«Al MACBA no se puede llegar con vocación de ruptura»
El MACBA cumple 20 años y lo celebró el sábado con una jornada de puertas abiertas. Su nuevo director, Ferran Barenblit, analiza estas dos décadas como paso previo a iniciar su personal andadura en el museo

La jefa de prensa del MACBA nos propone hacer las fotos para esta entrevista a Ferran Barenblit (Buenos Aires, 1968) en la azotea del Centro de Estudios y Documentación del museo. Desde allí se tiene una visión de Barcelona única, de 360º, que también incluye, claro está, el edificio de Meier, sede del museo, y todos los inmuebles con los que, en 20 años, ha ido conquistando la plaza del Raval.
El nuevo director, que sustituye a Bartomeu Marí tras los bochornosos acontecimientos de la primavera pasada que precipitaron su salida, confiesa que este es uno de los enclaves de su museo que aún no conocía. Es lógico. Acaba de llegar. Sin embargo a él, el hombre tranquilo, el gestor que, como Chris Dercon apuesta por museos «más afectivos y menos efectivos», que ha demostrado su solvencia en la dirección del CA2M de Móstoles, le toca celebrar los veinte años del centro que se cumplen estos días. Estas son sus intenciones.
Se dice siempre que un museo necesita de la continuidad de su director para que tenga coherencia. ¿Por qué decidió dejar el CA2M que tantas satisfacciones le dio para venir a un MACBA en horas bajas?
Es cierto que las continuidades son buenas, pero tampoco son malas las renovaciones. En el CA2M he pasado siete años y, como escribí en mi Facebook y siendo sincero, los mejores de mi vida, pero creo que yo allí ya había llegado a cierto punto de culminación, lo que es algo más acusado en un museo joven como ese. Podría haber estado un par de años más, pero no mucho más. Lo bueno es que entre ahora otra persona a continuar lo que hemos hecho nosotros.
Tampoco es lo mismo ser el primer director de un museo, lo que le ocurrió en Móstoles, a ser el quinto, lo que le pasa ahora en Barcelona.
Yo insisto mucho en que el MACBA es un museo con unos pilares muy sólidos, que hoy cumple 20 años, y cuyas bases fueron establecidas por cuatro directores anteriores y dos décadas de rodaje. Cualquier cosa que se piense para este museo tiene que ser a partir de esas premisas. Eso está más que claro…

Escultura de Inés Doujak de la muestra “La Bestia y el Soberano”
¿Cómo vivió usted como espectador la salida de Bartomeu Marí
Justamente así: como espectador. Leyendo la información a través de la prensa, y en Madrid. Inaugurábamos esos días una exposición, estábamos en pleno montaje.
¿Se merecía el MACBA un espectáculo como ese? ¿Quedó dañada su credibilidad?
Yo creo que es mucho más fuerte la trayectoria del museo que lo que pudo pasar en marzo. No podemos ser ingenuos y pensar que aquello no tuvo efectos en el museo, porque los tiene, pero todas las instituciones aprenden de circunstancias como esas. Como las personas, los museos tienen una infancia, una adolescencia y una madurez. Pero respondiéndote, probablemente el MACBA no se merecía algo así, no.
¿Se puede hacer alguna lectura positiva de esos días?
De todo se aprende. No sé si se puede sacar una lección de aquello, porque sería juzgar injustamente a los que actuaron en ese momento. Este es un museo con el que yo me había relacionado antes como usuario y como agente cuando trabajaba en la ciudad en el Centro de Arte Santa Mónica, pero no había comisariado nunca una exposición aquí, apenas había dado alguna charla… Lo que ocurrió forma ya parte de la Historia de la institución y es un acicate para seguir creciendo.
Que un director no esté de acuerdo en todo con sus comisarios o los artistas a los que expone pasará a diario en todos los museos del mundo. ¿Cómo resuelve estas cosas el actual director del MACBA?
Yo creo que a veces se espera demasiado del director de un museo. Siempre repito que no se nos puede considerar caudillos todopoderosos. En mi etapa en Madrid, cuando daba charlas, se me preguntaba mucho sobre si era libre para hacer lo que quería. Y, de forma provocativa, contestaba que no. Pero añadía: «Pero tú tampoco quieres que yo sea libre». Estamos en un juego político, lo que significa diálogo, puntos de encuentro, de visibilidad de conflictos. Y es deseable que eso ocurra en un museo, aunque, eso sí, de una forma no dramática. Y un director negocia continuamente. En el caso de un museo de las dimensiones del MACBA, está claro que el director debe actuar más como urbanista que como arquitecto. Tiene que trazar una retícula lo suficientemente sólida como para acoger muchos proyectos, muchos edificios, pero que estos a su vez sean autónomos en sí mismos y lo suficientemente sólidos para sustentarse. No somos los autores de las exposiciones, sino los creadores de un programa, y los que guían a la institución a seguir creciendo en su propia Historia y pensando en el futuro. Yo ya tengo que estar pensando en cómo tiene que ser este museo en otros veinte años vista. Puedo añadir que los museos demasiado previsibles son aburridos. Hay que luchar contra esa inercia.
¿Hay museos con ciclos mayores que otros? ¿Siete años en el CA2M es más tiempo que siete, o veinte, en el MACBA?
No lo sé. Por lo que veo de lo que ha ocurrido aquí diría que no. Manolo Borja estuvo diez… Hay circunstancias que no sólo tienen que ver con la institución: también con la ciudad. El museo no es que no esté al margen del lugar en el que se inserta, sino que forma parte y es un agente directo. Tampoco en ningún lugar estaba escrito lo de los siete años de Móstoles, y si no hubiera pasado esto, en la cabeza de todos estaba que seguía allí y que teníamos programación para más tiempo. Pero todo director ha de saber que llegará el día en el que se marchará. Las direcciones deben ser lo suficientemente sólidas para cuando llegue ese momento. Y en Móstoles, espero que sea así.
La frase es suya: «Cuando me llamaron para decirme que había sido elegido, sentí mucha satisfacción porque significaba que mi proyecto había convencido al comité, en el que había representantes del Ayuntamiento, de la Generalitat, de la Fundación MACBA, del Ministerio de Cultura y del resto de sectores». Es cierto que a mucho político ha contentando, sí. ¿Es como para alegrarse, sabiendo que la situación era extraordinaria y poco ortodoxa?
Había representantes de las administraciones, sí, pero se dejó bastante la decisión en manos de un comité que actuaba desde criterios que no venían directamente de la administración. Y el museo no es su director. El museo es su consejo general, que es el órgano rector. Llegar a uno con un proyecto que satisfaga sus expectativas es para alegrarse, sí. Por supuesto.
¿Qué MACBA se ha encontrado al llegar?
Me he encontrado con una institución con veinte años de solidez, con un pasado muy construido, materializado en una colección particular que representa bien su Historia; con una programación de exposiciones y actividades pasada bien definidas; con un pensamiento crítico que fue muy importante en Barcelona y fuera de aquí, con un impacto nacional e internacional fortísimo; y con un momento de redefinición de muchos aspectos, porque no es exclusivo de un museo lo que se está planteando aquí. Cuento con un equipo, mis nuevos compañeros de trabajo, que llevan a la perfección el museo y lo hacen eficaz. También me encuentro con una arquitectura institucional muy ensayada que se redefine con el tiempo pero que crea un modelo, el de consorcio, que permite que el resultado del museo sea el de un diálogo.
Se le ha secado la garganta repitiendo que no viene a romper nada, sino a continuar. ¿Va a respetar toda la herencia de su antecesor? ¿Para qué le han echado entonces?
Cualquier persona que llega a un museo como este y tiene voluntad de ruptura no estaría haciendo bien su función, porque las bases del museo son sólidas. La transformación será visible, espero. No pretendo continuar aquello que se estaba haciendo tal cual. Pero la transformación pasa por algunos puntos. La programación recibida la he asumido con total alegría porque es extraordinaria. De hecho, creo que eso es la normalidad en una institución, pese a que el cambio no ha sido como el que se va a suceder en Móstoles.

¿Lo que dice también vale por Miserachs? ¿Usted habría planteado así esa exposición?
A mí, como espectador, no me desagrada. Y la disfruto porque es una experiencia. Es verdad que es un libro que conozco muy bien, que estaba en casa cuando yo era niño; una mirada sobre la ciudad interesante. La muestra es el resultado de un intento de experimentación. Y tampoco es un gran drama equivocarse haciendo una exposición. Yo probablemente no habría hecho esta muestra. Lo mismo me habría equivocado en otras cosas. Pero contestar a las preguntas «qué habría hecho yo» es complicado porque llevo ya las cartas marcadas. Probablemente nosotros, con Miserachs, no habríamos llegado al punto de «este es el proyecto».
¿Qué va a pasar con el equipo? Porque hemos llegado donde hemos llegado «por culpa de» o «a causa» del equipo.
El equipo que tiene ahora el MACBA es extraordinariamente experimentado y para mí es un privilegio continuar con él. Habrá incorporaciones, básicamente porque no hay figuras clave y un museo las necesita. Me he dado hasta ahora para aterrizar, conocer la institución y decidir qué es lo más adecuado para ella.
¿La tarta de cumpleaños también la dejó encargada Marí?
Hemos querido que la celebración sea del museo con su público. No esperamos tampoco que sea un día extraordinario. Es verdad que en este momento es un poco especial porque acabo de llegar y tengo que pensar en lo que se ha hecho en estos veinte años. Pero si fueran 17 tendría que haber procedido de igual forma. Hay muchos MACBA y se han experimentado de muchas maneras. No hemos tenido mucho tiempo para tirar la casa por la ventana.
¿Y qué tiene el MACBA que celebrar?
En general, un discurso, muy propio, que se hizo muy visible durante un momento que sigue siendo un punto de partida básico: es esa capacidad de mirar a la Historia del arte de la segunda mitad del siglo XX desde una posición no hegemónica, mostrando cómo hubo muchas narraciones que quedaron ocultas a veces por un mercado muy institucional, pero que con el tiempo han demostrado que han sido claves para entender la realidad de forma global.
¿Tardaremos mucho en ver aquí el MACBA de Barenblit?
A nivel discursivo, no. ¿Qué es lo que cabe hacer ahora? Tenemos que poner el reloj en hora. Han pasado veinte años en el museo en los que se mira un modelo institucional creado en un momento muy determinado, interior incluso a su apertura, que coincide con la culminación de la Transición. Es un buen momento para volver a plantearse el modelo y analizar sus bases. Por otro lado, hay que ocuparse de los elementos que han hecho que el mundo de 1995 y 2015 sean tan diferentes. ¿Son las centralidades narrativas las mismas? ¿Deben continuar? Al hacerlo, revisaremos qué impacto ha generado el museo. Los granes museos lo hacen constantemente.
El MoMA es experto en su propia Historia. Si en los noventa, para entender qué era el arte, la mirada tenía que dirigirse al conceptual y a las tensiones ideológicas de los sesenta y setenta, ahora debemos definir una nueva centralidad narrativa. Todo museo encierra una contradicción: ¿Cómo se hace contemporáneo un museo de arte contemporáneo? ¿Sólo con la cronología? Quizás eso no es lo que toca aquí, de momento. A nosotros nos toca visualizar por dónde circula esa narrativa. Desde el desarrollo temático que ha tenido el museo hasta ahora, y que sería ingenuo rechazar, se trata de ampliar sus límites. Eso sí que serían las aportaciones más personales. Por ejemplo, la utopía que se manejó en el pasado y que ahora se observa con cierto aire de imposibilidad. ¿Cuántos sueños, anhelos, decepciones han aparecido por el camino?
Quiero traer aquí cierto análisis que tenga en cuenta qué ha sucedido en estas últimas décadas pero proyectándolo todo hacia el futuro. Es decir, cuando hablo del fin de las utopías, me refiero a que lo mismo necesitamos otras. Raqs Media Collective suele decir «no dejemos que el futuro sea cautivo del presente». Un museo debe pensar así. Por otro lado, por un interés más personal, quiero recuperar el análisis de las culturas populares contemporáneas, algo que trabajé mucho en el CA2M. Es un campo muy rico, y Barcelona, una ciudad tradicionalmente canalla, con culturas que saltaron al «mainstream», aunque no en todos los casos. Y luego hay más cuestiones, como la idea de pensar con el cuerpo, y el cuerpo entendido en relación al tiempo, que se resume en «performance» y performatividad.
Volviendo a lo institucional, el mapa de museos en España se crea también en los noventa, y gran parte de los elementos que ahora están sobre la mesa tienen que ver con el auge del mercado, la globalización del arte, el surgimiento de las grandes bienales y los grandes «curators» que viajan y hablan idiomas; las nuevas tecnologías, internet… Repasar veinte años es eso, no tanto apagar una vela.
Es cierto que hay cuestiones que también trabajó en Móstoles. ¿Hay modelos o partes de modelos exportables de unos museos a otros?
Hay experiencias que sí, y cuando un comité elige tu candidatura ve lo que has hecho. Parte del encargo institucional es aplicar dinámicas de un museo más pequeño en uno más grande. Eso es bueno y es lo que yo sé hacer ahora mismo. Comparto con Chris Dercon que el museo debe ser más «afectivo y menos efectivo». Establecer lazos con las audiencias es primordial.
Este es un museo mucho más complejo, en una posición geográfica que nada tiene que ver con el del museo que dejé, con un altísimo número de visitantes no locales, pero en el que pueden funcionar cosas que traigo: voy a insistir mucho, por ejemplo, en los programas pedagógicos, dejar de pensar que un museo es sólo lo que emana de colección y exposiciones. Creo que a veces bebemos de esquemas trasnochados de jerarquías entre estamentos museísticos. Hay que reclamarlas todas. Este es un museo con una biblioteca y archivo extraordinarios. Aprovechémoslos. Cuando reclamo la importancia del programa pedagógico o de las actividades públicas lo que pretendo es mirar todos los estamentos del museo en horizontal.
Importante esa mención al mapa museístico evolucionado en estos 20 años. ¿El MACBA se encuentra ahora menos solo o con más competencia
Menos solo, seguro. Con más competencia, no. Entre museos no existe. Son complicidades en todo caso. Pero el mapa ha cambiado mucho, absolutamente. Incluso ya sabemos qué podemos esperar de los museos. Hace veinte años no. Y hubo muchas ideas de MACBA en la cabeza, como ocurrió con el Museo Reina Sofía, inaugurado poco antes. Y el museo ha sido siempre el entorno en el que muchos conflictos han sido, no sé si visibles, pero sí recibidos y procesados.

En su primer día de trabajo en el museo coincidí con usted y me comentó que esta no es la ciudad que dejó hace siete años. Hablábamos de su sistema artístico. ¿En qué ha cambiado?
Barcelona es una ciudad que, en términos globales, sigue siendo muy sexy, sobre todo por el gran trabajo que se ha hecho desde las instituciones. Yo he seguido viniendo en estos años, pero creo que aún no la «reconozco» lo suficiente para opinar. La respuesta instintiva sería decir que ha cambiado en lo mismo que el resto del mundo. Me niego a pensar en la competición de ciudades. Es agotador, sobre todo en un mundo que concentra el poder en grandes capitales globales (Londres, París, Tokyo y Nueva York), y donde se experimentan redes algo más inesperadas que pueden generar un montón de pensamiento crítico. Ya no tiene sentido siquiera hablar en términos de periferias. Las relaciones son mucho más complejas.
¿A qué puertas ha llamado en estas semanas Ferran Barenblit y quién ha llamado a su puerta?
De momento, a pocas. Lo que he querido ha sido tomar contacto con la ciudad. No me ha dado tiempo a hacer mucho. Y creo que también ha cundido la idea de que a Ferran hay que dejarle respirar en su aterrizaje, por lo que tampoco me han llamado mucho…
No me puedo creer que aquí no impere el «¿qué hay de lo mío?», ni le hayan contactado artistas, asociaciones, galerías…
Bastante poco. Me han respetado. Además, me he planteado como prioridad responder a cuestiones de programación inmediata y conocer bien la institución desde dentro. Hay espacios de este museo que, como has comprobado, yo aún no conocía.
¿Cuenta el centro con el presupuesto adecuado?
Tiene que aumentar. Sufrió la reducción con la crisis. Estamos además ante una inmensa oportunidad que es el crecimiento del museo. El MACBA nace como un edificio que aterriza en mitad del Raval, resultado de una decisión política, diseñado por uno de los arquitectos más prestigiosos del momento, dentro de una trama urbana muy densa (el «Distrito Quinto» durante la República y que yo conocí todavía como Barrio Chino). Veinte años después el museo abraza la plaza que lo vio nacer. La gran oportunidad que tenemos es que todo ello tenga un sentido y pueda operar de una forma razonable en su contexto.
Le pregunto por dos de los pasos más recientes del centro para que me dé su opinión. Uno es su tendencia a la concentración: acuerdos con CCCB, Filmoteca…
Yo no pensaría tanto en esas específicamente como en que Barcelona es una ciudad afortunada con una red institucional muy sólida, también hacia el ámbito emergente, lo que la enriquece. La oferta sigue siendo amplísima. Esta es también una ciudad riquísima en artes escénicas y en música.
La segunda sería la de fusionar un colección pública, la del MACBA, con una privada, la de «la Caixa».
Estamos hablando de dos colecciones que cronológicamente marchan de una forma bastante paralela y que son muy complementarias entre sí. No puedo no pensar en cómo pueden estar relacionadas.
Eso no se lo discuto: pero los intereses de una institución pública y sus dineros no son los de una institución privada, que además es un banco.
Cierto. Pero el trabajo es ese.
¿Aprender a bailar sin pisarse?
Hay una realidad muy patente: ¿Cómo puedes estar aquí trabajando teniendo a cuatro kilómetros una colección como la de la Caixa?
Claro: pero una cosa es colaborar y otra cosa es casarse con alguien
(Silencio).

Número de visitantes: Antes mencionó que el MACBA tiene muchísimo espectador que no es local. ¿Cómo se convence a los políticos, tan cortoplacistas y buscadores de votos, que se debe invertir dinero público en un proyecto público del que no termina disfrutando la ciudadanía
Haciendo todo lo posible para hacer que los visitantes de contexto vengan.
¿Y eso cómo se consigue?
Si hubiera una receta única, todos los museos del mundo la aplicarían. Tiene que ver con muchos elementos, pero, básicamente, vuelvo a citar a Dercon: «Lo importante de los museos no es tanto el qué cuanto el cómo». Pero este no se suele cuestionar muy a menudo. Si coges los 20 primeros museos de Europa, cortas sus programaciones, y las sacas al azar de una bolsa, te saldrían buenas propuestas. De mi pasado inmediato de Móstoles tengo aprendido que es importante hacer las cosas pero fijándote en «cómo» hacerlas. Y a veces son detalles de cómo te diriges al público, cómo te pones en su piel, cómo compartes… No pienses nunca en el público como un gran ente que vendrá a hacer cola para verte, porque el número 4 de la fila no tiene nada que ver con el 20. Hay que pensar en las colectividades, en las microcolectividades, que además actúan por lazos emocionales y circunstanciales que pueden cambiar o solaparse. Yo no visito un museo de igual forma a solas que en fin de semana con mis hijos.
¿La realidad le ha afeado ya alguna coma del proyecto?
De momento, lo releo y casi no tengo que cambiar nada. De momento. De momento estoy leyendo en público el proyecto.
¿Cuándo empezaremos a ver su programación?
Poco a poco, porque la programación se esponja, y no creo que sea una contradicción decir que no habrá mucha diferencia entre una y otra. Por eso puedo asumir con alegría lo que hay. Y a lo largo de 2016 comenzará lo que en 2017 será una totalidad.
Me dejé las preguntas de política para el final. Usted abandonó el Centro de Arte Santa Mónica por desavenencias políticas con la Generalitat. La de ahora, más enconada, ¿le gusta más?
La situación es compleja, pero a un museo como este le toca responder a la sociedad en sus reflexiones. No puedes mantenerte al margen. ¿Por qué vuelvo? Porque creo que entre las cosas que debe hacer este museo es acompañar esas reflexiones. Y que no estemos en un panorama definido lo hace aún más atractivo como reto personal y como oportunidad profesional
¿La política catalana actual ayuda a la gobernabilidad del museo?
Está en un momento de mucha indefinición y el MACBA creo que tiene un sistema de gobernabilidad que, si bien debe ser revisado, le permite ser más estable que otras instituciones por su consejo general plural en el que se toman decisiones muy amplias.
¿A quién responde el MACBA? Me refiero a contexto.
Esa pregunta es válida para cualquier museo. Yo creo que responde a Barcelona, a Cataluña, a España y a un contexto global. Y en cada nivel tienes una respuesta diferente.
¿Debe significarse políticamente?
Si por eso te refieres a los temas que están en la mesa de decisión, te diré que el arte responde a distancia y lo hace por analogía. Primero porque la política inmediata no es aportación de la cultura. Actuar de una forma políticamente explícita es ineficaz porque los que lo hacen profesionalmente lo harán siempre mucho mejor que tú. ¿Dónde es eficaz un museo? En una reflexión política que actúe con las herramientas del arte, desde coordenadas estéticas y narrativas inesperadas que enlacen con elementos emocionales. El arte, para hablar de universales, se ocupa de los particulares, y genera discursos minúsculos que pueden aplicarse a reflexiones más globales. Y eso ha sido así y será siempre. El lazarillo de Tormes era la reflexión de un simple niño aplicable a toda una sociedad. Un museo no tiene una respuesta contundente para nada. Puede ser lugar de reflexión y de debate. Eso es lo apasionante.
Me viene a la cabeza el caso de Omar-Pascual Castillo, al que, cumplidos sus cinco años en el cargo, los de su contrato, la administración «le invita”» de nuevo a participar en un concurso público. Eso es lo democráticamente sano por muy bueno que sea uno, ¿no?
Mi contrato es de cinco años. Y creo que las perpetuaciones en los cargos no son buenas. Al menos en los museos de arte contemporáneo. Yo insisto: no somos caudillos. Los museos no deberían parecerse tanto a sus directores, aunque acaba pasando. La institución debe ser más fuerte que la persona. Pero tampoco sé qué plazos son los saludables. Yo cuando llegué a Móstoles nunca imaginé que iba a estar siete años y un mes, como estuve, y cuando miro para atrás se me ha pasado rapidísimo y lo he disfrutado mucho. Hemos construido algo que ahora queda en otras manos para que lo lleve a otro lugar con el mismo equipo. Eso lo debe decidir cada institución en cada contexto. Posiblemente para alguna cinco años sea poco. Para casi todos cinco años pasan a toda velocidad.
¿Estaría dispuesto a una reválida dentro de cinco años?
Pregúntamelo entonces. También es bueno ser autocrítico.

¿Y es sano que el anterior director de un museo esté en el jurado del que debe elegir al sucesor? Es lo que ha pasado en el CA2M.
No debería ser tan extraordinario. Si acepté la propuesta del Director General es porque creo que el director saliente de una institución joven como el CA2M puede aportar su visión de lo que han sido los primeros siete años de vida del museo, y porque el resto de los miembros de jurado son profesionales de sólida y contrastada trayectoria. Por encima de todo, creo que mi misión es reforzar la idea de que el CA2M está teniendo una transición tranquila y que el nuevo director no llegará a una institución en crisis, sino en la que se está dando un relevo sensato tras su primera etapa.
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 28 de noviembre de 2015. Número 1.210