Zelenski ‘se cuela’ en la presentación de la muestra del Thyssen que reivindica ‘la identidad ucraniana’ que «Rusia quiere borrar»
En un vídeo de apenas dos minutos, el presidente ucraniano resaltó el papel del arte «para hablar sobre aquello que no puede ser dicho» y agradeció a España su apoyo contra la invasión rusa a su país

«Saludos desde Ucrania, un país que ahora vive uno de sus peores momentos». Así ha arrancado el vídeo que ha sido proyectado poco antes de que acabara el turno de preguntas de la rueda de prensa que hacía las presentaciones esta mañana de la muestra ‘En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania 1900-1930’, en el auditorio del Museo Thyssen-Bornemisza. Una exposición que, organizada en tiempo récord, trata de mostrar en Madrid el arte de vanguardia ucraniano en un periodo que arranca cuando el país vivía bajo el yugo del Imperio Ruso hasta la consolidación en el siglo XX de un segundo, el de la URSS, en un intento además de poner a salvo algunas de las piezas más destacadas de sus pinacotecas nacionales, las cuales también se ven seriamente afectadas por el impacto de la guerra.
De esta manera, el mandatario ucraniano se ha convertido en protagonista indiscutible del evento, por encima de sus organizadores, Francesca Thyssen y su TBA21 a la cabeza, pero también algunos de sus comisarios, Katia Denysova o Konstantin Akinsha, que momentos antes habían tomado la palabra. También Marina Dobrotiuk, conservadora jefe del Museo Nacional de Arte de Ucrania, uno de los principales prestamistas, o el mismísimo embajador de Ucrania en España, Serhii Pohoreltsev.
Zelenski ha cargado las tintas desde el comienzo y ha sabido llevarse al auditorio a su terreno: «Tras el terror ruso, llegará definitivamente la recuperación de Ucrania; tras un juicio que juzgue esta agresión criminal; tras la oscuridad producida por los misiles rusos, regresará la luz, puesto que la humanidad siempre retorna», ha expresado en su alocución.
Era de esperar una nueva aparición del mandatario ucraniano en forma de píldora audiovisual, no solo porque, desde que en febrero se iniciara la cruenta invasión de su país por parte del ejército ruso, no ha perdido ninguna oportunidad para ganar la batalla mediática en ningún foro internacional de renombre, y dado que, como se había explicado previamente en la rueda de prensa, su gabinete «ha participado activamente» en la organización de esta cita, que lleva hasta la capital española piezas de autores como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov, Viktor Palmov o Anatol Petrytskyi, en sintonía con pinturas en posesión de la pinacoteca madrileña de Sonia Delaunay o Davyd Burliuk.

«Con esta exposición –ha continuado Zelenski– podrán disfrutar del arte ucraniano creado también en momentos difíciles tanto para Ucrania como para toda Europa en los años 20 y 30 del siglo XX. También entonces la tiranía intentó conquistar el continente. El terror intenta imponerse, como sucedió entonces, pero también, como entonces, la humanidad ganará. Como entonces, la cultura vencerá».
Para el político, con semblante serio pero cercano, desde su despacho y con una sudadera oscura con el lema ‘Soy ucraniano’ en inglés, la guerra por la libertad no solo debe ser ganada con la fuerza de las armas («razón por la que es tan importante el apoyo económico» de las grandes potencias a su país), sino que es preciso «cuidar la verdad» (es la batalla del discurso la que está en juego), y por eso, como nunca antes, y en sus palabras, «hay que dejar que el arte se pronuncie y que comunique todo aquello que no puede ser expresado desde ningún otro lenguaje»: «Creo que esta exhibición es una buena muestra de lo que Rusia está intentado destruir ahora y demostrará lo mucho que Ucrania está unida a Europa».
Zelinski ha terminado su parlamento dando las gracias al Museo Thyssen «y a todos aquellos que han participado para que la exposición tenga lugar», y agradeciendo a España «su apoyo» en la contienda, rematándolo con su habitual ‘Slava Ukrayini!’ (‘¡Gloria a Ucrania!’) con el que los rubrica y que ha enfervorecido a sus compatriotas que cubrían o formaban parte del evento.
Momentos antes, la presentación ha servido para hablar más de épica, que de arte, en torno a una muestra que recala en Madrid hasta el 30 de abril con unas 70 obras procedentes en su mayoría del Museo Nacional de Arte de Ucrania y del Nacional de Teatro, Música y Cine del país eslavo, y que, tras España, será acogida por el Ludwig de Colonia. Sus responsables no han sabido –o no han querido– responder a la pregunta de cuál será el destino de estas obras acabada la itinerancia si la guerra continúa. ¿Quedarán en suelo de la Unión Europea?

Curiosamente, muchos de estos lienzos que ahora cuelgan en Madrid formaron parte de aquel fondo que entre 1937 y 1939 el propio Museo Nacional de Arte creó con trabajos que se tildaron de ‘categoría cero’, es decir, sin ningún valor artístico, realizados por autores ‘nacionalistas’ o ‘enemigos del pueblo’ según las autoridades soviéticas y que, por esta razón, estuvieron durante décadas en almacenes. Así lo ha narrado la propia Dobrotiuk, su conservadora actual, que ha sustituido en la presentación a su directora (a la que la guerra le ha impedido viajar) y que ha reclamado para la vanguardia ucraniana «capítulo aparte dentro de la Historia de las vanguardias rusas, por sus peculiaridades».
El encuentro también ha servido para narrar el nacimiento de esta filantrópica propuesta –a partir de un grupo de whatsapp– y el accidentado periplo de las obras hasta la capital española hace dos semanas, cuando un misil impactaba en Polonia y retenía durante más de doce horas estos conjuntos en la frontera con Ucrania: «Cada lunes se bombardea Kiev de buena mañana, una forma de hacer entender a la población cómo se va a desarrollar la semana –puntualizaba Francesca Thyssen con ironía–. Por esa razón se plateó que el convoy saliera un martes. Curiosamente, el lunes anterior no hubo bombas, por lo que pensamos que la situación se había tranquilizado, pero en realidad se había decidido cambiar el bombardeo a nuestro día de salida».
Cada diez minutos, el operativo contactaba con los camioneros para confirmar que todo estaba en orden. Las bombas volvieron a caer sobre Kiev dos horas después de su salida, y en Leópolis recibieron órdenes de apartarse de las infraestructuras críticas, según la responsable de la TBA21 y de la iniciativa #MuseumsFor Ukraine, «por ser estas objetivo prioritario de los ataques». Fue entonces cuando las alertas de Google le indicaron de la caída de un misil en Polonia, a 50 kilómetros del destacamento, y se desató el pánico: «Éramos conscientes de una potencial escalada, de una posible intervención de la OTAN. Esa noche despertamos a todos los políticos ucranianos y polacos que conocíamos. Al final no fue un ataque ruso y, con las fronteras reabiertas, respiramos aliviados mientras los camiones las atravesaban».

«Putin –ha declarado con contundencia Francesca Thyssen– no solo quiere apoderarse del territorio ucraniano: quiere además controlar la narrativa de este país, igual que hace 90 años se intentó con un genocidio por hambruna en Holodomor. Ahora estamos igual, lo que incluye la destrucción de la cultura y de los museos, como cuando Stalin envió a los artistas ucranianos a morir a los gulag y destruyó murales y obras de valor incalculable».
En ese mismo sentido, el embajador Pohoreltsev ha remarcado cómo Rusia ha pretendido «robarnos nuestra identidad» (y así la exposición nos ‘redescubre’ a autores como Delaunay o Malevitch como nacidos en Ucrania, aunque sus carreras se desarrollaron en suelo soviético): «El genocidio cultural no mata, pero roba la identidad. Por eso es básico identificar a los artistas ucranianos». Mientras, el comisario Konstantin Akinsha ha resumido con horror cómo Rusia se vanagloria de haber aumentado, gracias a los saqueos, sus propias colecciones «en un expolio semejante al que sucedió en la IIGM y como no se vio ni siquiera en Yugoslavia»: «Ante esta constante violación y destrucción de patrimonio es preciso que las leyes y las instituciones internacionales aborden la cuestión». Solo en Jerson, el número de piezas saqueadas supera las 15.000.
La ‘emoción’ se ha mantenido hasta el final. Así, cuando la prensa y los asistentes a la rueda han llegado a las salas han podido disfrutar de parte del concierto ‘A touch of an Angel’ del dúo formado por la violinista Bhodana Pinenko y la pianista Anna Khmara, que han traducido el sentimiento de la vanguardia ucraniana en piezas de Myroslav Skoryk y Valentyn Silvestrov, entre las obras de la muestra. Un vídeo de este redactor para IG de la actuación ha sido bloqueado por la red social en Rusia y Bielorrusia segundos después de subirlo. Como se ve, la guerra también se libra en el plano virtual. La cultura, al final, entre los más perjudicados.

Texto ampliado del publicado en ABC el 29 de noviembre de 2022