Y a ti te encontré en la calle…
El IVAM invita al visitante a deambular por su colección, de la que realiza una lectura en clave urbana con la exposición colectiva «Perdidos en la ciudad»

La cita de Benjamin es la excusa. El filósofo consideraba que no orientarse en una ciudad no sólo no era interesante, sino incluso banal. «Para eso se necesita desconocimiento y poco más». Perderse en una gran urbe es otra cosa, pues «requiere de una formación distinta». De curiosidad. La crisis, sin duda, es la necesidad. El IVAM no es el único museo en España, ni mucho menos, que, consecuencia de los recortes, ha tenido que tirar de sus fondos para mantener programaciones. Y vuelven los tambores de guerra a esta institución, a la que el Gobierno regional amenaza con un nuevo tijeretazo que podría afectar al siete por ciento de su presupuesto actual, ya mermado… Y a mitad del ejercicio. Sin embargo, y en este caso concreto, la colección es la oportunidad. Y es que, tan ensimismado estuvo este centro en prestar atención a lo «foráneo» en etapas anteriores, que poco acudió a sus contenidos (más de 12.000 piezas), que poco a poco la nueva dirección da a conocer, y en los que, a poco que se bucee, se encuentran verdaderas joyas.
Con estos mimbres pues –una excusa, una necesidad y una gran oportunidad– nace esta muestra, un redescubrimiento de los fondos del IVAM desde un hilo temático: lo urbano como contexto que nos forma y nos deforma, que nos atrae tanto como nos repele. Y que, además, es mutable. Porque, como confirma el comisario, «hay muchas ciudades en el seno de una misma ciudad». En ese sentido, no es la misma la mirada que arrojan de Berlín Thomas Ruff o Gabriele Basilico; o las que dedican encandilados los fotógrafos de las vanguardias a Nueva York, comparadas con las más pesimistas de los artistas actuales. Por otro lado, pocos temas como este para encardinar a la perfección el arte con el cine y la literatura. De esta forma, en esta aproximación a lo urbano desde los fondos del IVAM (dice su director que es posible que este sea el museo español con mayores contenidos referidos a estas temáticas), no se hace tanto de una manera cronológica, cuanto por apartados, en cada uno de los cuales un escritor se convierte en cicerone.

La fascinación por la metrópolis, propia de las vanguardias, es así compartida por Walt Witman y los grandes fotógrafos que nutren la colección del IVAM (de Steichen a Walker Evans, Centelles o Atget). La banda sonora la pone la «Sinfonía del rascacielos» de Robert Florey, mientras que el toque local lo aporta el (re)descubrimiento del urbanista Francisco Javier Goerlich Lleó, que intorudujo a Valencia en la modernidad, y lo quiebra Equipo Crónica con un lienzo de los setenta que remite a influencias de los veinte y treinta.
Llegan después las deambulaciones urbanas, a la manera del flâneur baudelairiano, de Horacio Coppola por Buenos Aires o Cualladó por París o Madrid, para marcar el peso de los «espacios banales» que bien ilustran los inexpresivos cuadernos fotográficos de párkings o grandes avenidas en Los Ángeles de Ed Ruscha, los 500 minutos del vídeo sobre el Empire State de Warhol o los ejercicios documentales de Baldessari o Fischli &Weiss.
Joyce advierte de las «capas de cebolla en la ciudad», y Matta-Clark la «deconstruye» como nadie en el apartado homónimo. Thomas Ruff la reduce a píxeles. Y los acompañan los Gluts de Rauschenberg o los amasijos de chatarra de Chamberlain.

Uno de los ámbitos más grandes es el que reduce lo urbano a lo taxonómico, algo en lo que los Becher fueron unos maestros, pero con importantes pupilos, de Struth a Basilico, y con José Manuel Ballester como representante español. Si el ser humano brilla por su ausencia en esta sección, la siguiente, mi favorita, se ocupa de las tribus e identidades que pueblan la ciudad y con los que no todos están dispuestos a convivir: los mendigos de Mikhailov; los transgénero de Joan Morey o Del Lagrace Volcano; las tribus urbanas de Miguel Trillo; los homosexuales de Tillmans… Hasta las mujeres, que busca su espacio en las obras de Cyndy Sherman o Douglas Gordon en un sector en el que se nota la impronta de la colección Redón y en el que el cómic irrumpe con fuerza (las ciudades de Little Nemo, Sin City, Batman…).
Ustedes quizás aún no lo perciban, pero la ciudad, según avanzamos, ha perdido candor y capacidad de persuasión en su representación (su último cartucho a este respecto sería el apartado dedicado a la ciudad imaginaria, con Miquel Navarro, Hannsjörg Voth o Charles Simonds), en pos de un aspecto más siniestro hasta convertirse en un mundo extraño (la serie «Dream House» de Gregory Crewdson se lleva la palma, en la misma sala en la que, en los sesenta, Juana Francés ya se sentía incómoda ante el avance de lo tecnológico), cuando no en base de nuestros miedos. Es el fin del recorrido, con Antoni Muntadas y los estadios deportivos como símbolos de poder, las fotos tomadas con infrarrojos por Thomas Ruff, la torre de vigilancia de Polke o el ejército tomando las calles de Bogotá de Alexánder Apostol. ¿Estamos a salvo en la ciudad? La buena noticia es que cada uno hace la suya.

«Perdidos en la ciudad. La vida urbana en las colecciones del IVAM» Colección. IVAM. Valencia. C/ Guillén de Castro, 118. Comisario: José Miguel G. Cortés. Http://www.ivam.es/. Hasta el 4 de junio de 2017
Texto ampliado del publicado en ABC Cultural el 11 de junio de 2016
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