¿Está dispuesto a pagar una millonada por un intangible?
El último capítulo del arte digital lo marcan los NFT, creaciones virtuales adquiridas con criptomonedas. Un mercado que seduce a artistas y coleccionistas y que avisa del cambio generacional
Sucedió en marzo e hizo que el arte digital regresara a los titulares de los medios: Christie’s adjudicaba por 60 millones de euros un ‘collage’ fotográfico de naturaleza virtual del artista Mike Winkelmann (ya mundialmente conocido como Beeple). La venta no resultaba en absoluto una anécdota: suponía la tercera más cara de la Historia de un artista vivo en subastas (con el permiso de David Hockney y Jeff Koons), se convertía en el remate más elevado de una obra de arte digital y servía para que el común de los mortales se relacionara con un montón de neologismos relacionados con las nuevas tecnologías: el de NFT (o ‘Non Fungible Token’), producto digital asociado a la tecnología ‘blockchain’, o base de datos pública y encriptada, de imposible ‘hackeo’, que registra todos los movimientos de la obra virtual y, por tanto, que hace segura la compraventa de la misma, la cual se realiza con monedas virtuales.
Obviamente, el fenómeno no nace de la noche a la mañana , y es, en el arte, el final de una cadena de décadas de Historia; sin ir más lejos, esta semana fallecía José Luis Alexanco , uno de los padres del arte computacional en España. El investigador y crítico de arte especializado en nuevos medios Pau Waelder la repasaba en una charla (virtual) organizada en el seno de las jornadas ‘Artévete’ (Barcelona) por la galería Alalimón : al boom de las ‘.com’ a finales de los noventa también se sumó el mundo del arte. Desde entonces, plataformas como ArtNet o ArtPrice se especializaron en asesoramiento ‘online’, mientras las casas de subastas se introducían tímidamente en el sector, con un parón considerable hasta 2010, año en el que estalla el uso de los ‘smartphones’, que multiplicaron los proyectos virtuales: ferias como Vip Art Fair , plataformas de ediciones digitales comoSedition , espacios de venta ‘al por mayor’ como Artsy …

Ahora, los servicios de ‘blockchain’ que certifican de forma segura la propiedad compartida de una obra virtual –uno no la posee, porque está albergada en un servidor, pero se sabe quién la subió y quién maneja las licencias para disfrutarla– y los NFTs redactan las últimas líneas.
«Este tipo de estrategias han supuesto importantes cambios en el mercado del arte –expresaba Waelder en la charla–. Entre los más destacados, acabar con la falta de información sobre ventas , o el fin del concepto de propiedad y fetichización del objeto, así como el paso de la ‘exclusividad’ a la ‘difusión’ de los productos artísticos».
En el mismo ‘zoom’ participaba Mar Canet , artista; creador y coleccionista de NFTs junto a Varvara Guljajeva , su pareja:«Los NFT han eclosionado en un momento preciso, en medio de una pandemia en la que se nos imposibilitaba el contacto físico con el arte. Pero no debemos olvidar que los que empiezan a usar los denominados ‘smart contract’ asociados a los ‘blockchain’ fueron los creadores de los ‘Cryptokitties’ , un juego de gatos virtuales que generó el primer mercado masivo de imágenes, muy relacionado con la gestión de activos digitales de los videojuegos, como el ‘Fortnite’ , en los que ya no pagas por jugar, sino por los objetos que compras. En el fondo, la diferencia entre esto y coleccionar NFTs es mínima».

Porque, y como dejan claro ambos expertos, lo que termina trascendiendo son los grandes titulares de subastas como la de Beeple, o la venta de un píxel de pak por un millón de euros, pero «es fácil hacerse con muchos de estos activos artísticos por poco dinero –suelen rondar entre los 10 y los 300 euros– , lo que ha fomentado incluso el coleccionismo entre los propios artistas».
Para José Ramón Alcalá , catédrático de Nuevos Medios en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca , los NFTs no son un triunfo del mercado («relacionado siempre con el deseo de poseer todo tipo de práctica artística, por difícil que esta se lo ponga»), pero sí una solución a dos problemas fundamentales: el de garantizar el aura de lo que se propone y la certificación de la misma . El ‘blockchain’ constata este aura y establece la especificidad de lo poseido, aunque esté infinitamente reproducido». Para que lo entendamos pone este ejemplo: es como tener el ejemplar de un libro del que se ha editado un millón. Sin embargo, solo el nuestro tiene una dedicatoria del autor.
El problema llega, en su opinión, cuando «la lógica perversa del mercado lo complica todo» . Hay mucho de especulación en este tipo de operaciones, con robots comprando partidas enteras en cuanto se ponen a la venta: «El mismo proceder de Beeple –indica Alcalá– fue una estrategia de márketing para posicionar una criptomoneda. No obstante, hay efectos colaterales positivos . Por ejemplo, hasta ahora el museo no tenía forma de incluir lo digital en su seno y seguir construyendo el relato de la Historia del Arte, porque no tenía medios para controlar la autoría de estas obras y distinguir una genealogía en su producción. Estamos ante un boom que ya nadie puede parar, que no escribirá las mejores páginas de la Historia del Arte, pero que nos sitúa en un escenario nuevo».

Quien sabe bien lo que es lidiar con la creación digital es Solimán López , para el que son básicas iniciativas que «revaloricen los intangibles». En esa línea iba su ‘Harddisk Museum’ , o museo de arte digital sin paredes, albergado en un disco duro: «Los NFTs ayudan a dotar de valor mercantil lo inmaterial , y monetarizan un esfuerzo y una labor intelectual», explica. Sin embargo, considera, el mercado ha comenzado «por el final» : El sistema se está centrando demasiado en lo visual y los grandes nombres. Lo mediático. «Eso implica que se esté dando cancha a creadores sin currículum en función de su abultado número de seguidores en redes. Somos muchos los que llevamos trabajando con lo digital desde hace tiempo y que nos hemos quedado en un limbo. No se ha entendido todavía el ‘net.art’ , y ahora nuestras pantallas se llenan de ‘gifs’».
El que tiene más dudas sobre el futuro del fenómeno es Enrique Radigales , un autor al que no le es ajeno lo digital (de hecho, es uno de los artistas del Harddisk Museum), y que prepara para otoño en CondeDuque una exposición junto a Marta Ramos Izquierdo sobre españoles que trabajan el medio: «Llevo tres semanas con todo preparado para subir un archivo antiguo de ‘net.art’ a una de estas plataformas, pero tengo dudas. La fundamental, la cuestión ecológica». Y es que se da la paradoja de que la huella de carbono que dejan algunos sistemas que han de verificar la seguridad de estos procesos es muy elevada. «Por otro lado –prosigue– creo que el asunto es muy generacional. Y tiene una vertiente especulativa clara. No seduce a gente del arte, sino a gente más interesada por un filtro de Instagram que por una acuarela de Fortuny».

Hay más aspectos no tan claros. Canet apunta al pago de impuestos para este tipo de productos, aunque una de las ventajas para el autor es que, como toda transacción queda registrada, este se asegura un tanto por ciento cada vez que la obra se vende o revende . Sin embargo, el sistema no verifica las firmas. La intangibilidad soluciona el problema de los que no tienen donde almacenar obras. Estas no pueden ser ‘hackeadas’, pero nada impide que alguien se haga con nuestras contraseñas… Queda mucho por aprender.
Con el fin de reducir la brecha entre la sociedad y el arte digital, y tras una edición ‘beta’ en 2020, el colectivo Hyper Studio (Diego Iglesias, Aida Salán y Cristóbal Baños) , ha puesto en marcha el festival urbano de arte digital MMMAD , que se desarrolla durante este mes en Madrid con 54 artistas internacionales, consagrados como Daniel Canogar o Marina Núñez , pero también emergentes como Peru Medem o Teresa Rofer : «Somos críticos con los NFTs –explican sus responsables–, porque aunque solucionan problemas de autoría, hacen una traducción muy literal del coleccionismo convencional. Se está comprando un certificado . Sin embargo, dejan fuera lo experiencial asociado a lo digital, su relación con el cuerpo, con los sentidos, algo en lo que ponemos énfasis en el festival».
De opinión similar es Karin Ohlenschläger , directora de la Laboral, en Gijón, institución, como Fundación Telefónica o MediaLab-Madrid , interesada en la relación entre arte y tecnología: «El gran reto pendiente de lo digital es la fecha de caducidad de sus soportes. Hoy, un libro sigue siendo más solvente. Además, la industria siempre ha tirado del arte para dar visibilidad a muchos de ellos, que luego son reciclados en lo industrial».

En este sentido, las palabras de Canet dan que pensar y dejan claro que nos dividimos ya entre nativos y ‘empotrados’ en lo digital: «Son muchos los que consideran que este tipo de fenómenos casa bien con una sociedad que se cansa de las cosas fácilmente . Para un joven, sin apego a lo físico, quizás es más difícil entender que se quiera preservar un lienzo». De hecho, ¿por qué preservar algo de hace cinco años si se puede optar a lo último de lo último ?
Finalmente, nada más fácil que hacerse con este tipo de activos: solo hace falta un móvil. ¿En qué lugar deja eso a las galerías, intermediarios hasta ahora entre artista y coleccionista? Regresamos a Alalimón : «Vamos a ser más útiles que nunca –señalan sus directoras–. Para evitar que esto se convierta en un corralito de artistas, y si se quiere profesionalizar la tendencia, el papel de la galería y los comisarios especializados va a ser básico. Asimismo, da pie a un modelo de negocio que permite llegar a un coleccionista que no se interesaría por otras manifestaciones artísticas . Una de las cosas más fascinante de este es que tiene desacralizada la idea de reventa, impensable en un comprador clásico».

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 22 de mayo de 2021. Nº 1.472