Carrie Mae Weems: «Volvemos a luchar contra terraplanistas»
Estamos de enhorabuena: Fundación Mapfre, Foto Colectania y MACBA se han puesto de acuerdo en Barcelona para ofrecer una de las mayores retrospectivas de esta defensora del alma negra

En muchas cuestiones, Carrie Mae Weems (EE.UU., 1953) ha sido pionera, a su pesar. Fue de las primeras creadoras que alcanzaron notoriedad ocupándose en su trabajo fotográfico y performativo de la mujer, de la comunidad negra o de lo perverso de lo cotidiano, cuando estas no eran cuestiones tan perentorias en la agenda artística. También, la primera mujer negra en exponer en solitario en el Guggenheim de Nueva York o la Bienal de Venecia.
Ella le quita importancia respondiendo que su trabajo siempre ha buscado trascender realidades específicas para alcanzar a todo tipo de espectadores. Por la misma razón, su triple cita actual en Barcelona (bajo el título genérico de ‘Un gran giro de lo posible’, comisariada por Elvira Dyangani Ose), debe ser leída como el encuentro que ha suscitado durante más de cuarenta años de trayectoria: de unas disciplinas con otras; de unas comunidades con otras; de unas técnicas con otras.
Mae Weems nos recibe educadamente, con una sonrisa que se transforma por momentos en carcajada cuando responde haciendo grandes pausas, en KBr Fundación Mapfre, que se lleva el grueso de esta propuesta cronológica. En una especie de despacho (‘A Case of Study’) que reproduce el lugar de trabajo de un intelectual dedicado a los derechos civiles de los afroamericanos. En Foto Colectania se despliega una de sus series icónicas, que se ofrece completa por primera vez en España: ‘The Kitchen Table Series’, ese espacio doméstico donde se decide lo colectivo, tanto lo que se espera(ba) de la mujer en sociedad como esas reuniones clandestinas de los activistas negros.
Finalmente, el MACBA introduce en La Capella ‘Lincoln, Lonnie and Me’, una fantasmagoría decimonónica en la que el presidente estadounidense Abraham Lincoln, el activista Lonnie Graham y ella misma reflexionan sobre los modos en que se construyen las narrativas históricas. Nada es sencillo en Carrie Mae Weems, y el chaparrón de sus mensajes, duros por momentos, obliga a estar preparado. Queda el consuelo de que la esperanza –y ella la irradia– es la luz que nos ilumina en este camino.

—Un proyecto en tres sedes, la muestra más amplia sobre su trabajo que se ha visto en España. ¿Qué es lo que quiere contarnos?
—[Hace un largo silencio]. Creo que quizás lo más importante es mostrar buena parte del trabajo que hecho, y enseñar la complejidad del mismo. Pero es fundamental que quede claro que lo que aquí se establece es un diálogo que trasciende binarismos: no es un encuentro entre hombres y mujeres, negros o blancos, españoles o extranjeros, sino que subraya que somos seres humanos enzarzados en una gran discusión sobre cómo se piensa el otro y comprometidos con cómo hemos de vivir nuestras vidas. Si el trabajo permite ver eso, si nos sitúa ante esa perspectiva, me daré por satisfecha.
—No es pequeña.
—Como artista, mi misión es ser capaz de salirme de la ecuación y que la obra realice todo el trabajo. Yo no soy más que una mensajera. La obra incluye muchos niveles de empatía: se refiere a heridas específicas de la sociedad americana sobre las que aún tenemos que negociar, pero también a la complejidad de la condición humana, a partir de la cuestión de la realidad de la comunidad afroamericana. Pero el trabajo no es solo sobre la realidad afroamericana. Es sobre nosotros.
—Su trabajo ha tenido dos polos evidentes, que a veces se han mezclado: la identidad de la comunidad afroamericana a la que se refiere y el empoderamiento femenino. Supongo que en más de cuarenta años los cambios sociales han sido evidentes. ¿Siempre para mejor?
—Me gustaría decir que sí. Me gustaría decir que ha sido así…
—Pero siempre hay un pero.
—Exacto. Siempre lo hay. Ahora mismo estamos volviendo a luchar en EE.UU. por algunos de los derechos de la mujer, como el derecho al aborto. Y nos sumamos a la lucha de la mujer en muchas partes del mundo. De forma que, sí que se ha mejorado en treinta años, pero seguimos discutiendo sobre quién o cómo se ostenta el poder. El ascenso de la extrema derecha en tantas partes del mundo está haciendo que retrocedamos y en algunos aspectos nos situemos en la casilla de salida [ríe].
—¿La mujer funciona también como arquetipo?
—Es importante subrayar que mi trabajo se ocupa de la mujer pero no olvida el papel de la familia, por ejemplo. Series como ‘The Kitchen Table’, en FotoColectania, invita a pensar sobre lo que entendemos por monogamia, y qué significado tiene para los hombres y qué significado tiene para las mujeres, porque no es el mismo. Las relaciones familiares, de alguna manera, también son limitadoras y condicionan o manipulan nuestras vidas. Cada vez que muestro ese conjunto no solo se ven reconocido en él las mujeres, sino también, hombres, niños y niñas.

Esa serie parte de una mirada femenina que ayuda a visualizar la problemática generada por la familia. Y quizás debería haber comenzado por aquí la respuesta, pero ese cuestionamiento que ahora se hace también en España de la figura de Colón, de determinados aspectos de la colonización e imperialismo posterior, no solo nos une a ambos lados del Atlántico: en EE.UU. eso está llevando al cuestionamiento de determinados monumentos históricos. En ese sentido, luchamos, como entonces, contra individuos que creían que la tierra era plana…
—Empiezo si quiere con la identidad negra. ¿Por qué el racismo sigue siendo una lacra?
—Es obvio que vivimos en una sociedad racista. El afroamericano sigue siendo visto en EE.UU. como un inmigrante y por eso las crisis al respecto van y vienen continuamente. Y me llama la atención la poquísima gente negra que veo en Barcelona. ¿Por qué es eso así? Ese es el tipo de cuestiones que yo me planteo, sobre todo en un lugar como este donde África está a tiro de piedra. Sin duda es una cuestión de identidades. La persona negra siempre ha sido estereotipada. Se nos niega nuestra condición de seres humanos. Y una vez que se niega tu identidad es fácil objetualizarte.
—¿La situación ha empeorado en su país?
—En Occidente, los cambios demográficos suceden constantemente. En EE.UU., el desplazamiento de una sociedad genuinamente blanca a una negra o que se mueve en los distintos tonos del ‘marrón’ era algo que nadie se esperaba. Algunos sí, pero el ciudadano medio, en absoluto. Es que ni se lo planteaba. Y los debates en torno a la raza ahora son los que manejan gente como Trump, Boris Johnson o Le Pen, giran en torno a derechos y derechos de los blancos, provocados por los cambios demográficos y un miedo a perder poder. La consecuencia es intentar mantenerse agarrado al poder no importa cómo.

—Estoy seguro que si le pregunto si ha experimentado el racismo alguna vez en su vida me dirá que sí. ¿Ha influido este en su carrera?
—Yo soy ‘mi carrera’, de forma que si sufro racismo ella lo sufre y al revés [ríe]. Lo que he intentado cuando se ha producido algo así es circunnavegar esa realidad porque lo importante era sacar el trabajo adelante y hacerlo visible, pues es más importante que yo misma. Fíjate en la serie que tenemos a nuestras espaldas: ‘From Here I Saw What Happened and I Cried’. Ese conjunto se basa en todos los estereotipos que la sociedad americana ha manejado sobre las personas negras pero a la vez es una crítica a la Historia de la Fotografía como técnica.
De forma que es un proyecto sobre el uso del cuerpo de los negros, que a su vez es un análisis sobre el uso del cuerpo, el de todos nosotros, pero también sobre arte, sobre una técnica. En este sentido, todas las series funcionan a múltiples niveles. Por supuesto que hablo de raza, pero también de una técnica que amo y de su Historia. Conseguirlo a través de 40 imágenes, con sus correspondientes textos, fue un reto complicado.
—El cuerpo blanco también ha sido utilizado, fetichizado. Sobre todo el femenino.
—Eso es: se trata de cómo uso yo el cuerpo de las personas negras, de la misma forma que el cuerpo de las personas blancas ha sido utilizado para narrar una historia compleja. Y concluir que situar en el centro la negritud debe de ser entendido como algo normal. Debe ser entendido como algo normal. Debe ser entendido como algo normal… El negro no es ‘el otro’: es también ‘lo normal’.
—Se refirió antes a los estereotipos ¿Estos han sido para usted una lacra o un aliado?
–Sin duda, lo segundo, ha sido fundamental. Porque cuando ves repetidamente algo, eso se convierte en normal para ti. ¿Por qué no la negritud? Cuando te ves reflejado en algo eso se transforma en lo natural para ti. Y así empezamos a disipar esos mitos sobre ‘la otredad’. Lo pienso y espero que así sea [ríe].
—Al menos lo intenta.
—Al menos lo intento [Y hace un juego de palabras en inglés: «Falling» –cayendo– «feeling» –sintiendo–, pero intentándolo]. Y vuelvo a lo del racismo en relación a mi vida: me niego a que el racismo la determine o determine cómo debo actuar. Sin embargo, esto es algo en lo que tengo que pensar a diario. La batalla se desarrolla todos los días.

—¿Y el hecho de ser mujer? ¿Ha sentido menosprecio por el hecho de ser mujer en el mundo del arte?
—¡Claro! ¡Absolutamente! Hay muchas intenciones ocultas, muchas sombras. Históricamente, el trabajo de las mujeres ha sido infravalorado. Eso continúa. Y punto. Solo tienes que ver cómo funciona el mercado, qué obras son las que circulan y cuáles las que se venden. Incluso ahora que hay una sobreexposición del trabajo femenino. Hay muchas expos de autores negros, muchas expos de mujeres, pero no son reconocidos por sus valores artísticos, sino por su valor económico.
—¿Cree entonces que vivimos una especie de espejismo o ‘woman washing’?
—Sí. Se hace porque está de moda, o porque es una reacción natural para no afrontar los verdaderos problemas… [Hace otro largo silencio]. La pandemia fue extraordinaria…
—¿En qué sentido?
—Nos cambió la vida, por descontado. Pero al tenernos encerrados en casa, confinados, consiguió que uno de esos días, por televisión, en horario de máxima audiencia, vieras como un hombre negro fue asesinado.

—George Floyd. Le iba a preguntar por él.
—Un hombre negro en EE.UU. moría asesinado por la policía. No era el primero. Pero por primera vez lo vimos en tiempo real en las redes sociales y lo vio todo el mundo, hasta el que no quería. De forma que de repente cientos de miles de personas se despertaron. Y salieron a las calles, en todo el mundo, para decir «basta». Eso fue extraordinario. Incluso galerías, museos, centros culturales tuvieron que asumir que esa es una cuestión con la que hay que lidiar.
Ahora se tienen que plantear cómo se sitúa en el centro de un debato serio a la mujer, al negro, porque la historia de estas instituciones, durante siglos, se ha escrito al margen de estos. Y hacia dónde nos dirigirá todo esto es realmente el nuevo marco de cómo hemos procesado el momento. Quizás haya que esperar diez años para procesarlo todo, para asumir su impacto. No olvidemos que en buena medida estas instituciones artísticas están dirigidas por blancos.
—¿Qué espera de ellas y de ellos?
—No tengo ni idea. Espero que sean más abierto, menos restrictivos. Que den voz a otras voces, que se hagan realmente más participativos. Y así entenderemos verdaderamente la complejidad del ser humano. La forma como la mujer o las personas de color han sido apartadas del ámbito artístico es algo sobre lo que no se ha debatido seriamente. Y cuando se ha escrito sobre esto se ha hecho en términos de raza, no por cuestiones estéticas. ¿Cuáles es la calidad estética de esta habitación en la que estamos ahora? ¿Cuál es el valor estético de esa obra que observamos? ¿Cómo se relaciona eso con la historia de la modernidad? No se analizan las cosas bajo esos criterios, sino bajo los criterios de un conflicto social. Ellos, los creadores negros, las mujeres, son parte del mundo en que vivimos, de forma que tenemos que analizar sus aportaciones bajo los mismos criterios.
—¿Qué supuso para usted el movimiento MeToo?
—A mí no me afectó, aunque reconozco que ha sido fundamental. Pero yo llevo haciendo mi trabajo más de cuatro décadas, analizando los resortes del poder, estos también. Y entiendo que ha sido muy positivo que mujeres mucho más jóvenes hayan alzado la voz.
—Hablando de poder, trabajando como ha trabajado con él y con la Historia: ¿Es de las que piensan que la Historia la escriben los vencedores?
—No. La Historia la escribimos entre todos. Pero sí que es cierto que prestamos más atención al equipo ganador [ríe]. Y las mejores narraciones, a modo de confesiones, suelen venir de aquellos que experimentan la opresión. En este sentido, las redes sociales son ahora una herramienta muy útil. Hasta cierto punto, George Floyd, un hombre casi en la flor de la vida, murió para cambiar la Historia. Y nuestra reacción también sirvió para descubrir que la humanidad y la empatía humana existen.

—Algunas de sus series se han ocupado de los referentes de la cultura negra. ¿Vivimos en una sociedad desmemoriada? Porque una cosa es no conocerlos y otra es olvidarlos.
—No estoy segura. Mi proyecto intenta analizar cuáles son los referentes y cuáles deberían ser. Referentes que nacen de los acontecimientos históricos y de circunstancias sociales determinadas, muchos de los cuales se basan en valores, en cualidades de la condición humana. Mi trabajo como artista, diré mejor «mi proyecto artístico», se basa en reunir en esta habitación la información necesaria para que el espectador saque sus conclusiones, vea las conexiones, no lo que le cuenta este u ese chico, sino lo que transmite cualquier muchacho en sus circunstancias.
Y en la medida en la que tú rechazas esa influencia, en la medida en la que la capeas o no la tienes en cuenta, es más fácil que olvides lo que se te propone. Al final se trata de discutir sobre cómo quieres vivir tu propia vida. Estas obras, de alguna manera, son como un salvavidas. En tu mano está que decidas tomarlo, en tu mano está que quieras pasar superficialmente por lo que se te cuenta o verte reflejado en ello. Y esa es una decisión que debemos tomar todos los días.

—Da la sensación de que el sistema democrático estuviera en crisis. Se pone en cuestión en todo momento. Donald Trump negando resultados electorales, Bolsonaro amenazando con lo mismo… Y eso fomenta el avance de los populismos. ¿Debemos ser tolerantes con los intolerantes?
—No nos queda otra. Estos días hemos visto las consecuencias devastadoras de un huracán en Florida. El de Florida es un Estado muy conservador. Todos los días en la Fox nos desayunamos con chistes sobre el cambio climático. Intento ponerme en la piel hoy de todos aquellos que se reían sobre el asunto y han sufrido las consecuencias del huracán. Posiblemente hoy no piensen lo mismo que la semana pasada.
Es lógico que se tengan ideas distintas sobre cuestiones vitales. Todo depende de las circunstancias, del paso del tiempo y, sobre todo, de si te afectan a ti o no. Solo cuando algo te toca de cerca hace que cambies de golpe de idea. En el caso de Trump, si sobrevive cuatro años más, a mí donde me gustaría verlo es en la cárcel, que es donde debería estar. Él representa la «disolución del gran hombre blanco». Intenta defender incluso algo que ya ni existe.
—Pienso en su serie ‘Sea Island’ y me planteo si la utopía es la solución o el cambio social será real.
—¡Es interesante saber que ese conjunto te trasmite esa sensación! Déjame que te diga que me encanta la Historia, no me importa que me la cuente un político, un historiador o un sociólogo. Pero creo en el poder de la magia. De alguna manera, en ‘Sea Island’ funciona cierta magia. Y el ser humano siempre está buscando la magia, que ocurra algo mágico que lo cambie todo. Creo que somos capaces de generar todo tipo de sistemas y dispositivos para hacer posible la esperanza, para trascender, para superar nuestras vidas ordinarias. En un mundo tan inestable buscamos fórmulas que nos den fortaleza.

Carrie Mae Weems. ‘Un gran giro de lo posible’. KBr Fundación Mapfre. Barcelona. Avenida del Litoral, 30. Hasta el 15 de enero. FotoColectania. Barcelona. Paseo Picasso, 14. Hasta el 15 de enero.. MACBA. Barcelona. Plaza dels Àngels, s/n. Hasta el 15 de enero.
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 8 de octubre de 2022. Nº 1.536