Todos los caminos llevan al campo
«Ruraldecolonizado», proyecto del MUSAC de León y el CGAC de Santiago de Compostela, propone devolverle al medio rural los saberes que le arrebató la ciudad. Una serie de «jornadas caminadas» invitaron el pasado fin de semana a reflexionar sobre estas cuestiones

En la bitácora que están desarrollando Andrea Olmedo (creativa digital, doctora en medios por la Universidad de Évora y miembro del colectivo Constelaciones) y Fran Quiroga (licenciado en Ciencias Políticas y futuro coordinador del Espazo Anexo del MARCO, en Vigo) aparece la voz de Maximiliano Cascallana, vecino de Villanueva del Condado.
Se acude a él por ser memoria viva de esta pequeña localidad leonesa, que recuerda cómo antes escaseaba el agua en la zona, y cómo la construcción del embalse supuso no sólo su llegada, sino también la transformación del entorno. Los secarrales se llenaron de árboles, pero también la tierra se pobló de canales de cemento. Con él conversaron sobre la dificultad de emprender actividades cooperativas en el campo (de hecho, no cree en ellas, ante el individualismo imperante) y sobre el sistema comunicativo de las hacenderas a través del toque de campanas. También de la hiperregulación de lo cotidiano y de la imposición de un hiperhigienismo en el trabajo del campo frente a la desregulación de los mercados agroalimentarios…
Olmedo y Quiroga creen que el entorno urbano no sólo ha vaciado al rural, sino que también lo ha silenciado. Sus formas de vida, sus saberes. Y por eso, hace ya casi un año pusieron en marcha el proyecto Ruraldecolonizado, o lo que es lo mismo, la aplicación de las teorías del pensamiento decolonial al campo, entendido este como un espacio en el que se han generado procesos de resistencia que podrían traducirse en «alternativas a la modernidad imperante de la que emana nuestra sociedad hegemónica, urbana y capitalista», indagando para ello en otras historias, en otras memorias.

Su propuesta sedujo al museo (entendido por ellos como «lugar para la posibilidad») y se ha terminado convirtiendo en uno de los cuatro primeros proyectos seleccionados por el Laboratorio 987 del MUSAC, después de que este pasara a ser en 2016 de espacio de exposición a programa público de apoyo a la producción artística y cultural. Antes que el suyo, ya se pusieron en marcha El Ludit. Juega y crea, de Alba González y el colectivo Impredecibles Circo; Comunidad Fantasma (Palencia Norte), de los artistas José Luis Viñas y Sara Cano. Y le siguió en diciembre Estudio(s) sobre la Luna, de Armadanzas.
Ruraldecolonizado se basa en conversaciones caminadas con agentes clave en comunidades de León, Tras Os Montes en Portugal y el sur de Orense en un intento de derivar para regresar a esos saberes o conocimientos propios de estos contextos rurales y conocer de forma horizontal las necesidades y fricciones de una realidad «condenada a entenderse con la urbana, puesto que no son polos opuestos».
Sus responsables apelan al caminar como base de su método. Práctica que ya fue desarrollada por, por ejemplo, los situacionsitas, pero también el movimiento zapatista (sus referentes, recordemos, no son solo artísticos), que potenciaba el «andar preguntando». Sólo así, mochila a la espalda y oídos bien abiertos, se elimina la separación entre investigador y sujeto de estudio, a la vez que estos se hibridan en el entorno, «como le ocurre a nuestra investigación, que escapa a lo eminentemente artístico o lo eminentemente científico».
Conversaciones muy generales en su arranque (se han desarrollado más de diez, con una duración media de unas dos horas cada una de ellas), en las que se va ahondando y generando empatías según se avanza. Es el elemento performativo del caminar, que se volvió a repetir este fin de semana. Primero el viernes 13 de enero en Santiago de Compostela, después de que el CGAC se sumara a la iniciativa. El sábado siguiente, en el MUSAC, instituciones ambas que han convocado unas nuevas jornadas caminadas para un público más amplio ajeno al proceso, facilitando con ello un nuevo lugar de encuentro, abrir la iniciativa a otros ámbitos, exponer las primeras conclusiones y lanzar preguntas que enriquezcan las visiones. «Esto no es una presentación final –argumentan Quiroga y Olmedo–, sino un nuevo peldaño que aporta posibilidades al estudio. Luchamos contra cierta idea de colonización, y sería muy colonial optar por un sistema de exposición en el que sólo hablasen dos y los demás escucharan de forma pasiva. Al caminar ahora con los que se unan a la iniciativa se facilita acabar con jerarquías y propiciar un verdadero encuentro».

El proyecto, en su origen, tuvo en cuenta la región portuguesa de Tras os Montes por ser una zona fronteriza con Galicia y colindante con León. Allí se quería investigar precisamente cómo se entiende la idea de forntera, que realmente es ficticia, pues hay en todo este territorio una continuidad de saberes y formas de vida: un rural que sufre un proceso de despoblación, que vive cómo mueren ciertos oficios, que se lanza a lo nuevo, que se aboca a lo digital… Como contrapunto, La Sobarriba, en León, un área muy cercana a la ciudad pero bastante aislada, unos pocos kilómetros que generan todo un micromundo, pero permeable, pues muchos de sus habitantes trabajan en la capital. A ella está volviendo gente joven. Era una alternativa perfecta.
«Lo importante –nos cuentan nuestros anfitriones y los de las jornadas caminadas– es no caer en una imagen contemplativa del paisaje. De hecho, nosotros evitamos también en nuestros paseos los entornos idílicos. Hemos conversado con las personas y en los contextos que nos podían dar una idea de los cambios que está experimentando el campo; las que nos podían contar cómo se organizan, cómo se gestionan; cómo rescatan saberes antiguos; cómo entienden lo que es el progreso. Estos, a su vez, son contextos llenos de contradicciones».
Nos interesa saber si los procesos están funcionando en una doble vía, y el retorno de todo lo aprendido. «Hemos vuelto a dialogar con estas gentes sobre nuestras primeras conclusiones. Y estamos desarrollando un espacio on line (operativo desde febrero) con toda la documentación generada». Estractada, parte de la misma y en formato audiovisual puede ya disfrutarse en las jornadas del CGAC y el MUSAC. «La idea es que el proyecto continúe, aunque para ello necesitamos nueva financiación, pero estaría bien volver a estas comunidades con los vídeos, con los audios, para que siga creciendo el proceso de hibridación entre unos y otros, el de sujeto investigado e investigador. Pero la generación de confianzas en el ámbito rural es lenta. Además, allí, debido a la brecha digital, hace falta que las conclusiones lleguen el formato papel. Quizás crear un fanzine. Queda investigación para rato…».
La ciudad se escucha, y los museos están en las ciudades. A gente de ciudad se dirigen ahora las jornadas caminadas de este fin de semana. Pero, y como decía Spivak, es necesario que los poderes subalternos hablen: «¡Claro que tienen que hablar! –insisten Olmedo y Quiroga–, pero, ¿quién los escucha? Pongamos como ejemplo el debate animalista suscitado por Capital Animal. Está presente y tiene una voz, que es recogida por algunos museos, pero también veíamos que ciertos conocimientos rurales o formas de relacionarse con los animales no estaban. Es preciso que el primer paso sea que se produzcan procesos de enunciación, generar ámbitos en los que se pueda escuchar. Sólo a partir de ahí ya podemos cuestionar. Recalcamos: no hay que idealizar estos procesos, porque son comunidades en las que se dan muchos conflictos también. Se trata más bien de atender a otras cosmovisiones. A veces, por ejemplo, nos acercamos a la caza desde posiciones maximalistas, pero habría que entender también la relación que esta guarda con la agricultura, su preservación». Sólo por suscitarnos dudas así, un proyecto como Ruralcolonizado merece la pena. Y que la voz de Maximiliano no se pierda.
Texto ampliado y adaptado del publicado en ABC Cultural el 14 de enero de 2017. Número 1.265