Pauline Boudry y Renate Lorenz: el Palacio de Cristal ‘en llamas’
La pareja de creadoras, que muy recientemente expusieron en el CA2M, regresa a Madrid para ocupar este espacio dependiente del Museo Reina Sofía, «revisar la herencia cultural» e «invisibilizar la realidad ‘queer’»

Una maldición rodea al Palacio de Cristal, edificio del Retiro madrileño adscrito al Museo Reina Sofía, para el que los artistas preparan instalaciones específicas: Cada autor que allí entra le recuerda su pasado –a ojos actuales, censurable–, el haber sido construido para la Exposición General de las Islas Filipinas de 1887, y, por lo mismo y por lo visto, arrastrar una lacra colonial que atraviesa su naturaleza.
Les ocurre ahora a Pauline Boudry (Suiza, 1972) y Renate Lorenz (Alemania, 1963), pareja de creadoras que llevan trabajando como colectivo desde 2007, nombres que probablemente les suenen porque están presentes en la colección del MNCARS (estuvieron incluso expuestas antes de la revisión de la misma) y porque ya las vimos la temporada pasada, hace unos meses, en el CA2M de Móstoles, donde introdujeron dos de sus instalaciones más laureadas, ‘(No) Time’ (2021) y ‘Moving Backwards’ (2019), con las que nos dejaron claro por dónde van sus tiros: propuestas multidisciplinares, en las que la ‘performance’ y la danza llevan la voz cantante, y desde las que reivindican cierta dimensión ‘queer’ y cuestionan los relatos –históricos, sociales– hegemónicos.
Su propuesta ahora para ese espacio indomable del MNCARS en plena naturaleza, que se le suele hacer cuesta arriba a muchos autores, es ‘El cristal es mi piel’, una cita en la que resuenan conceptos asimilables de su discurso como el de identidad, también el de resistencia, con la que redefinen el espacio y el tiempo con el cuerpo como herramienta para llevar esta doble labor a cabo.

Para ello hacen uso de elementos propios de su gramática, como los escenarios (esos entornos en los que se escenifican los roles, que, de tanto repetirlos, se interiorizan como naturales) o el humo (una forma de opacar, de ocultar, para no ser conocido ni normalizado). Son un total de seis de estos escenarios, inaccesibles, a los que recurren en esta ocasión; de diferentes tamaños y colocados de todas las maneras posibles sobre el pavimento del palacio. Y con su superficie ‘espejada’, de forma que reflejan no solo nuestra imagen, sino la del edificio mismo. Según el tiempo avanza, el espacio se va llenando de cierta neblina, hasta hacer que queden en una espesa bruma los elementos arquitectónicos y el espectador mismo.
«De forma general, Boudry y Lorenz intervienen espacios más convencionales, los típicos cubos negros de la sala del museo, en los que es más fácil proyectar vídeos y donde no se puede separar a los performances de los espectadores y, por lo mismo, la ficción de la realidad», explicaba ayer Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía. Para él, el reto aquí ha sido hacerlo en un espacio abierto y tan diferente como el Palacio de Cristal, en pleno parque urbano, que destacaba asimismo cómo estas creadoras inciden más en el concepto griego de ‘koros’ (espacio en movimiento) que el de ‘topos’ (espacio fijo) en sus intervenciones. El resultado, en sus palabras, es «un espacio no binario; un espacio queer». Y alude para explicar esto último al teórico cubano José Esteban Muñoz, quien «ya cuestionó la política gay contemporánea en su discurso»: «El trabajo ha consistido en trasladar sus utopías a este espacio, algo que las artistas han conseguido con una coreografía única».
«Estamos totalmente de acuerdo en que este lugar ha sido un desafío para nosotras», relataba Lorenz en nombre de las dos, quien confesaba cómo el descubrimiento del pasado colonial del recinto fue moldeando su propuesta: «Conocerlo nos impactó. Nos impactó que un espacio tan bello pudiera contener una historia pasada tan violenta». Ambas autoras repararon también en que es este un ámbito ‘imperfecto’, con sus goteras, y en el que pueden colarse pequeños animales. Su respuesta imagina que «el edificio se desmorona».

«Proponemos la relación visibilidad-opacidad como una fórmula de resistencia», continúa su discurso Boudry, la cual explicó con dificultad cómo, en su opinión, la visibilidad de realidades como la ‘queer’ es necesaria para alcanzar derechos políticos, pero que, sin embargo, «la hipervisibilidad es una fórmula para controlarla. Por eso proponemos un escenario en el que volver a invisibilizarlas». A la pregunta, pues, de si su acción, por bien intencionada que sea, no termina introduciendo a la comunidad LGTBi y otras realidades en un nuevo gueto, sin mostrar su voz al resto de la sociedad, las artistas apelan: «Entendemos la duda y la contradicción que suscita, y es una buena cuestión, pero durante años las personas ‘queer’ han sido categorizadas y estereotipadas. No hay más que ver los archivos policiales». El humo pues, empaña el pasado colonial del edificio, pero, a la vez, parece ocultar las etiquetas que todos llevamos colgadas.
Caminar hacia la voz
A lo largo del día, se suceden cinco pases de la propuesta, en los que, durante 25 minutos, el Palacio de Cristal se va llenando de humo (el mismo que se usa en espectáculos teatrales) hasta impedir que el espectador sea capaz de verse reflejado en los espejos que cubren los escenarios y dificultar su orientación. Entonces comienza a escucharse una voz en ‘espanglish’ que puede guiar sus pasos, y que va entonando una melodía que puede seguirse a través de los 17 altavoces distribuidos por el espacio y que suenan de forma aleatoria. Es una composición en colaboración con la compositora e intérprete Aérea Negrot, que realizó su ‘performance’ en directo durante la presentación del proyecto y que la repetirá de forma presencial hoy viernes y mañana sábado a las 17:00 horas, y el domingo a las 11:00.
«Mira a través de los ojos de un extraño», repite varias veces la voz, que, para las artistas «es la del fantasma que habita en el Palacio de Cristal». El resultado final –discutible en su planteamiento teórico, que flaquea del todo en cuanto comienza a sonar la música, que ‘disneyfica’ la pieza– es muy parecido a cualquiera de las resultonas propuestas de los pabellones nacionales de la Bienal de Venecia, donde precisamente Boudry y Lorenz granjearon su fama internacional en el suizo en 2019 con la antes mencionada propuesta ‘Moving Backwards’.

Para Soledad Liaño, coordinadora del proyecto, lo importante es «cómo ambas han conseguido darle la vuelta a un recurso tan habitual en su trabajo como es el humo y cómo resignifican el palacio»: «El Palacio se refleja a sí mismo en los espejos, que no de forma casual no muestran superficies lisas, sino que estás se ven interrumpidas por ciertas líneas de unión, para dar de por sí una imagen fracturada del mismo. Por otro lado, con el paso del tiempo, el humo impide que nos veamos y que el edificio ‘se vea’».
Eso desde dentro. Una hora ha de pasar desde que las máquinas dejan de expulsar su niebla, comienza la música y se disipa la humareda del todo. La complejidad técnica del proyecto ha obligado a hacer pruebas de calidad del aire, de la no toxicidad del humo, e incluso a instalar luces de emergencia para que haga uso de ellas el que de repente se sienta perdido o abrumado y necesite salir del recinto. Desde fuera, es fácil comprobar cómo este escapa por las junturas de la techumbre. Tenemos fumata blanca. Hasta que el Palacio vuelva a arder. Y un nuevo artista lo haga renacer… para hundirlo en su pasado colonial.

Pauline Boudry / Renate Lorenz. ‘El cristal es mi piel’. Palacio de Cristal (MNCARS). Madrid. Parque del Retiro, s/n. Coordinadora: Soledad Liaño. Hasta el 9 de septiembre de 2023
Texto publicado en la web de ABC el 7 de octubre de 2022