Ramón Masats («Visit Spain». Tabacalera)

«Visit Spain»: La España a la que Ramón Masats sacó (de) punta (a punta)

Uno de los platos fuertes de este PHotoEspaña que le hace guiños al reportaje fotográfico es el repaso en Tabacalera a la mirada, a la tradición, que Ramón Masats esbozó en los años cincuenta del pasado siglo 

«Museo del Prado» (1961)

Si llegara a nuestro país la irracional ola internacional que pretende llevar a cabo una lectura políticamente correcta de la Historia a golpe de derribar símbolos y estatuas; si dicha algarabía de «ofendidos» prendiese en nuestras conciencias, tendría en la muestra que Tabacalera, en Madrid, dedica ahora a Ramón Masats materia suficiente para, como mínimo, hacerla volar por los aires.

Porque, organizada por PHotoEspaña para el extraño festival de este año, no le falta detalle: tiene guardias civiles con tricornio; tiene pasos de Semana Santa; tiene falangistas y toros muriendo en la plaza; tiene folclóricas y misas. Por tener, tiene hasta retratos de Franco. En definitiva, reúne todos los tópicos que la dictadura puso en bandeja a los turistas en su deseo por ofrecer una imagen blanqueda y difereciadora de nuestra cultura en los años del Desarrollismo, y que resumió en un lema publicitario que toma ahora como título esta exposición: Visit Spain (la cual se celebra, paradójicamente y por efecto del covid, en un año en el que no es que esperemos muchos turistas por estos lares).

Tópico. Palabra mágica para Ramón Masats, su protagonista, quien entre 1955 y 1965, años a los que se acota esta entrega de su producción, recorrió España de arriba abajo, primero en motocicleta, luego, como marcan los cánones de la época, en un 600, plasmando así con su cámara y en diferentes encargos –generalmente para publicaciones como Gaceta Ilustrada– aquellas singularidades de nuestras tradiciones.

«Las Ventas» (1963)

Cámara, la primera –todo hay que decirlo– que este catalán nacido en 1931 en Caldes de Montbui se compró con el dinero que le birló a su progenitor, dueño de una bacaladería, que era donde Masats tendría que haber acabado. Porque lo suyo con la foto fue una carambola del destino, nunca mejor dicho: mientras realizaba el servicio militar, le tocó en un sorteo una cámara retina. Con ella empezó a experimentar. De ella se enamoró y por ella comenzó a formarse en la técnica. Quién iba a decirle que, con el tiempo, se convertiría en uno de los máximos renovadores del género del reportaje fotográfico en España.

Y en un momento, además, en el que «la novedad» nos llegaba impresa. Como bien señalan las imágenes audiovisuales del rescatado NO-DO con las que se abre la exposición, la televisión aún andaba en parihuelas en esos años cincuenta. Junto a otros inconformistas como Xavier Miserachs o Ricard Terré, él se inicia en la técnica, hasta convertirse en integrante de dos colectivos básicos en España para la renovación de la fotografía, la misma que seguía adoleciendo de demasiado gusto pictoricista (por lo mismo, alentado por el Regimen): La Palangana y grupo AFAL.

De Masats se meciona su olfato, a lo Bresson (una de sus grandes influencias, mientras que él lo ha sido de toda una generación de fotógrafos posteriores, como Cristina García Rodero), para conectar con el «instante preciso». Cierto instinto irreflexivo («yo nunca di por casualidad con una foto en el laboratorio; ya la había hecho previamente», suele puntualizar), destilado en un estilo personal que convierte la anécdota en el tema: recorran si no esta exposición y descubran sus corridas sin toros, sus procesiones sin imágenes, sus acólitos del franquismo sin caudillo

«Sanfermines. Cafetería Iruña. Pamplona» (1956)

Bueno, alguna imagen del dictador sí que hay. De hecho, una de las salas recoge la foto que más le ha dolido hacer, aquella de la que se arrepiente: un encargo de 1963 por parte de un director de sucursal bancaria bien posicionado que no pudo rechazar y que le introdujo en El Palacio del Pardo. Ante la reticencia de su inquilino a que el fotógrafo midiera tantas veces la luz, la foto se tomó a golpe de «diafragma de sol» («Ahora viene el sol») e interrupciones («ahora viene una nube»), «hasta que este se cansó».

En diez años, el de este recorrido no cronológico, a Masats le dio tiempo a resumir una España, como define su comisario, el también fotógrafo Chema Conesa, «atrapada en la pobreza material, laminada en lo social y acérrima en su atadura espiritual»: un país de misas de campaña en la Casa de Campo; con falangistas en Burgos, y curiosos de la visita de Eisenhower en 1959; de nazarenos que se pasean entre niños como si tal cosa; niños para nada candorosos (de hecho, una forma de rehuir el tópico, para Masats, será disparar antiselfies, forzar los encuadres o sacar de plano a sus modelos); con guardias civiles y canónigos… Y, por supuesto, con sus turistas, de piel blanca, en contraste con los lutos tan a gala de nuestros antepasados.

La selección –unas 140 imágenes– recupera tomas inéditas que se miden a sus «grandes hitos» (el seminarista que para el gol; el toro que cae como un bloque escultórico en la plaza; la aldeana de Tomelloso que encala su pared…), y sus grandes series (Los Sanfermines, 1957, o Neutral Corner, sobre su otra pasión, el boxeo, con capilla especial en Tabacalera).

«Expotur Madrid» (1965)

En sus instantáneas, los pueblos (con sus caciques, sus tradiciones –entre la vida y la muerte– y sus supersticiones) poco se diferencian de las grandes urbes; y Madrid mucho tiene que ver con Barcelona, las de este madrileño en Cataluña y catalán en la capital. Gran ejercicio comisarial el de enfrentar tomas similares en escenarios distintos. Menos comprensible lo de llenarlo todo de plantas (aquí de plástico), la última moda post-covid.

Y aunque no faltan gotas de glamur (grandes de Hollywood en cuyos rodajes en España se coló; el duque de Windsor en una fiesta de Antonio el Bailarín; Yves Saint-Laurent; Buñuel, Berlanga…), repasándolo todo nos damos cuenta de que no son mucho los que sonríen en sus tomas. Y que lo hacen poco o nada los retratados en la Dirección General de la Policía o los juzgados. Quizás se escapa alguna flamenca de Jerez o algún infante envalentonado. Miserats no pretendió nunca edulcorar la realidad. Lo suyo era colarse en los intersticios del tópico. Sacarle los colores a una España que retrataba en blanco y negro y que el Ministerio de Información y el Plan Nacional de Turismo tildaban de different y en inglés.

Luego llegarían las producciones para el cine y la televisión, y su regreso a la fotografía, ya en color, con encargos editoriales en los 80. Pero esa sería ya otra historia. Para el país y para el fotógrafo, que tuvo que esperar a 2004 para ser reconocido con el Nacional de Fotografía. Esta, que además coincide con una «muestra virtual» (otra de los efectos en el arte de la Nueva Normalidad) en su galería, la de Blanca Berlín, cierra sus puertas curiosamente el 12 de octubre, el día de nuestra Fiesta Nacional. Si es que el término, también para no molestar a los bienpensantes actuales, se puede seguir usando. 

Ramón Masats. «Visit Spain». Tabacalera. Madrid. C/ Embajadores, 53. Organiza: PhotoEspaña. Comisario: Chema Conesa. Hasta el 12 de octubre

Texto ampliado del publicado el 11 de julio de 2020 en ABC Cultural. Nº 1.433

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