada de esta galería entonces, puesto que fue mi primera exposición aquí.
Y que se completaba con otro proyecto.
Sí, un conjunto de frases que hacían alusión a diferentes contextos nacionales: México («Lo hecho en México está bien hecho»); Argentina («Estamos condenados al éxito»); Brasil («Tudo bem, tudo bom»); España («España va bien»)… que forman parte de sus imaginarios colectivos y cuya serigrafía está realizada en el lugar de origen con elementos, situaciones o posibilidades del contexto; una serie muy abierta, cuya última pieza, «Dicho y hecho», es una frase de Chaves para el pueblo venezolano.
Interesado por los mecanismos de control, por el uso del espacio público y el privado. ¿Existe también un control en el uso del lenguaje?
Todos esos mecanismos son nuevos populismos. Hablamos de Trump y de los venezolanos, y vemos que las estrategias son similares. Los populismos crean todo tipo de poderes de seducción y de captura del lenguaje con la finalidad de controlarnos. Los perfumes de la política son muy elaborados. En las últimas elecciones americanas hemos visto cómo Trump ha sido un muy buen exponente de todo eso. Ahí quedan sus tuits. Cada presidente americano ha tenido un medio de comunicación a su servicio: Kennedy utilizó la televisión; Nixon la radio. Internet fue de Obama… Cada generación tiene su referente político y este busca la forma de conectar con ella. Los tuits de Trump a las tres de la mañana se han hecho famosísimos. ¿Qué ocurre, que este tío no duerme?
Y nosotros, como ciudadanos, ¿podemos hacer un uso político de las palabras, de nuestra manera de hablar?
En ese sentido, tenemos que hablar de las intenciones y responsabilidades que cada uno quiera asumir. De la misma manera que los políticos y los medios tienen una responsabilidad y ejercen un uso y un abuso del lenguaje, yo creo que cada ciudadano, al manifestarse con palabras, es evidente que puede hacer un uso determinado del mismo. Algunos discursos en los otros generan determinadas reacciones en nosotros. Las situaciones se sofistican en función de las intenciones y de los resultados que se persiguen.
Es interesante ver aquí cómo las palabras se convierten en logos, lo que conecta con el espectador actual, que consume iconos y emoticonos en pantallas.
Las piezas de esa serie se realizaron en primer lugar como dibujos, a mano alzada. Pero tenía más sentido utilizar para su ejecución final uno de los grandes transmisores de mensaje actuales como son los medios de comunicación.
Los nuevos medios hacen creer que todos somos comunicadores. Los micrófonos de su instalación, aquí, no tienen emisor. ¿Se refiere a ese mensajero anónimo de las redes sociales?
El micrófono lo he usado mucho como prótesis de la palabra. En una ocasión hice una serie con retratos velados, todos con micrófonos, en los qe no se reconocían los rostros, pese a que todos sus dueños eran muy, muy conocidos, gente de la política y el espectáculo; pero quise conservar su anonimato. Sin embargo, el mero hecho de que hacían acto de presencia ante un micrófono suponía que se les asociara con la imagen de un personaje público. El «sentido público» de la persona aparece. Mis micrófonos funcionan siempre como ortopedias, como partes consustanciales de los que los sostienen. Este proyecto es antiguo. Lo hice creo que para Sao Paulo a principios de los noventa. Entonces, un político local que vino a la inauguración sintió la necesidad imperiosa de situarse delante. Debió de pensar que eso era para él. Es como el futbolista que se pone a jugar en cuanto se le cruza una pelota en la calle o un campo.
A usted que es perfectamente trilingüe le pregunto: ¿Hay lenguas más persuasivas que otras?
El inglés es un idioma muy sintético. Cualquier cosa que traduzcas del español da un texto más corto. La variedad de palabras es menor. El español o el francés son más ricos en este sentido. Sin embargo, el inglés sintetiza y resumen muy bien. La frase que utilicé en la Bienal de Venecia Warning: perception requires involvement, para mí, es mucho mejor en su versión inglesa que la traducción española «Atención: la percepción requiere participación». La idea de «involvement» supone participar «envuelto». En español, lo más cercano a eso da pie a una oración más propia de Iberoamérica: «envolvimiento», que parece que pides que te lo envuelvan en papel de seda. En italiano también funcionaba bien: «Convulcimento». Este trabajo ha llegado a muchas culturas, también a Corea, donde tenía ocho traductores y cada uno me daba un término distinto. Al final usé los ocho porque yo no podía discernir cuál era mejor, pero entendía que había matices. En relación a lo que preguntas, tengo pendiente un proyecto comparativo sobre refranes de diferentes idiomas. Porque a veces son los mismos conceptos los que se usan y, en ocasiones, no tienen nada que ver.

Uno de sus proyectos más conocidos, que engloba toda una serie de trabajos, fue «On traslation». En cierta manera, ahí ya estaba mostrado su interés por las palabras. ¿Por qué esto es o no es un capítulo más de ese conjunto?
Es un trabajo paralelo. Trato de que haya conjuntos que no tengan que pasar por esta serie. Aunque había un texto en el catálogo de mi exposición del MACBA, el firmado por Mary Ann Stanizsweski, en el que ella decía que lo mío será siempre traducción, interpretación y transcripción. Conscientemente, yo empecé con ese proyecto en 1995. Pero para ella, trabajos anteriores ya eran precursores de su sentido.
Siempre ha mostrado interés por el poder y sus resortes. ¿Muta también el poder o este es omnímodo?
Hoy he ido al Banco de España para conocer su colección. Su espacio me interesaba, y quiero volver a ver las bóvedas. Entonces pensé en cómo los poderes fácticos son y serán siempre la catedral (la Iglesia), el banco (el dinero) y los parlamentos/palacios (el poder). En México, en la plaza de los tres poderes, esto queda más que claro. Quizás se manifiesten de diferente manera, pero la política, la economía y la religión han sido durante siglos las fuerzas que han controlado todas las situaciones. La economía puede variar de modelo, también variará la política, quizás la religión, pero están siempre ahí de algún modo. Y casi diría que, en estos momentos, lo que manda es la economía.
En su investigación, los medios de masas siempre han estado en el punto de mira. El arte, en cuanto canal de comunicación, ¿está libre de sospecha?
A mí me gusta analizarlo pero no como un sistema autónomo. En los años setenta elaboré un diagrama que sigo utilizando cuando doy una charla o conferencia en el que convierto en tres circunferencias que se solapan el arte, los medios y las ciencias sociales. En el ámbito en el que se encuentran las tres esferas es donde yo he querido situar siempre mi trabajo. Me interesa el arte en relación a otras situaciones, contaminado. Porque la vida misma es así. Y la manera interdisciplinar de entender ciertas situaciones pasa por estas tres coordenadas. Evidentemente, hay gente que no acaba de entender esta sinergia, y que se queda con una o dos de las situaciones y cree que lo que hago es sociología, o piensa que lo que le presento es un estudio periodístico. Bueno, el arte se puede permitir hacer eso o que pienses eso. Pero mi deseo es abarcar los tres entornos.
En cualquier caso, estar en el centro será imposible. ¿Nota sus propios desplazamientos en ese ámbito de encuentro?
Puede ser. Pero tampoco diría que todo lo que hago tiene que estar equilibrado al 33 por ciento. Uso trabajos de campo que en proyectos largos me puede acercar más a antropólogos o sociólogos; y me sirvo de entrevistas, de observaciones de campo. Me interesan los medios porque creo que son transmisores fundamentales de mensajes, ya sean más tradicionales –la fotografía o el vídeo–, o más sofisticados: internet o cualquier arquitectura. Todo eso, en cada proyecto tiene un planteamiento determinado. En cualquier serie todo comienza respondiéndome a las preguntas «¿Quién?», «¿Qué?» o «¿Por qué?». El «¿Cómo?» aparece luego. Pero tengo que tener claro qué y por qué hago algo.
Me está usted hablando de las cinco w del periodismo. Esas preguntas yo me las tengo que hacer igual. ¿Por qué usted no es periodista y yo no soy un artista?
Es cierto que yo también he añadido el «Dónde» y el «Cuándo», por la necesidad de la especificidad del tiempo y del contexto. Quizás lo que nos diferencia es que después del «¿para quién?» llega preguntarse «¿cuánto cuesta?». Para mí, como artista, me parece interesante que, con poco dinero hagas mucho.
Fue pionero en España en el interés por las nuevas tecnologías y su dimensión artística. ¿En qué punto cree que está hoy la sociedad?
Siempre es mejor contar con más medios que con menos. Y cada uno tiene sus características. Algunos son complementarios. Prefiero añadir a quitar, eso está claro. En mi caso, como artista, no puedo renunciar a las tecnologías. Y, según el proyecto, debo echar mano de una cosa u otra. Tenemos que ser conscientes del alcance de los medios y de qué posibilidades aportan. Y debemos tener en cuenta que las audiencias son siempre diversas. No es el mismo el que ve la televisión que el que lee un libro, al menos cuando ejerce una u otra actividad. Cada situación genera una audiencia que no creo que pueda cambiar un proyecto artístico; pero yo, como autor, sí que tengo que ser consciente de que hay medios que precisan de una intimidad, como leer, mientras que otros precisan de ciertos contextos, como el cine. No se ve de igual forma una película en una sala de exhibiciones que en un ordenador.
Como usuarios, ¿nos estamos obsesionando con ellas, con las tecnologías?
Es evidente que hay que hacer un uso responsable de esto también. Cuando surge la fotografía, su empleo era uno muy determinado, que luego se diversificó. Ahí tienes la fotografía familiar, la de prensa, la científica, la artística… Para todos, el medio es el mismo. Todo depende del fin que le des. Por eso, repito, es necesario definir tus intencionalidades y tus responsabilidades. No hay un dogma ni una legislación sobre la utilización de un medio. Lo que sí ocurre es que algunos, como los digitales ahora, en algún momento crean unas expectativas, que, con el tiempo, se desvanecen. Eso ya le pasó a la televisión, cuyas audiencias millonarias se fraccionaron con la multiplicidad de canales, con la oferta de la televisión por cable como alternativa… O internet, que pensamos que generaría un sistema alternativo, y las cuestiones económicas lo han transformado en otra cosa. Todo medio nuevo supone una alternativa, pero las esperanzas que generan se suelen evaporar en tanto se produce en torno a ellos una masificación.
Recuerdo que para su expo en el Reina Sofía en 2011 presentaba sus trabajos agrupados en «constelaciones». Aquí también, frente al proyecto nuevo, incluye algunos antiguos. ¿Qué facilitan estas «Constelaciones»?
Las Costelaciones del Reina nacieron para evitar realizar una exposición antológica y cronológica y para marcar que hay territorios en los que me he introducido durante cuarenta años y que me han interesado especialmente. Ordenaban una labor que se ha conducido por diferentes intereses. Si yo tuviera que hacer un archivo de mi trabajo, quizás estas Constelaciones ya serían un buen punto de arranque. Fue una buena idea de la curator de esa exposición, que trabajó codo con codo conmigo. Estos son los comisarios que me interesan, los que trabajan cercanos al artista, no los que van por libre.
Aquí tenemos ese dibujo germinal, una instalación de los noventa, una serie de 2017… Eso es una «Constelación».
Palabras podría continuar una de las Constelaciones del Reina, de igual forma que hay trabajos intercambiables y que pertenecen a diferentes Constelaciones.
En esa muestra madrileña se ocupaba de los espacios intermedios, los de transición. Hablaba de ellos como «terrains vagues». ¿Existen también en el lenguaje?
Esa preocupación intentaba dar respuesta al trabajo nuevo de la ampliación del Reina Sofía, el espacio de encuentro entre el antiguo hospital y las salas de Jean Nouvel. De ahí el In / Between del título de la muestra. Quise hacer allí una labor, digamos, situacionista, que la gente se perdiese en la institución y se encontrase en el proyecto, más que hacer una peregrinación por un museo que además es caótico en su itinerario. A veces los trabajos tienen que funcionar como intriga. Sólo así, si tienes un mínimo de curiosidad, puedes enhebrar ideas. Pero volviendo a tu pregunta, creo que sí, que hay también terrains vagues en el lenguaje. Como en la ciudad, en él también hay periferias, centros… Se podría crear una ciudad con palabras. Y tenemos que tener en cuenta que, en ocasiones, olvidamos, por lo que sea, algunas de ellas. La función del escritor es justamente recuperarlas. Ya hablo muchas veces del uso de las palabras como acupuntura, porque la acupuntura, como algunos términos, a menudo tocan fibra.
Entiendo que este es un proyecto a largo plazo. ¿Se cierra de alguna forma aquí?
Se han quedado muchas palabras fuera. Una, clarísima, es «Corrupción». Por lo que comentábamos de las Constelaciones, este es un trabajo que aparecerá o reaparecerá de otra manera. Por ejemplo, cuando trabaje en otro contexto idiomático. Si empleo el inglés, por ejemplo, algunos términos permanecerían, como «Democracy», «Ideology»… Otros no tienen el mismo uso, como «Debate» o «Transparency», que tiene más que ver con la materialidad que con la honestidad.
¿Cuál será su próximo paso?
Estoy ahora ocupado con un nuevo capítulo de On Traslation. Se trata de On Traslation: About Academia, que es un trabajo que se inaugura en Baltimore el día 2 de febrero, para luego viajar a De Appel, en Holanda, que se enriquecerá con ese contexto con unas mesas redondas.
Por cierto, ¿cuál es la «palabra» de Antoni Muntadas?
Yo utilicé en su día una, que también amplié y que es bastante constante en mi producción, que es «Contexto». Me interesa porque hace relación a la vinculación entre un espacio y un tiempo y porque tiene en cuenta contenidos de naturaleza antropológica e histórica que ayudan a entender muchas cosas.

Antoni Muntadas. «Palabras, palabras». Galería Moisés Pérez de Albéniz. Madrid. C/ Doctor Fourquet, 20. Http://www.galeriampa.com/. Hasta el mes de marzo
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 28 de enero de 2017