«La falta de un museo nacional de fotografía es una asignatura pendiente»
De la mano del profesor Carmelo Vega, Cátedra publica «Fotografía en España (1839-2015), historia, tendencias, estéticas, uno de los primeros volúmenes con vocación nacional sobre el devenir de la disciplina en nuestro país

Carmelo Vega (Tenerife, 1961) es profesor de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad de La Laguna, donde imparte asignaturas relacionadas con la imagen fotográfica y desde donde fue fundador de su Aula de Fotografía. Sobre esta disciplina ya publicó anteriormente Tenerife y la fotografía (1996) y el manual Historia de la fotografía (1996). Ahora se ha embarcado en glosar la trayectoria de la disciplina en España, una labor ardua, con escasos referentes hasta la fecha.
No es la primera vez que analiza la Historia de la fotografía con un manual. Hablemos de esas publicaciones y por qué el volumen de Cátedra es diferente.
Llevo más de treinta años trabajando con temas vinculados con la fotografía. Este último volumen es una consecuencia de todas las investigaciones previas y, sobre todo, de un interés por formular una interpretación de la Historia de la fotografía desde una perspectiva algo diferente a como se ha hecho hasta ahora.
¿Cómo andamos hasta la fecha de ensayos que aborden de una manera profunda el contenido de una obra como la suya?
Lógicamente, esta no es la primera Historia de la Fotografía en España. Este proceso se inicia a comienzos de los 80 con los trabajos de Lee Fontanella o Marie Loup Souguez. Lo que sí que es cierto es que, en nuestro país, los análisis de lo fotográfico se han acometido con una mentalidad más local o regional. Lo que han faltado son visiones más globales o generales. En ese sentido, sin ser yo el primero, sí que he intentado aportar esta perspectiva más genérica.

¿La inexistencia de los mismos hacía más ardua la tarea o más sencilla?
Este libro se plantea como un manual de Historia de la fotografía. Estos manuales suelen enfocarse a un público más generalista, pero específicamente hacia lectores especializados en cuestiones de Historia y de fotografía, también a un público universitario. Todo ello, junto con mi experiencia como docente, ha hecho que a la hora de exponer las ideas y las opiniones, los datos y fechas, se haya llevado a cabo una sistematización de la información para presentarla como un manual, de forma que sea posible adentrarse en determinados aspectos de una Historia, de la que se ofrece lo fundamental, pero, a la par, desarrollan aspectos más concretos, más detalladas de la misma. Lo que yo he tenido que hacer es revisar absolutamente todo lo que se ha publicado en cuanto a estas historias generales, regionales o locales de la Historia de la Fotografía en España. De hecho, el primer capítulo del libro es una revisión de las metodología de la historiografía nacional, con referencias incluso a lo hecho antes de los ochenta, que si bien son escasas, son tremendamente interesantes pues certifican el retraso que ha tenido este análisis en nuestro país, su conformación como disciplina.
El estudio de la técnica en España arranca en 1839, mismo año en el que situaba el arranque de su “Tenerife y la fotografía”. ¿La fotografía en nuestro país nació en Canarias?
En realidad, 1839 es la fecha de arranque de toda la Historia de la fotografía, pues es entonces cuando se presenta el procedimiento del daguerrotipo en París, el primer método fotográfico. Y si la Historia de la fotografía en España se sitúa en ese año es porque desde el minuto uno se suceden las noticias del invento e nuestro país, así como las primeras experiencias con la técnica. Algunos autores sitúan los precedentes de la fotografía mucho más atrás. De hecho, aspectos químicos y físicos del proceso fotográfico se conocían prácticamente desde la antigüedad, pero se marca como el inicio de la tecnología como tal la presentación del daguerrotipo.
Por lo que comenta, el auge de la fotografía es España, por primera vez y sin que sirva de precedente, fue meteórico y paralelo al de la Historia oficial.
Y frente a lo que se afirmaba hace unas décadas, cuando se hablaba de un desinterés de los intelectuales, artistas o científicos españoles con respecto a la fotografía, en los últimos años se ha demostrado que ocurrió todo lo contrario. Como en cualquier otro país europeo de la época, el interés por la fotografía fue en primer lugar científico, de manera que es la Ciencia la que introduce la técnica en España: médicos, físicos, farmacéuticos… Para ellos era un procedimiento que venía a resolver ciertas cuestiones relacionadas con la física de la luz, por ejemplo. Otra cuestión luego fue el desarrollo comercial de la técnica, que vino después, con la aparición de los primeros establecimientos y estudios fotográficos, los gabinetes de fotografía, que acabaron popularizándola.

Una de las cuestiones en las que incide el libro es que la disciplina en España ha contado con su propio marco de acción conceptual, lo que nos llevaría a hablar de especificidades o peculiaridades. ¿Cuáles serían éstas?
Tienen que ver, al menos desde mi perspectiva, con ese análisis de la fotografía como actividad diferenciada. Cuando hablamos de la imagen fotográfica lo hacemos también de una imagen con unas características propias. A mí me interesa sobre todo vincular las características de esa imagen con un complejo visual y cultural mucho más amplio. La foto no debe entenderse como algo diferenciado o sin relación con otro tipo de producciones gráficas o visuales o culturales, pues está imbricada con lo que podríamos llamar el espíritu del tiempo. Las fotos hablan de una época determinada igual que cualquier otro documento o imagen. Por mi formación como historiador del arte me interesan esos vínculos que podemos establecer con otros medios de producción de imágenes, sin perder de vista que ésta tiene sus propias lógicas, su propia naturaleza.
También se insiste en la lectura pesimista que se suele hacer de nuestra Historia de la fotografía. ¿Desmonta algún tópico la publicación?
El objetivo final del libro no es desmontar nada, sino, al contrario, demostrar, y hacerlo documentalmente, refiriéndome a las fuentes originales, de forma que ésta no sea una Historia de la fotografía enunciativa en la que solo se habla de los datos, sino que éstos son interpretados. Por eso he utilizado los textos escritos por fotógrafos, los libros publicados sobre fotografía en España, que también, pese a lo que se suele decir, existen desde el XIX, aunque no en un número excesivo. Muchos eran de carácter técnico, pero eso era lo que “ocurría” en ese momento, lo que interesaba en cualquier país del mundo. En esta revisión de las fuentes, de los datos, lo que se viene a demostrar es que ni hemos estado tan aislados ni ha existido un desinterés exagerado sobre estas cuestiones. Al contrario: se constata que en algunos momentos de la Historia las ideas que venían desde fuera estaban perfectamente canalizadas, y que muchos de nuestros fotógrafos estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo.
Cabe preguntarse en qué estado se encuentra la fotografía española hoy, comparada con la de otros momentos históricos.
Desde la perspectiva de la Historia, creo que en los ochenta se crea la base o sustrato para una verdadera Historia de la fotografía en España. Yo he revisado publicaciones anteriores, incluso artículos aparecidos en la prensa desde el siglo XIX en los que se intenta aportar pequeñas nociones sobre la Historia de la disciplina. Eso demuestra que interés siempre ha habido. Pero no es hasta finales de los setenta del siglo pasado cuando se produce un interés por la fotografía como un problema histórico. En estos últimos 40 años ha habido aportaciones metodológicas importantes, y, sobre todo, una búsqueda de nuevos planteamientos. Eso es importante: que en un momento de crisis nosotros hemos tenido que reinventar la Historia de la fotografía que estábamos haciendo. No me parece lógico que hoy en día sea válido seguir haciendo una Historia de la fotografía como se hizo en los ochenta. Toda la discusión entre una fotografía nacional o general y una fotografía local o regional todavía hoy existe. En conclusión: en las últimas décadas, lo que ha habido ha sido un intento por renovar una disciplina que yo en algún momento, sobre todo en los ochenta, definí de modelo sin modelo. Muchos empezamos a hacer Historia de la fotografía en España por aquellos años sin tener referencias historiográficas previas. La fotografía hasta entonces había interesado poco, sobre todo, a la universidad española.

¿Y cuidamos nuestra fotografía? ¿por qué no existe aún ningún museo nacional de la disciplina?
Yo creo que sí, que la cuidamos con respecto a la situación de décadas atrás. Se han tirado muchos archivos fotográficos a la basura, porque hasta los setenta se consideraba que la foto no tenía ningún valor. La Historia de la fotografía como disciplina ha ido creciendo en paralelo a ese reconocimiento social y cultural de la técnica. Hoy, es verdad que faltan centros e instituciones que la mimen más, pero se han ido creando algunos, sobre todo, centrados en determinados archivos, públicos, que han trabajado en la línea de su preservación. Que no exista hoy un centro de la fotografía en España es una de las grandes cuestiones pendientes. A finales del siglo XIX ya se hablaba de ello. Ha sido una petición constante a lo largo del tiempo. Lamentablemente hoy no existe. Es cierto que existe un museo de fotografía en Zarautz (País Vasco), pero todo el lamentable desarrollo de la creación de proyectos sobre centros estatales desde hace diez años ha sido una continua concatenación de enfrentamientos de unos con otros, como el constante intento de creación de un centro de artes visuales o, más reciente todavía, la existencia de planes nacionales de fotografía. Hoy hay uno en Cataluña, y un plan nacional de conservación del patrimonio fotográfico avalado por el Ministerio de Cultura. ¿Todo eso a qué nos lleva? Y la reflexión es amarga: a que llevamos años luchando por la creación de centros e instituciones pero lo que nos falta es mucho trabajo conjunto y de remar todos al mismo lado. Nos dividimos con proyectos que a la larga no llevan a nada, o que si llevan a algo lo hacen con una intensidad mínima, cuando no parece que todos están enfrentados.
No tenemos museo de fotografía, pero sí Premio Nacional de Fotografía y diferenciado del de Artes Plásticas. ¿Eso es bueno?
Es una demostración de las conquistas sociales y culturales de la técnica. De hecho, los primeros fotógrafos que recibieron este tipo de galardones lo fueron antes como premios nacionales de artes plásticas. El de fotografía es más tardío. A mí me parece correcto, no es contradictorio que se apoye y reconozca el trabajo específico de una serie de profesionales a lo largo del tiempo.
¿Y cómo se maneja la disciplina hoy, según su opinión, con el mercado?
El mercado nace en el siglo pasado, en los años veinte, a través de las galerías de arte, que en época tan incipiente ya existieron. Pero no es hasta la normalización de la fotografía dentro del ámbito artístico que no podemos hablar de cierto auge. Es entonces cuando se ve beneficiada por el mercado. Eso tiene que ver con la nueva posición de la fotografía a partir de los ochenta y noventa.

Ha mencionado mucho el corte que se produjo en España en los ochenta. ¿Ha sido quizás uno de los puntos de inflexión más radicales en la Historia de la disciplina en nuestro país?
Probablemente sí. Lo que ocurrió entonces no tiene parangón con el resto de la fotografía española. Porque fue un momento de reivindicaciones, de poner prácticamente las bases de lo que es la foto hoy, y donde hubo una militancia por parte de los fotógrafos, que reconocían que o se implicaban no solo en la creación, sino en todas las facetas de la producción y promoción de la foto, o no se llegaba a ningún sitio. Hubo fotógrafos que acabaron trabajando en museos, en archivos; fotógrafos que se convirtieron en galeristas, en críticos, en historiadores… Marta Gili habló entonces de la normalización de la fotografía, pues pasó a ser algo socialmente normalizado y aceptado. El pesimismo del epílogo del libro tiene que ver quizás con eso. Lo que ocurre hoy es que esa generación que dio ese impulso a la foto en esa época está desapareciendo o siendo desplazada por una generación nueva. La lectura más crítica que podemos hacer de todo esto es ver lo que ha quedado…
¿Y qué ha quedado?
Desde mi perspectiva, más bien poco. Mi posición es bastante pesimista en ese sentido.
El primer capítulo del libro funciona casi a modo de prólogo, en el que revisa los aspectos metodológicos e historiográficos empleados hasta la fecha. ¿Qué ha variado a este respecto?
Lo más importante es que se tiene una nueva consideración de lo que debe ser la Historia de la fotografía. Nos hemos obligado a ejercer cada cierto tiempo una revisión de los postulados metodológicos. Las primeras publicaciones copiaban e imitaban modelos que venían de fuera con difícil encaje aquí. Y, entre otras cosas, estábamos haciendo una historia local o regional de la fotografía, hasta el punto de que hoy ese modelo local sorprende a los extranjeros. En los últimos años, lo más importante es que hemos empezado a superar esos modelos y hemos comenzado a reconsiderar otros aspectos que han sido menos estudiados hasta la fecha, mientras se incorporan nuevos conceptos e ideas a una visión más interpretativa de la Historia, y no solamente enunciativa.
Durante mucho tiempo la Historia de España no la escribieron españoles. ¿Ha ocurrido lo mismo con el relato histórico nacional de nuestra fotografía?
Las dos primeras publicaciones, la de 1981 de Lee Fontanella, profesor de la Universidad de Texas y especializado en textos literarios del romanticismo español, y el de Souguez, Historia de la Fotografía, fueron escritas por extranjeros. Y modelos durante muchos años. Yo recuerdo que en las jornadas de fotografía de Barcelona de 1980 se insistía en estas cuestiones y de forma negativa, pues nuestra Historia la estaban escribiendo foráneos. Pero eso nos llevaba a una lectura crítica: si eso era así, era porque la fotografía hasta entonces no interesó como problema histórico.

Hay que esperar al capítulo 7 para hablar de fotografía artística en España. ¿Es tardía, es joven?
Los capítulos son en realidad una sucesión de ensayos, cada uno de los cuales corresponde a un determinado periodo histórico, a excepción del primero, sobre la metodología, y los dos últimos, sobre dos aspectos problemáticos hasta ahora como son la posición de la mujer en las prácticas fotográficas y el papel de la crítica fotográfica. Cuando yo hablo de la foto artística me refiero sobre todo al desarrollo y las ideas de la estética pictorialista, que en España se prolonga con autores como Echagüe o Pla Janini hasta los años cincuenta desde que naciera a finales del XIX. Por primera vez se veía con visión artística las posibilidades de la foto. Había habido manifestaciones anteriores, pero el boom se produce con el pictorialismo.
Justo le iba a preguntar sobre lo de un capítulo específico para la mujer, en vez de analizar su aportación junto a la de sus correligionarios varones.
Una de las cuestiones que me han interesado siempre tiene que ver con construir una Historia de la fotografía, ordenando datos y documentos, pero teniendo muy en cuenta el tipo de Historia que estás construyendo. No es que el libro separe a las mujeres para contar su aportación, eso sería un planteamiento erróneo. El que lo lea descubrirá que a lo largo de sus páginas se las menciona. Lo que ocurre es que me di cuenta de que había dos aspectos, como mencioné antes, poco tratados en la Historia de la disciplina en nuestro país, y poco tratados por cuestiones problemáticas. No se trata tanto de mencionar qué fotógrafas hemos tenido en España cuanto analizar las dificultades que han tenido en los últimos 170 años para posicionarse en una actividad como ésta. Como en otras disciplinas culturales, su presencia es invisible, pese a que siempre han estado ahí. Siempre hubo mujeres trabajando en los estudios fotográficos. Y desde los años treinta y sobre todo en los 50 o 60, ya empiezan a surgir como autoras de forma relevante. El objetivo del capítulo es pues más el de denunciar.
El otro problema, dijo, es el de la crítica. ¿Se hace buena crítica fotográfica en España?
Se hace. El objetivo de este trabajo era adentrarme en un aspecto que prácticamente no había sido trabajado hasta ahora. Este capítulo desvela unas determinadas posiciones respecto tanto de la crítica de arte con relación a la fotografía como también la actitud que tienen que asumir los fotógrafos en determinados momentos de críticos de la disciplina. Se partió de lo que yo llamo el “analfabetismo crítico” del siglo XIX, cuando desde la prensa se hablaba de la fotografía desde el tópico y los lugares comunes, llegando hasta la actualidad. Los años 20 y 30 fueron muy ricos también en este aspecto. Más tarde, en la postguerra germina una generación de fotógrafos que a la vez fueron sus mejores críticos, con aproximaciones muy interesantes a la disciplina. Por último, un capítulo importante son todos aquellos críticos de arte que terminaron asumiendo la foto como una técnica más, con casos sobresalientes, referentes incluso internacionales.
¿Cuánto tiempo le ha llevado redondear el volumen?
Siete años, de los cuales casi cuatro fueron de documentación, lectura y revisión de textos, de consulta de las fuentes directas del siglo XIX hasta hoy, a los que se suman los dos años y medio de redacción, más uno más para completar la edición, revisión y demás.
Cuando uno acaba, ¿tiene la sensación de que se quita un peso de encima o de que acaba de empezar?
Para mí esto es como un trabajo final de muchos años, pero no significa liquidar el asunto. Yo sigo investigando, sigo dedicado a la docencia de la fotografía y, por lo tanto, el libro cierra pero a la vez abre líneas de investigación que no pude incluir en él y sobre las que tengo intención de seguir trabajando…

Que serían, por ejemplo…
Todo lo que tiene que ver con cosas que se quedaron fuera, profundizar un poco más al papel de las revistas de fotografía, que se merecían un capítulo, y sobre todo el papel de las revistas ilustradas en España, pues estas dan muchas pistas sobre la aceptación social de la foto en nuestro país. Asimismo, convendría volver a algunos autores, a aspectos relacionados con temas que me interesan como las aportaciones de la fotografía en la imagen turística de España…
Como buen historiador, ha sido equidistante, y en todo el tiempo que llevamos hablando me ha dado creo uno o dos nombres propios. ¿Cuáles son los diez nombres propios que todos deberíamos tener en la cabeza?
Trataré de darte algunos. En el libro aparecen citados cientos, y aunque mi interés ha sido marcar las grandes líneas de actuación de la técnica, lógicamente, tienes que hablar de autores. Por otro lado, teniendo en cuenta que el volumen no es ni una enciclopedia ni un directorio de nombres, al final siempre hay quien se siente no aludido. Sin embargo, conviene tresaltar, en el siglo XIX a extranjeros como Charles Clifford o Jean Laurent. A finales de esa centura, la figura de Antonio Cánovas (Dalton Kaulak). En los años 20 y 30 hay todo un ejército de fotógrafos interesantísimos: Catalá Pi y Josep Sala, con una labor importante en la fotografía publicitaria de la época, la línea pictorialista de Ortiz Echagüe o Pla Janini… En los 50 y 60, nombres como Oriol Maspons, Masats… Más hacia la actualidad, figuras clave como Joan Fontcuberta, un autor que además es un gran teórico…
Curioso que en su quiniela, casi la mitad son catalanes. ¿Ha sido la escuela más activa?
Es imposible hablar de la foto española sin tener en cuenta la catalana. Ha habido momentos de esplendor en Cataluña, pues yo me niego a hablar de escuelas regionales. Todo basculó entre Madrid y Barcelona, con momentos puntuales en los que aparece otros lugares, como Afal en Almería en los cincuenta… Lo que yo he intentado es sin dejar de reconocer las aportaciones de estos focos, asumir una posición desde la periferia y tenerla en cuenta, quizás porque yo ya vivo en ella y eso permite empatizar más.
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 6 de enero de 2018. Número: 1.311