El «fenómeno» (de) Javi Calleja

El artista Javi Calleja es «un fenómeno»

Se lo rifan coleccionistas y ‘celebrities’. Conecta con la estética que arrasa en Asia. Vende a millones en subastas. Fundación Unicaja (Málaga) repasa los años que convirtieron al pintor en un fenómeno

No es habitual que un artista español, hoy, tenga vendida toda su exposición antes de que esta abra sus puertas en galería. Mucho menos que cuente con lista de espera de compradores con encargos que le comprometan los tres años siguientes. Incluso, que se pueda permitir el lujo de decidir a quién le vende o no una pieza. Que se lo rifen grandes marcas para hacer con él colaboraciones o que cuente entre sus coleccionistas con actores de Hollywood y todo tipo de ‘celebrities’.

Todo eso le ha ocurrido a Javier Calleja (Javi para los amigos), pintor nacido en Málaga en 1971 y al que ahora se disputan los coleccionistas en Asia y EE.UU.. Su estética falsamente infantil, sus pinturas de personajillos de ojos inmensos de aire melancólico y frases optimistas a modo de pie de página –que desde hace años encuentran también su correlato en esculturas monumentales– se cotizan por cientos de miles de euros y alcanzan cifras millonarias en subastas.

«Sigo siendo el mismo»

Nada que ver con su labor hace menos de una década, cuando sus escalas eran muy menores (las exposiciones cabían en cajas de zapatos) y luchaba por abrirse hueco en el proceloso y elitista mundo del arte: «Creo que yo sigo siendo el mismo –confiesa a pocas horas de inaugurar su exposición más ambiciosa,precisamente en la ciudad que le vio nacer y en la que todavía confía para llevar a cabo su faena–. La diferencia es que ahora tengo más dinero, cuento con más medios para desarrollar lo que antes proyectaba en pequeño. Aquellos personajillos con los que me di a conocer, situados junto a taquitos de madera, en comparación con ellos, en realidad eran enormes. Quizás soy como Gulliver, que después de pasar por Lilliput ha llegado a Brobdingnag. Ahora soy yo el chiquitito, y mi intención es encontrar nexos, no tanto para volver a aquello, cuanto como para retomar ciertos recursos».

Calleja entre dos de sus obras, una pintura y una escultura, en el Centro Cultural Fundación Unicaja (Foto: NACHO SÁNCHEZ CORBACHO)

La muestra de Málaga, ‘Mr. Günter, The Cat Show’, en el Centro Cultural Fundación Unicaja, repasa su trayectoria desde 2017, «el año en el que todo cambió». ¿Pero qué sucedió entonces para que un creador situado lejos de los centros del arte y sus mercados se convirtiera en un fenómeno sin precedentes en España? Lo explica él: «Lo que pasaron fueron dos japoneses por Málaga que habían visto lo mío en redes sociales. Eso fue a finales de 2016. Esos galeristas, Aisho Miura y Shinji Nanzuka, visitaron entonces un estudio que yo tenía de apenas 15 m2. Creyeron en mi trabajo y me dijeron que querían hacer de mí un artista grande. Escogieron algunos de mis dibujos y se los llevaron para exponerlos en Basel Hong Kong».

Calleja, que apenas había entrado de refilón en ARCO, no se lo podía creer. Las cosas fueron bien, su estética conectaba con el mercado asiático, por lo que la galería Aishonanzuka decide programar su primera individual allí en 2017: «Se vendió todo antes de inaugurarse –rememora–. Y de ahí me salieron 170 encargos que optamos por cancelar. Ellos me preguntaron: «Oye, ¿tú haces encargos?». ¿Cómo no iba a hacerlos? ¡Soy artista español, tenía que pagar facturas! A la semana siguiente, 170. Shinji los canceló todos porque yo no podía estar los siguientes tres años repitiendo una fórmula. La galería se dio cuenta de que venía algo gordo. Alicia, mi pareja, y yo, lo hicimos en el avión de vuelta. Fue entonces cuando decidimos que yo me dedicaría a trabajar y que ella se ocuparía de gestionar mi labor».

‘La poli mala’

«La poli mala». Así es como cariñosamente se refiere Calleja a Alicia Gutiérrez Mármol. Su agente, su mano derecha. Comisaria ahora junto a Shinji Minamizuka de la muestra en la Fundación Unicaja –un espacio en el que curiosamente el malagueño se inició como montador de exposiciones– y decisiva para que el éxito del pintor haya llegado a buen puerto: «¡Yo soy la chunga, la mala!», ríe mientras contesta. «Tengo asumidísimo que me toca decir más veces no que sí. He de confesarte que yo soy la que termina de colorear las narices y las bocas de los personajes de Javi, y el otro día, mientras lo hacía con las del mural de la exposición, tras un momento de tensión tremendo, me quedé pensando: «¡Me engañó! ¡En realidad su trabajo es el sencillo!»».

Algunas de las colaboraciones y ‘toys’ del artista.

Gutiérrez entiende este transitar desde 2017 del artista como «un proceso de madurez»: «Se encuentra a gusto con lo que hace y ha depurado la técnica al máximo. Yo no dejo de decir que él desarrolla estos personajes porque son su excusa para pintar. Javi es un gran pintor, y eso se nota cuando te acercas a sus acabados. Yo me ‘achucharía’ a decir que tiene los pies en la tierra más ahora que antes. Ha evolucionado con madurez, con cabeza, con sensatez. Eso me hace sentirme a mí personalmente muy orgullosa».

Calleja siente que ha cambiado. Eso es innegable. Le compra gente como J. Balvin, el dj Steve Aoki o el chef Dani García. Solo hay que ver la cola en la tienda creada ex profeso en Unicaja, con personas saliendo con sus ‘toys’ a 900 euros como el que compra pares de calcetines. Colabora con marcas como Rolls Royce, Uniqlo o Mira Mikati. Hasta el poderosísimo dios Disney le permitió insuflar sus altones ojos vidriosos en su intocable fetiche en forma de ratón en la muestra ‘Mickey Mouse Now and Future’ de Seúl y Osaka. Solo once artistas de todo el mundo fueron los elegidos.

«Pero he cambiado porque tengo que hacerlo. Es como cuando te conviertes en padre, que asumes otras responsabilidades. Ahora tengo un equipo de 15 personas a mi cargo a las que tengo que asegurarles un sueldo. Y tengo una responsabilidad con la producción. Pero sigo siendo autónomo, y por muy buena economía que tenga, siempre digo que los autónomos, seamos quienes seamos, estamos a tres meses de la ruina».

Sobre estas líneas, el artista ‘juega’ con sus piezas en una de sus instalaciones

Calleja, como refiere, cuenta ahora con un interesante estudio («aunque el espacio más pequeño allí es el que se dedica a que yo pueda pintar», bromea) en el que se mueve un destacado equipo en un polígono industrial a las afueras de la ciudad. Es su Factory(«su labor se distribuye en función de la mía y su misión es que a mi no me moleste nadie», recalca): Alicia como ‘studio manager’; agentes dedicados a la producción; personas en contabilidad, en prensa, otras volcadas en la comunicación con las galerías… Y todo desde su Málaga natal: «Antes se hacía las Américas. Yo he hecho ‘las Asias’. Asia es tan grande que si lo que haces lo haces bien te lo comes todo. Pero mira: de cualquier edición de esculturas que haga, supón una de cinco, cuatro se quedan en EE.UU.. Asia es la caja de resonancia».

Factura andaluza y mediterránea

Y allí casó bien su estética pop, kawaii, como de manga japonés. Pero la factura sigue siendo ‘andaluza’; ‘mediterránea’ la llama él. De hecho, los marcos de sus lienzos para Unicaja se han realizado junto a maestros artesanos encargados de las tallas de la Semana Santa malagueña: «Tengo el equipo aquí, y Málaga sigue siendo una ciudad muy ágil, con un aeropuerto a diez minutos del centro y un puerto internacional. Y, con internet, ya no es preciso estar en un punto específico del planeta. Soy de la generación que salía de Bellas Artes [Calleja se licenció, y tarde, en la de Universidad de Granada] y que moría por recalar en Berlín. Yo, porque tenía que trabajar, me quedé aquí. E intenté irme a vivir a Nueva York con Alicia, y nos volvimos porque nos dimos cuenta de que la gente allí estaba más pendiente de lo que pasaba fuera que de otro artista más intentando hacer el sueño americano en su territorio».

El pintor es profeta en su tierra. Málaga se ha volcado con la inauguración. No hay más que pasearse por sus calles y ver la decoración en banderolas; en los hoteles de lujo adscritos a la celebración; en el transporte privado; en la portada que intervino para el diario ‘Sur’ el viernes; en la escultura monumental –más de cinco metros– que prepara para la calle Larios… «Profeta en mi tierra, en Málaga, sí, pero quizás no tanto en España. Pero nunca me ha preocupado, e incluso me he aprovechado para no levantar suspicacias aquí. Pero echo de menos una crítica sólida sobre mi trabajo. Eso sí: ‘haters’ no me faltan».

El artista durante el montaje de su exposición en Málaga

¿Y por qué da la espalda la crítica a este tipo de trabajo que triunfa comercialmente? ¿Por qué, como señala Calleja, antes le hacían más caso los museos (CACMálaga, Centro de Arte de Alcobendas…) que las galerías, y ahora que vende a precios estratosféricos, le atienden más las galerías que los museos?: «Artistas como Javier Calleja, Ángeles Agrela, Julio Anaya oEdgar Plans están triunfando en Asia, un mercado que jamás tuvo el arte español –destaca el crítico Fernando Castro Flórez,que firma uno de los textos del catálogo de la muestra y que tuvo al malagueño como montador en alguna de las expos que comisarió en el pasado en Condes de Gabia–, y crean un decalaje entre el mucho respeto que les tiene el mercado y el poco o ninguno del ámbito museístico, lo cual relativiza bastante el poder que tenemos los críticos, los ‘curators’ o la institución artística».

Se podría decir que Calleja es el Murakami español, que su pretensión no es muy lejana a la de la última Yayoi Kusama, que pronto entrará en el Guggenheim: «Sin embargo –continúa Castro Flórez– es una especie de ascetismo casi contrarreformista español el que hace que expulsemos del panorama a estos creadores españoles en España. Nos gusta ir de puristas y de anglosajones, demostrar que somos más curatoriales y conceptuales que nadie. No nos importa hacernos un Koons, pero si eres un Matías Sánchez o un Santiago Ydáñez, no puedes contar con ningún museo aquí, ni un Artium ni un IVAM, ningún centro del que te sales del discurso conceptual, archivístico, feminista o decolonial».

En su opinión, están dejando atrás realidades que «les sobrepasarán y pasarán factura»: «Cada época tiene su arte y nos toca aceptar el espíritu de nuestro tiempo. Todo el espíritu de nuestro tiempo. Quizás lo de Calleja no es hiperreflexivo, y él ni siquiera se presenta así [él declara: «¿Sabes por qué no entienden lo que hago? Porque no hay nada que entender aquí»], pero su técnica es alucinante, sus acabados producen unas sensaciones asociadas a cierto concepto de belleza contemporánea que tiene que ver mucho con lo ‘cuqui’, con lo ‘kawaii’, un punto de humor extraño y medio melancólico propio del presente que tiene que ser también atendido».

¿Tiene futuro Calleja?

Pero, ¿tiene futuro Calleja? El crítico lo tiene claro: «Lleva cinco años pegando duro. Esto no es flor de un día. Tiene un suelo de coleccionismo muy sólido. Lo que ocurre es que cuando aquí quieran empezar a hacerle exposiciones, lo mismo es él el que les dice que no». El pintor afirma que son mensajes para él mismo, que no tienen nada de revancha, pero su cita malagueña está llena de textos en pared del estilo ‘No Art Here’ o ‘A quien le importa lo que yo haga’. Un guiño claro este último a Olvido Gara, Alaska,su última ‘groupie’, que pinchó en la fiesta de inauguración.

Hay que remontarse a 2021 para recordar la última cita de Calleja en España, en el espacio del que fue su primer galerista: Rafael Pérez Hernando. Calleja recuerda que en su día le espetó: «Vender no vamos a vender nada, pero nos vamos a divertir mucho». Y cuando llegó la crisis de 2008 le dijo algo que le ayudó a seguir adelante: «Jamás te voy a sacar los colores por lo que hagas fuera de la galería para llegar a fin de mes». «A mí me lo dio a conocer Iván de la Torre Amerighi, hace ya como 15 años, que llegó con un catálogo con los 150 jóvenes andaluces más relevantes».

Detalle de la intervención mural en el Palacio Episcopal, sede de Unicaja (Foto: N. S. CORBACHO)

Pérez Hernando, que se lo jugaba «a una página», se fijó en María Bueno y en él. Los llamó y los fichó: «Me acuerdo cuando en una mochililla podíamos llevar toda la obra a las ferias de Toronto o Zúrich. Poníamos los dibujos a 300 dólares, porque esa moneda entraba mejor por los ojos, y no se vendía ni uno. Pero fue, para mí, su época más auténtica, de una delicadeza extrema. Lo que hace ahora me gusta menos, pero hay que reconocerle que tiene una calidad incuestionable. Y que podría estar haciendo obras como churros».

Obras como churros. ¿Se acuerdan cuando les comentaba que llegó a tener lista de espera? Parte del trabajo del equipo del artista es investigar a los potenciales compradores. En 2021, Christie’s Hong Kong remataba por 1,1 millones de dólares ‘Waiting for a While’. Desde entonces, alguna pieza más se ha colocado en esta casa y en Sotheby’s (la más cara, en 1,6 millones):«Cada vez que sale una obra mía en subastas es porque yo me he equivocado de coleccionista. Es un arma de doble filo. Lo peor que puede pasar es que no se venda, pero si se remata a esos precios, cualquiera que tenga obra en casa puede pensar que tiene un seguro de vida y provocar una reacción en cadena. Por otro lado, no puede surgir una brecha entre tu mercado primario y el secundario. Te ves obligado a subir precios».

El gato Gunter, protagonista de la muestra en Málaga

Que la especulación no es el fin último del malagueño se refleja en su desinterés por el NFT. También en la orden que le tiene dada a su asesor fiscal: «Quiero dormir tranquilo cada noche». Por cierto: el proyecto malagueño está alineado con la vertiente solidaria del artista y de la institución, ya que su recaudación íntegra (son tres euros cada entrada) se destinará a la labor de la Asociación de Voluntarios de Oncología Infantil de Málaga (AVOI) y las protectoras de animales La Guarida y El Gato Garduño. Calleja participa anualmente con una causa benéfica.

Calleja no quiere plantearse próximos retos. De hecho, no sabemos si de no haber habido una pandemia (momento en el que se convirtió en héroe para la ciudad, consiguiendo, gracias a sus contactos asiáticos, las primeras mascarillas que allí llegaron en marzo de 2020) su proyección habría despegado aún más. Ahora le toca recoger frutos: «Pensar en el futuro da ansiedad. Hacerlo en el pasado, genera depresión». Lo mejor es asumir que ‘The Future is Now’, título de uno de sus cuadros. Málaga ya saca pecho por él.

Texto publicado en ABC Cultural el 11 de marzo de 2023

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