Acordarse de Santa Bárbara porque truena
El Palacio de Santa Bárbara, en Madrid, se convierte en sede durante cuatro meses del estudio de cuatro artistas bajo la supervisión de Eugenio Ampudia. Creadores a los que, además, se les invita a medir sus fuerzas con prestigiosos cocineros

En realidad, el Palacete de Santa Bárbara siempre estuvo allí, al final de la calle Hortaleza, en Madrid, con su porte señorial. Volvimos a entrar en él en los dos últimos febreros gracias a la iniciativa Casa Leibniz y comprobar lo bien que le sentaba a sus estancias el arte contemporáneo.
Por eso, la segunda vida que este le otorga este verano es motivo para congratularnos. La razón es la iniciativa privada de una marca (en este caso, cervezas Mahou), concepto este y el de patrocinio que suele levantar suspicacias entre cierto sector del arte joven, que confunde libertad (de expresión) con libertinaje.
El caso es que esta firma (que comienza a entrar con fuerza en otras iniciativas del sector. Prueba de ello es su implicación este año con PHotoEspaña), y que ya el pasado estío utilizó este mismo entorno para llevar a cabo un cierto acercamiento entre arte y gastronomía, se toma en 2016 su propio reto más en serio promoviendo un «suculento» (por su proximidad a los grandes chefs) y generoso (por su dotación económica) programa de residencias para artistas de la capital.

Para ponerlo en marcha, se contactó con Eugenio Ampudia, que ha sido el encargado de seleccionar a cuatro creadores (Julia Llerena, María Platero, Françoise Vanneraud y el colectivo Play Dramaturgia), que se benefician de un estudio en Santa Bárbara hasta el mes de octubre y una ayuda de entre 5.000 y 7.000 euros para que no tengan que preocuparse en esos meses más que de centrarse en su obra.
«Lo que unifica a estos cuatro artistas –explica Ampudia– es que responden a mi idea de que el arte es un sistema de comunicación abierto y eficaz». Para seleccionarlos, el veterano creador consultó a comisarios españoles y expertos en arte joven, cuyas sugerencias dieron pie a una lista de 25 nombres que se pulió hasta recalar en los elegidos en función de varias premisas: que fueran artistas sin estudio y lo necesitaran, que ofrecieran un trabajo de calidad y que aportaran un buen proyecto para desarrollar en él, y que se complementaran entre ellos.
Los nuevos inquilinos del palacete se comprometen pues a desplegar la propuesta seleccionada, y a hacerlo a puerta abierta, de forma que se les puede visitar estos días. De hecho, para que el que decida hacerlo no se encuentre con un entorno vacío, los artistas se han llevado hasta allí algunos de sus trabajos anteriores. Por esa razón, en estos momentos, las habitaciones albergan pequeñas retrospectivas de cada uno.

María Platero se centrará en ampliar su serie «Cosas que caen», una reflexión, para su autora, sobre cómo los planes no siempre salen como uno quisiera, a veces incluso para bien, y que es la base de su interés por la relación arte-ciencia y la extrañeza que le gusta introducir en lo que entendemos por «normal». La sevillana Julia Llerena aprovecha la oportunidad para desplegar todos los conjuntos que ha realizado en el último año y medio y que nunca ha podido ver ni juntos, ni en toda su extensión:la mesa de «Siderurgia»; los tinteros que sustituyen a los (negros) días del calendario precisamente del verano anterior; sus bolas de bolos en las que inserta luz generando sistemas solares de andar por casa… «Es un disfrute absoluto. Podré documentarlos, desarollarlos mejor. Yplantearme de forma definitiva que necesito un estudio sí o sí». Paralelamente, dará forma a «Nacidos para la gloria», inspirado en Tom Wolfe, dotando de nueva vida a obsoletas cintas de VHS, sobre las que talla frases de la novela.
El de Françoise Vanneraud se titula «Pensar como una montaña», y pasa por dotar al dibujo de volumen y de incidir en conceptos como el de caminar o en aspectos como el salto dela artista a lo más instalativo: «Tener más espacio me facilita hacer piezas más radicales, más grandes, con materiales que no puedo manipular en casa». Play Dramaturgia, a caballo entre el cubo blanco y la caja negra, e interesados en lo performativo, el diseño de cotextos y la memoria, traslada la estructura de «Los detectives salvajes», de Roberto Bolaño, a la búsqueda personal de una compañía teatral que trabajó en Madrid hasta 2010 y cuyo influjo aún reciben pese a no haberlos conocido. Un chéster en medio del taller servirá para conversar con aquellos que sí lo hicieron y, así, componer su retrato robot, antes de salir en su búsqueda gracias a una beca INJUVE: «Precisamente esa beca nos cierra todas las ayudas públicas, de forma que la llegada de capital privado y los recursos materiales que ponen en Santa Bárbara a nuestro servicio son como agua bendita».

Porque Mahou luego no se queda con la obra, que es para los artistas. Tan solo les ha puesto un segundo reto, un diálogo con cocineros para dar pie a «obras de arte que se comen» y que el que se acerque al Palacete puede degustar, bien visitando los estudios, bien participando en las cenas gastronómicas que se celebran de martes a sábado y cuyo menú han conformado codo con codo chefs y artistas. Las reservas han de realizarse a través de la web. Hasta el 16 de julio es el turno de María Marte de Allard Experience, con dos estrellas Michelin en Madrid, que ha transformado la pieza «Siderurgia» de Llerena en el postre de las veladas y uno de los paisajes naturales de Platero en un huerto comestible (la falsa arena es chocolate), mientras que ha cubierto los paisajes montañosos de Vanneraud con capas de arroz de sabores y se ha inspirado en el óleo que Goya aplicaba en los labios de la Duquesa de Alba en «Volaverunt» (que se rodó precisamente aquí) en un nuevo «maquillaje» al alcance de los curiosos. Y tras ella llegarán los chicos de TriCiclo (segunda quincena de julio y primera de septiembre), con los que ya están colaborando, y Roberto Ruiz de Cascabel (Punto MX), entre el 20 de septiembre y el 8 de octubre. Bueno es acordarse de(l palacio de) Santa Bárbara, porque allí está tronando.

Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 2 de julio de 2016. Número 1.241
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