Pensar y sentir en clave andaluza
El CAAC de Sevilla culmina sus actos del 25 aniversario con los jóvenes creadores, que por primera vez ocupan sus salas. Ellos son la base de la colectiva «¿Qué piensan, qué sienten, los artistas andaluces de ahora?»

Hace ahora exactamente un año que el CAAC de Sevilla celebraba A secas, una serie de jornadas artísticas en la que un nutrido grupo de jóvenes creadores andaluces (13 de los más de 80 que se presentaron) daban a conocer bajo el formato de la charla distendida sus respectivas actividades; acciones que se completaron con algunas conferencias y mesas redondas sobre la situación del sector y el encuentro con profesionales del mismo. La iniciativa, que era la forma de dar la palabra a las últimas generaciones del arte andaluz en el programa de actividades que festejaban el 25 aniversario del centro, debería haber contado como colofón con una muestra que, por problemas de presupuesto, se tuvo que desplazar a 2016.
Esa exposición llega en estos momentos. Se trata de ¿Qué sienten, qué piensan los artistas andaluces de ahora?, la cual rescata como comisarios a algunos de los agentes implicados de A secas y, como participantes, también a algunos de los artistas que, por entonces, se daban a conocer en el museo a través de la palabra.
El título de la muestra se le toma prestado a Rafael Alberti (es un verso de «Balada para los poetas andaluces de hoy», de 1953, que luego, en 1969 popularizó Aguaviva). En ese poema del gaditano, que el autor exortaba para denunciar el papel de la cultura en un momento político muy determinado, hay otro verso que, paseando por las salas del CAAC, resuena como un mantra y se recarga de actualidad. Escribía Alberti: «¿Es que Andalucía se ha quedado sin nadie?».

Me explico. La exposición implica a diez artistas (nueve más una pareja), entre los que se respeta escrupulosamente, al aire de los tiempos, la paridad, que se considera que mejor representan el arte que se gesta ahora en Andalucía, bien porque nacieron allí (y lo hicieron después de 1980), bien porque han adoptado esta comunidad autónoma como propia para ejercer su actividad artística. Sin embargo, todos ellos han termindo echando raíces fuera y tan solo dos de ellos (Gloria Martín y Javier Artero) pueden decir que han terminado siendo profetas en su tierra.
Alberti se interrogaba sobre el papel del poeta en su época, y los comisarios (Luisa Espino, Ana Ballesteros, Alberto Figueroa y Raquel López) trasladan la pregunta a los artistas seleccionados, de forma que sus respuestas carguen las tintas políticas y sirvan para implicarse con una sociedad (la actual) y un contexto (el del cambio de siglo).
Sin duda, hay que felicitar al centro; primero, por apostar, después de tanto tiempo (25 años), por el arte emergente. Segundo, porque las propuestas, todas de grandísima calidad, son proyectos pensados para la ocasión, lo que ha facilitado que muchos de los artistas trabajen por vez primera con estándares propios de institución de primer nivel.
¿Y qué piensan, qué sienten José Iglesias Gª-Arenal (Madrid, 1991), José Jurado (Córdoba, 1984), Julia Llerena (Sevilla, 1985), Glora Martín (Sevilla, 1980), Cristina Mejías (Jerez, 1986), Fuentesal&Arenillas, Javier Artero (Melilla, 1989), Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1986) y Daniel Silvo (Cádiz, 1982)? La verdad, nada que no piense o sienta ningún joven de su edad, sea artista o no; sea o no sea andaluz.

Son excepcionales las piezas audiovisuales. En la suya, Julia Llerena poetiza sobre la dificultad para acceder a una vivienda enfrentando el cielo estrellado que ella no puede ver desde su habitación con el que Van Gogh tampoco contempló desde el psiquiátrico en el que estuvo recluido, pero que trasladó a su famoso lienzo Noche estrellada. Cristina Mejías sitúa en el centro de su instalación al espectador y lo convierte en el domador de los pura sangre que recorren las tres pantallas de Tro tro. En el fondo, está hablando de cómo el sistema domestica al ciudadano. Javier Artero, salva la altura de su sala magistralmente, con una triple pantalla (la de Never Odd or Even) que parecen narrar una misma historia, casi pictórica, poblada de interferencias que sólo la mirada atenta es capaz de descubrir.
Junto a ellos, otros compañeros han sabido ocupar el espacio del CAAC. José Igesias Gª-Arenal, de forma invisible, empleando las ondas wifi de una instalación obsoleta en el museo desde la celebración de la II BIACS, pero reflexionando sobre la idea de superar muros y escapar de la exposición. Leonor Serrano Rivas desde lo teatral y empleando la arquitectura del centro como protagonistas de las «tragedias» que narra. Un proyecto en colaboración con agentes del teatro de la ciudad. Marín, con la pintura, creando trampantojos que llevan a las salas los almacenes del CAAC, esto es, lo que se custodia y a lo que no siempre se tiene acceso. Y en un centro que, además, siempre ha contado con graves problemas para el almacenaje, teniendo que habilitar algunas de sus salas expositivas para ello. Por su parte, Fuentesal&Arenillas nos enfrentan al problema de la desterritorialización, reproduciendo suelos que quizás no quisieron ser pisados y generando otros en los que dudamos el paso que se puede dar.
Dejo para el final los proyectos colaborativos de José Jurado y Daniel Silvo. Básicamente porque, con sus aportaciones, amplían la nómina de creadores convocados en la exposición (la muestra recoge el sentir, no de los artistas andaluces, sino de unos pocos). El primero lanzó las preguntas del título de la muestra a otros colegas. Sus respuestas cuelgan ahora en las salas del museo, antes de convertirse en unapublicación. El segundo cede su espacio a artistas locales que, monitorizados por María Cañas, los MP&MP Rosado y José Miguel Pereñíguez, no cuentan con estudio propio en la ciudad. Por cierto: su apuesta se está convirtiendo en franquicia y también prepara su versión para el nuevo Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, en Córdoba. Toda una crítica al sistema del arte, a los alquileres, a los individualismos… Los artistas jóvenes llegaron para quedarse. Ojito al museo.
