Corta-pega con mucha Historia
Del 2 al 30 de noviembre, la galería 6mas1 en Madrid es la sede de la exposición «Rewind 6 Remaster», una colectiva en la que un nutrido grupo de artistas españoles pertenecientes a distintas generaciones analizan la influencia de la tradición ala Historia en la contemporaneidad. Sus comisarios: Carmen González Castro, Nino Maza y Javier Díaz-Guardiola

Imposible no estar disfrutando de, por ejemplo, la serie El cuento de la criada (HBO, 2017) y encontrar que algunos planos, que su foto fija, que la cadencia de algunas escenas, podría haberlas firmado el mismísimo Vermeer. Pese a ser un pintor. Y en un ejercicio inverso, pararse ahora ante otra producción audiovisual, la de Mad Men (AMC, 2007) y constatar que en este caso, es la televisión la que se apropia de atmósferas de la fotografía, y que todo ese trabajo documental para plasmar en la pequeña pantalla la glamourosa Norteamérica de los sesenta pareciera tener como director artístico al holandés Erwin Olaf.
El mundo del arte, como todas las disciplinas creativas, se ha nutrido a lo largo de los siglos de la herencia transmitida por los grandes maestros de épocas pasadas. Por hacer un rápido repaso, de esos que caben en 140 caracteres, cabe recordar cómo el Renacimiento fue una plasmación de los mitos y principios de la Grecia Clásica. Y cómo luego el Neoclasicismo decidió imponer su espíritu -el de ambos periodos- unos siglos después. De igual forma que el Romanticismo del XIX dejó arrastrarse por los excesos del Barroco y las leyendas, centurias antes, del medievo. Hasta el siglo XX basa sus rupturas oponiéndose a la “norma”, y fagocitando muchos de sus principios a la contra.
El apropiacionismo está, en la era de Internet, a la orden del día. Con sus aciertos (el “meme” debería ya haberse elevado a la categoría de arte, con su Premio Nacional incluido) y sus desmanes (lo que abre interesantísimos debates sobre los derechos a la propiedad intelectual o el reconocimiento de autorías. Baste como ejemplo la trifulca que se ha montado, con trinchera y con bandos, sobre el cartel diseñado por la artista María Cañas para el último festival de Cine de Sevilla). Google se convierte en un gran oráculo que nos lanza todas las imágenes que necesitemos (y muchas más) sobre la realidad que precisemos, por muy absurda que ésta sea. La biblioteca da un paso atrás y, a golpe de ratón (y de conexión a la red con tarifa más o menos plana, banda más o menos ancha, o que coma de todo), Internet nos permiten visitas virtuales a exposiciones a kilómetros de distancia (también a las que podríamos acceder cruzando la calle), alcanzar páginas web y blogs personales de aquellos creadores a los que les damos un “like” a pies juntillas en cualquier red social, llenar nuestros discos duros (extensiones de nuestra sesera) con imágenes y datos de “maestros” del pasado (los antiguos “influencers”), con los que, de forma consciente o inconsciente, reorganizar nuestro imaginario y dar pie a nuestros propios discursos. También creativos “statements” a la carta.

La exposición Rewind & Remaster atiende todos estos conceptos. A través de la labor de diez creadores españoles pertenecientes a distintas generaciones, se analiza desde diferentes flancos el concepto de “apropiación”. Y se revisa otro de gran resonancia, el de “icono”: su aparente carga de inmutabilidad se “rebobina” y “remasteriza” en un deseo de dotarlos de nuevos significados. Lo que esta muestra propone es comprobar cómo los artistas se han nutrido de las aportaciones de artistas que llegaron mucho antes que ellos, convirtiendo sus enseñazas en nuevos eslóganes. Asimismo, la cita pone de manifiesto cómo, ya que el bombardeo de imágenes y mensajes es constante e igual para todos, es posible encontrar a creadores trabajando sobre las mismas cuestiones para llegar a soluciones que no necesariamente tienen por qué coincidir. Una vez más, la Academia o “lo académico” se pone al servicio del artista para potenciarlo, bordearlo o transgredirlo gracias a la aplicación de estrategias o modos de pensamiento puramente contemporáneos.
Comencemos ilustrando estas afirmaciones con la labor de dos escultores incluidos en la muestra pertenecientes a dos generaciones distintas. De un lado, la granadina Marina Vargas (1980). Del otro, el madrileño Mateo Maté (1966). Los contextos también influyen y generan un sedimento. Por eso, y aunque estos artistas parten de la estatuaria clásica, de la herencia de la tradición greco-romana que se impone todavía hoy, sus caminos se bifurcan en resultados diferentes. La Venus Esquilina (también titulada Carne Adán) de la serie “Ni animal, ni tampoco ángel” de ella, construida ahora en resina y no en mármol, sucumbe y se hunde en las masas informes de poliuretano que la creadora trata con procedimientos pictóricos, dando de hecho una nueva lectura a nuestra idea de “barroco”. Sin duda alguna, ver estos arqutipos sometidos a tales transformaciones generan en nuestro imaginario nuevas lecturas resultado del impacto de deformaciones de apariencia sangrante. Se da el caso, además, de que algunos ejemplos de esta serie se inspiran en otra obra de la que ya se apropió Pistoletto (a la que llamó Venus de los trapos), de forma que nos encontramos aquí una obra dentro de una obra, dentro de una obra… ¿Cómo se le queda a usted la mirada?

Por su lado, Mateo Maté nos retrotrae de nuevo a la Grecia Antigua para hacer saltar por los aires los ideales de belleza que ésta aún nos lega y que las revistas de moda han llevado a límites inasumibles. El Adonis que ahora nos acompaña, perteneciente a la serie “Canon” (2017), ya no es un chico esbelto y atractivo… O quizás sí. ¿Acaso no puede resultarle a alguien sexy un hombre con sobrepeso? Lo que el conjunto proclama es cómo se imponen unos gustos sobre otros y cómo la belleza es un término tan inasible que puede mutar en lo que uno menos se espera.
Otro maridaje que no pasa desapercibido. En este caso el “asalto” es entre los collages de Nino Maza (Écija, 1978) y las fotografías “volumétricas” de David Trullo. El primero acude a obras de su serie “Ideologías del deseo”, en la que lo académico se confronta con lo vulgar, la alta cultura se remasteriza con la baja, el clasicismo entra en contacto con la pornografía. Vaciar de contenido iconos propios de la estatuaria greco-romana los desviste del aura de poder que le otorgamos desde nuestro imaginario y los rellena de otra cosa, de otras asociaciones, de otros pensamientos. Es jugar al traje nuevo del emperador, cuando caen las máscaras y vemos la falsedad de la realidad que nos imponían. El autor, incluso, fantasea con los títulos: “Seminario” se apropia del concepto “seminal”, lugar donde se aprende, que de inmediato es asaltado en nuestra mente por el de “esperma”. La imaginación es libre…

Por su parte, David Trullo (Madrid, 1969) regresa una vez más a los iconos greco-romanos con los que ya antes ha trabajado, que se mezclan o salen a la luz a través de iconos más contemporáneos y más propios de la cultura homosexual, analizados esta vez desde la perspectiva de la fotografía transferida a la cerámica que tan buenos resultados le están dando. Fórmulas nuevas para técnicas con solera (una nueva vuelta de tuerca a la tradición). Bajo estos parámetros, las piezas seleccionadas de “Queer menagerie” (2017) reproducirían esquisitos ejemplares de toda vajilla burguesa que se precie con decoraciones que no le son propias, en las que los referentes vienen en muchos casos del pasado, pero para adoptar nuevas lecturas a las de los soportes para las que fueron ideados: revistas homoeróticas, obras de arte de creadores gays, publicaciones pictorialistas… Ahora bien, la reprimenda no para ahí. Es el propio colectivo homosexual el que debe entender que, quizás por desconocimiento o desidia, también está vaciando de contenido sus referentes y los iconos que ilustraron la lucha por la defensa de sus derechos. ¿Es eso “antiapropiacionismo”?

Es inevitable que la muestra convoque a muchos pintores. Es ésta por derecho una de las técnicas más tradicionales. Y, por lo mismo, buen caldo de cultivo para conectar con los intereses de Rewind & Remaster. Ángeles Agrela (Úbeda, 1966) usa la disciplina y “usa” a sus clásicos. Vermeer en La jarra de vino y Antonio del Pollaiuolo en Retrato de Dama, de la serie “La profundidad de la piel”. La belleza como ideal, de nuevo, tras el que esta creadora “rasca” para demostrar la superficialidad de guiarse por sus designios. Y tras la piel como fina frontera (también lo es la pintura), las vísceras, que la andaluza sitúa en primer plano para expresar nuestra futilidad y también la de nuestros referentes, por históricos que sean.

Cerca de ella, Carmen González Castro (Granada, 1982), también nos coloca ante lo “mórbido” en las obras del conjunto “With the Inside Out”. El desnudo, un género habitual de la tradición clásica, hace acto de presencia y se envuelve aquí de esas vísceras (¡más carne!) a las que en tantas ocasiones ha hecho alusión esta artista en su trabajo y que compiten en factura y belleza con la mirada benevolente que solemos volcar sobre el cuerpo joven, en estos casos, los de dioses como Venus o Adonis, o personajes de esclavos o doncellas que se toman prestados de lienzos de los old masters. El resultado son unos dibujos que beben de la herencia clásica pero en los que cierta abstracción da cancha a la imposición de lo pictórico sobre el motivo, para que se libre así una batalla en favor de la creatividad.

La pintura es la base del trabajo de Patricia Mateo (Madrid, 1953), pero no es del todo su “guerra”. Esta veterana creadora se sirve de postales y láminas de cuadros que tantas veces hemos visto en museos y pinacotecas, que tanto han calado en nuestro imaginario. Y enfundándose los guantes de “guerrillera urbana”, ella interviene sus imágenes, con la ironía por bandera, para cambiar su contexto y aportarles nuevas lecturas. Lo innamovible se derrumba y los resultados dan pie a conexiones en nuestro cerebro que van más allá de lo que dábamos por sabido. Que se lo pregunten a Goya o a la Duquesa de Alba. A ese El yo-yo (2016) que se integra en la exposición y que ya no hay quien lo pare.

Otro que se mueve bien entre trazos en el dibujo es Juan Francisco Casas (La Carolina, 1976). Su paso por la Academia de España en Roma hace ya unos años fue fundamental para que el imaginario renacentista y barroco de la ciudad hiciera mella en su producción. Desde entonces, no ha faltado muestra en el que las santas y beatas de la Contrarreforma adquirieran una nueva dimensión bajo la luz de sus bolígrafos y rotuladores. Todo es excesivo, una vez más (incluso el juego con las escalas), en Almudena e i vecchioni, obra aquí presente, en la que las curvas del mítico cuadro Susana y los viejos (1610) de Gentileschi dialogan con las del desnudo frontal femenino que coquetea delante del lienzo. La referencia dentro de la referencia. El cuadro dentro del cuadro (y suma y sigue). El brillo del barniz de la pintura frente al de la piel tersa, joven, turgente y lozana de la que se muestra sin complejos como carne de “selfie”. Una vuelta de tuerca al concepto de intimidad.

Nuestras dos últimas paradas en la exposición nos llevan a centrarnos en mujeres que hablan de mujeres. Ahora y a lo largo de la Historia. Célebre es ya la performance de María Gimeno (Zamora, 1970) Queridas viejas, título de Rozsika Parker y Griselda Pollock con el que esta autora reivindica el espacio de las creadoras en los manuales de Historia del Arte. Uno de los más populares, el de Gombrich, es “abierto en canal” (nuca mejor dicho) por Gimeno, para introducirle las entradas de grandes artistas mujeres ausentes en su discurso. Cada acción o conferencia performántica de la española ha dado pie a una pieza final, que es la que ahora traemos hasta esta sala. En una línea similar, Esther García Urquijo (Madrid, 1985), también afila los pinceles para denunciar la imagen de la mujer a lo largo de los siglos por la alta cultura. Así define la serie “De santas a putas”, incluida en la exposición: “A través de la intervención digital de imágenes tomadas de cuadros anteriores al siglo XIX, hago un discurso sobre la representación de la mujer a lo largo de la Historia y cómo a comienzos del siglo XX ésta cambia de representar a una imagen cándida e inofensiva a otra hipersexuada y peligrosa”. Las escenas manipuladas por la joven creadora se transforman en obra seriada, pósters, que reivindican desde las paredes su mensaje latente.

Lo dicho: en la era de la reproductibilidad técnica llevada a la máxima potencia (Benjamin se quedaría de piedra al descubrir las posibilidades cibernéticas actuales), el que más y el que menos se ha visto tentado por las seductoras fórmulas del apropiacionismo. ¿Quién les asegura que este texto no sea un corta-pega? Lo importante, como muestran los artistas de Rewind & Remaster, es que el resultado se haga con mucho arte o tenga su Historia.
