Toni Catany. «Cuando ir era volver». Sala Canal de Isabel II

Catany: el ir y venir del artista pescador

La retrospectiva del fotógrafo balear Toni Catany en la Sala Canal de Isabel II (Madrid) es pura poesía. Esta se construyen en torno a sus objetos personales y algunos de sus libros de artista. Ellos son el mapa de «Cuando ir era volver», un repaso a sus series más sobresalientes

«Alexis. Cuba». Polaroid transportada de 1997

Sin duda, y por muchos motivos, esta retrospectiva sobre Toni Catany (Llucmajor, 1942-Barcelona, 2013) es especial. Principalmente, por ser la primera que se organiza sin su participación activa, con lo que a él le gustaba ser voz en la construcción de sus muestras. En segundo lugar, porque, si no falla la memoria, posiblemente sea la antológica más completa (también la más transversal) que se ha preparado del que fuera Premio Nacional de Fotografía en 2001, veinte años después de que Francia le reconociera como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras (nosotros, siempre, llegando tarde…).

Pero, sobre todo, y como bien explican sus comisarios (Alain d’Hooghe y Antoni Garau, vicepresidente y director, respectivamente, de la fundación que lleva su nombre), por ser una muestra que viene a acabar con tópicos asociados a este fotógrafo autodidacta: «A menudo etiquetada como “clásica”, “tradicional”, “neopictoricista”, la obra de Catany responde a veces poco o mucho a esos epítetos». Claro que el mallorquín lo fue. Fue clasicista cuando basó su fotografía en los géneros propios de la pintura (el retrato, el bodegón, el paisaje); cuando posó su mirada en el cuerpo masculino, concebido con la contundencia de la estatuaria greco-romana… Pero también supo destilar una gran joie de vivre cuando de salir del estudio se trató, en los paisajes y en los modelos que captó con su cámara.

Si esta retrospectiva en la Sala Canal de Isabel II se titula Cuando ir era volver es porque hacia donde dirigen la atención sus organizadores es al viaje de ida y vuelta en el que el fotógrafo convirtió su labor. De Mallorca a Barcelona. Y de Barcelona al mundo, para volver al taller. Y en esas idas y venidas, Catany abandonó y recuperó motivos, en función de las intuiciones y los estados de ánimo: Nostalgia de mares lejanos, de vuelta en España, por ejemplo, dieron pie a bodegones que los contenían en el estudio a través de pequeños objetos que había arrebatado a esos contextos. Bodegones, por otro lado, que comenzó a realizar por una cuestión estratégica: interesado por técnicas antiguas como el calotipo, los tiempos de exposición de las tomas tenían que ser amplios. Nada mejor que el objeto inerte.

«Indonesia» (2010)

Hablando de tiempos. Catany se obsesionó con atraparlos. De ahí el interés por la belleza (que no permanecerá), por las naturalezas muertas en las que los elementos orgánicos dejan constancia de la fugacidad de la vida. A este respecto, la exposición y el catálogo recuperan una gran frase del artista: «Disparar en el instante preciso no equivale a conseguir una buena fotografía. En el mundo, además de todo lo que se mueve, hay calma y sosiego. Hay temas dignos de ser fotografiados que no requieren del instante decisivo. Digamos que los temas fugaces pertenecen al cazador y los sosegados al pescador. En lugar de ir a cazar, se trataría de ir a pescar y esperar a que piquen los peces». Catany, sin duda, fue un gran pescador.

Y en sus idas y venidas, el fotógrafo convirtió los cuerpos en bodegones y entendió los bodegones como cuerpos. Se ocupó de técnicas antiguas (el calotipo, la polaroid transferida, el heliograbado, el tiraje al carbón platino-paladio) y las digitales -con ceremonia incluida del entierro de cámaras analógicas en 2006- en pos de colores más puros. Introdujo la abstracción pictórica en sus Paredes maestras. Trasladó puntos de vista: de las naturalezas muertas a los altares profanos o los planos picados de los puestos callejeros. Convirtió en retratables esculturas las macetas de su madre (Cossiols) o en paisajes nocturnos los bodegones negros que le permitían elaborar las cámaras digitales de altísima sensibilidad…

Todo ello recoge esta muestra, que se permite no ser la definitiva y que deja flecos (o filones) para próximos capítulos. Algunos, precisamente referidos a cuestiones en torno a lo que se construyen ahora sus apartados, como son los libros de artista (también sus objetos personales), que el fotógrafo cultivó con mayor intensidad desde 2010 y que en algunos casos le valieron grandes premios: Barques i peixos, Somniar deus, Natures mortes… Los últimos se dedicaron sobre todo al viaje, por parte de un artista al que no le interesaba la aventura, sino la belleza sin tiempo, pero que era consciente de la imposibilidad de meter el paisaje en el estudio. Volver a Catany.

«Altar profano número 30»
Toni Catany. » Cuando ir era volver». Sala Canal de Isabel II. Madrid. C/ Santa Engracia, 125. Comisarios: Antoni Garau y Alain D’Hooghe. Colabora: Fundación Catalunya-La Pedrera y Fundación Toni Catany. Hasta el 15 de enero

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 31 de diciembre de 2016. Número 1.263

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