Espacio Trapézio

Espacio Trapézio: el mercado (de toda la vida) y el arte

Entre la institución y la galería, nace Espacio Trapézio, que se propone agitar el adormilado mundo del arte en Madrid. Y lo hace desde un ámbito singular: el mercado de San Antón

Jesús Álvarez, Félix Fernández, Gilfer y Javier Duero, artífices de Espacio Trapézio. Foto: Víctor Ierena

El próximo jueves, el mercado de San Antón, en el popular barrio madrileño de Chueca, volverá a abrir sus puertas, tras seis años de obras. La noticia no tendría transcendencia en estas páginas si no fuera porque, en su seno se ha gestado y tendrá su sede un ambicioso proyecto artístico que nace con la voluntad de dinamizar la escena creativa local y nacional y completar algunas lagunas de nuestro sistema. Se trata de Espacio Trapézio, que entre puestos de verdura, pescado y tiendas de encantos, apuesta por la promoción artística y el apoyo a los nuevos creadores.

Su impulsor es Jesús Álvarez, propietario de una licencia de uno de los establecimientos del mercado y que un buen día se planteó cambiar de rumbo ese espacio, que hasta la fecha había explotado su familia como carnicería y charcutería: «Esa fue la naturaleza de este ámbito hasta que el mercado cerró sus puertas en 2005 –recuerda–. Entonces la Asociación de Comerciantes decide llevar a cabo la remodelación integral del mercado, y yo me planteé cambiar completamente de vida. La verdad es que nunca salí como mis padres querían, y siempre tuve una vena, llamémosle artística o creativa, que ya me llevó a fundar una galería pero que no funcionó. Me tiraba a la piscina pero pensando que el Ayuntamiento de Madrid se negaría. La sorpresa fue que no solo no dijeron que no, sino que les encantó el proyecto y ahora voy a contar con el local más grande dentro del mercado. Entonces me entró el miedo escénico. No sabía que hacer, pero no podía truncar un sueño. Así que me puse en contacto con GILFER».

GILFER es el seudónimo del artista visual y miembro de AVAM Miguel Ángel Gil Fernández. Era la Navidad de 2010 y él acababa de llegar de Finlandia con una residencia en Helsinki para investigar sobre el arte contemporáneo en este país escandinavo: «Esa era la excusa. Lo que me interesaba era aprender de los modelos de gestión fuera de España para ver lo que podía ser exportable a nuestro país en este contexto de crisis a todos los niveles», explica. «El proyecto de Jesús era ambicioso, pero solo tenía claro que no quería ser una galería comercial y que el entorno en el que se inscribía tenía que imprimirle su carácter. De hecho, que fuera un espacio que aunara arte y gastronomía es lo que debía convertirse en su seña de identidad a largo plazo».

Si se hubiera querido dinero, lo mejor habría sido haber montado un restaurante con esa licencia». Y concluye: «Esto es un ataque en la línea de flotación a la política de codicia y acumulación tan nuestra

La tercera pieza en este puzle la colocan el comisario independiente Javier Duero y PENSART, la agencia de proyectos a la que este pertenece y de la que han surgido proyectos como Mappear Madrid, Intransit, Is this Spain? o alguna edición de las Tentaciones de la feria Estampa. Duero relata cómo recibieron la invitación a participar, «lo que supuso un debate interno en la asociación»: «PENSART no tiene un espacio expositivo propio, no porque no pueda, sino porque siempre hemos pensado que preferíamos trabajar como agencia de proyectos codo con codo con instituciones, colectivos y agentes artísticos. Fue importante dejar claro que Espacio Trapézio no podía ser una prolongación de PENSART, pero que podíamos ser mediadores con los contextos con los que el nuevo espacio quería interactura y ayudar a definir su programación».

«Fricción», de Félix Fernández

Es así como ve la luz este nuevo organismo que, desde el mercado, funciona como un espacio público de 180 metros cuadrados más una terraza de 60, pero de gestión privada, en el que el propietario de la licencia firma un convenio de colaboración con una asociación desde la que se genera un órgano de gobierno del que forman finalmente parte Álvarez, Gil Fernández, Duero, y dos personas más: el también comisario Martí Manen y el gestor empresarial Ricardo López-Francos.

¿Y cuáles van a ser sus líneas de trabajo? «Aunque este es un espacio alternativo –subraya Duero– y muy transversal, queremos que funcione como una institución. No queremos un chiringuito. Vamos a tratar temas que tienen que ver con la economía, el consumo, la sociedad y la gastronomía. Al cabo, ese es nuestro contexto más cercano. Contaremos con un programa anual de exposiciones, eventos relacionados con los colectivos que nos son cercanos y, un programa con entidad propia llamado Plaster, que albergará trabajos de vídeo arte y cine experimental –que no se suelen inscribir bien en el circuito comercial– producidos con becas y residencias, y que no siempre son exhibidos en las condiciones más adecuadas».

Espacio Trapézio nace sin ánimo de lucro, fomentando las prácticas colaborativas y el trabajo en red (se potencian las convocatorias públicas y abiertas para la selección de contenidos), la promoción de las buenas prácticas (todos los agentes implicados cobrarán sus honorarios) y la transparencia en la gestión.

Es así como ve la luz este nuevo organismo que, desde el mercado, funciona como un espacio público de 180 metros cuadrados más una terraza de 60, pero de gestión privada

La puesta de largo del mercado coincidirá con el primer proyecto, Referéndum: «Instalaremos una urna durante cinco días para que todo el que pase por aquí vote y nos ayude expresando lo que quiere ver aquí. A un nivel más modesto, nos inspiramos en Ivo Mesquita y su bienal vacía o la iniciativa de Caja Navarra, que decidió que sus inversiones culturales no las decidiera su consejo de administración, sino sus clientes».

Después llegará Félix Fernández, autor del primer Plaster de vídeo: «La obra que presento nació resultado de una beca de Unión Fenosa que me llevó a Nueva York y Berlín y que se mostrará en su totalidad en octubre en La Coruña», explica el artista gallego. «Es una obra muy vivencial, fruto de mi experiencia como inmigrante en un contexto muy determinado como el alemán, en el que uno no sabe si está más o menos integrado o si repite modelos». En cuanto al espacio que le toca inaugurar, Fernández se muestra optimista: «Es perfecto, se integra bien en el mercado y además lo humaniza. Asimismo, su ubicación es perfecta».

Tras él, llegarán las colectivas Artistas sin galería (incomprensiblemente) («se trata de remarcar la precariedad en la que viven los artistas. Queremos apoyar a los jóvenes. Pero no se trata de legitimar a los malditos, sino de dar visibilidad a aquellos inscritos en el sistema pero que no reciben el apoyo del mercado»), ¡Es la economía, estúpido!, y alguna colaboración con la Universidad Europea y la Universidad Complutense de Madrid.

Javier Duero, Jesús Álvarez, Félix Fernández y Gilfer en el Mercado de San Antón

Javier Duero se refiere a MediaLab como referente de la pionera institución: «Contamos con el mismo espacio expositivo. Nuestro tamaño es perfecto y el equipo está cohesionado. Ahora bien, tenemos que aprender de sus errores, aprender a ser verdaderamente transversales». Según Álvarez, «tendremos que conseguir trascender el ámbito del mercado, ser reconocidos por el sector artístico, pero no olvidar el escenario en el que nos movemos. Estamos en un mercado, pero siempre quise que lo que saliera de aquí fuera un espacio desacralizado, abierto, en el que la gente se acerque al arte sin miedo».

Quizás lo más loable de Espacio Trapézio sea que nace en un momento de crisis: «Jesús no quiere que le llamemos filántropo, pero realmente lo es», señala GILFER. «No se trata tanto de tener en cuenta el dinero que se invierte –han sido unos 150.000 euros que se pretende recuperar hasta alcanzar la autogestión– sino el que se renuncia a seguir ganando –apostilla Duero–. Si se hubiera querido dinero, lo mejor habría sido haber montado un restaurante con esa licencia». Y concluye: «Esto es un ataque en la línea de flotación a la política de codicia y acumulación tan nuestra. Llega un momento en el que tu grado de confort es tal que tienes que empezar a devolver algo a la sociedad. Es la filosofía anglosajona. A nosotros nos va más lo de delegar responsabilidades, y quejarnos de los demás. Con crisis o sin ella. Es el momento de cambiar». Larga vida al nuevo espacio.  

Texto publicado en ABC Cultural el 9 de mayo de 2011

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