«Hoy todo es digital, nuestras emociones también. Nos queda «humanizar» este nuevo fenómeno»
«Quiero formar parte de ese “repensarse” el cine que migra al museo, a internet, a la calle, y se alinea con las prácticas artísticas del siglo XXI». Razón más que suficiente para imbuirse en el trabajo de Xisela Franco. Ella «dará que hablar»

Nombre completo: Xisela Franco. Lugar y fecha de nacimiento: Vigo, 13 de julio de 1978. Residencia actual: Vigo. Estudios: Licenciada en Comunicación Audiovisual. Licenciada después en Humanidades (itinerario de Filosofía) por la UEM. Ocupación actual: Tras montar con 23 años mi propia productora en Madrid, Epojé Films, y realizar de 2003 a 2006 varios para la TVE o Canal Historia, fui becada por la Fundación Caixa Galicia y cursé un MFA (Master Fine Arts in Film) en York University, Canadá. Allí residí casi cuatro años. Actualmente intento compaginar mi doctorado en UVigo sobre cine de museo, mientras continúo como autónoma produciendo y dirigiendo películas u obras audiovisuales. Tengo la base en Vigo junto a mis dos pilares: mi marido Alfonso y mi hija de dos años Maia. Aquí mi enlace a Vimeo: https://vimeo.com/xisela
Qué le interesa. Como creadora de sonidos e imágenes en movimiento, me sitúo en ese cine que camina subterráneo de espaldas a la industria, que se escurre en los márgenes mirando a las vanguardias pasadas y presentes. Tiene más que ver con las sensaciones, con la experiencia creativa o contemplativa, que con la narrativa clásica. Se trata de entender el proceso creativo como una experiencia de autoría, en la que el cineasta controla la película de principio a fin. Tiene mucho de escritura íntima. Esa experimentalidad y subjetividad –y la posibilidad de traspasar los lugares clásicos de exhibición– acerca mi proceso al de la creación artística al arte. Me gusta explorar la exhibición y plantear obras, a menudo dípticos, que se puedan exponer en la sala de arte.
Me sitúo en las formas documentales, donde «lo real» (que suelo decir para evitar «realidad»), se revela como posibilidad poética. Me interesa esa poesía que subyace a lo cotidiano. A través de la observación, la captura en el rodaje y el montaje, busco la «poesía-verdad» que me ofrece el cine. Me inscribo en la vida de esta manera. Es una actitud, una forma de conocer y de estar en el mundo. Igual suena pretencioso, pero la intención es la opuesta: que se entienda como un ejercicio artesanal y «amateur». Es una escritura en primera persona, cine ensayo, autobiográfico, dentro de los géneros del yo, hoy tan inevitables. También me siento muy cercana al documental etnográfico, siempre con una mirada subjetiva y experimental porque me gusta observar y estudiar a los otros. Me vinculo afectivamente a temas sociales.
Muy a menudo he dirigido trabajos de corte televisivo, documentales de divulgación de Historia (para Canal Historia, TVE o TVG), que creo han sido interesantes desde el punto de vista del contenido.
Por último, no quiero olvidar mi compromiso como mujer cineasta. A lo largo de mi vida, en diferentes proyectos realizados, he comprobado la invisibilidad de las mujeres en los procesos históricos, y, obviamente, lo siento he como una injusticia. Cuando las mujeres narramos nuestra Historia salimos dignificadas.

De dónde viene. Me he movido por los circuitos de festivales de cine independiente, y algunas de mis películas han tenido recorrido seleccionadas en esa órbita del documental de creación, como Images Festival, de Canadá; Montreal Underground Film Festival; Leipzig International Film Festival, en Alemania; la Muestra de Videoarte y Cine Experimental Intermediaciones, en Medellín; European Short Film Biennale; L’Alternativa, de Barcelona; S8-Mostra de Cinema Periférico en Coruña, o PlayDoc, en Galicia. Recibí premios en DocumentaMadrid; el Festival Internacional de Videoarte de Vitoria; en FISAHARA; en CineMística en Granada y Curtocircuito de Santiago. También he mostrado mis «pelis» en filmotecas o muestras de cine alternativo. Hoy me han dicho que otra película de 2013, que nació como una instalación, «Vía Láctea», estará en Festival Internacional Strangloscope, en Brasil.
Pero, ciñéndome al espacio del llamado arte contemporáneo, parte de mi obra se inscribe en ese discurso de migración del cine, e investiga ese desplazamiento del lenguaje y modos de exhibición que ha traído la Revolución Digital, paralelo a las crisis del cine y del museo. He expuesto y realizado películas para expos colectivas en museos como la Ciudad de la Cultura (dentro de la expo «Camino, el Origen»), en el Museo Provincial de Lugo («Guía Postal de Lugo», sobre Maruja Mallo), en La Normal (La Coruña), comisariada por el Festival S8 dentro de la expo «Archivos Re-Colectados»; o más recientemente en la Casa das Artes («Ecleticismos»); Fundación ABanca de Vigo, o galerías como Atlántica o Sargadelos, en La Coruña. A final de verano expondré en MARCO mi primera individual, en la sala anexa, fruto de la Beca de Producción «Artistas15».

Supo que se dedicaría al cine desde el mismo momento en que…Desde niña tenía especial interés por el poder evocador de las imágenes. Me fascinaba esa relación íntima que tejía con ellas, su capacidad para congelar el tiempo y generar emociones. Había una consciencia de secreto, de que de esa forma era un arte, una herramienta que me ayudaba porque transformaba mi memoria. Este ansia narradora-archivadora existió desde que tuve mi primera cámara de fotos con 8 años. El carrete era un disco negativo con 15 fotografías. En aquel momento no había tantas cámaras a nuestro alrededor; era un vicio que no se podía llevar en una niña. Gastar en revelados suponía un exceso para una enana, que tenía que pedir dinero a sus padres. Por eso el primera año de instituto, con 13 años, conseguí una ampliadora muy básica y aprendí a revelar de forma autodidacta. Lo hice durante muchos años hasta que me marché a Madrid a estudiar la carrera. Además, a mi novio o amigas/os los invitaba al cuarto oscuro y aprendieron a amar la fotografía entre olor a vinagre y limones. Ese baño en un subsuelo húmedo en la periferia de Vigo fue un rincón de soledad y creación, pero también un espacio de amistad donde convertirme en prestidigitadora gracias a la magia del laboratorio. Teñía las copias, coloreaba las fotos con rotuladores, acuarelas, pigmentos…
Aunque no tenía una gran destreza, había una vinculación con la pintura, que se conectaba con otra afición: durante bastantes años (cinco o seis) fui a un taller que se llamaba Abracadabra, en Vigo, donde los artistas Alberto Castro Couso y Ana Pasarín nos proporcionaban materiales para dejar explosionar nuestra creatividad probando infinidad de técnicas. Acabé focalizándome en óleo y grabado. Creo que el segundo se me daba mejor. Cada plancha, con sus pequeñas variaciones para cada color, exigía horas de trabajo. En aquellos años tenía callos en los dedos de las gubias. Esa variación de las planchas generando volúmenes o movimiento, ahora me remite a los orígenes del cine.
Llegó la imagen en movimiento con mi primera videocámara familiar en 1991, antes de mi adolescencia. Tengo una peli grabada con una amiga en una bañera con un cuchillo imitando «Psicosis», y recuerdo que fue el primer día que me vino la regla, y ya llevaba desde séptimo de EGB registrando cosas. Así pues, paralelamente al laboratorio químico, estaban mis grabaciones en cintas de vídeo H8, explorando trucos básicos, a veces editados en cámara, o en un VHS. Había una vinculación entre la foto y el vídeo en ese valor de documento. La captura del espacio en el desarrollo del tiempo –el cine– fue la continuación lógica de esa febril relación con la imagen fotográfica.

¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el mundo del cine/arte para «sobrevivir»? Creo que hoy todo superviviente del audiovisual está acostumbrado a hacer para sobrevivir cosas raras. Algunas desagradables; hoy todas mal pagadas. Lo «raro» a lo que te refieres en tu pregunta aquí lo veo como «extraño a mi naturaleza», algo que suele ser por necesidad, aunque de todo se aprende.
El audiovisual es mi fuente de ingresos, realizando docus o vídeos de encargo. Ahí sí que he tenido que hacer cosas raras o que me han dado pereza… También vergüenza. Hay que trabajar muchísimo para ingresar poco, pero el mundo del arte está peor. En mis trabajos de encargo hay una negociación de mi libertad expresiva que no toleraría en el ámbito artístico. Aunque sé que el mercado del arte está tan contaminado como la industrial cultura del cine, para mí no lo está. Si uno es fiel a su voz, los festivales alternativos o los museos pueden ser herramientas útiles.

Su «yo virtual». Estoy en Vimeo, donde comparto muchos de mis trabajos documentales completos, tanto los de Historia educativos para la televisión, como mis «docus» de creación y experimentales. He aprendido a vivir con esta doble vertiente y esa página contiene ambos trayectos (uno más profesional y, generalmente, más convencional, y otro más artístico y de autoría sin concesiones).
Facebook lo consulto a diario y cuelgo impresiones. Es una herramienta pueril, pero también una red social muy útil. Un medio de comunicación, una fuente de conocimiento a menudo superficial, conocimiento líquido, diría Zygmunt Bauman. Lamento la pérdida de energía mal canalizadaallí, ese aparente compromiso que conviene a los Estados para que creamos que estamos cambiando las cosas desde nuestras casas comiendo unas aceitunas junto al teclado del ordenador. Pero, al tiempo, las redes sociales me parecen una herramienta maravillosa. Es la contradicción moral de nuestras sociedades hiper-digitales. Soy apocalíptica e integrada a la vez.
No tengo web, nunca encuentro el momento de hacerla. Me quedo en ese tartamudeo sin tener tiempo para ponerle cabeza. Pero creo que Internet es la herramienta más revolucionaria que el ser humano ha tenido a su alcance desde la imprenta. Es normal que estemos colapsados porque nuestros cerebros echan chispas. Las posibilidades son infinitas. Hoy más que nunca la humanidad se expresa y comunica en primera persona. Leo la prensa nacional e internacional compulsivamente a través de internet; a menudo es una lectura superficial. Investigo en artículos y revistas teóricas o especializadas en cine, nuevos medios, fotografía, arte o filosofía. Soy romántica del papel y todavía valoro la experiencia de la prensa escrita, compro prensa mensual tipo «Le Monde Dimplomatique» o «Caimán». Me deprimo mucho con la prensa mundial, pero la televisión es peor.
Hoy todo es digital, nuestras emociones también. Nos queda «humanizar» este nuevo fenómeno digital.

Dónde está cuando no hace cine/arte. En 2012, un grupo de diez artistas, en su mayoría del doctorado de la Universidad de Vigo creamos el «Colectivo Intermitente», donde unimos fuerzas y generamos un debate teórico-práctico que durante un par de años se centró en la ruina y la memoria. Con ellos expuse en varias colectivas y, aunque últimamente estamos demasiado ocupados y no logramos ponernos a trabajar juntos en otra expo, sí que es reconfortante sentirme parte de ese grupo de colegas. Aquí un catálogo de una expo: https://issuu.com/atlantica-arte/docs/atlantica-sep_oct
Por otro lado, aunque no había realizado labores de gestión ni comisariado antes, este año he lanzado en mi provincia, con el apoyo de la Diputación de Pontevedra, «Cinema e Muller», para el que invité a la producción a Beli Martínez, que sin duda ha aportado solidez a todo el proyecto. Este conjunto de acciones que preparamos durante varios meses se estrenaron a lo largo del mes de marzo. La meta es visibilizar el cine hecho por mujeres.
La primera acción fue la elaboración de un «mapeo» de todas las directoras/realizadoras/videoartistas de nuestra provincia (el criterio era tener al menos una obra estrenada públicamente). Conseguimos más de 70, y sus perfiles, bios e información de cada película, está colgada en la web que creamos. El listado sigue abierto y seguirá creciendo porque sabemos hay más que siguen invisibles. La segunda acción fue un comisariado eligiendo a diez de ellas, a caballo entre el cine y el arte. Todas juntas realizaron una película colaborativa, «Visións», filme que consta de diez cortometrajes encadenados nacidos de una experiencia maravillosa de sinergia colectiva. Tengo que citar a las cineastas: Eva Calvar, Olaia Sendón, Andrea Zapata, Sonia Méndez, Claudia Brenlla, Lara Bacelo, Carme Nogueira, Bego M. Santiago, Diana Toucedo y Carla Andrade. Son creadoras a las que admiro y respeto mucho. Este comisariado ha sido memorable, transformador. El resultado es muy bueno. Estamos subtitulando la película al inglés porque estoy segura va a funcionar en circuitos internacionales de cine alternativo.
En tercer lugar, incluimos un ciclo de cine gallego, 16 películas de mujeres del cine experimental. Esta acciones se realizaron en Vigo y Pontevedra y fue muchísimo trabajo llevarlas a cabo. Estoy todavía tambaleándome. El balance ha sido increíble, y la atención mediática ha conseguido visibilizar el proyecto. La última actividad está por llegar este viernes: un concierto de Cinta Adhesiva en la Plaza de la Colegiata de Vigo, donde la música de Jesús Andrés y el cine expandido de Area Erina sobre la Iglesia de la Colegiata acompañarán la voz de la poeta Silvia Penas. Para mi habrá un antes y un después de «Cinema e Muller». Las creadoras del audiovisual gallego, por estar próximas en una geografía, debemos conocernos y compartir ideas porque es un buen momento para el cine, y en red trabajamos muy bien.

Le gustará si conoce a… Viví nueve años en Madrid y fue una ciudad que me definió. Sus museos, fundaciones de arte, galerías y ferias son un continua fuente de estimulación. Allí tracé amistades sólidas, me sumergí en la noche madrileña (que también es inspiradora), y fue un aprendizaje de formación universitaria y profesional. Después me fui a vivir a Toronto (2006-2010), donde tuve la oportunidad de conocer a la comunidad de cineastas y los espacios que promueven el cine independiente. Tuve a profesores como Laurence Green y Brenda Longfellow, o a teóricos como Janine Marchessault, Sed Feldman, John MCullough (del que fui asistente), que me marcaron. Phil Hoffman, padre del cine de diario canadiense, me ayudó a encontrar mi voz. En Toronto era posible encontrarse en exposiciones, festivales, o fiestas con artistas como Michael Snow o cineastas como Peter Metler o Atom Egoyan. Con Noé Rodríguez, cineasta y profesor en la Universidad de Vancoover, caminé y colaboré un largo periplo creativo dialógico muy fructífero. A través de la universidad de York compartí esos años tiempo con amigos a los que admiro como cineastas y que están dando qué hablar, como Andrea Bussman, Nico Pereda, Tracy German, Luo Lee, Marcos Arriaga, Igor Drljaca y Steven Broomer. Invito a husmear sus trabajos.
Cuando regresé a España en 2010 comprobé que en Galicia, que yo había dejado con 18, se estaba cociendo algo interesante. Me enamoré y me quedé. Festivales como PlayDoc, de Tui o el Sin Sal de música alternativa en Vigo son una apuesta específica por un discurso que me era muy cercano. Coruña hierve con su S8-Mostra de Cinema Periférico, con su filmoteca. Santiago, con CineEuropa y Cortocircuito. Cineastas como Lois Patiño, Oliver Laxe o Eloy Enciso dirigieron películas muy interesantes y premiadas. También ya desde el inicio del «Novo Cinema Galego» hubo y hay creadoras como María Ruido, Peque Varela, Sandra Sánchez, Margarita Ledo o cualquiera de las diez cineastas que mencioné de «Cinema e Muller», que son una contribución al cine gallego muy importante. Estos son referentes de la geografía próxima, talento femenino a raudales. Es un placer vivir este momento de primavera.
Como referentes del cine independiente mundial me vienen a la cabeza figuras como Maya Deren, Jean Rouch, Agnès Varda, Chris Marker, Chantal Akerman, Sokurov, Louie Malle, Herzog, Wenders, Van der Keuken, Kiarostami, Bill Viola, William Wellman, Robert Frank, Stan Douglas, Michael Snow, David Rockeby… En España resaltaría a Val del Omar, Buñuel, Erice, Saura, Guerín o Isaki Lacuesta.
Casualmente hace poco vi «Ciudano Kane», que hacía tiempo que no lo hacía, y no me olvido de la grandeza de directores de la industria clásica como Welles o John Ford, que serán siempre fuente inagotable de inspiración.

¿Qué se trae ahora mismo entre manos? Siempre estoy buscándome la vida, realizando vídeos o «docus» de encargo. Estos días estoy rodando uno con motivo de los de 25 años de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo. Es interesante porque me permite desplazarme por la facultad y entrar con mi cámara en distintas asignaturas, husmear cual «voyeur», así como dialogar con cada profesor. De esa tensión entre lo que me encargan y lo que yo les propongo surge una negociación que a veces da buen resultado.
Pero centrándome en mis proyectos más personales, estoy comenzando a ponerle cabeza a la exposición individual que tendré en MARCO en septiembre. Me inspiraré en los orígenes del cine porque allí se encuentra el lenguaje audiovisual en su posibilidad inicial, antes de definirse. Previamente al cinematógrafo hubo una explosión de inventos maravillosos que jugaban con la ilusión de movimiento. Ese será el punto de partida.
Por otro lado, cuando encuentro horas sueltas libres termino el montaje de mi película «A Última Batea», un documental de creación que realicé con una bolsa de talento del Agadic. Es el retrato de Eugenia, una «bateeira» [mariscadora] que se acaba de jubilar cuya historia es impresionante. Me quedé prendada de esta mujer. También del paisaje donde se inscribe esta construcción sobre el mar, su batea, que parece una casa flotante tailandesa. Rodé con una Red Epic en un escenario fantástico de la ría. Estoy contenta con el resultado visual. La película es un réquiem por la última batea de ostra de la ría de Vigo. Forma parte de una trilogía que alude al trabajo femenino en el mar, la tierra y la urbe, en Galicia.

¿Cuál es su obra favorita hasta el momento? Comenzaré mencionando mi primera película, «Aadat» (2003), cuyo proceso y recorrido me marcó. Codirigida con Noé Rodríguez, fue mi primera experiencia en África, el despertar a una manera de hacer cine y una toma de conciencia con el pueblo saharaui. Un momento de explosión creativa e intelectual muy beneficioso. Rodamos esa película en 16mm y la aproximación era a través de la etnografía experimental y la fenomenología. Lo menciono porque era una temprana declaración de intenciones, ética y estética. Siendo una obra «amateur» tiene una belleza y verdad que todavía me conmueve. Mediante una aproximación poética, no meramente informativa, llevamos la injusticia del pueblo saharaui a países donde no se conocía el tema. El documental de creación era algo incipiente en España, pero esta obra fue seleccionada en una quincena de festivales, y ese recorrido nos abrió las puertas a los circuitos de cine experimental. También me llevó a conocer Toronto.
En la línea de cine para galería me gusta «Vía Láctea», un autorretrato de maternidad. Otra película reciente que me parece interesante, planteada como díptico para una expo dentro del Festival S8, es «Hyohausha», codirigida con Anxela Caramés.
El último proyecto que vengo de dirigir, «Cinema e Muller», y la intensidad de eventos que lo han conformado me producen una alegría total. Para mí habrá un antes y un después de este proyecto poliédrico que dio a luz a un mapeo y a una película colaborativa que quedarán para toda la vida. la intención era visibilizar el talento de las cineastas gallegas. El día 6 de mayo programamos como cierre un concierto en la calle, de cine expandido y poesía, con el colectivo Cinta Adhesiva.

¿Por qué tenemos que confiar en ella? No me atrevería a decir que aporto «algo nuevo», donde lo esencial ya se ha dicho en el pasado, pero siento que puedo aportar mi mirada y compromiso hacia el cine, como expresión personal, porque cada generación escribe su Historia y yo creo la mía. La inclusión del cine dentro del arte contemporáneo no es sólo una migración necesaria al museo: es también promover lazos desde la universidad, buscando un acercamiento desde la teoría, tejiendo nexos entre el artista y el autor de películas, comisarios de arte y programadores de cine. Así conseguiremos que estos dos mundos dejen de mirarse con cierta sospecha y se abracen.
El cine de los orígenes, las vanguardias, las nuevas olas, el cine experimental, el feminista también, han desarrollado un lenguaje que la Historia del Arte –o incluso la general del cine– tiene que incluir. Hoy la fotografía se asume en los estudios de Historia del Arte y en los museos; proliferan las exposiciones de foto. Sin embargo, el cine experimental sigue siendo algo marginal en las universidades de Bellas Artes o en los circuitos del arte contemporáneo, aunque esta misma limitación también le da autenticidad. El videoarte vino a llenar ese espacio y hay mucho trabajo en vídeo desde los años 70 que me interesa, pero camina paralelo al del cine y muchos cineastas lo desconocen. Hoy, en la explosión digital, ambos mundos se pueden aportar mucho. Yo quiero formar parte de ese «re-pensarse» el cine que migra al museo, a internet, a la calle, y se alinea en las prácticas artísticas de los nuevos medios del siglo XXI.
Texto publicado en la web de ABC Cultural el 2 de mayo de 2016